Siempre había pensado que las asociaciones de consumidores eran nuestros aliados. Al fin de cuentas pretenden hacer exhaustivos análisis de los productos que hay en el mercado y exigir una calidad adecuada y un etiquetado que diga la verdad. He visto que denunciaban a ciertas hamburguesas por tener demasiadas grasas saturadas y a determinadas medicinas por representar peligros para la salud.
Últimamente me he visto desagradablemente sorprendido al ver que en Bélgica un grupo de consumidores está presionando sobre la Seguridad Social para que reembolse los gastos por medicinas "naturales" incluyendo la homeopatía.
Y ya más cerca, en nuestro país, por dos veces he visto cómo la revista OCU Compra Maestra recomendaba la homeopatía y otras medicinas paralelas. Por ejemplo, como botón de muestra, reproduzco lo que se dice el artículo El estrés y los tranquilizantes, aparecido en dicha revista en nº 139, correspondiente a marzo de 1992 en las páginas 35 a 38:
La Homeopatía
En este tipo de medicina, más que en ninguna otra, el remedio es algo personalizado, es decir, adoptado a la personalidad fisiológica y psíquica del paciente. Por ejemplo, si el homeópata constata, tras un interrogatorio del paciente, que habitualmente éste reacciona ante el estrés mediante la huida, prescribirá un determinado remedio. Si, por el contrario, constata que reacciona por inercia, prescribirá otro diferente.
Un tratamiento homeopático ofrece resultados imprevisibles: unas veces son espectaculares y muy rápidos (en el caso de que el tratamiento sea adecuado), otras totalmente inexistente (si no lo es).
Ni una palabra de mención a que la homeopatía está, cuando menos cuestionada. Ni la más mínima concesión a la duda. Más bien todo lo contrario; para el lector superficial ha dicho que funciona: ofrece resultados espectaculares y muy rápidos si el tratamiento es el adecuado.
Para el lector atento es inútil decirle que tal como está enunciado es totalmente infalsable: a veces funciona -si acierta-, a veces no -si se equivoca-. Si tenemos en cuenta que el tratamiento homeopático la mayor parte de las veces se aplica a aquel tipo de enfermedades en las que también funciona el efecto placebo, es decir aquel tipo de dolencias que se curan por si solas, la conclusión es evidente: cara, gano yo; cruz tú pierdes. Si el enfermo se cura es que el médico acertó, sino se cura es que se equivocó. Nunca se cuestiona la homeopatía.
Ya estaban informados
Hay otras dos cosas que me preocupan, la primera es que en un artículo anterior, en el que también recomendaban la homeopatía para curar las almorranas, les mandé una nota diciendo que me sorprendía que una revista de defensa del consumidor no advirtiera a sus lectores que la "medicina" homeopática estaba puesta en tela de juicio por muchos investigadores. Por supuesto que les ofrecía la colaboración gratuita de los especialistas de ARP para lo que quisieran. No sólo no me contestaron, ni publicaron mi carta, sino que unos números después vuelven a la carga.
Agua por cualquier otro nombre.
La segunda cuestión que me preocupa es la de la fiabilidad de los análisis de dichas revistas, pues lo miremos, como lo miremos, las medicinas homeopáticas no dejan de ser agua. Sin embargo su etiquetado es confuso: Opium 16 CH, Raphanus 5 CH, etc.
¿No son las organizaciones de consumidores los paladines de la lucha contra el falso etiquetado?
¿Amigos o enemigos?
Al final me entrado la duda. No se si las organizaciones de consumidores son o no compañeros de nuestro viaje.
Una carta para que la OCU reflexione.
En el nº 195 de la revista Afis, hay una carta del Dr. en medicina Iulius Rosner de la cual extraigo un párrafo con la intención de que llegue a los redactores de OCU Compra Maestra:
...La renuncia a las extraordinarias técnicas modernas [como hace la homeopatía] algunas veces lleva al drama: el último que yo he vívido es el de una mujer de 46 años a la que la diagnostiqué demasiado tarde para ella por desgracia, un tumor pulmonar que se estaba infiltrando en la pleura. Ella se había hecho tratar durante 8 meses de dolores torácicos y fatiga por un médico homeópata que le ha negado cualquier examen paraclínico: ¡el ha tratado el "terreno"! Esta desgraciada ha pagado con su vida su cariño ciego a una medicina sin efectos secundarios.
No niego que la homeopatía pueda tener, como la medicina racional, éxitos brillantes en las enfermedades de curación espontánea, pero desde el momento que un enfermo tiene una afección susceptible de amenazar su vida la ciencia le ofrece a menudo una posibilidad de curarse. La homeopatía le quita esta posibilidad; ¡ el efecto iatrógeno de la homeopatía es la pérdida de posibilidades!
Lamento que los artículos de 0CU-Compra Maestra hayan omitido este aspecto esencial.
Gracias a los amigos que nos han proporcionado datos y críticas.
Antes de acabar quiero dar las gracias a Manuel Borraz Aymerich y a Emilio Quilez Royo dar los datos y sugerencias que nos han enviado. Lamentablemente, cuando nos llegaron las cartas este número de LAR ya estaba casi terminado, así que no tenemos espacio para incluir sus aportaciones. Procuraremos hacerlo en el próximo número. Muchas gracias a ambos.
Ritos Mistéricos
En su comentario de libros, M. Quintana, habla de la Nueva Era y de los ritos mistéricos. Algunos de nosotros estamos muy interesados en conocer algo más sobre los citados ritos. Parece ser que un buen resumen es el trabajo de Ángel Álvarez Miranda titulado Las religiones mistéricas, publicado por la Revista de Occidente en 1961. Si algún lector pudiera enviarnos fotocopia del mismo le quedaríamos muy agradecidos.
Piltdown, los paradigmas y lo paranormal
El caso del hombre de Piltdown proporciona un excelente modelo de cómo se comporto la ciencia ante aquellos planteamientos que pretenden derribar los paradigmas existentes.
Kenneth L. Feder.
Kenneth L. Feder pertenece, al Departamento de Antropología de la Universidad Central del Estado de Connecticut, de New Britain, Connecticut 060050. El presente artículo proviene de The Skeptical Inquirer, Vol.14, No.4/Summer 1990.
La pseudociencia es una empresa polimorfa; la amplitud de las pretensiones pseudocientíficas es inmensa. El mundo sería muy diferente de lo que la ciencia ortodoxa supone si se concediera validez a las aserciones de los psíquicos, astrólogos, clarividentes, terapeutas ultramundanos, ufólogos, entusiastas de los astronautas de la antigüedad, zahoríes, creacionistas, piramidólogos, adivinos con bola de cristal, curanderos por la fe, y demás partidarios de las miríadas de creencias en lo paranormal, lo oculto y lo sobrenatural.
Las pretensiones formuladas por los proponentes de estos diversos fenómenos o perspectivas son algo más que simplemente extremas. Estas desafían fundamentalmente en mayor o menor grado los paradigmas existentes -la forma en que percibimos el mundo a nuestro alrededor, algunos aspectos específicos del universo o la realidad-. En el marco del discurso científico, sin embargo, no puede decirse que las pretensiones formuladas por los parapsicólogos y los ocultistas sean imposibles simplemente porque suenen a improbable o porque su aceptación pudiera alterar la forma en que vemos la realidad. Ciertamente los científicos aludidos necesitan acceder a cada caso por separado. Las páginas de esta revista han presenciado muchos intentos afortunados de mostrar específicamente por qué algunas de esas afirmaciones eran pseudocientíficas.
Sin embargo, como ha señalado Al Seckel (1989), refutar o desenmascarar pretensiones individuales, sí bien es importante simplemente es insuficiente. Siempre habrá más pretensiones. Refutar el mito del Triángulo de las Bermudas, por ejemplo no conduce necesariamente al reconocimiento de la pseudociencia en la ufología o en los astronautas de la antigüedad.
Quizá sea justamente así de importante para aquellos de nosotros quienes estamos vinculados a la indagación escéptica, porque nos muestra cómo funciona la ciencia y cómo maneja las afirmaciones o pretensiones nuevas, revolucionarias, paranormales o de otro tipo. Necesitamos preguntarnos: ¿En qué bases se sostienen o caen nuestros paradigmas científicos? De esta manera podemos mostrar que los científicos manejan las afirmaciones hechas en pseudociencia de una forma idéntica a como lo hacen con otras afirmaciones que desafían nuestra actual comprensión del universo.
En este tema, la historia reciente de la teoría evolutiva del hombre proporciona un modelo excelente sobre cómo actúa la ciencia con las afirmaciones que pretenden derribar nuestros actuales paradigmas. Lo expondré con la esperanza de que otros puedan encontrarlo útil en sus discusiones sobre la naturaleza del razonamiento científico, especialmente cuando los científicos se enfrentan a componentes emocionales ante visiones concretas, al pensamiento anhelante o al engaño descarado.
¿Monos erectos o humanos cuadrúpedos?
Tras la publicación de El Origen de las Especies de Darwin en 1859, muchos pensadores aplicaron la idea de la selección natural a especies que Darwin no mencionó en su trabajo; aplicaron sus teorías en los seres humanos. Con una pequeñísima evidencia fósil para empezar, construyeron un escenario plausible.
Los taxonomistas biológicos desde siempre han reconocido la similitud física entre los humanos y otros primates, en particular los monos. Lo que diferencia profundamente a los humanos de otros primates es su inteligencia, hecha posible por un grande y muy complejo cerebro. El cerebro humano era el aspecto de nuestra especie que parecía ser el más diferente -el más altamente evolucionado- cuando se
comparó con algunas hipotéticas especies ancestrales comunes para nosotros y los monos. Nuestra inteligencia, se dijo, tiene por tanto que haber empezado a evolucionar antes que otros rasgos exclusivos. Así, se esperaba que los fósiles ancestrales de nuestra especie mostraran primero el desarrollo de un cerebro similar al humano, con un cuerpo simiesco más atrasado evolutivamente. Tal como señala el escritor Charles Blinderman, tales investigadores como el anatomista inglés Grafton Elliot Smith fueron bastante explícitos prediciendo el descubrimiento de ancestros humanos con grandes cerebros y cuerpos primitivos (1986:36). Posteriormente, Smith fue así de lejos cuando caracterizó al hombre primitivo como "meramente un mono con un cerebro sobredimensionado" (1927:105-106). El paradigma de evolución basada en el cerebro se acomodó a la sensibilidad de finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte: si fuéramos ciertamente primos del mono al menos habrían sido nuestros cerebros lo primero que nos distinguiera de nuestros ancestros comunes.
Sin embargo, el registro fósil no se acomodaba a este escenario. Tanto el hallazgo de Neandertal en la segunda mitad del siglo diecinueve como el descubrimiento del Hombre de Java en 1891 muestran un ancestro fósil virtualmente moderno respecto al de cuello inclinado y demasiado primitivo respecto al de cuello erguido -contrariamente a lo esperado-. Innecesario decir que ello causó cierta confusión entre los investigadores. Algunos intentaron al principio remediar de algún modo estos datos inconvenientes y durante un tiempo las reconstrucciones de Neandertal tendieron a representar lo más simiesco. Sin embargo, tal como mostró la evidencia, estando algunos tan comprometidos con el paradigma de la evolución centrada en el cerebro, muchos adoptaron un modelo en el cual la postura erecta era significativamente anterior al desarrollo del cerebro humano moderno. No les hizo gracia pero tenían muy poco a elegir; era la evidencia la que marcaba la pauta. La idea de que los humanos comenzaron su historia evolutiva como un simio erecto en vez de un hombre cuadrúpedo comenzó a alcanzar popularidad a finales del siglo diecinueve y comienzos del veinte, al tiempo que cada vez más fósiles parecían confirmar esta perspectiva.
Este era el estado de las cosas cuando la publicación británica Nature, dio cuenta el 5 de diciembre de 1912 del hallazgo de un importante fósil humano en Sussex, en un lugar llamado Piltdown, al sur de Inglaterra. (Ver Weiner 1955, Millar 1972 y Blindreman 1986 para un relato detallado de la historia de Piltdown; ver también Feder 1990) El descubrimiento consistía en un cráneo y una mandíbula inferior que parecía confirmar, si no la prevalencia, al menos la realidad del paradigma original; el cráneo en sí era indistinguible respecto el de los humanos modernos pero la mandíbula era bastante primitiva y semejante a la de un mono (fig. 1). Por su datación este fósil parecía pertenecer a un periodo geológico anterior al que se adscribía el Neandertal, tan antiguo al menos como el Hombre de Java.
Figura 1. Reconstrucción del cráneo de Piltdown. Las áreas punteadas representan los fragmentos fósiles recuperados de hecho. El cráneo es grande, con un perfil y una frente pronunciada, como el del moderno Homo Sapiens. La mandíbula, en cambio, es muy similar a la del mono, sin mentón y con una configuración que exige un prognatismo facial (1) semejante al del mono.
Muchos investigadores, algunos muy célebres, se aprovecharon sin vacilar del descubrimiento de Piltdown. Dijeron que el hombre de Piltdown -que fue denominado Eoanthropus dawsoni, u Hombre Dawn de Dawson en honor de su descubridor, Charles Dawson- era el verdadero ancestro humano. Los especímenes de Java y Neandertal, con sus cerebros más primitivos se consideraron, por tanto, ramas extinguidas de la principal línea evolutiva humana, en cuya base se colocó al Eoanthropus (ver fig. 2). De este modo, al menos para algunos, parecía restaurarse el paradigma más
viejo y preferido; en la evolución del hombre fue el cerebro, en definitiva, lo que primero evolucionó hasta su forma actual, y, según se desprendía de la mandíbula inferior encontrada, con en cuerpo en un momento evolutivo posterior.
Claramente, el Eoanthropus habría desbancado el paradigma existente, tan correctamente arropado por la evidencia fósil acumulada durante más de 50 años, pero sólo si la investigación posterior hubiese proporcionado un soporte adicional a la noción de la evolución centrada en el cerebro en la temprana evolución humana. Unos pocos datos enigmáticos, por concluyentes que parezcan, no pueden hacer que abandonemos nuestra bien consolidada visión de la evolución del hombre, o -diría más- de la cosmogénesis o la percepción humana.
Los años que siguieron al descubrimiento de Dawson fueron de intensa búsqueda de evidencias adicionales en forma de fósiles similares al Eoanthropus. Las famosas excavaciones en la cueva china de Zhoukoudian, en las que fueron descubiertos unos 40 individuos del tipo "Hombre de Pekín", fueron al menos en parte un intento de validar el descubrimiento de Piltdown (Shapiro 974). El anatomista Davidson Black, del Peking Union Medical College, que dirigió las excavaciones durante un tiempo, aparentemente fue inspirado a cavar en Zhoukoudian por una visita que realizó al laboratorio de Grafton Elliot Smith, un conocido entusiasta del Eoanthropus. El sacerdote jesuita y paleontólogo Theilard de Chardin, que excavó en Piltdown tras el descubrimiento inicial, también trabajó en Zhoukoudian. De ese modo, cuando comenzaron las excavaciones allá por 1920, lo que buscaban era el equivalente chino para el Hombre de Piltdown. Por el contrario, lo que encontraron allí fueron cuerpos de aspecto humano y cerebros de tan sólo dos tercios el tamaño medio del moderno cerebro humano.
Figura 2. Sin el Eoantropus (Hombre de Piltdown), algunos situaron al Pithecanthropus (Hombre de Java) y al Neandertal en una secuencia evolutiva conduciendo directamente a la moderna humanidad (izquierda). Con el Eoanthropus, muchos vieron al pithecanthropus y al Neandertal como ramas evolutivas sin continuidad (derecha). En esta visión, tan sólo el Eoanthropus directamente ancestro de los modernos seres humanos.
Curiosamente, con semejante cantidad de intentos de continuar la evidencia, solamente un investigador fue capaz de encontrar fósiles similares al de Piltwdown y, por otro lado, apoyaron su interpretación. Ese investigador fue Charles Dawson, el descubridor del original. Ello constituía un flaco favor de cara a la validación del descubrimiento original. Tan sólo planteaba nuevas cuestiones al mismo tiempo que su aparentemente increíble buena suerte hacía levantar las cejas.
Según continuaba la búsqueda de cualquier cosa vagamente parecida al Eoanthropus, continuaban acumulándose los datos que apoyaban el paradigma vigente. Se hicieron más descubrimientos de Neandertal y se encontraron más fósiles parecidos al hombre de Java y al hombre de Pekín (llamado ahora Homo Erectus). Ya en 1920 e incluso antes se descubrieron en África más especies de homínidos, si cabe aún más primitivas y dotadas de un cerebro más pequeño. El llamado Australophitecus proporcionaba mayor refuerzo y ulterior validación al paradigma vigente; se pensaba entonces que estos ancestros fósiles humanos más antiguos tenían un millón de años y ahora se sabe que hay variedades que datan de hace más de 3,5 millones de años, todas ellas con un cerebro muy pequeño que un tercio de la media de los humanos modernos, pero con una posición completamente vertical. Incluso los miembros más primitivos del género son completamente similares a los modernos humanos desde el punto de vista de la inclinación de su cuello.
Después de la tercera década del siglo veinte, el Eoanthropus pasó de ser una tema básico para los estudiosos de la historia evolutiva humana, a ser una nota precautoria a pie de página en los textos sobre evolución, llegando a convertirse en un dato fragmentario inexplicado, enigmático, anómalo y contradictorio. Así permaneció el caso hasta que un nuevo reexamen del fósil de Piltdown, realizado a finales de 1940 y principios de 1950, mostró que el cráneo aparentemente moderno y la mandíbula similar a la del mono eran de épocas completamente diferentes, no siendo ninguno de los dos particularmente antiguo, y que el aspecto simiesco de la mandíbula inferior tenía una explicación muy sencilla; era, de hecho, la mandíbula de un mono moderno que había sido hábilmente amañada para que pareciese encajar con el cráneo. El hombre de Piltdown no podría ya subvertir ningún paradigma. Era un fraude.
El significado de Piltdown
Para muchos la historia de Piltdown constituye una mancha negra en la historia de la ciencia. En realidad esta historia muestra lo bien que la ciencia eventualmente separa los fraudes, los errores y los razonamientos pasionales. Muestra de forma clara la forma en que reacciona y lo que debe hacerse cuando los paradigmas actuales bien fundamentados son desafiados por nuevos datos.
Mientras aparentemente prestaba apoyo a una historia deseada sobre cómo había tenido lugar la evolución humana, Piltdown contradecía las nociones de la evolución basadas en un cuerpo de datos sustancial. No obstante hubiera podido ser un descubrimiento válido, pudiendo asimismo desbancar los aparentemente sólidos paradigmas actuales. Pero, como otros han dicho ya antes, las afirmaciones extremas requieren niveles de prueba o validación extremos.
En el caso de Piltdown, la afirmación desafiaba meramente el actual paradigma de la evolución humana. Era suficientemente importante y requería un nivel de validación extremo -aunque, por supuesto, tal validación jamás se dio-. Por ejemplo, en el caso de la parapsicología, están siendo desafiados los actuales paradigmas sobre la psicología humana, la neurología, la antropología, la biología e incluso la física. Así, como suena. Nuestros paradigmas pueden efectivamente estar equivocados y los parapsicólogos y otros estar en lo cierto, aunque es significativo que la investigación desarrollada durante los pasados cien años no haya dado muestras de ello para satisfacción de muchos científicos.
Además, la historia de Piltdown puso a prueba la noción de que la ciencia es inflexible y los científicos, cerrados de mollera. Los conceptos relativos a las trayectorias seguidas en la evolución humana han cambiado y siguen haciéndolo en la medida que se recogen nuevas evidencias. Los cambios en nuestra visión de la evolución humana no son cíclicos o aleatorios, sino progresivos. Aunque ciertos científicos puedan verse afectados por sesgos personales, por razonamientos pasionales u otras presiones, los datos no pueden manipularse por mucho tiempo. En suma, los científicos evolucionistas no querían abandonar su visión de una evolución centrada en el cerebro, pero lo hicieron cuando la evidencia señaló que la postura erecta precedió por mucho a la expansión del cerebro. Algunos pueden haber sido engañados por Piltdown y haber vuelto a la visión de la evolución humana centrada en el
cerebro. Sin embargo, con semejante cantidad de evidencia apoyando la visión de que la humanidad evolucionó, en cierto sentido, erguiéndose del suelo. Piltdown se convirtió en algo trivial, incluso antes de probarse finalmente que era un fraude.
El escepticismo paleontológico a comienzos del siglo veinte estaba ciertamente justificado en la búsqueda de algo más que un simple y aparentemente inexplicable fragmento de evidencia antes de ponerse a reescribir los paradigmas evolucionistas. El escepticismo científico entre nosotros está igualmente justificado en la búsqueda de algo más que lo mostrado hasta ahora. Hasta entonces, la supuesta evidencia de ESP (2), telequinesis, clarividencia y demás asuntos permanecerán junto al Eoanthropus dawsoni.
Agradecimientos
Fue presentada una versión preliminar de este artículo al Tenth Griffiths Memorial Lecture de la Universidad de Drexel en Philadelphia. Quiero expresar mi agradecimiento a mis colegas, por sus comentarios. Mi agradecimiento también para Michael Alan Park, del Departamento de Antropología de la Universidad Central del Estado de Connecticut, por sus sugerencias.
Referencias
Blinderman, Charles.1986. The Piltdown Inquest, Buffalo, N.Y.: Prometheus Books.
Feder, Kenneth L. 1990. Frauds, Myths, and Mysteries: Science and Pseudosciencie in Archaeology. Mountain View, Calif.: Mayfield Publishing.
Millar, Roland. 1972. The Piltdown Man. New York: Ballantine Books.
Seckel. Al. 1989. Rather Than Just Debunking, Encourage People to Think. Skeptical Inquirer, 13:300-3O4
Shapiro, Harry. 1974. Peking Man. New York: Simon and Schuster.
Smith, Grafton Elliot. 1927. Essays on the Evolution of Man. London: Oxford University Press.
(1) (Impulsado hacia adelante. N. del T.)
(2) (Percepción Extra-Sensorial. N. del T.)
Trad. de J. Martínez Villaro Original: Copyright de The Skeptical Inquirer Traducción: Copyright de LAR
El Ojo Escéptico Revista del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP).
4 números US$20. Podéis suscribiros enviando un cheque a nombre de Alejandro Jorge Borjo, a la siguiente dirección: Casilla de Correo 26, sucursal 25,1425 Buenos Aires, República Argentina
Jorge Wagensberg, director del museo de la ciencia.
"Hay muchos científicos que consultan el horóscopo"
Luis Alfonso Gámez
Debo confesar que hay muchos científicos que consultan el horóscopo, aunque algunos lo hagan para divertirse, reconoce con cierto pesar el director del Museo de la Ciencia de Barcelona, Jorge Wagensberg. En opinión de este profesor de Termodinámica de la Universidad de Barcelona, hechos como éste y el deseo de que sea la sociedad la que controle la investigación científica demuestran la necesidad de la divulgación del conocimiento. Wagensber mantiene que la ciencia en sí ni es buena ni mala y que su aplicación no depende de los científicos, sino de la sociedad. Confiesa que más de una vez se ha preguntado si es lógico dedicar grandes sumas de dinero a la investigación de otros planetas cuando gran parte de la
humanidad sufre hambre; pero añade que el conocimiento científico "siempre ayuda en último término a eliminar la miseria humana".
¿Qué sintió al enterarse por una encuesta de que uno de cada tres españoles cree en la validez científica de la astrología?
Muchas ganas de divulgar más ciencia. La astrología ni es ciencia ni pretende serlo. No es objetiva ni inteligible y encima es independiente de la experimentación. Los datos de esta encuesta demuestran no sólo una falta de información científica, sino también una falta de formación tan terrible que hasta contamina el mundo de la ciencia. Debo confesar que hay muchos científicos que consultan el horóscopo; aunque algunos lo hagan para divertirse. Esto es algo de lo que no creo que nos liberemos nunca, ya que la pseudociencia es una forma de religión.
¿Qué diferencia a la ciencia de la pseudociencia?
La ciencia es el conocimiento obtenido a través del método científico, que se basa en tres principios: la objetividad, la inteligibilidad y el contraste con la experiencia. En el mundo de la ciencia, la verdad es siempre provisional y la mentira siempre definitiva. La pseudociencia prescinde del método. El pseudocientífico peligroso es el que se hace pasar por científico.
¿Nos visitan extraterrestres a bordo de platillos volantes?
Los ovnis son un negocio, un engaño descarado. No hay ni una sola prueba científica a favor de su existencia, a pesar de que los libros están llenos de supuestas evidencias.
Con bastante frecuencia, las instituciones públicas subvencionan la organización de congresos y conferencias pseudocientíficas.
Si una institución pública financia pseudociencia, financia un fraude.
El control de la ciencia
¿La ciencia es buena o mala?
La ciencia y los científicos no son ni buenos ni malos. El científico no investiga para hacer un bien ni para hacer un mal a la humanidad. El estímulo del hombre de ciencia es la curiosidad, que se basa en las preguntas que hace a la naturaleza para alcanzar el conocimiento. El uso del conocimiento científico es lo que puede ser beneficioso o perjudicial. Es erróneo pensar que el uso de la ciencia es competencia del científico; en realidad, compete al ciudadano. La divulgación de la ciencia es la herramienta de que disponemos para hacer que el ciudadano se implique en la aplicación de la ciencia en la sociedad democrática moderna.
El escándalo de la fusión fría puso en tela de juicio la honestidad de los científicos.
Cuando pasó esto, sentí una gran vergüenza. Fue una excelente ilustración de todos los vicios de la ciencia actual, que toma lo malo de sociedades avanzadas, como la norteamericana, y nada de lo bueno. El escándalo de la fusión fría tiene su origen en la competencia feroz que existe entre los científicos. La competencia es algo nuevo dentro del mundo de la ciencia. Los padres de la mecánica cuántica se escribían cartas, intercambiaban ideas... Ahora, cuando sólo se valora el trabajo de uno por la cantidad de publicaciones, el científico escoge el tema de investigación de acuerdo con la rentabilidad, quiere ser el primero, guarda secretos y se multiplican las chapuzas. Desgraciadamente, la fusión fría es, de momento, una gran mentira.
¿Quién controla la ciencia?
La ciencia, aunque parezca frívolo decirlo, la controlan los científicos de prestigio. La elección del problema que va a estudiar supone para el hombre de ciencia un compromiso. No hay científicos inocentes en este aspecto. Sólo por elegir el problema, el científico ya está comprometido hasta las orejas. El deber del hombre de ciencia es que el conjunto de la sociedad, y sobre todo los políticos, esté en sintonía con su trabajo. En el momento en el que un científico inicia una investigación sobre armamento sofisticado, por ejemplo, es cuando más tiene que consultar con la sociedad.
Ciencia y religión
Las autoridades religiosas suelen manifestar periódicamente deseos de poner trabas a la investigación científica.
No tiene por qué haber ingerencia ni filosófica ni práctica entre ciencia y religión. Ambas son compatibles. Hay tres formas de obtener conocimiento: la ciencia se dedica a profundizar en lo simple; el conocimiento divino, en lo complejo o imposible; y el arte es un estadio intermedio entre estos dos extremos. El mundo de las creencias carece de método científico mientras que la ciencia cree en la investigación experimental. La ciencia tiene sus limitaciones; pero no tienen que establecerlas los estamentos religiosos, sino la sociedad.
¿Qué opinión le merecen los físicos que buscan a la divinidad en la mecánica cuántica?
Están haciendo uno de los mayores ridículos de la ciencia actual. Siempre hay analogías. Basta decir que una cosa tiene tres aspectos para relacionarla con la santísima Trinidad. Este tipo de analogías son ridículas, como lo son las de aquellos que pretenden explicar leyes de la naturaleza a parir de textos sagrados. Lo que sí se puede decir es que la Biblia está llena de incoherencias científicas; pero eso no es un argumento en contra de la existencia de Dios.
Carl Sagan ha escrito que vivimos en un Universo "sin lugar para un Creador".
No estoy de acuerdo con Sagan. Desde un punto de vista científico, no se puede demostrar si existe o no un creador. En cierto sentido, la divinidad existe tautológicamente. Hay dos formas de creer en la divinidad, o el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios o Dios está hecho a imagen y semejanza del hombre. Lo que es seguro es que tanto el Creador como el Creador Creado pueden existir, ya que influyen en lo existente. Uno de estos dos dioses existe.
¿La supervivencia de la humanidad pasa por la ciencia?
Si uno analiza fríamente la historia de la humanidad; se puede decir que, a pesar de los muchos contratiempos que ha habido en este siglo, la ciencia ha colaborado a la tolerancia y al progreso. El avance tecnológico comporta riesgos; pero también existe una tecnología de la seguridad. No es un problema de la ciencia que no haya seguridad en los petroleros; sino de la economía y la política. La ciencia sabe hacer petroleros que no revienten; lo que pasa es que son mucho más caros. Casi todos los avances científicos aportan también la tecnología que cubre los riesgos, pero generalmente son la economía y la política las que ignoran esa tecnología de la seguridad. El desequilibrio entre riesgo y seguridad provoca dramas como el de Chernobyl, que era una central nuclear de cartón.
¿Cómo pueden dedicarse grandes presupuestos a la investigación espacial cuando existen problemas como el hambre?
Yo también me lo pregunto. Cuando uno ve el sufrimiento humano, la comparación es inmediata y obvia. Lo que pasa es que si hubiéramos seguido siempre este impulso, posiblemente nunca habría habido ciencia porque es muy difícil eliminar la miseria humana. De todos modos, el progreso científico siempre ayuda en ultimo término a eliminar la miseria humana. Lo que si es verdad es que, cuando dedicamos los excedentes de cultura a organizar conciertos de rock o la carpa de la ciencia, muchas veces olvidamos a los marginados, a los ancianos, a los que pasan hambre...
Sensacionalismo y ciencia
¿No se ha ofrecido en el caso del agujero de ozono una información sensacionalista que ha llegado a atemorizar a la población?
Sí; estoy convencido de que sí. No se detectó el fenómeno hasta que comenzaron las observaciones de la capa de ozono y, por lo tanto, no sabemos si ha estado ahí siempre. No creo que ese sentimiento de miedo sea malo, aunque no esté fundado en hechos reales. Por lo menos, colabora a una sensibilización que no puede tener ningún efecto secundario, excepto el de la preocupación. A mí, me preocupan mucho más los vertidos en las aguas superficiales. Todos los ríos de España están prácticamente muertos y nos estamos cargando el Mediterráneo. Esto se puede evitar. Las fábricas tienen abogados que las defienden; pero los ríos no. Hasta ahora, los defensores de los ríos han sido cuatro iluminados. Nos tenemos que acostumbrar a pagar más por los bienes, ya que nos hemos olvidado de incluir en el precio el costo de la protección del medio ambiente.
Los medios de comunicación también han perdido los papeles cuando, hablando de investigación genética, han llegado a comparar a los biólogos con el doctor Frankenstein.
Lo que sí es verdad es que estamos jugando con fuego. Hay dos formas de transmitir información: la cultura y la genética. Con la ingeniería genética se ha conseguido por primera vez que la cultura permita acceder a la información molecular y que los propios científicos no quieran estar solos en este asunto. Son los científicos los que piden a la humanidad normas de actuación en este campo. Ya hay monstruos. Una oca con un hígado gigante es un monstruo. En realidad, la ganadería y la agricultura están plagadas de monstruitos. Otra cosa distinta es crear un Frankenstein. Sí que puede ocurrir; claro que existe un riesgo. Imaginemos que hubiera una mutación, que alguien se equivocara sin malas intenciones y creara una cepa del retrovirus del sida que se transmitiera por vía aérea. Sería una hecatombe. Sin embargo, también aquí el beneficio puede ser enorme. A lo mejor, con la ingeniería genética, se encuentra la solución a esta enfermedad tan terrible. Creo que es un riesgo que merece la pena correr. Lo que hay que quitar a la gente de la cabeza es ese temor del científico malo que busca dominar el mundo. Esto sí que es de tebeo. No hay ningún científico tan malo; esa maldad no existe. No es una casualidad que Sadam Hussein no tenga ciencia, ya que para tener una comunidad científica no se puede ser como él. El peligro surge cuando exportamos tecnología o ciencia sin que exista el soporte cultural adecuado.
El hecho de que los científicos experimenten con animales es frecuente fuente de polémicas.
Aquí, como siempre, no hay que perder una cierta ética. Todo depende de la distancia que exista entre el animal y el hombre. A nadie le preocupa lo que pueda sufrir una bacteria. Ahora bien, un chimpancé despierta ciertos afectos porque lo vemos mucho más cercano a nosotros. Ha habido casos en los que el hombre ha hecho grandes monstruosidades. Eso ha provocado reacciones por parte de gente que ha invadido los laboratorios y ha soltado animales que, en algunos casos, estaban infectados. El caso del macaco Bill fue terrible y desató la polémica en Estados Unidos. Era un mono al que le hacían amputaciones en vivo para ver el efecto que tenía el hecho de amputar traumáticamente un miembro. Al final, el pobre macaco no tenía ni brazos ni piernas, era un amasijo de muñones, y había dejado de comer. Hubo una polémica entre el laboratorio, que lo quería acabar de matar, y una asociación popular que quería liberarle. Durante la discusión, el pobre mono murió de inanición. Había decidido no comer nunca más. En aquel caso, es evidente que el sufrimiento era algo absurdo porque no se anestesiaba al animal por razones de urgencia científica. Hay que evitar provocar estos sufrimientos atroces mediante las confección de estudios previos, que deben exigirse. Claro que hay que experimentar con animales. Lo que pasa es que el presupuesto dedicado a la investigación tiene que incluir una partida destinada a minimizar el sufrimiento de los animales.
Divulgadores científicos de la talla de Isaac Asimov y Jacques Cousteau coinciden en señalar que el mayor peligro al que se enfrenta el ser humano es la superpoblación.
Es cierto; aunque, para mí, hay otro problema anterior a la superpoblación, el de la distribución de la población. Uno de cada tres argentinos vive en Buenos Aires; uno de cada dos españoles vive en una gran ciudad... El problema estriba en que nos empeñamos todos por vivir en el mismo sitio, respirar el mismo aire y trabajar en el mismo metro cuadrado. Tampoco puedo comprender que las tres religiones más importantes del planeta tengan sus lugares sagrados en los mismos veinte metros cuadrados. Creo que Dios se equivocó, ya que esa concentración de lugares sagrados sólo provoca conflictos. El problema de la superpoblación va a existir; pero antes tenemos que solucionar el problema de la distribución espacial y de la riqueza.
Un día de psicofonía
Fco. Solano Jiménez Iglesias (Del grupo Apeirón de Córdoba)
Federico nos había invitado a pasar un día de campo en su chalet. El día de campo consistía en pasar junto a la piscina la mayor parte de éste, para lo cual llevábamos bocadillos para el almuerzo y la comida fuerte la haríamos por la noche. Al llegar, lo primero que hicimos fue poner música, cambiarnos de ropa y darnos un chapuzón que duró una hora.
Más tarde, cuando nos acordamos del hambre que teníamos, nos sentamos, discutimos y comimos, luego preparamos café, lo tomamos nos adormilamos un poco; pero pronto decidimos incorporarnos y jugar a las cartas hasta que llegó la hora de irnos unos cuantos al centro de la ciudad, donde habíamos quedado en recoger a más gente.
Al volver, nos metimos todos en la piscina; pasó el tiempo hasta que se fue poniendo el sol. Salimos, nos secamos y nos pusimos a jugar al 1-2-3, juego preparado con preguntas improvisadas por Federico y Mª Jesús, mientras habíamos estado fuera. El juego fue divertido; yo quedé finalista pero ganaron Ester y Carlos Tomás.
El caso es que el día hasta aquí era de lo más normal del mundo. Todo cambió cuando a Federico se le ocurrió hacer una psicofonía. Ya había anochecido y el campo se hacía un escenario fabuloso para tal propósito. Cogimos el cassette y nos adentramos entre los matorrales donde se quedó éste grabando.
Al volver a la casa dispusimos las tareas: a mí me tocó hacer la comida, mientras que a los demás no les tocó hacer nada. Así es que yo me metí en la cocina y los otros charlaban, bebían y discutían apaciblemente mientras el cassette y yo hacíamos nuestro trabajo en nuestros respectivos sitios.
Había pasado ya casi una hora cuando nos pusimos a comer. A mitad de la comida se le ocurrió a Federico ir a recoger los elementos de grabación, que no tardó en traernos a la mesa. Puso el cassette en marcha y lo dejó mientras comíamos. Pasó un rato y lo único que se oían eran nuestras voces lejanas; hasta que en un momento determinado se oyó una extraña nota musical, y entremezclada con nuestras voces. Se nos puso a todos la piel de gallina. Agudizamos nuestros sentidos y seguimos escuchando; comíamos con una lentitud asombrosa. Mª Jesús y Mercedes estaban pálidas, aunque ya enmudecieron del todo al escuchar una voz susurrante que nos invitaba a salvarle de su martirio. A partir de aquí no dejaron de escucharse voces y ruidos; incluso el del rugido de un león, hecho que nos sacó de la duda de que las voces fueran una broma pesada de alguno de nosotros. La cinta empezó a ponernos histéricos y suspicaces incluso con los hojas que movía el viento...
Afortunadamente no tardaron en desaparecer los ruidos psicofónicos; a los que sustituyó la voz de Federico a más revoluciones, tatareando una canción y diciendo: Se ha acabado por hoy la sesión de psicofonía...
Por supuesto se trataba de una broma ideada por Federico, y la verdad es que la mayoría de los que estábamos allí lo sabíamos; pero el caso es que dio resultado; toda la grabación la había realizado él en su casa el día antes con la ayuda de un sintetizador, un magnetófono y un disco de efectos de sonido de terror. El truco estaba en desconectarle el cable a la cabeza borradora del cassette y así, cuando se grabara algo, lo haría encima de todos los ruidos preparados antes.
Esta historia es totalmente cierta. La he escrito porque creo que es un claro ejemplo de cómo se puede intervenir y modificar sobre este tipo de actividades. Un truco que para nosotros fue una broma puede haber sido la estrategia de un engañabobos de esos que tanto proliferan hoy en día.
En otros temas, ya sean de espíritus, como de ovnis o de demonios no sé qué trucos puedan utilizarse, pero de lo que sí estoy seguro es de que los hay.
La astrologoadicción
Nicolás Brihuega
Entre las varias manifestaciones pseudocientíficas, la astrología es la que, quizás, cuenta con mayor popularidad. Basta echar un vistazo al panorama editorial para encontrarnos de lleno con revistas, diarios, semanarios económicos o políticos en los que no falta el apartado dedicado a los horóscopos. Se llega incluso a rivalizar por ofrecer en las páginas astrológicas el discurso de los más renombrados profesionales como si de la pluma de un Nobel se tratara. Personajes de la vida pública, entre los que se encuentran artistas, famosos de la farándula y la jet, miembros de la variopinta clase política (todos aquellos que pertenecen al pelotón de los snobs y los postmodernos)arrastran una caterva de astrólogos, futurólogos, videntes, mágicos sanadores de todas las patologías reales e imaginarias, en un largo etcétera de avispados personajes que conforman esa grotesca Corte de los Milagros para la que la tan cacareada postmodernidad es un vergonzoso plagio de los cultos y supersticiones más añejos.
Pero, ¿por qué esta eclosión de la Astrología y doctrinas afines? Como cualquier otra manifestación pseudocientífica, la creencia en los horóscopos obedece en su origen a un conjunto de causas de doble carácter: sociales y psicológicas a un tiempo. Causas profundas, derivadas en última instancia del tipo de organización económica propio de una sociedad como la nuestra, con una acusada división del trabajo y una creciente sofisticación del hecho científico. Causas profundas, es cierto, pero no por ello inasequibles a una análisis mesurado y diáfano realizado con el auxilio de una concepción racional del mundo y sus tensiones; un análisis más efectivo cuanto más se soslaya toda concesión a emocionalismos e hipótesis apresuradas que nada explican.
El creyente en la astrología, al igual que el creyente de cualquier religión, obedece en su creencia a un complicado mecanismo para el que los anhelos insatisfechos y las frustraciones vitales juegan un papel prácticamente determinante. En general, a los horóscopo-adictos les distingue una acusada tendencia a la inestabilidad emocional, originada, tal vez, en experiencias religiosas fracasadas o en hondos desengaños experimentados a nivel de lo cotidiano. En el primer caso, perdido el modelo espiritual clásico por efecto de la crisis de credibilidad de la teología cristiana tras el embite de la ciencia positiva, buscan un sustituto que compense los déficits sentimentales ocasionados por un entorno, íntimo o externo, a todas luces conflictivo. Huida y escapismo de esa realidad confusa y hostil aparecen entonces como el objetivo prioritario, como el interiorizado consuelo frente a una realidad descorazonadora. Cuanto más se intuyen o se sienten sometidos al tumulto confuso que los rodea (y sin modelos explicativos racionales), más se abandonan a la fórmula caprichosa del misticismo salvalotodo, panacéico; de esta forma pueden cargar con el dictado incómodo o favorable escrito en las estrellas y eludir cualquier brizna de responsabilidad sobre sus propios actos. Y de paso retornar al limbo de una niñez dejada atrás encomendando la solución de todo conflicto a una voluntad superior.
Es esa entidad salvifica (el padre perdido y recordado que acogía al niño en la casa) la que persigue en la forma de una agente extraño situado más allá de la humana inteligencia, dibujado en la bóveda celeste como el signo zodiacal.
Enajenado, dividido, ausente de sí mismo (porque la ausencia posee efectos balsámicos), el creyente aspira a redimirse en el edificio esperanzador de su fe. No queda más que el individuo aislado al que la astrología y su clero propone salvaciones individuales, ritos purificadores, sortilegios mágicos manufacturados por el astrólogo chamán. Una panoplia, en suma, de procedimientos escapistas sucedáneos de la religión (al fin y al cabo, y a pesar del rechazo histórico y la condena del catolicismo, el paralelismo con la fenomenología religiosa es algo más que casual: religo, su raíz etimológica, significa unir). El astrólogo busca unir al adepto consigo mismo, recomponer la unidad perdida en el crisol de una superstición con miles de años de antigüedad y, de paso, llenarse los bolsillos con unos pingües beneficios que crecen en la proporción en que lo hace la desazón existencial de su feligresía. Disponen de editoriales, grupos de presión económica interesados en la apología de su ciencia. Si quienes abogamos por el empleo del método científico en el estudio de los fenómenos, gozásemos siquiera de la décima parte del auditorio que se permiten las diversas
corrientes pseudocientíficas, no daríamos crédito.
Pero está claro que vivimos un ciclo histórico en el que Razón y pensamiento experimentan un reflujo de serias proporciones. Un cielo del que no puede aventurarse su fin (somos bastante más modestos que los clarividentes astrólogos). Podemos, a lo sumo, realizar una lectura de la dialéctica histórica y descubrir en el pasado las condiciones de cambio precisas para un giro de timón en el futuro. Un giro favorable a las expectativas del pensamiento racional. Y, afortunadamente, y por mucho que el peso de las apariencias actuales provoque el pesimismo, el rastro dejado por la Historia demuestra la transitoriedad de la actual etapa (podríamos extendernos, pero necesitaríamos demasiado espacio para entrar en detalles).
Nuestra época está marcada por la polémica contracorriente, por la singladura intelectual en solitario del pensamiento crítico y científico. Pero, ¿cuándo ha contado la Razón con el apoyo de la mayoría? Nunca. De ahí la necesidad de este articulo.., y de cuantos le han precedido con un espíritu análogo.
El carbono 14 y la Sábana Santa, ¿vencedor o vencido?
Luis R. González Manso
A lo largo de los siglos, las distintas religiones que han florecido en nuestro planeta, han ido acumulando un sinnúmero de reliquias, pruebas palpables y evidentes de la veracidad de sus afirmaciones. Con la llegada del Racionalismo y la instauración de la metodología científica, muchas de ellas quedaron despojadas de todo su misterio al ser examinadas críticamente. Sin embargo, en el caso del Cristianismo, (como corresponde a la religión preponderante en el Primer Mundo) si creyésemos los titulares de prensa, ha ocurrido todo lo contrario.
Efectivamente, la misteriosa Sábana Santa de Turín, que supuestamente envolvió el cuerpo de Jesús hasta su resurrección, ha sido convalidada por la ciencia.
Ya hacía años que la imagen en negativo plasmada en dicha tela admiraba a creyentes y curiosos, pero después de los estudios realizados en octubre de 1978 por el comité STURP (al que se quiso vincular con ese paradigma americano de la tecnología avanzada que es la NASA) quedó demostrada científicamente la plasmación tridimensional de la figura de Jesús en el lienzo merced a una milagrosa y desconocida energía, naturalmente divina.
A partir de ese momento, los grupos dedicados al culto de dicha reliquia adquirieron nuevos bríos (y financiación) lanzándose por todo el mundo a difundir la buena nueva. Incluso se inventaron un curioso neologismo para dotar de mayor credibilidad científica a este empeño: la sindonología.
En varios países se fundaron asociaciones (1) y se organizaron conferencias, seminarios e incluso congresos internacionales (Bolonia 89, París 89, Cagliari 90, etc.) donde supuestos expertos de desconocido prestigio exponen sus teorías preferidas y van aportando más y más pruebas en favor de sus creencias, sin cuestionarse nunca los datos iniciales. Así, por ejemplo, se embarcan en discusiones bizantinas sobre si el leptón identificado en el ojo derecho de la figura es o no de la época de Poncio Pilato; o si la Sábana Santa estuvo alguna vez en Inglaterra (postura defendida naturalmente por un inglés); o si el grupo sanguíneo de Cristo era el AB (ni siquiera donante universal), etc.
Frente a este movimiento pararreligioso, la mayoría de los =ientíficos continuaron dedicados a sus investigaciones, con la indiferencia habitual por los temas ajenos a su campo. Sólo algunos pocos escépticos se atrevieron a alzar la voz señalando los pies de barro (errores y falacias ad hoc) en los que se apoyaba toda esa idolatrada argumentación, aparentemente rigurosa y científica.
No obstante, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos y las cada vez más exageradas afirmaciones que circulaban entre el público, hubo una cierta reacción de la ciencia oficial. Se elaboraron unos protocolos estrictos y tras muchos meses de discusiones y cortapisas (2), sólo 10 años después, en octubre de 1988, aparecían los resultados de la prueba del carbono-l4, que señalaban inequívocamente que la llamada Sábana Santa era medieval (entre el 1260 y el 1390 D.C.). La vaca sagrada de la ciencia oficial bufó aliviada y volvió a su apacible rumiar, dando vueltas a otros problemas más importantes como el origen del hombre o del Universo, o la fusión fría, confiada en que poco a poco fueran apagándose los fuegos de la polémica.
Incluso muchos escépticos, que deberíamos saberlo mejor, volvimos nuestra atención a otras batallas todavía por luchar, seguros de que nadie podría negar lo evidente. ¡Qué ingenuidad!
Si acaso, ese momentáneo revés sirvió como acicate para espolear el celo y fervor de los creyentes, llevándolos a multiplicar sus intervenciones, charlas y conferencias. Y con ello, captaron la atención de esos medios de comunicación social que prefieren el sensacionalismo de un enfrentamiento feroz a reconocer la desilusionadora realidad. Pero había que mantener la ventajosa imagen de víctimas, y resulta gracioso leer docenas de declaraciones públicas llenas de dolidos e hipócritas comentarios sobre la intoxicación informativa que padecen, olvidando oportunamente la mayoría (favorable)de artículos en la prensa diaria recogiendo sus posturas.
A partir de ahí, una vez aposentados en los medios de comunicación se han seguido
diversas estrategias de respuesta. Será muy instructivo analizarlas con cierto detalle.
Unos, los menos, no han hecho ni caso de este dictamen rigurosamente científico y han seguido proyectando sus creencias en esa peculiar mancha Roscharch que es la Sábana Santa (3).
Otro, también en pequeño número, aceptan la validez del análisis pero lo consideran como otro simple dato más, el único discordante y anómalo (aplicando de nuevo esa útil amnesia selectiva que les permite olvidar las detalladas críticas que se han realizado a todos y cada uno de los estudios favorables -4-), y buscan sepultarlo bajo una continua avalancha de nuevos datos aparentemente fiables y que apuntan todos en una misma dirección. Así, realizan meticulosos análisis documentales anteriores al año 1300, en busca de inequívocas referencias a la Sindone, o bien, señalan cómo la Sábana Santa ha tenido una influencia innegable en el arte religioso cristiano del primer milenio (y no al revés, como algún simplista podría pensar).
Ello refleja seguramente el gran calado que la democracia ha conseguido en muchos espíritus, impulsándolos a extender su influencia a campos hasta ahora reacios, como la Ciencia: cada trabajo un voto, y ganará la mayoría, sin importar la calidad de los mismos.
Pero la gran mayoría es realista y se empeña en lo que sabe que será un combate donde sólo puede haber un vencedor, y como en las Cruzadas, Dios está con ellos. Al principio tratan de mantener la compostura, la oposición es clara pero comedida. Se exponen las deficiencias y puntos débiles del método de datación (pureza de las muestras, calibración, etc.). Se hace mucho hincapié en la evidente contaminación sufrida por la tela a lo largo de los siglos (hasta un 10% de su peso), llegando incluso a darle la vuelta a los resultados, considerando que al no haber diferencia entre los obtenidos con las muestras intactas y las sometidas a limpieza, se hacía inevitable una radiación divina (5).
Para aquellos creyentes poco duchos en análisis sofisticados (de sofistas), resulta más reconfortante apelar a la autoridad. Y en el caso de la datación por carbono-14, quién mejor que su inventor, el Nobel W.F. Libby. Según una entrevista muy difundida (y que merecería la pena contrastar) el profesor Libby afirma que en dicha investigación, se han cometido fallos garrafales (6).
También resulta oportuno leer la Biblia. Divide y vencerás. Sembremos pues la discordia entre los investigadores. Gran difusión alcanza una carta del profesor Tite, coordinador del Museo Británico, donde afirma: no considero que los resultados, prueben que sea una falsificación. (Vaya forma de darle municiones al enemigo). Otra carta aparece recientemente en la propia revista Nature para informar de unas declaraciones del profesor Woefli, también coautor del estudio, en la prestigiosa revista francesa contra-Reforme Catholique, señalando grandes contradicciones en el informe final presentado (7).
Cuando esto no es suficiente, se pone claramente en cuestión el método de datación (claro que sin hacerlo delante de su inventor) señalando algunas famosas meteduras de pata. Curiosamente, las mismas siempre falsean la edad haciéndola más antigua de lo que en realidad es, justo lo contrario de lo que ahora se afirma, pero entre las risas que provocan nadie parece darse cuenta de esta contradicción.
Incluso se habla de otros análisis por carbono-14 realizados a la Sábana Santa en 1982 y que dieron resultados muy dispersos. También resulta muy efectivo montar un gran revuelo sobre los gravísimos quebrantamientos del protocolo establecido (criticas que todos los estudios favorables han evitado por el expeditivo sistema de no seguir ninguno)
Y en cualquier caso, siempre queda la posibilidad de apelar a lo que se quiere probar. Ha sido la propia energía divina durante la resurrección (una aniquilación sin precedentes de algunos protones según afirma el profesor Eberthar Linder -9-) la que ha rejuvenecido la tela justo en la proporción deseada. Un engaño nada extraño en un Dios que se molesta en crear fósiles para que los no creyentes duden que fuimos creados en el 4004 A.C.
Sumergidos ya en este mundo de confabulaciones cósmicas, resulta fácil desde la atalaya privilegiada de la fe, descubrir en todo ello un demoníaco montaje de las oscuras fuerzas ateas, que no dudan en realizar un descomunal fraude en el muestreo, rompiendo todos y cada uno de los protocolos, introduciendo una muestra de tejido de la fecha deseada y obteniendo así un dictamen desfavorable, por el cual el profesor Hall sería premiado con un donativo de ¡un millón de libras! (10).
Tras este persistente y polifacético contraataque, la opinión pública ha quedado desconcertada, confusa, y sólo desea un poco de tranquilidad. Ante la duda, y bien adiestrada por décadas de publicidad, se deja arrastrar por los más vociferantes.
Por otro lado, una vez más, el método científico ha sido denostado y socavado ante la gente de la calle, incapaz de distinguir el grano de la paja. Y son los escépticos los que tienen que cargar con la etiqueta de dogmáticos y cerrados de mollera.
Y el círculo se cierra. Como puntilla final, aparece el Sudario de Oviedo, como una reliquia complementaria que según demuestran rigurosos análisis forenses (11) cubrió el rostro de Jesús... y esta vez milagrosamente, desaparecen todos los fallos y deficiencias del método del carbono-l4, ya que ahora sí se obtiene una fecha apuradamente compatible (entre los siglos l y VII) (12).
En resumen, el pensamiento escéptico quizá ganó la batalla del carbono- 14 (bastante éxito es que al menos se hiciese), aunque a nivel de la calle haya quedado como un método plagado de errores y poco fiable, pero la Guerra Santa la está perdiendo claramente. No basta una reacción puntual, es necesaria una labor crítica insistente y continua para poder contrarrestar eficazmente la propaganda tendenciosa. En este mundo cruel no basta con tener razón, hay que repetírselo a la gente hasta que se entere, especialmente si el mensaje va contra alguna de sus reconfortantes creencias.
Notas
(1) En España, el Centro Español de Sindonología, Avda. Antiguo Reino de Valencia, 53- Valencia, que edita el boletín Lintheum.
(2) Skeptical Inquirer. Vol. XII, nº 3, Spring 1988, pags. 231-232. (3) Así, Antonio Ribera (sí, el ufólogo), en Karma-7, nº 96, afirma que el ser retratado en la Sábana se trataría de un hombre sobrenatural, al sobrepasar el canon de belleza ideal clásico de Praxíteles (ocho cabezas... de altura). O según una carta de los sempiternos ummitas, el hombre de Sindone sería un simple mutante, no el Hijo de Dios (Añadiendo de paso que en 1928 la Sindone auténtica fue cambiada por una falsa).
(4) Skeptical Inquirer, Vol. VI, nº 3, Spring 1982. Número especial de crítica sobre la Sábana Santa.
(5) Linteum, nº 3, junio 1990. Revista de prensa donde se recoge un fragmento de un artículo aparecido el Palabra 299, IV-1990 (191).
(6) Linteum, nº 3, junio 1990. Revista de prensa donde se recoge un artículo aparecido en el diario Las Provincias, 19/04/89.
(7) Nature, Vol. 352, número 6322 (18/07/91), pág. 187.
(8) Linteum, nº 2, diciembre 1989. Una explicación de los resultados del Carbono 14. Pilar Docavo Lobo. Págs. 5 y 6.
(9) Esta idea fue rebatida en el mismo número de Nature donde apareció el informe definitivo. Nature, vol. 337, nº 6208, 16/02/89, pág.594.
(lO) Más Allá, nº 27, mayo l99l. La Sábana Santa es auténtica. Carlos Galicia. Págs. 64-71.
(11) Linteum, nº 4 (Especial). Diciembre l990.
(12) Noticias de prensa. Diario Sur, 8/04/91.
Un par de datos que no he podido resistir la tentación de añadir a esta magnífica exposición de Luis R. González son:
lº) En efecto, se ha divulgado una pretendida entrevista con el inventor del método de datación por el carbono-l4 en la que éste expresaba sus dudas sobre la fiabilidad de la datación de la Sábana. Lo único que hay de verdad en ello es que realmente W.F. Libby inventó este método. Libby falleció en 1980. La datación de la Sábana se hizo en el 88.
Como alguna vez expliqué en estas páginas, el bando crédulo excedió mis pronósticos más estúpidos. Cuando tras conocerse el resultado de la datación bromeaba apostando con amigos, que lo que dirían a continuación es que la radiación misteriosa que había impreso la figura había alterado también la proporción de isótopos, me quedé corto. Lo que han llegado a afirmar desde entonces algunos científicos, defensores de la Sindone, convierten esa majadería en algo comparativamente respetable. En consecuencia, no me extrañaría que ahora, en vez de sonrojarse por este nuevo desliz adujeran que, efectivamente, eso lo dijo Libby, pero desde
ultratumba y a un médium argentino (pongamos por caso, con perdón de los argentinos).
2º) La noticia de una datación por el carbono-14 anterior a la de 1988 la proporcionan los defensores de la reliquia, ahora. La toma de muestras y los análisis se realizaron, según dicen, en secreto. Y los resultados no los dieron a conocer porque presentaban una gran dispersión.
Por un lado, es impresentable que desde ese bando se haya acusado de quebrantamiento del protocolo al British Museum y a los tres laboratorios elegidos para la prueba, cuando son ellos quienes previamente, sin control de nadie, en secreto, a su antojo, han tomado muestras y analizado el tejido, y como no resultó lo deseado, en su momento no dijeron esta boca es mía. Por otro, la pataleta es muy clara: diciendo que ya antes había habido fracasos con este método de datación, pretenden restar valor y determinación ante la opinión pública a la actual prueba.
J.M.V.
Ya que Jesús no se ha resistido a añadir unos comentarios; yo tampoco lo hago y añado éste:
Es evidente que los sindonólogos llevan razón la Sábana de Turín es auténtica: es un tela auténtica fabricada con hilos auténticos.
Nostredóminus. El último vidente
Tras muchos lustros estudiando y comparando los libros relevados puedo aseguraros con toda certeza que todo esto, el mundo, nosotros, el universo... tiene una razón, un motor...
Que no ha pasado la última ITV...
La percepción popular de la ciencia en Norteamérica
Mario Bunge
El Profesor Mario Bunge imparte filosofía de la ciencia en la Universidad McGill de Canadá. Es socio de honor de ARP y del CAIRP argentino.
En este artículo queda demostrado que no sólo en los países subdesarrollados el pensamiento mágico hace estragos: el autor traza un desalentador balance del auge de la pseudociencia en América del Norte, tanto en la población como en los mismos encargados de impartir la educación, y plantea una seria advertencia sobre la urgente necesidad de revertir ese cuadro.
Publicado originalmente en Transactions of the Royal Society of Canadá, con una posterior versión castellana en El Ojo Escéptico, órgano informativo del Centro Argentino para la Investigación y Refutación de la Pseudociencia (CAIRP), a quien agradecemos la cortesía por autorizar su reproducción en LAR.
En el periodo entre el Iluminismo y la Segunda Guerra Mundial, la ciencia gozó del respeto general en los países industrializados. Incluso asumió un rol seductor después de la bomba nuclear; su prestigio llegó a la cumbre en 1957, cuando el Sputnik fuera lanzado al espacio, y permaneció en ese lugar de la estima pública durante varios años más. Sin embargo, la imagen pública de la ciencia sufrió una alteración dramática desde finales de la década de los 60. Para muchos aparece como el villano culpable de la carrera armamentista, la degradación del medio ambiente y el desempleo. Una consecuencia preocupante de este cambio de actitud, es la aguda declinación, en los últimos años, de la inscripción en carreras científicas por parte de norteamericanos, ingleses y rusos.
Tanto los científicos como algunos otros saben, por supuesto, que la masa anticientífica se equivoca, que los individuos que procuran comprender el mundo no deben ser culpados de los pecados de quienes intentan dominarlo, y aún destruirlo. Pero aquí no estamos interesados en la ciencia, sino en el modo como ésta es percibida por el lego, y particularmente por la juventud. Debemos tratar de descubrir qué fue lo que modificó la anterior percepción favorable que tenía el público con respecto a la ciencia. Sólo así podremos encontrar respuestas efectivas para corregir las percepciones erróneas, antes del derrumbe de la empresa científica provocado por la falta de interés y desconfianza en la misma.
Analfabetismo científico en la era de la ciencia
Lo primero que debemos comprender para evaluar correctamente el estado actual de la cultura científica, es el hecho de que el respeto tradicional por la ciencia no era el resultado de una familiaridad con los hallazgos científicos, ni mucho menos con el enfoque científico. La ciencia solía ser respetada de lejos, del mismo modo como hoy se la denigra: a distancia. El cambio no ha sido tan notable en cuanto al conocimiento sino a la evaluación. El conocimiento público de la ciencia siempre ha sido descorazonador. El reciente cambio en su valoración simplemente ha empeorado una mala situación.
Cuan calamitosa es la situación en los EE.UU. y en el Reino Unido, fue revelado por una encuesta reciente que mostró que dos tercios de los adultos británicos creen que el sol gira alrededor de la tierra, que el 50% de los norteamericanos adultos rechaza la teoría de la evolución, y el 80% cree que la astrología es una ciencia (ver Culliton, 1989). Otra encuesta, conducida por la Asociación Internacional para la Evaluación del Desarrollo Educacional, entre estudiantes de 14 años de 17 países diferentes, encontró que los EE.UU. ocupan el 15º lugar en logros científicos. Pero aún, desde 1970 los EE.UU. descendieron del 7º lugar al 3º contando desde abajo (Hirsch, 1989).
No conozco la existencia de ninguna encuesta realizada en Canadá sobre conocimientos científicos. Sin embargo, el Servicio
Americano de Evaluación Educacional, ha conducido un estudio sobre los alcances científicos y matemáticos de estudiantes de 13 años de edad en 4 provincias de Canadá, y 5 países -EE.UU., Reino Unido, España, Irlanda y Corea del Sur (ver Byrne, 1989). Los coreanos fueron primeros en ambas categorías y los americanos últimos. La Columbia Británica compartió con Corea el nivel más alto en logros científicos. En matemáticas, los estudiantes provenientes de la Columbia Británica, los angloparlantes de Nueva Brunswick y los anglo y franco parlantes de Quebec se ubicaron en los segundos 4 niveles de excelencia. Pero no alardeemos de ello pues nuestros estudiantes se hallaban por debajo del nivel de los japoneses, húngaros, holandeses y rusos. Salimos favorecidos de una comparación con los EE.UU., tan sólo porque bajo la presidencia de Reagan, éstos se deslizaron a la altura de Tailandia en matemáticas y educación científica. Las cosas fueron muy diferentes a comienzos de los 60, cuando, tras el Sputnik, el gobierno de los EE.UU. hizo un esfuerzo intenso y que tuvo éxito para elevar la calidad de la enseñanza en ciencias y matemáticas. Las cosas tendrán un cariz más negativo para Canadá si nuestros gobiernos provinciales y federales continúan brindando mayor atención a los temas lingüísticos y constitucionales que a los educativos. Pocos notarán el deterioro si no tenemos información nacional periódica acerca del grado de conocimiento y de la actitud pública hacia la ciencia. ¿Es ilusorio esperar que la Royal Society de Canadá conduzca o encargue una encuesta de este tipo, que sirva de herramienta para los planificadores de la política científica y de la educación?
Confundiendo la ciencia con tecnología y tecnología con poder
Es probable que el lego crea que la planta nuclear, la computadora, y el aparato de respiración artificial, son logros científicos. Hay quien cree que Einstein inventó la bomba atómica y la máquina de viajar en el tiempo, y muchos otros llegaron a pensar que, en general, la ciencia es maligna y los científicos son locos que se proponen dominar el mundo. En suma, hay un doble malentendido, al equiparar erróneamente a la ciencia con la tecnología y a ésta con la industria y el gobierno.
¿Quién es el culpable de estos malentendidos? Yo opino que ciertos filósofos son los pecadores originales. Por ejemplo, Francis Bacon, el fundador del empirismo moderno, quiso reemplazar la escolástica "filosofía de palabras" con lo que llamó "filosofía de obras". Dos siglos más tarde, Auguste Comte, el padre del positivismo moderno, acuñó el famoso dicho "Savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir" ["Saber para prevenir, prevenir para poder"]. Esta filosofía pragmática alcanzó su punto máximo con Williams James, quien sostenía que todo lo que tiene valor económico es verdadero. Ninguno de los tres filósofos distinguía entre ciencia y tecnología, ni entendía que la tecnología puede ser utilizada tanto para bien como para mal.
Los científicos saben, por supuesto, que ciencia y tecnología no son la misma cosa: que sólo los tecnólogos diseñan aparatos o procesos que pueden tener una utilidad práctica. Los científicos saben que el objetivo de la investigación científica es la comprensión del mundo, no su dominio. Sin embargo, cuando escriben propuestas de pedidos de becas para investigación, pocos resisten la tentación de mencionar una utilidad práctica sustancial. La mayor parte de las veces tales pretensiones son directamente falsas, dichas para persuadir a los burócratas, quienes imaginan que la ciencia otorga poder industrial o político en forma directa. En cualquier caso, contribuyen a la confusión entre tecnología y ciencia.
Si se le reprocha la mentira, es probable que un científico argumente que todos los medios son legítimos para promover el avance del conocimiento (Muchos físicos que descreen de la posibilidad o la moralidad del proyecto de la "guerra de las galaxias" usan la misma excusa: que "el dinero no tiene olor"). Yo opino que esta estrategia maquiavélica es inmoral y prácticamente perjudicial. Moralmente porque uno nunca debería hacer nada bajo falsos pretextos. En la práctica, porque los burócratas y políticos eventualmente descubrirán que las afirmaciones de su utilidad fueron exageradas y porque, además, es deber de los científicos el educar a los servidores públicos, a los políticos y a los que pagan impuestos deben enseñar que la ciencia es un bien en sí mismo y que exigirle utilidad práctica inmediata significa cortarle las alas a la imaginación científica.
El dogmatismo religioso
El dogmatismo religioso es, por supuesto, lo opuesto a la actitud científica, la cual es esencialmente creativa y crítica. El dogmatismo
religioso es el mayor obstáculo a la adopción de una actitud científica no sólo porque repudia a la investigación, sino también porque afirma la existencia de lo sobrenatural que, por vía de hipótesis, está más allá del alcance de la ciencia. La ciencia es naturalista en el sentido de que sólo estudia las cosas concretas y busca leyes, no milagros. Más aún, la ciencia lo hace sin recurrir a revelaciones y sin apoyarse en la autoridad indiscutible. No es extraño, pues, que la adoctrinación religiosa en la temprana edad sea el obstáculo más efectivo para el desarrollo de una mentalidad científica.
Por cierto, una actitud científica puede coexistir con una sincera fe religiosa -hasta cierto punto. Un conflicto entre ambas es inevitable al examinar cuestiones tales como la evolución del universo, el origen de la vida, la progenie humana, la naturaleza de la mente, el origen de las religiones, y la existencia de un mas allá, que son precisamente los interrogantes que más interesan al común de los mortales. Las respuestas a estas preguntas determinan si uno desarrolla una cosmovisión científica o no.
Como prueba, la evolución es un buen caso. Entre los años 1880 y 1960 aproximadamente, parecía que la mayoría de las iglesias cristianas habían hecho las paces con la biología evolutiva. Lamentablemente, esto sólo fue un interludio en la lucha inmemorial entre religión y ciencia. Admitamos que hoy la evolución es negada en bloque sólo por los fundamentalistas y, en los EE.UU. por aproximadamente la mitad de la población adulta. Pero, por más liberal que sea, un religioso no puede admitir que la evolución ha sido un proceso enteramente natural; si es coherente debe afirmar que el proceso evolutivo ha sido guiado desde lo alto y que tiene un propósito definido. Al hacer esta afirmación distorsiona totalmente la biología evolutiva. De igual modo puede conceder la utilidad de la neurociencia para la psicología, en tanto pueda considerar al cerebro como un instrumento del alma inmaterial, inmortal y misteriosa, lo cual se contradice con la psicología fisiológica y la biología evolutiva. Para generalizar: la preocupación por resguardar a la religión conduce inevitablemente a la mutilación de la investigación científica y a la distorsión de la enseñanza de la ciencia.
Una consecuencia de la aceptación a medias de la ciencia entre quienes se aferran a las creencias tradicionales es que ninguna organización religiosa tiene dificultad alguna en hallar laureados Nobel para que la patrocinen. Otra consecuencia es que la ciencia es a menudo enseñada codo con codo con la religión, como si fueran conceptualmente compatibles. Alcock (1981, p.30) halló que más de la mitad de los alumnos de ciencia en McGill University creen en Dios y en la inmortalidad del alma; apenas un 15% de ellos rechazaba estas creencias. Evidentemente, la mayoría de nuestros estudiantes mantiene un enfoque no científico aun cuando logren dominar técnicas e ideas científicas. No extraña que rara vez se animen a enfrentar asuntos controvertidos tales como evolución vs. creación, el problema mente-cuerpo, y las raíces de la creencia en lo sobrenatural. Como lo hubiera dicho Wilhelm von Humboldt, reciben Unterricht (instrucción) y no Bildung (formación).
La creencia en lo paranormal
A pesar del espectacular éxito de la ciencia y el extendido uso de artefactos, y a pesar de la urbanización y educación obligatoria, la creencia en lo paranormal es desenfrena.
Hay toda una industria de lo paranormal y muchos periódicos, canales de televisión y editoras son parte de ella. Por ejemplo, miles de diarios en el mundo entero publican periódicamente horóscopos y difunden profecías de astrólogos y visiones de médiums -pero no se toman el trabajo de informarnos si tales alegatos se han visto refrendados luego por los hechos. Yo mismo he tenido tres relevantes encuentros con la empresa de comunicaciones CBC. Una vez me solicitaron que sugiriese nombres de personas quienes estarían interesadas en participar en un programa de parapsicología. Cuando sugerí un profesor de psicología y un mago profesional, el periodista se puso suspicaz y preguntó si tales personas eran escépticos. Al escuchar mi respuesta afirmativa exclamó: "ah, pero vea, el público quiere creer, no desea escuchar críticas". La segunda vez me solicitaron para aparecer durante media hora en un programa de la CBC francesa, pero mi entrevistador se tornó ostensiblemente nervioso a medida que avanzaban mis críticas, por lo que a los 15 minutos me interrumpió diciendo: "Ya basta, ya basta, gracias profesor".. Más recientemente otro equipo de la CBC, el "Citybeat" me entrevistó durante una hora en mi casa inquiriendo mis puntos de vista sobre el pretendido hallazgo de una casa embrujada en Montreal, y sobre la creencia en lo paranormal en general. Lo que finalmente emitieron fue una larga entrevista con los dueños de la casa embrujada y con el
exorcista que habían llamado (el actor principal, el fantasma, no se dignó aparecer en el show). Lo único que apareció de la entrevista que me hicieron fue un comentario final: "Por supuesto, alguna gente cree que la creencia en fantasmas es parte de la cultura barata de descarte" [junk culture].
Por suerte, no todos los medios son irresponsables cuando se trata de informar sobre ciencia y pseudociencia. Hay algunos espléndidos programas de ciencia por televisión, tales como Nova y The Nature of Things ["La naturaleza de las cosas"], así como una cantidad de series ocasionales de la BBC. Sin embargo, la audiencia que las sintoniza es pequeña comparada con las comedias "Kitsch". Por otra parte, algunos diarios y semanarios de influencia no se asocian con lo oculto y ellos, particularmente los periódicos financieros, proveen información fidedigna cuando informan sobre ciencia. Por ejemplo The Walt Street Journal y The Economist han sido sumamente cautos con el alegado descubrimiento de la fusión en frío, en marzo pasado. Pero estos medios son leídos por una minoría y pocos de sus lectores son jóvenes que pueden ser atraídos por la ciencia. El periodismo masivo se desentiende de la ciencia por completo, o presenta una visión distorsionada dando preeminencia a charlatanes. Incluso la revista Discover publicó avisos de página entera de la Iglesia de la Cientología.
En suma, la popularidad de las creencias en lo paranormal, junto al incremento del fundamentalismo religioso, señalan el renacer del pensamiento mágico, una marcha atrás del die Entzauberung der Welt, el cual Max Weber consideraba como la característica de la cultura moderna.
La contracultura
Anteriormente la mayor parte de los intelectuales respetaban la ciencia, aún sin tener una comprensión cabal de la misma. Más recientemente, el grueso de la intelligentsia estaba dispuesta a conceder que la ciencia es el motor de la moderna cultura intelectual. En la actualidad un gran número de autodenominados intelectuales se han enrolado en la contracultura, movimiento rebautizado como "New Age" [Nueva Era]. La mayoría de los seguidores de esta nueva moda rechazan la ciencia; otros proclaman que el misticismo oriental es la clave de la ciencia moderna y no pocos rechazan de plano todo argumento racional. Sus palabras gancho son "insight", "holismo ","espíritu", "sinergia", "natural", y "ecológico"; unos pocos se aventuran a usar en sentido equivocado los términos "información", "catástrofe" y recientemente, "caos".
Toda esta gente afirma que la cultura "oficial" =s superficial y está muerta, que no hay desórdenes mentales sino sociedades enfermas, que la ciencia es responsable de los armamentos modernos y de la degradación ambiental. Respaldan a quiromantes, homeópatas, acupunturistas, psicoanalistas, y hasta curadores por la fe y brujos. Compran cinturones magnéticos, péndulos, cristales, y toda clase de adminículos que suponen sirven para diagnosticar y a aún curar enfermedades de todo tipo, desde el resfriado común y dolores de espalda hasta el cáncer y el SIDA. Forman, así, la clientela de la "medicina alternativa" (médécine douce) y de la logoterapia.
Las críticas a la ciencia por ser racional, analítica y reduccionista no provienen sólo de los pseudointelectuales, ni son los únicos que profieren especulaciones falsas o incontrastables. Por ejemplo, el eminente topólogo René Thom, afirma haber construido una teoría biológica totalizadora que nos permitiría cerrar sin más todos los laboratorios de biología. El exitoso inventor James E. Lovelock propuso la doctrina Gaia, según la cual nuestro planeta es un sistema vivo autorregulado capaz de cuidarse de cualquier cantidad de polución. Sir John Eccles, quien ganó un premio Nobel por sus trabajos en neurociencia, dice que la mente es un entidad inmaterial que actúa sobre las neuronas vía telequinesis. Eugene Wigner, otro laureado con el premio Nobel, enseña que todos los procesos nucleares, atómicos y moleculares son gobernados por la mente del experimentador. El científico político Samuel Huntington, de Harvard, escribe ecuaciones pseudomatemáticas utilizando símbolos que representan variables tales como "movilización social" y "frustración social", a las cuales no se toma el trabajo de definir. De modo similar, el profesor Roben Axelrod, conocido autor de una teoría de la evolución de las normas, asigna valores numéricos a variables matemáticas indefinidas tales como "nivel de tentación" y "valentía" con las que alimenta la computadora.
Más aún, la comunidad académica misma no es sólo consumidora sino productora de pseudociencia. Y no se trata de que sea indiferenciable de la ciencia como algunos filósofos afirman. Lo que sucede es que los especialistas si suelen equivocarse cuando se
salen de su campo de experiencia; particularmente si tienen una motivación ideológica. Si tales desviaciones de la actitud científica fueran examinadas con ojo crítico dentro del campo académico antes de salir al encuentro de divulgadores y filósofos, serían relativamente inocuas. Como están las cosas, contribuyen a una visión anticientífica del mundo, tal como la propugnada por la "New Age".
Filosofía irracionalista
El componente filosófico de la contracultura es el irracionalismo, esto es, la familia de doctrinas según las cuales la razón es traicionera y peligrosa, mientras que el instinto, el sentimiento visceral, la fe y la intuición son confiables. La más extrema versión del irracionalismo contemporáneo es el existencialismo. Heidegger y sus imitadores son irracionalistas totales; son ininteligibles, al punto de que los escritos de Heidegger esperan aún su traducción al alemán. Siendo una filosofía hermética, o más bien una pseudofilosofía, el existencialismo nunca hubiera llegado a ser popular. En razón de su esoterismo, todo lo que el público sabe sobre el existencialismo proviene de las reflexiones de Woody Allen sobre el ser y la muerte. Sin embargo, una cosa está clara: los existencialistas odian la ciencia y la lógica, y ésta es una de las razones por las cuales se explica el apoyo que diera Heidegger al nazismo.
El ataque que hace el existencialismo a la razón y a la ciencia es confuso y torpe y suena como si hubiera sido escrito en el siglo XII. Hay otra táctica más sutil y efectiva: el ataque subjetivista y antirrealista montado contra la ciencia por el historiador de la ciencia Thomas S. Kuhn y por el filósofo de la ciencia Paul K. Feyarebend, en los años 60 y 70. Estos escritores populares sostienen que no hay verdad objetiva, que el científico crea él mismo los hechos, que las teorías científicas son aceptadas o rechazadas como si fueran modas, que los sucesivos puntos de vista científicos son mutuamente "inconmensurables", esto es, no comparables uno con otro, que no hay criterios definidos de aceptación de teorías, que cada revolución científica destruye todas las adquisiciones anteriores, que -aún en el caso de Feyerabend- no hay diferencias entre la ciencia por un lado y la pseudociencia y la ideología por otro; por ejemplo, entre la biología evolutiva y la "ciencia creacionista", entre psicología y parapsicología, entre medicina y curaciones por la fe, y aún entre ciencia y magia. Publicaciones serias sobre filosofía de la ciencia han sido desplazadas por libros como Against Method [Contra el método], The Social Construction of Reality [La construcción social de la realidad], Ways of World Making [Las maneras de hacer el mundo], Farewell to Reason [Adiós a la razón], y La science comme mythe [La ciencia como mito].
Estos enfoques irracionalistas y subjetivistas de la ciencia se han vuelto populares especialmente entre gente que halla los estándares científicos demasiado altos, así como entre gente joven bien intencionada que culpa a la ciencia por los problemas globales que amenazan la supervivencia de la humanidad. Es sin embargo fácil demoler tales heterodoxias de moda; por ejemplo, mediante el análisis de cómo se comparan las teorías científicas entre sí y con los datos experimentales (ver Bunge, 1983). Pero esto no tiene importancia en esta encrucijada. Lo que cuenta en relación a la percepción popular de la ciencia es que el irracionalismo y el subjetivismo no sólo distorsionan la imagen de la ciencia sino que también contribuyen a su descrédito. Moraleja: si le importa la ciencia, no pase por alto su filosofía.
La escuela
No es novedad que la escuela elemental y media no enseñan suficiente ciencia y lo que enseñan tienden a hacerlo de manera dogmática. Esto es, habitualmente presentan la ciencia como un cuerpo de creencias más que como un proceso de cuestionamiento, conjetura y prueba, y de descubrimiento e invención que es en realidad. Más aún, cuando hay algún trabajo en el laboratorio, es por lo general "sin tocar" ["hands off"], y lo que tocan ["hands on"], lo hacen ciegamente, sin la preparación teórica necesaria. Los resultados son el aburrimiento, la extinción de la curiosidad natural, y la incapacidad de afrontar nuevos problemas cognitivos.
Parte del problema es, por supuesto, que la mayoría de los maestros de ciencia han estudiado muy poco sobre el tema y no se sienten cómodos enseñándolo (ver Atkin, 1983). Por ser graduados de facultades de la educación, han pasado años aprendiendo cómo enseñar, diseñar curriculums y manejar escuelas, más que familiarizándose con la ciencia. ¿Cómo se puede esperar que transmitan un entusiasmo que ellos no sienten? (ver Hirsch, 1989).
El libro de texto de ciencia típico no ayuda a modificar esta situación. Por el contrario, es parte del problema: voluminoso y aburrido, a menudo erróneo, rara vez con relevancia a los problemas que se encuentran en la vida real, o con contenido entretenido. En particular, la industria del libro de texto en los EE.UU., a diferencia de su par británica, se destaca en la producción de textos voluminosos (y por lo tanto, caros) y aburridos. Pero reciben tanta promoción que son elegidos habitualmente con preferencia sobre sus mejores rivales, en especial los que cuentan con el respaldo -sobre todo en los años anteriores a la era de Reagan- del gobierno federal o las organizaciones profesionales. Por ejemplo, en los años 70, sólo el 5% de los distritos escolares inspeccionados usaron materiales para matemáticas aportados por entidades federales, y ningún texto de ciencias naturales con respaldo federal fue usado en más del 25% de los distritos inspeccionados (Jackson, 1983).
Como consecuencia de una pobre preparación profesional pocos maestros de ciencias en las escuelas elementales o secundarias de Norteamérica han adoptado la actitud científica. Para peor, la poca ciencia que han aprendido ha sido con frecuencia insuficiente para arracancarlos de las creencias tradicionales e inmunizarlos contra las supersticiones más en boga. Por ejemplo, una investigación reciente sobre creencias de profesores de biología en colegios secundarios de los EE.UU. revela que el 34% de ellos cree que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos y que fueron creados por Dios; el 20% cree que la Biblia es una fuente autorizada y confiable con respecto a temas científicos tales como la edad de la tierra y el origen de la vida; el 22% cree que el relato bíblico de la creación debe ser enseñado en la escuela pública como explicación de los orígenes y el 29% cree que Satán es una persona real trabajando actualmente en el mundo (Eve & Dunh, 1989). Sería interesante hacer un revelamiento similar en Canadá, particularmente en Quebec y en las Praderas canadienses.
La creencia en lo paranormal no está menos extendida entre los maestros de ciencia. Alcock (1981, p.25) halló que tan sólo alrededor del 30% de los profesores en la Universidad York eran escépticos sobre la percepción extrasensorial, y encontró que tan sólo el 8% de los estudiantes en la Universidad McGill (en los cursos de tercer año) eran escépticos. No sería sorprendente si encontrásemos resultados similares entre los maestros de escuela elemental. Cuando mi hija cursaba el tercer grado en una buena escuela privada de Montreal, la mayoría de los libros de la biblioteca de clase tenían como temas la percepción extrasensorial, el triángulo de la Bermudas y otros del mismo tenor. En 10 años ha recibido más enseñanza en la así llamada educación moral y religiosa, que en física o química. Y, por supuesto, el conocimiento de la historia de Quebec y su geografía se considera más importante que el conocimiento de la historia y geografía universales, para no hablar de las ciencias naturales.
En resumen, nuestras escuelas elementales y medias no ofrecen enseñanza científica adecuada. No es que carezcan de fondos, material o personal apropiados; nunca han tratado de hacerlo presumiblemente porque las autoridades educacionales no han aprendido aún que la ciencia es el núcleo y el motor de la cultura contemporánea intelectual.
¿Qué hacer?
¿Qué se puede hacer para corregir la errónea percepción popular de la ciencia? Sólo una cosa puede hacerse, y es mejorar la enseñanza de la ciencia y de la historia y filosofía de la ciencia. Esto puede y debe hacerse en los 3 primeros niveles de aprendizaje, y también en los medios de difusión y en la industria editorial.
Necesitamos una reforma escolar radical que pueda llevar a nuestras escuelas al nivel de las mejores de Europa y del Lejano Oriente. Esto se puede obtener con un mejor entrenamiento de los maestros -en particular laboratorios, equipos de experimentación científica y libros de texto- y el doble de horas semanales dedicadas a la ciencia y a las matemáticas en todas las escuelas primarias y secundarias.
No obtendremos mejores maestros de ciencias de las existentes facultades de educación y de los colegios de estudios superiores de enseñanza, puesto que éstos son por lo general bastiones del conservadurismo y enfatizan el método de enseñanza a expensas del contenido. Más aún, algunos tales como la Facultad de Educación de la Universidad de McGill, ni siquiera ofrecen un grado de Bachiller en Profesorado de Ciencias o de Matemáticas. En lugar de eso, ofrecen programas de religión (protestante, católica, judía), francés como segundo idioma, educación física, económica, doméstica, etc. No están actualizados.
Si queremos elevar la enseñanza de la ciencia y las matemáticas debemos pasar por alto
las Facultades de Educación y los Profesorados en los Colegios de Estudios Superiores y estimular a las escuelas para que tomen a gente competente como maestros que enseñen tales materias, por ejemplo, graduados en matemáticas, ciencia o ingeniería. Estos individuos pueden inicialmente carecer de habilidad didáctica, pero la obtendrán con la práctica. Al menos sabrán de lo que están hablando, y cuando se les haga preguntas que no sepan contestar, tendrán el coraje de admitir ignorancia, y la voluntad y competencia para encontrar las respuestas. Los libros de texto sólo se pueden mejorar si son los científicos quienes los escriben. Hay algunos ejemplos imitables en este campo, como los textos de ciencia elemental británicos, mejicanos y cubanos.
El experimento mejicano es particularmente interesante. Cerca de dos décadas atrás, el Ministerio de Educación de Méjico comisionó a algunos de los mejores matemáticos, científicos naturales y sociales del país a escribir libros de texto de nivel elemental. Estos resultaron excelentes: no sólo exactos sino también comprensibles y atractivos. El gobierno los publicó y distribuyó libremente entre la población escolar. Lamentablemente este esfuerzo prontamente se frustró por la carencia de maestros cualificados, la falta de medios adecuados y de aulas abarrotadas. Ninguna reforma puede tener éxito si sólo abarca un sector. Cada componente del sistema tiene que ser reformado. Podemos concebir e implementar tal reforma. ¿Por qué no lo hacemos?
Para mejorar el nivel de cobertura del tema científico en diarios, revistas, televisión y radio habría que jerarquizar la profesión de periodismo científico. El reportero en ciencias debe estar mejor educado y recibir una mejor paga. No tenemos suficiente periodismo científico en Canadá. Es cierto que hay una excelente revista de ciencia popular, Québec Science, pero es provincial. Y Le Devoir ha incorporado recientemente a un buen periodista en el área de ciencias, pero sólo le dan una página por semana. La Gazette de Montreal, también tiene su página semanal de ciencias, pero toma su contenido de las agencias de noticias del país vecino. Parece no existir una publicación nacional sobre temas de ciencia dirigida a maestros y estudiantes de escuelas elementales. En contraste, el gobierno de Colombia publica CIMPEC, un excelente mensuario dirigido a ese público: ¿Podría el consejo en ciencias de Canadá hacer algo similar?
Otra cosa que puede y debe hacerse para mejorar la imagen publica de la ciencia es multiplicar el número de centros y museos de ciencia. Necesitamos un centro en cada ciudad de importancia en Canadá que atraiga miles de visitantes que puedan experimentar, ver espectáculos de ciencias y escuchar conferencias y cursos en temas científicos. Toronto y Ottawa tienen sus museos de ciencia popular y un grupo privado de Montreal está planeando construir un Carrefour de ciencias, técnicas e industrias. Pero necesitamos muchos más centros como éste, y todos deberían hacer muestras anuales para atraer a un gran número de visitantes.
Finalmente, a las ciencias de la ciencia, la historia, sociología y filosofía de la ciencia, se les debería dar más importancia, ya que son las disciplinas que brindan la imagen formal de la ciencia. Hace 350 años, la Royal Society de Londres fue creada a base del modelo propuesto por el filósofo Francis Bacon. Hoy la ciencia es menospreciada apoyándose en caricaturas dibujadas por los filósofos de la contracultura. Los hombres de negocios saben que el envoltorio, la comercialización y la publicidad de sus productos es tan importante como los productos mismos. ¿Cuándo aprenderán los científicos y los profesores de ciencias que esto también se aplica a sus productos? ¿Cuándo cesarán de sentir desprecio por las ciencias, mientras mantienen obsoletos puntos de vista filosóficos, históricos y sociológicos de la ciencia?
Conclusión
La ciencia y la tecnología se encaminan a una grave crisis en Norteamérica. Se estima que en los EE.UU. harán falta medio millón de científicos e ingenieros a comienzos del próximo siglo (Powledge, 1989). Asumiendo que el caso canadiense sea similar, podemos esperar un déficit de alrededor de 50.000 científicos e ingenieros para el comienzo del siglo XXI.
Este déficit se debe a diversas causas: la declinación de la natalidad, el menor apoyo gubernamental a la educación, el aumento del gasto militar y su correlativo desprecio de talentos, la diseminación de la contracultura y la crecientemente negativa imagen popular de la ciencia. Este último factor no debe ser subestimado, ya que la elección de una carrera es un asunto psicológico determinado en gran medida por el estatus adjudicado socialmente a cada carrera. ¿Por qué deberían los jóvenes dedicar sus vidas a la ciencia si se les dice que la ciencia es aburrida, no muy diferente de una ideología,
responsable de todos los problemas corrientes del globo, y ni siquiera muy prestigiosa? ¿Por qué deberían volcarse a una carrera científica si sus líderes filisteos los exhortan a buscar fortuna y poder antes que conocimiento y servicio? ¿Y por qué deberían sufrir un largo y penoso entrenamiento si pueden hacer buen dinero rápidamente con un título ordinario?
No es milagro que alrededor del 60% de la plana mayor de los profesores y de los graduados en matemáticas, ciencias naturales e ingeniería de las universidades norteamericanas sean extranjeros. Hasta ahora la huida de cerebros del tercer mundo compensaba nuestro déficit en materia gris. De ahora en adelante no deberíamos contar con el aporte de cerebros extranjeros porque la mayor parte de los países del tercer mundo ha comenzado a declinar, rápida, profunda y tal vez irremisiblemente en la mayoría de los casos. Si no entrenamos a nuestros propios matemáticos, científicos naturales e ingenieros nadie lo hará por nosotros.
Afortunadamente, tenemos los medios para evitar la amenaza de decadencia científica y tecnológica. Nos podemos preparar para la paz y así liberar enormes recursos humanos y materiales para aplicarlos a lo social. Podemos mejorar el respaldo a la ciencia básica. Podemos mejorar la enseñanza de la ciencia reclutando maestros de los programas de ciencia más que de las facultades de educación. Podemos mejorar la calidad de los libros de texto y la cobertura periodística, interesando a los científicos en la educación científica y en la popularización de la ciencia. Y también será de interés para la industria, que está sufriendo una severa escasez de personal técnico (ver Pearson, 1989).
Resumiendo, la imagen pública de la ciencia se ha herrumbrado en la dos décadas pasadas. Sin embargo, los países industrializados tienen los medios para corregir esta distorsión y evitar el amenazante descenso de la ciencia y la tecnología a través de la acción individual y colectiva. ¿Lo harán a tiempo para evitar la caída irreversible de la civilización industrial? En particular, los gobiernos federales y provinciales de Canadá ¿se darán cuenta a tiempo que Canadá no entrará en el próximo siglo como una nación civilizada si continúa siendo el país industrializado con la menor inversión en investigación y desarrollo y cuyas autoridades educativas muestran pocos signos de preocupación sobre el penoso estado de la ciencia y la tecnología?
Referencias
Alcock, J.(1981) Parapsycology: Science or Magic? Oxford and New York: Pergamon Press. (Nota de los editores: la edición inglesa ya está agotada, pero hay una edición francesa todavía en venta, se titula: Parapsychologie: Science ou Magie?". Editorial Flammariom. Paris 1989. Precio 145 FF.)
Atkin, J.M. (1983). The improvement of science teaching. Daedalus 112 (2): 167-87.
Berger, S.,M.L. Dertoukos, R.K. Lester, R.M. Solow and L.C. Thurow (1989) Toward a new industrial America. Scientific American 260 (6): 39-47.
Bunge, M.(1983) Treatise on Basic Philosophy, vol.6: Understanding the World. Dordrech and Boston: Reidel.
Byrne, C. (1989) Overthaull urged for math teaching. Science 243:729.
Chantillon, G. (1987) Les Professeurs de l´UQTR et la croyance au paranormal. Sceptiques de Québec Nº3:5-8.
Culliton, B.J. (1989) The dismal state of scientific literacy. Science 243:600.
Eve, R.A. & D. Dunn (1989) High School biology teachers and pseudoscientific belief: passing on it? Skeptical Inquirer 13: 260-63.
Hirch, E.D., Jr. (1989) The primal scene of education. New York Review of Books, March 2,pp.29-35.
Jackson, P.W. (1983) The reform of science education: a cautionary tale. Daedalus 112 (2):143-66.
Pearson, R. (1989) Turning the switch on skills, Nature 337:488.
Powledge, T.M. (1989) What shall we do about science education? The AAAS Observer, supplement to Science 5, May 1989.
pág-28
Nota en torno al artículo homeopatía: Último balance (Aparecido en LAR, Núm.20).
Víctor Sanz Larrinaga
Aunque con excesivo retraso (debido a nuestro funcionamiento editorial) conviene hacer dos breves observaciones al artículo mencionado, y, más concretamente, al término que allí figura como fibrosite.
En primer lugar, hemos de destacar que la palabra fibrosite es francesa y su traducción castellana corresponde a fibrositis (en lengua inglesa es también fibrositis). Además, en medicina, y más concretamente en reumatología, se usa como término sinónimo: fibromialgia (en inglés: fibromyalgia).
En segundo lugar, hay que hacer hincapié en que este tipo de procesos se incluyen en lo que en otro lugar (La psoriasis y el milagro de los peces, LAR. núm.2l) hemos descrito de forma irónica como presa fácil de médicos alternativos, y ello en razón de su carácter complejo: evolución incierta, causa mal conocida, influencias psicológicas evidentes, etc. No en vano hasta fecha relativamente reciente no se fijaron criterios uniformes de diagnóstico clínico (Fibromyalgia syndrome: an emerging but controversial condition. Goldenberg DL, JAMA 1987), y aún así persiste la discusión.
En suma, se confirma una ves más cómo los farsantes eligen sus victimas y procedimientos para obtener sus éxitos. Sólo nos resta agradecer a M. Rouzé haber escrito el artículo y a nuestro compañero J. Armentia haberlo traducido para LAR.
Afis science...et pseudo-science
Cahiers bimestriels de l'Association Française pour l´Information Scientifique
Redactor Jefe: Michel Rouzé
Comité de Redacción: Jean-Pierre Adam. Patrick Bollé, Henri Broch, Dominique Caudron, Yves Galifret, Maurice Gross, Jean-Claude Pecker, Michel Rouzé y René L. Seynave.
Suscripción anual (6 números). 160 Francos Franceses.
Los podéis pedir mediante un giro postal a:
Ccp afis 21 000 00 P París. Francia.
Una magnífica revista que nos abre una ventana racionalista a lo que ocurre en el mundo de las paraciencias francés. Normalmente hacen un fuerte hincapié en el tema de las medicinas alternativos. Hace años su lucha fue contra el fraude paramédico organizado por los curanderos psíquicos de las Filipinas. Hoy su caballo de batalla es la homeopatía, memoria del agua y otros milagrosos polvos de la Madre Celestina.
Para que veáis un ejemplo de su proceder podéis adquirir el trabajo titulado Chirurgiens á mains nues. Se trata de un trabajo de 17 páginas que se publicó en 1977. Solicitarlo enviando 28 Francos a la cuenta postal (CCP) antes indicada.
¿La astronomía frente a la astrología?
Javier E. Armentia. Planetario de Pamplona
Texto de la ponencia presentada en los XI Jornadas Nacionales de Astronomía, celebradas en Murcia los días 12 a 14 de octubre de 1990.
En mayo de este año se dio a conocer a los medios de comunicación un manifiesto suscrito por 258 astrónomos, astrofísicos y otros científicos que trabajan en nuestro país en el que mostraban su preocupación por el incremento en la acogida de las supersticiones astrológicas. La iniciativa partió de miembros del Departamento de Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid. Este manifiesto era el mismo que en 1975 firmaron 186 científicos americanos entre ellos 20 premios Nobel. Fue también el comienzo de una serie de debates, de artículos y de contramanifiestos de los astrólogos que aún continúa. ¿Qué razón hay para este tipo de actuaciones? Se puede decir que la astrología no es sino una adivinación que incluso nos divierte desde las columnas de los periódicos, que no hace mal o daño a nadie, y que sus objetivos difieren tanto de los de la astronomía que es realmente una pérdida de tiempo organizar cruzadas contra ella. Más aún, esta campaña podría incluso desprestigiar la labor seria de los científicos... Obviamente, no soy de esta opinión. Como comentaba Andrew Fraknoi, de la Astronomical Society of the Pacific, en la misma línea que astrónomos como Carl Sagan o Bart J. Bok, aquellos de nosotros con experiencia en temas científicos tenemos la responsabilidad de dar a conocer al público, en forma clara y rotunda, los hechos acerca de las pseudociencias tal como los comprendemos (1). El se refería en general a temas tan diversos como los OVNIs, la astrología, las ideas de Velikovsky, el creacionismo, el triángulo de las Bermudas y demás historias de esta calaña. Todos los medios de comunicación recogen los más peregrinos hechos (muchos sólo presuntos) sobre las fronteras de la ciencia, pero bien pocas son las ocasiones en que al lado de las afirmaciones crédulos aparece una opinión racional, científica, escéptica. Parece que la opinión escéptica no vende, no es interesante, o peor aún, es reprobable. Cuando uno pregunta si a un presunto psíquico se le han puesto las condiciones de control necesarias, si había un mago al quite de posibles fraudes, rápidamente se le tacha de provocador. Lo mismo sucede si pedimos a un astrólogo que demuestre que su práctica vale de algo, si pretendemos que demuestre él sus afirmaciones. Sin embargo, cuando queremos comprar un coche de segunda mano, nadie se enfada si le echamos un vistazo al motor, o si llamamos a un amigo mecánico para que compruebe que todo va bien. El escepticismo parece estar permitido salvo en las pseudociencias. Lo que quiero destacar es que muchos de estos temas (en especial la astrología) tienen que ver con la astronomía, la actividad que os ha hecho venir a estas Jornadas, la afición a la que dedicáis tanto tiempo. Creo firmemente que como conocedores del tema, los aficionados a la astronomía también tienen una responsabilidad en este asunto, y una gran posibilidad de acceso a los medios de comunicación de la que los astrónomos profesionales, pocos y demasiado atareados, carecemos. Puede que pocos de vosotros hayáis dedicado a la astrología algo más de tiempo que el necesario para pasar de página en la revista, puede que no se os haya planteado nunca la necesidad de explicar el tema a alguien que os haya confundido con un astrólogo. Pero más bien muchos tendréis en vuestro haber alguna que otra explicación más o menos agria sobre el asunto... Por esta razón, mi contribución pretende proporcionar unas cuantas armas con que poder enfrentarse a charlatanes y demás augures. Algunos argumentos se han comentado ya en diversas revistas españolas y en artículos extranjeros (2). Aquí me centraré en algunos aspectos que se han tratado menos.
¿Que es la astrología?
Conviene centrarnos un poco en el tema de discusión. De esta manera no nos perderemos por las innumerables escuelas astrológicas -opuestas entre si- y podremos ir directos al meollo de esta práctica. Hay una astrología popular, la de los horóscopos de la prensa, que predice en cierto modo lo que a uno le puede pasar, según la fecha del año en que se nació. No la voy a discutir, pues los mismos astrólogos no le conceden la menor importancia. Ellos incluso la condenan con más saña que los escépticos, como lo han confesado en público cuando se les ha echado en cara la existencia de estas prácticas. Por cierto, nunca me han logrado explicar por qué no han sido ellos los primeros en arremeter contra los horóscopos diarios. Más aún, me consta que algunos de ellos viven de estas columnas astrológicas, o que al menos les proporcionan un dinero y un nombre conocido. Está claro que la existencia de esta astrología favorece un clima de aceptación a la astrología seria, situación que a los profesionales del tema les viene muy bien. Aunque me desvíe un poco del tema, quiero comentar aquí que una de las cosas que más me han llamado la atención de los astrólogos con quienes he tenido el gusto de dialogar ante los medios de comunicación es la facilidad con la que descalifican a sus colegas. Cada vez que uno les muestra que los astrólogos no han conseguido probar sus afirmaciones, que sus predicciones son bastante malas, siempre argumentan que lo que pasa es que hay mucho advenedizo en el tema, que hay mucha gente aprovechándose de la astrología para sus fines (económicos) pero que ellos son serios y científicos. Volviendo a la definición de astrología podríamos establecer un axioma principal de la misma: Las posiciones de los astros en un cierto momento son relevantes para caracterizar persones o sucesos, y su estudio es posible (3). Por supuesto, también se suelen levantar horóscopos a animales u objetos, pero lo podemos olvidar por el momento. Nótese que dentro de este supuesto básico se encuadran muchas diferentes concepciones astrológicas: los diferentes horóscopos occidentales, mayas, chinos, japoneses, etc.; las astrologías deterministas y las influenciales; la astroeconomía, la astromundial -sucesos de índole internacional-, la astrología meteorológica y tantas otras. La astrología más difundida es llamada natal. En ella el momento en el que se evalúa la influencia astral es el del nacimiento, y la caracterización varía desde el aspecto físicopsíquico hasta el futuro, las ocupaciones, los momentos propicios o aciagos y muchos más cosas. Hay que tener en cuenta que hay astrólogos que dicen que su práctica es una disciplina científica, pero también hay los que hablan de su arte. En el Diccionario de la Lengua Española, la astrología se define como un arte adivinatoria, y en este sentido, deberíamos emplear en vez de astrología el nombre de astromancia. Hay que tener en cuenta que etimológicamente la palabra astrología se refiere al estudio de los astros, cosa que no es real (bien pocos astrólogos actuales se interesan por el firmamento real), mientras que gran parte de la astrología es más una adivinación, una mancia. En cualquier caso, el planteamiento frente a los astrólogos que se autoproclaman científicos es claro: para que una actividad sea ciencia tiene que participar de las características del método científico; tiene que plantear unos postulados claros y demostrarlos. No me cansaré de decir que en la labor científica el peso de la demostración cae sobre quien hace la afirmación. Esto es importante, porque si alguien asegura que el cielo ejerce una determinada influencia sobre algo o alguien, él debe demostrarlo. No tenemos por qué intentar demostrar que no es así. Por eso, no voy a entrar a discutir en demasía el asunto de cuál puede ser la fuerza con que actúan los planetas sobre nosotros. Hablaré de diversas propuestas y de por qué no son creíbles. ¿Qué hacer ante los que dicen que lo suyo es arte, es una poesía de la relación hombre-cosmos? En este caso, no hay por qué invalidar la astrología, pues ellos siempre se van a defender en que lo suyo es un arte. Claro que según dicen esto se descalifican ellos mismos. El planteamiento más sencillo es el siguiente: Si lo suyo es arte, es poesía sin nada que ver o que hacer con la realidad, aún así me parece que por el dinero que cuesta una carta astral cualquier persona puede comprar buenos libros de poesía, y de paso fomentar la cultura... ¿Por qué no hacen su astrología por amor al arte? En serio, no creo necesario iniciar cruzadas en contra de las creencias de la gente. Aquellos astrólogos que abominan de la ciencia, que hablan de creencias o de arte, quedan aparte de toda esta crítica que hago. No quiero avivar luchas entre ciencia y religión, que normalmente no han llegado a ningún puerto. Por cierto, puede servir de ayuda algo que saca de quicio a cualquier astrólogo, y es que le comparen a los que leen la mano, echan las cartas o usan la bola de cristal. En realidad, la astrología tiene más que ver con estas supersticiones adivinatorias que con la ciencia. Y ellos malamente lograrán demostrar lo contrario, por
mucho que digan que sus estudios son matemáticamente serios o que, como me ha dicho más de un astrólogo, que sus tablas planetarias son las de la NASA. Por cierto, que esto es falso la mayoría de las veces: he estado inspeccionando las tablas usados por varios astrólogos y lo que he podido ver es que los programas que usaron para calcularlas estaban basados en algunos de los que la NASA tenía para lo mismo. Afortunadamente, aun con los problemas actuales de presupuesto, los científicos de la NASA no se dedican a levantar horóscopos.
La astrología no es la madre de la astronomía
Algo que les encanta comentar a los astrólogos es el origen común de astrología y astronomía. Ellos lo exageran hasta decir que primero fue la astrología y que posteriormente (en el siglo XVI o XVII) se separó la astronomía. Por supuesto, astronomía y astrología fueron juntas durante gran parte de nuestra historia. No es necesario aquí comentar las diferencias entre una y otra (aunque los periodistas suelen necesitar este tipo de explicación), que se basa ni más ni menos en el método científico. Lo que pasa es que ni la antigüedad de la astrología supone un aval para ella (la esclavitud es tan antigua o más, y no por ello buena..) ni es cierto que la astronomía naciera como hija de la astrología. En efecto, los primeros intentos que podemos encontrar en la cultura referidos a la astronomía se relacionan con la necesidad de establecer un calendario y de medir el tiempo (4). Es evidente la importancia que una cultura que depende de la naturaleza debió dar el método para saber cuándo se podían plantar los diferentes cultivos, cuándo era la época de recolección, qué animales podrían cazar y cuándo.. El establecer un calendario supuso un enorme trabajo de observación de la naturaleza y del cielo, que proporcionaba un reloj evidente. También debió darse bastante al principio la asociación entre ese reloj inmutable y lo divino, y la relación entre los ciclos celestiales y los humanos. Surgiría por lo tanto pronto una mitología sobre el asunto, la base de la astrología. No quiero que lo dicho se interprete como que la astronomía es anterior, sino dejar claro que la astronomía estuvo desde el principio, que era útil como tal, y que fue el mismo entorno cultural el que la asoció a una explicación mítica. Por lo tanto, cuando unos astrólogos acusaban de complejo de Edipo a los astrónomos, por rebelarse contra la astrología, la madre, no estaban sino diciendo memeces.
Sobre la historia de la astronomía
Muy en relación con lo que comentaba antes, los astrólogos se regodean en comentar que grandes astrónomos creyeron y/o practicaron la astrología. Es cierto que astronomía y astrología fueron de la mano (los mismos hombres practicaban ambas cosas), pero no es menos cierto que a partir del siglo XVI la separación es clara. Se suele poner a Kepler como prototipo de la doble actividad. Pero muy pocos astrólogos comentan que en aquella época la única forma de ganarse la vida que tenía Kepler era la de ser el astrólogo del Duque de Wallestein. Es cierto que la inclinaciones místicas de Kepler le hacían creer en una relación entre el Cosmos y el hombre, pero él mismo reconocía que una mente acostumbrada a la deducción matemática, cuando se enfrenta a las defectuosas bases [de la astrología], resiste mucho, mucho tiempo, como una mula obstinada, hasta que, empujado por las derrotas y las desgracias, pone el pie en ese sucio lodazal (5) Queda clara cuál era la opinión de Kepler respecto de la práctica astrológica, tal como era en su tiempo, que es lo mismo que decir tal como es ahora, porque apenas si ha variado... Newton suele ser utilizado también por los astrólogos. Se cuenta una anécdota en la que Edmund Halley le reprochó a Newton su interés sobre la astrología, pues éste había hecho un informe sobre ella en la Cámara de los Lores. Por lo visto, Newton le contestó: Señor, yo he estudiado el tema, usted no (6). Un testimonio bastante impresionante, que se ha aplicado varias veces a los astrónomos que firmamos cartas contra la astrología. Sin embargo, T.S. Cowling, profesor de matemáticas en la Universidad de Leed,, investigó la supuesta historia, y descubrió que el contexto de la contestación de Newton es muy diferente del dado por los astrólogos. Aparentemente Halley le criticaba a Newton su interés en la religión cristiana y en la Biblia, nada respecto de la astrología (7). Es cierto que Tycho Brahe practicó y creyó en la astrología. Para él, todo lo que había en el mundo tenía un sentido, y los planetas servían para predecir catástrofes. Pero ello no es de extrañar en la época en que vivió, sabiendo que además de la astronomía también practicó la alquimia. No se menciona normalmente a Galileo quien abominaba de todas las sinrazones astrológicas de Kepler. En definitiva, los autores de la revolución copernicana, tan a menudo empleados por los astrólogos para justificarse, tampoco proporcionan un argumento contundente a favor de la
astrología. Algo similar sucede con gente de nuestra época, como Carl Sagan. Me ha sorprendido que durante estos debates que ha provocado el manifiesto español, no hayan recordado los astrólogos (quizá no lean demasiado...) que Sagan no quiso firmar el manifiesto americano. En realidad, si no lo hizo fue porque no le gustaba el tono, un tanto autoritario, porque no merecía la pena hablar del mecanismo de la astrología, y no porque creyera que era válida. Es bien conocida por el contrario su postura militante en contra... A quien siempre citan es a Carl Gustav Jung. De hecho, muchos astrólogos españoles tienen (si acaso leves) conocimientos de psicología. (Como veremos más adelante la psicología puede decir mucho en este tema...) Dejando aparte que Jung se creyera casi todo lo referente a lo paranormal, como muchos de la escuela psicoanalítica (en el fondo el psicoanálisis no es sino una pseudociencia), la verdad es que investigó mucho la astrología, hizo pruebas y concluyó: los resultados de estos estudios son claros y no hace falta ningún tipo de comentario: no existe correlación entre los rasgos de carácter de los individuos y los signos bajo los cuales han nacido. Por supuesto, esto no lo citan los astrólogos que invocan a Jung para justificar un mecanismo de actuación de los astros sobre las personas, a través de resonancias, de fenómenos acausales, de sincronicidades, arquetipos y semejantes desatinos.
La precisión que no era
Un punto fundamental en la discusión sobre la astrología es mentar una vez más el tema de la precesión de los equinoccios. Este hecho, conocido desde antiguo es tenido en cuenta por algunos astrólogos -los llamados sidéreos- pero no por los demás -llamados trópicos. (Los astrólogos españoles suelen decir sideral o tropical, una mala traducción del inglés, como hablan de tiempo sideral en vez de sidéreo y de año tropical en vez de trópico) Los astrólogos se enfadan mucho cuando se les dice que, debido a la precesión, los signos del zodiaco y el cielo no concuerdan. Se enfadan tanto que intentan contraatacar acusándonos a los astrónomos por emplear el término punto Aries, que tampoco está en Aries, y cosas por el estilo. Sin embargo es importante este desfase entre constelaciones y zodiaco astrológico por una razón: las características de los signos tienen mucho que ver con el animal que las representa en el zodiaco. Este hecho no es sino una ley de analogía común a muchas prácticas de origen mágico. Como en el vudú el muñeco es una representación del hombre, como en la auriculoterapia la oreja representa el cuerpo humano, como los homeópatas dicen en su principio lo similar cura lo similar, en la astrología tenemos esta transmisión de analogías por todos los lados. Dos ejemplos claros:
* La constelación de Pisces representa a unos peces. Sabemos que los peces viven en el agua, así que este signo Piscis será un signo de agua.
* El planeta Marte es rojo. La sangre es roja. La sangre se vierte en guerras y catástrofes. Así que a este planeta le llamamos como el dios de la guerra, y su influencia será en este sentido.
Por supuesto no todo funciona así, pero en general podemos hablar de que la astrología plasma las características de las constelaciones zodiacales en los nativos de una cierta época, precisamente cuando el Sol atraviesa esa constelación. Sabemos que las constelaciones no son sino arbitrarias agrupaciones de estrellas, que están a diferentes distancias de nosotros, que tienen diferentes tamaños sobre la eclíptica, que de hecho hay catorce y no doce constelaciones zodiacales (hay que añadir Ophiucus y Cetus), que otras culturas veían cosas diferentes (las doce constelaciones zodiacales chinas son bastante diferentes, sólo en unos pocos casos podemos hacer una relación. Por otro lado, los babilonios tenían primitivamente dieciocho y no doce signos...) Pero es que además, las fechas que nos dan para cada signo no son válidas, con lo cual la influencia -la que sea- no tiene nada que ver con el cielo, sino acaso con la órbita de la Tierra alrededor del Sol. En resumen: la astrología bien poco tiene de logia y bien poco de astro. Como decía, la astrología la sidérea considera los signos de manera diferente y sí tiene en cuenta la precesión. Pero entonces tenemos dos prácticas irreconciliables dentro de la astrología: ¿qué pasa si juntamos a un astrólogo de cada escuela? Deberían cada uno justificar su visión del asunto, tirarse los puñales ellos... Pues no, aun siendo obvio que una diferencia de casi dos signos (de casi 60º)cambia las cosas terriblemente, entre ellos se arreglan bastante bien, al menos cuando están delante del enemigo común (un científico en el caso del que hablo...) Digo esto como muestra del poco interés que existe entre los astrólogos por poner en claro las contradicciones de su doctrina.
La visión geocéntrica
Cuando comentamos que la visión del mundo que proporciona la astrología es geocéntrica los astrólogos arremeten como fieras. Por supuesto que ellos saben que la Tierra da vueltas alrededor del Sol... ¿Seguro? Hay un punto importante en todo este asunto y es que casi todas las escuelas astrológicas consideran que una conjunción es muy importante, pero para los planetas interiores a la Tierra no diferencian entre conjunción superior o inferior. Esto es evidentemente una consecuencia del origen geocéntrico de la astrología. Sabemos sin embargo que la distancia varia enormemente sea un caso o el otro. Hay bastantes astrólogos (yo me he encontrado con unos cuantos) que justifican su visión geocéntrica del tema porque al fin y al cabo se habla del efecto sobre el hombre, que está aquí en la Tierra. ¿Qué pasará cuando haya colonias espaciales? Seguro que logran adaptar su práctica a estas cosas... Sólo nos queda por saber si la influencia de la Tierra será buena o mala.
La astrología es para latitudes bajas
Un aspecto que se suele olvidar es que el origen de la astrología occidental se dio en latitudes en torno a los 30º. Una parte fundamental del quehacer del astrólogo supone levantar las casas, que vienen de proyectar el horizonte sobre la eclíptica. Los puntos de corte son lo que se llama el ascendente y el descendente. La proyección del primer vertical da los puntos llamados MC e IC (medio cielo y cielo inferior) Con ellos se divide el circulo en doce secciones, de tamaño variable, según la latitud, que se denominan casas. Hay diversos sistemas para realizar esto, que se llama domificación, que coinciden para un lugar en el ecuador, peto que divergen según nos acercamos a latitudes altas. Para los polos no hay forma de hacerlo, y para lugares más allá del circulo polar sucede que es normal que todos los planetas se encuentren por debajo del horizonte, en las casas de I a la VI. Sucede que para los astrólogos, un planeta en una casa bajo el horizonte supone un aspecto de la personalidad que no se desarrolla. Esto quiere decir que mucha gente del norte del mundo debe tener personalidades vagas, sin desarrollar... Evidentemente, esto resulta bastante increíble.
A vueltas con los planetas
Los astrólogos pocas veces logran explicar porqué introducen en sus horóscopos planetas descubiertos posteriormente a la configuración de la astrología por Ptolomeo. O por qué no se habían dado cuenta de que antes las cosas no iban bien al faltar esas influencias. Urano (Herschel, 1781), Neptuno (Galle, 1846) y Plutón (Tombaugh, 1930) son usados en muchos de los horóscopos como si tal cosa. Más aún, he visto a gente que incluye algún asteroide como Quirón, que en el tiempo de su descubrimiento fue considerado el décimo planeta. Es probable que se descubran más planetas. Es un hecho que en el sistema solar hay muchos más cuerpos que los planetas, no hace falta que los enumere. Nunca me han logrado explicar por qué unos valen y otros no. Por otro lado, más allá hay cuerpos muy masivos y muy luminosos, todo el zoo astrofísico, que parece no importar para nada. Atención, porque resulta que un astrólogo me contestó a esto diciendo que lo que pasaba es que las estrellas están muy lejos, y por lo tanto su efecto es conjunto... ¡Impresionante! Resulta que no consideran las distancias dentro del sistema solar, pero sí los de más allá. Resulta curioso ver cómo los efectos de los planetas tienen que ver con su nombre, como ya se había comentado al hablar de las similitudes. Aun concediendo que los nombres de los planetas conocidos desde la antigüedad tuvieran realmente algo que ver con sus efectos, ¿cómo explicar lo que sucede con los nombres de Urano, Neptuno o Plutón, nombres de los que conocemos la historia? Por ejemplo, Urano se llamó durante un tiempo Herschel, aunque su descubridor le llamo Georgium, en honor del rey de Inglaterra. O Plutón, a quien le dio el nombre una niña de once años. Por cierto, que he leído en algún texto de astrología que el nombre tiene relación con el perro Pluto de Mickey Mouse. Todo esto es falso, pero no deja de ser gracioso... (¿Walt Disney influenciándonos desde el cielo?) Un hecho curioso, que tampoco ha salido a la luz en el debate que se viene dando en España es la teoría que John A. Nelson publicó en 1951 sobre las perturbaciones en las radiocomunicaciones. (Lo dicho: los astrólogos españoles casi no se enteran de lo que se cuece en el mundo. Algo que me ha sorprendido es la poca capacidad que muestran para debatir con argumentos interesantes, me imagino que por desconocimiento). Resulta que analizando los días en que se producían perturbaciones en las comunicaciones en onda corta, este americano encontró una correlación con las
posiciones planetarias heliocéntricas de Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. Cuando don planetas se encontraban a separaciones angulares de 0, 90, 180 o 270 grados, había perturbaciones. Sus gráficos eran impresionantes y la estadística parecía fiable. Esto concordaba con la idea de que la influencia de los planetas venia por una distorsión de la magnetosfera terrestre, algo que algún científico había propuesto no sólo para este caso sino también para la actividad solar. ¿Cómo explicar esto? P. Ianna y CL. Margolin, astrónomos del Observatorio McCormick en Charlottesville, Virginia, estudiaron el caso (8), encontrando que si sustituían los días de las posiciones críticas de planetas por fechas aleatorias la distribución era la misma. Más aún, Jean Meeus, el conocido astrónomo aficionado belga logró una correlación similar (incluso más aguda) entre los días de perturbación radio y las fechas en que los satélites rusos de la serie Cosmos habían caído a la Tierra o habían sido recogidos (9). En definitiva, esto nos recuerda el gran peligro que entraña el trabajo estadístico. En este caso tenemos dos muestras de fechas aleatorias (o casi): los días de perturbación, y los días de posiciones relevantes de ciertos planetas. Y logramos una correlación que, evidentemente no supone una relación causa-efecto. Lo mismo se puede aplicar a las supuestas relaciones entre posiciones planetarias y actividad solar, o variaciones en el campo magnético de la Tierra.
La batalla de la Luna
La Luna es la favorita de los astrólogos. Como produce los mareas que vemos en el mar, es fácil justificar su influencia sobre los terráqueos, que al fin y al cabo tenemos una alta proporción de agua (un 80%).Como comentaba I. Kelly, este silogismo es semejante al siguiente: Los perros tienen cuatro patas. Los gatos tienen cuatro patas. Por lo tanto, los gatos son perros. (10) Esta teoría, llamada de marca biológica, fue propuesta y explicada por el psiquiatra Arnold Lieber (11). Más aún, se relaciona la Luna con el periodo menstrual (aunque las estadísticas muestran que no hay tal correlación..), se habla de lunáticos, de asesinatos durante la Luna llena, avalado por estadísticas, por declaraciones de policías y médicos. Realmente, si uno mira cuidadosamente los estudios, encuentra que hay de todo: unos a favor y otros en contra. Lo cierto es que en los estudios no se considera la existencia de otros factores (por ejemplo, que la Luna llena caiga en fin de semana, o a finales de mes) que pueden introducir sesgos importantes. Peor aún, un efecto que se detecta en una población no puede ser reproducido en otra cercana. En definitiva, resulta muy sospechoso todo esto de la Luna. Por otro lado, si uno echa cuentas, como hicieron Culver e lanna (12), el efecto de marea es bastante dudoso. Para que la marea sea importante, se tienen que dar dos condiciones: el cuerpo tiene que tener una gran masa y grandes dimensiones. Está claro que esto se verifica para los océanos. Pero no para un río o un lago, en los cuales apenas si se detecta marea. Por supuesto, en una persona este tirón de la Luna es despreciable. Y además es mucho menor que el de objetos o seres cercanos. Por ejemplo, sobre un niño que está naciendo, la madre ejerce una fuerza de marea unos 12 millones de veces mayor que la Luna. La comadrona a su vez produce una marea sobre la criatura de 2 millones de veces la lunar. El hospital a su vez contribuye con 7 millones de veces la marea lunar. Algunos hacen recaer el efecto de la Luna en una especie de resonancia, de manera que el leve efecto lunar se ve multiplicado. Esto es como aquello del ejército que pasaba un puente y tenían que romper el paso, para evitar que la vibración entrara en resonancia y se rompiera el puente. Lo que no explican, como no lo hace un astrónomo inglés, Perey Seymour, entusiasmado con esto (ver referencia 5), es qué órgano es el que entra en resonancia, o como se produce. Como comentaba un astrofísico amigo mío, lo único que es cierto en el tema de la influencia lunar es que casi todos los asesinatos se producen o bien la semana antes o bien la de después de la Luna llena o la Luna nueva...Todo lo demás, es falso.
El efecto Marte
El psicólogo francés Michel Gauquelin, (junto con su esposa) se ha convertido, desde hace unos años, en una referencia obligada por todo astrólogo que quiera justificarse. Tras diversos estudios sobre astrología, en los que invariablemente mostraba cómo no funcionaba en absoluto, encontró un hecho curioso. Analizó las fechas de nacimiento de unos 2.088 deportistas de élite franceses, y descubrió que gran parte de ellos tenían a Marte en el momento de nacimiento bien saliendo sobre el horizonte bien justo tras su culminación. Dada la respetabilidad de que entonces disfrutaba Gauquelin se hicieron muchos estudios sobre su trabajo. La historia es
larga y complicada, pero conviene destacar unos cuantos puntos interesantes:
* para que funcionara el efecto Marte los partos debía de ser naturales. No iba bien con las cesáreas o partos provocados;
* cuanto más famoso era el deportista, mejor. Esto se ha dado en llamar efecto créme-de-la-créme;
* algunos deportes no valían, por ejemplo el baloncesto era un desastre, por lo que se le eliminó de la muestra.
El haber realizado esta selección para mejorar sus resultados pone bastante en entredicho todo el trabajo...) Un comité belga propuso diversos tests, que no fueron cumplidos por completo por la investigación de Gauquelin. Por otro lado, los deportistas americanos no mostraban el efecto (salvo si la muestra la escogía Gauquelin) Los deportistas que no fueran agresivos (según definición de Gauquelin)tampoco lo mostraban. En resumen, aunque podría realmente haber un efecto, la investigación no era correcta, ni la estadística aplicada adecuada. Se sucedieron réplicas y contrarréplicas (13), quedándose al final Gauquelin completamente apartado de la sección seria del asunto, pero encontrando un nuevo hogar en todos los congresos de astrólogos. Posteriormente ha ido encontrando nuevas correlaciones: militares, científicos, y un largo etcétera tienen a ciertos planetas en ciertos lugares de su cielo natal. Gauquelin dice disponer de una base de datos con varios millones de ejemplos, pero no puede convencer a nadie de que su efecto no es un artefacto de la estadística. Finalmente, aunque sus efectos fueran reales, bien poco sirven de ayuda, pues ni la presencia de un planeta en el lugar adecuado significa el éxito en cierta profesión ni lo contrario.
La conexión psicológica
Es cierto que muchas personas creen al leer una caracterización astrológica que ésta es correcta. Pero se han realizado bastantes pruebas (una recopilación de los mismas se puede encontrar en 14) y queda claro que la gente se contenta con lo que le digan, sea su carta astral o justo la contraria. Gauquelin envió a bastantes personas un horóscopo de un asesino y casi todos le contestaron que lo encontraban muy ajustado a su personalidad. En esta faceta de lo astrología influye el llamado efecto Barnum o cliché psicológico, por el cual una afirmación sobre la personalidad de uno mismo es fácilmente aceptada como propia por cualquier otra persona. En ello ayudan además otros factores, como el hecho de que la astrología se nos presenta como un cuerpo doctrinal perfecto, que nos habla de nosotros que nos justifica algunas tendencias nuestras y no nos lo achaca a nuestra psique o educación. Parece que si somos idiotas no es del todo culpa nuestra. También ayuda el tener que pagar por ello, pues es claro que lo bueno no se da gratis... Aparte de esto, muchas de las afirmaciones de un horóscopo son bastante vagas, de manera que es fácil asumirlas. Normalmente sus caracterizaciones son aplicables a muchas personas. Por ejemplo, si un astrólogo dice que alguien tuvo una enfermedad de niño, o que en la escuela algunas asignaturas le resultaban más difíciles (por ejemplo las matemáticas para una gran parte de la población) es muy probable que acierte. También se produce un efecto de feedback(retroalimentación) reforzante, por el que el sujeto, al creer acertadas unas cosas, tiende a creerse otras con las que en principio no estaría de acuerdo. Otros efectos se producen si la práctica astrológica se da en una consulta. Me refiero principalmente a la lectura fría, método empleado por lo ilusionistas del tipo mentalista que consiste en aprovechar las reacciones inconscientes de las personas para aprender detalles sobre las mismas. Son efectos comunes a ilusionistas, adivinos y presuntos psíquicos contra los que se ha de estar preparado. (Los buenos jugadores de mus o póker suelen hacerlo muy bien).
Test a los astrólogos
Los astrólogos no resultan ser capaces de demostrar sus afirmaciones. En el recuadro adjunto se ve un resumen de los diversos tests llevados a cabo. No se ha logrado encontrar correlación entre la actividad profesional y el signo, o los planetas, tampoco parece haber signos compatibles e incompatibles ya he comentado que la Luna no tiene nada que ver con lo que nos pasa aquí, las predicciones de los astrólogos a los medios de comunicación son peores que la estimación del IPC anual (los españoles no superan el 20% de aciertos) y para colmo, uno de los pocos tests serios que se han realizado sobre la habilidad de los astrólogos para hacer cartas natales correctas mostró claramente que una elección al azar producía más aciertos (15). En esta prueba, se guardó un protocolo de doble ciego (ni el experimentador ni
los experimentados sabían si el sujeto a examen era válido para la prueba o un control), y se les pedía a los astrólogos escogidos por el National Council of Geocosmical Research, una de las más importantes asociaciones astrológicas americanas, que eligieran entre los tres perfiles psicológicos que les daban cuál se ajustaba mejor a la fecha y lugar de nacimiento que también se les proporcionaba. El perfil psicológico había sido realizado por psicólogos conforme al CPI (California Personality Inventory, un test que consiste en 480 preguntas de respuestas verdadero / falso que proporciona información sobre 18 rasgos psicológicos del individuo). Al azar es esperable acertar una de cada tres veces, y aunque en principio los astrólogos debieran haber acertado en todos los casos, se consideraba que acertando un 50% de las veces quedaría demostrada su capacidad. Como comentaba, el resultado era más o menos el del azar (de hecho un poco menor). Lo curioso del coso es que los astrólogos siguen sin prestar importancia a resultados como el de Carlson, aduciendo que lo que pasó es que esos astrólogos eran malos. Por supuesto, se pueden realizar más tests, y de verdad yo estaría encantado de participar en ellos si hace falta. Pero evidentemente, para mi ha quedado suficientemente demostrada la incapacidad de los astrólogos. Y han de ser ellos los que se encarguen de demostrar la veracidad de sus asertos, como comentaba al principio.
Concluyendo
Todo lo que se ha venido comentando en este artículo puede no ser más que agua de borrajas. Aun teniendo en cuenta el impacto de la campaña antiastrológica, la situación actual es bastante penosa: hay empresas que consultan a astroeconomistas para sus decisiones, o para contratar personal, todas los cadenas de televisión tienen su astrólogo e incluso el Teletexto tiene una sección de horóscopos... Desde luego, yo espero que unos cuantos os sintáis lo bastante interesados como para profundizar en el tema. Comprendo que haya muchas personas que piensen que es una pérdida de tiempo el meterse con la astrología (aunque espero que nadie de los asistentes se la crea...). Lo considero un tema lo suficientemente relevante como para en las agrupaciones astronómicas se le dedique un poco de tiempo, y por eso me gustaría antes de terminar proponer algunas actividades posibles. Por un lado, se puede lograr una gran difusión local del manifiesto da los astrónomos manteniendo caliente el debate por algún tiempo. Las cartas a los periódicos se suelen publicar (aunque no siempre) y ahí puede haber una pequeña tribuna para difundir ideas acerca de este tema. Muchos periódicos incluyen predicciones astrológicas en sus páginas. Muy pocos de ellos, sin embargo, incorporan una sección similar sobre la astronomía. Una labor de las agrupaciones que veo fundamental es luchar por que la astronomía sea noticia, aunque sea una vez al mes. No es complicado para nosotros elaborar una nota de prensa sobre el cielo de cada mes que, seguro, muchos periódicos podrían incluir. Hubo una iniciativa en EEUU, promovida por el CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of the Claims of the Paranormal), en la que se envió a todos los medios de comunicación una nota en la que se hablaba de la astrología, y se proponía que si decidían continuar incluyendo los horóscopos, al menos pusieran al principio una nota (como se hace con los paquetes de tabaco). El texto de la nota no es lo importante, aunque el que se proponía venía a decir: La siguiente predicción astrológica debe entenderse solamente como un entretenimiento. Este horóscopo no tiene nada que ver con hechos científicos o demostrables. Hay que reconocer que sólo unos cien periódicos y revistas americanos incluyen una nota similar, pero es un paso adelante. Si los medios de comunicación reciben cartas en este sentido, quizá consideren la posibilidad de incluir el aviso. (Esto lo hago extensivo a las televisiones, al teletexto...) Otra acción que se podría tomar es la redacción de un manifiesto similar al de los científicos. Realmente, bien poco habría que cambiar en él para poder dar cabida a los aficionados a la astronomía. Me gustaría poder saber vuestra disposición a una campaña de este tipo. En España existe una agrupación que se dedica, como el CSICOP americano, a favorecer la investigación crítica de los fenómenos paranormales, de las pseudociencias, y que se pone a disposición de todo aquél que quiera una información veraz sobre estos temas: Alternativa Racional a las Pseudociencias, y edita un boletín llamado La Alternativa Racional. No quiero ser demasiado proselitista, pero me parece que las agrupaciones astronómicas podrían encontrar interesante la información de ARP, y por otro lado, en ARP estamos deseosos de poder contar con más gente interesada en estos temas: somos muy pocos ante tanto charlatán. Su dirección es el Apartado de Correos 6.112 de Bilbao, distrito postal 48080. Finalmente, os hago un ruego: la información sobre el tema paranormal y
pseudociencias que aparece en los medios de comunicación es muy variada y muchas veces no nos llega noticias de ella, especialmente si hablamos de periódicos locales. Si os es posible enviárnosla, os estaríamos muy agradecidos.
Referencias:
(1) A. Franknoi, 1978, Mercury, Jan-Feb, 21
(2) Entre ellos, en castellano: J.C. Pecker, 1983, Mundo Científico, no.22, J.E. Armentia, M.A. Sabadell, 1990, Tribuna de la Astronomía, no. 56/57, Julio / agosto, C. Inza, L. Ocaña, 1990, Tribuna de Actualidad, 11 de Junio, A. Hernández, 1990, Conocer, nº. 111, Agosto. Y en inglés: I. Kelly, 1980, Mercury, Nov/Dec, I. Kelly, 1981, Mercury, Jan/Feb, T.G. Cowling, 1982, Quarterly J. of the R.A.S., 23, 515, J.Rotton, I. Kelly, 1986, Mercury, May/Jun, A. Fraknoi, 1989, Sky an Telescope, Aug, 146.
(3) J.E. Armentia, 1990, Nuevo Siglo, 13, 129.
(4) O. Neugebauer, 1975, A history of ancient Astronomy, Springer-Verlag.
(5) Citado por P. Seymour, 1990, Astrology: the evidence of science, Arkana Books.
(6) Según cita una carta del astrólogo Carlos Bogdanich en la revista Más Allá, julio 1990.
(7) T.G. Cowling, 1977, Isaac Newton and astrology, Leeds University Press
(8) P.A. Ianna, C.J. Margolin, 1981, The Skeptical Inquirer, Fall, p. 32.
(9) Jean Meeus, 1982, The Skeptical Inquirer, Summer.
(10) I. Kelly, 1981, Mercury, Jan/Feb, p.13.
(11) A.L. Leiber, 1978, The lunar effect, Doubleday. Puede existir una traducción al español, aunque no estoy seguro.
(12) R. Culver, P.A. Ianna, 1984, The Gemini Syndrome, Prometheus.
(13) Ver el informe múltiple aparecido en The Skeptical Inquirer, Winter 79/80.
(14) G. Dean, 1987, The Skeptical Inquirer, vol.XI nos.2 y 3.
(15) S. Carlson, 1985, Nature, 318 (Dec5), 419.
Recuadro del que se habla en el texto
Test sobre la astrología
* J. McGervey estudió las fechas de nacimiento de 6.457 políticos y 6.634 científicos, encontrando que se repartían entro los diferentes signos completamente al azar.
* R. Bastedo estudió diferentes características de la personalidad (liderazgo, inteligencia, extraversión, habilidad artística, hasta más de veinte) en una muestra de 1 .000 personas. No aparecía ninguno de los efectos esperables según los astrólogos (preponderancia de algunos signos según qué cualidad, inhibición de otros).
* R. Culver comprobó para 300 personas diversas características físicas (tipo sanguíneo, color del pelo, tamaños de diversas partes del cuerpo, lateralidad altura, peso y muchas más) por ver si había alguna relación con el signo zodiacal. No apareció ninguna.
* B. Silverman analizó los signos de 2.978 personas casadas y 478 divorciadas, sin poder encontrar tendencia de signos compatibles o incompatibles. También estudió a 1.600 estudiantes graduados en psicología, para ver si sus opiniones sobre igualdad, honestidad intelectualidad y otras
tenían algo que ver con el signo. Nada de nada.
* Snell, Dean y Wakefield estudiaron las biografías de dos muestras de 1.500 lideres escogidos al azar, para ver sus rasgos. Según los astrólogos Virgo es un signo de liderazgo. Sin embargo no había más nativos de Virgo que de otros signos.
* J.T. Bennet y J.R. Barth estudiaron los signos regidos por Marte y las listas de reclutamiento en el ejército americano (allí esto es voluntario...) no encontrando, como cabría esperar según los astrólogos, que estos signos fueran más abundantes que los otros.
* J. Noblitt intentó comprobar la idea astrológica de que las relaciones angulares entre planetas (aspectos) en el momento del nacimiento servían para predecir las características de las personas. No encontró ninguna relación que lo probara.
* M Gauquelin estudió si había relación entre el signo y la ocupación para 15.560 profesionales de éxito. Comprobó también si hay herencia astrológica (el niño tiende a nacer con similares rasgos astrológicos que la madre o el padre). Lo hizo para 7.946 individuos y 3.923 pares hijo- padres. También buscó la validad de varios grupos de signos zodiacales, que se describen como positivos o negativos, (introversión o extraversión), estudió las triplicidades (signos de cada uno de los elementos clásicos: tierra, agua, aire o fuego) asociadas a características psicológicas como actividad, estabilidad o adaptabilidad. Ninguna de las hipótesis astrológicas pudo confirmarse. El mismo Gauquelin encontró, a partir de 1975, relaciones entre las posiciones que ocupaban ciertos planetas en el cielo en el momento del nacimiento y la ocupación de las personas, especialmente si habían destacado en ello. Así, Marte para los deportistas (no para los jugadores de baloncesto...), Saturno y los militares, Júpiter y los políticos. Se crea una comisión para investigar el efecto, pero los resultados son contradictorios. Todos los intentos de reproducir sus resultados por otros investigadores han dado resultados negativos.
* G.A. Tyson examinó relaciones entre la fecha de nacimiento y la carrera para 10.313 graduados universitarios: no encontró ninguna relación.
* C. Sherin estudió los asesinatos cometidos durante 15 años en la provincia de Dade, Florida, (en total 1.687) encontrando que se agrupaban en torno al plenilunio y justo después del novilunio.
* Algo similar observó en Cuyahoga, Ohio (con 2.088 homicidios estudiados): los homicidios aumentaban en los días posteriores a la Luna llena y nueva. Las diferencias entre ambos sitios se justificaron por diferencias en la latitud. Un estudio idéntico realizado por A. Pokornoy y J. Jachimczyk en el estado de Texas (en Harris con 2.494) no mostró semejante efecto.
* Cooke y Cooles, y Campbell y Beets analizaron la posible relación entre fase de la Luna y hechos como suicidios o admisión en hospitales psiquiátricos, no hallando ninguna, dentro de los errores estadísticos.
* Frey, Rotton y Barry estudiaron las llamadas hechas a la policía (ambulancia, incendios, violaciones, asaltos, vandalismo, llamadas obscenas y un largo etcétera, hasta 56 tipos). En 50 de ellos no había relación con la Luna.
* D. Lester estudió los suicidios (25.137) y homicidios (20.500) en EEUU
durante 1973, no dándose relación con la fase de la Luna.
* Kelly, Saklofsky y Culver han publicado este año un estudio en que comprueban que no hay relación entre la fase de a Luna y desastres acontecidos en los últimos 150 años (accidentes ferroviarios, en minas, naufragios, grandes asesinatos y secuestros...).
* R. Cuiver y P. Ianna estudiaron las 3.011 predicciones realizadas durante 5 años por famosos astrólogos americanos, viendo que no se habían cumplido más del 10%.
* Un estudio más reducido, llevado a cabo en la prensa española =or L. .Angulo demostró que como mucho acertaban un 20% de las veces (incluyendo en ello afirmaciones vagas como "habrá fuegos en los bosques españoles", "Gibraltar todavía no será español" y cosas por el estilo).
* En el Servicio Geológico de los EEUU se analizaron 240 predicciones de terremotos de 27 astrólogos. El nivel de aciertos no era mayor del esperado por azar.
* Cummings et al., Neher, Lackey, Dwyer y Grange, Tyson, Carlson y Dwyer (otra vez) comprobaron diversas veces (un total de 230 personas) que los individuos son incapaces de distinguir entre su carta astral y la de otra persona.
* Dean, entre otros, probó con 22 sujetos que en la carta astral que creían verdadera un 97% de lo dicho les parecía correcto, frente a sólo un 12% de lo dicho en la carta que se les había dicho era la opuesta. Lo curioso es que eso sucedía independientemente de que se les hubiera dicho la verdad o se les hubiera engañado. El mismo Geoffrey Dean eligió de entre una total de 1.198 los más extravertidos y los más introvertidos, según los resultados de un test de personalidad en total 60 de cada tipo. Las cartas astrales de estos sujetos se enviaron a 45 astrólogos, principalmente americanos e ingleses, para que ellos discriminaran entre los dos tipos de personalidad. Otros 45 astrólogos hicieron la misma selección pero sin cartas. Los aciertos fueron en torno al 50%, es decir, lo esperable al azar, pero curiosamente, los astrólogos que no emplearon cartas lo hicieron mejor que los que tenían las cartas astrales...(S. Carlson hizo un test también sobre la capacidad de los astrólogos de encontrar la carta verdadera, como se indica en el texto).
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Libros
M. Quintana
Instalado como ya está en el mundo civilizado el movimiento Nueva Era (ritos mistéricos, doctrina del Tercer Ojo y similares), quizá convenga echar una mirada atrás en el tiempo para averiguar los orígenes socioeconómicos (las raíces materiales) en los que surgen y se desarrollan esta clase de nacionalismos populares. Con este propósito recomiendo un par de obras arrancadas a las fuentes más críticas de la antropología académica.
Titulo: Antropología cultural. Autor: Marvin Harris Editorial: Alianza Editorial (nº 1464, col. El Libro de Bolsillo). 773 pp. Madrid, 1990. Trad. de Vicente Bordoy y Francisco Revuelta.
Se trata de una nueva edición del antiguo Introducción a la Antropología Genera. Sorprende ver en él todo un apartado dedicado al creacionismo científico (ver cap. 2), en un estilo claramente afín al más corrosivo del Asimov que dedica artículos a la Mayoría Moral. En línea semejante pueden leerse explicaciones materialistas para el resurgir religioso y los predicadores televisivos (ver cap. 16).
El impulso más profundo y más característico del despertar religioso en Norteamérica no es la búsqueda del significado último, sino la búsqueda de soluciones a los problemas económicos y sociales que no están resueltos.
Escrito hace más de diez años no sólo sigue siendo válido para el contexto actual de los U.S.A., sino que confirma el argumento vigente respecto a las razones de la difusión
Título: La cultura contra el hombre. Autor: Jules Henry Editorial: Siglo XXI - 437 pp. México. 1967 (primera edición en castellano) Trad. de Francisco González Aramburu
En este caso me vais a perdonar por la fecha de su última edición (1975), que hace que resulte casi imposible dar con un ejemplar incluso en las librerías más voluminosas. Otra cosa que debo advertir es la irrelevancia de buena parte de sus capítulos para entender la influencia del pensamiento irracional y -su otra cara- el recelo mayoritario a la cultura científica. A este fin tan concreto sólo es recomendable la lectura de la primera parte (unas 100 páginas aproximadamente). Sin embargo, no debería ser ello óbice para intentar la búsqueda de un ejemplar, porque si globalmente es interesante, esta primera parte es sencillamente magnífica. Tampoco debería menospreciarse por su apariencia trasnochada, al tener por objeto la cultura norteamericana contemporánea de los años 60, pues eso no cambia la verdad del origen de esa hostilidad contra la ciencia, el gran creador de la obsolescencia. Ni menos aún por el hecho de que el enfoque crítico se inicie con un análisis de la publicidad y su filosofía monetaria, ya
que esta resulta ser la clave de una economía de esta enfermedad social atontadora por el resto del mundo, basada en la obsolescencia dinámica(tendencia irracional a comprar siempre lo último, para mantener un sistema productivo a todas luces insatisfactorio} y esa economía es a su vez sustento material de los modos de pensar, que son el centro de nuestro interés.
Esta clase de pensamiento -que acepte una prueba que no es prueba- es un factor intelectual esencial de nuestra economía, ya que si la gente pensase con cuidado sería difícil venderle (...). Con objeto de existir económicamente, tal cual somos, debemos tratar con todas nuestras fuerzas, de ser idiotas (...). El gobierno, con la connivencia de la gente, permite que se explote la tontería hasta cierto punto, con objeto de mantener una economía irracional"
Es de señalar que ni el autor ni la obra están dentro de lo que podríamos llamar militancia contra las pseudociencias. Es más, este concepto ni siquiera aparece a lo largo del libro, pero seguramente, en los tiempos que corren, al autor no le sorprendería en absoluto descubrir que hoy puede ser utilizable precisamente, y sobre todo, desde este punto de vista.
Nota de R.: Hay muchos amigos de ARP a los que les gustaría poder tener ésta y otras obras antiguas. En base a ello os rogamos que si la encontráis en alguna librería de segunda mano a un precio razonable (menos de 3.000 Pta.) nos lo hagáis llegar a la redacción de LAR (Apartado 904 / 20080 Donostia-San Sebastián-.)
Algunos libros que queremos conseguir son: "El triángulo de las Bermudas solucionado" de Larry Kusche, trabajos de Mario Roso de Luna sobre la teosofía española, etc.
Si algún lector quiere conseguir alguna obra de segunda mano le rogamos que nos escriba y publicaremos su petición en estas páginas.
Alternativa Racional a las Pseudociencias.
La asociación Alternativa Racional a las pseudociencias (ARP) trata de fomentar la investigación crítica de las supuestas manifestaciones de lo paranormal y los hechos presuntamente situados más allá de los límites de la ciencia siempre desde un punto de vista escéptico, científico y responsable, y dar a conocer los resultados de tales investigaciones a la comunidad científica y al público en general.
Para alcanzar estos objetivos, la asociación:
Mantiene un equipo de personas interesadas en examinar críticamente las supuestas manifestaciones de lo paranormal y los hechos situados más allá de los límites de la ciencia.
Está en contacto con asociaciones similares de todo el mundo, estableciéndose para cada caso el tipo de relación que se estima conveniente.
Propicia y encarga investigaciones a estudiosos objetivos y neutrales de las áreas que sea necesario.
Prepara bibliografías de materiales publicados que analizan cuidadosamente los temas objeto de estudio.
Publica artículos, revistas, monografías y libros que examinan las supuestas manifestaciones de lo paranormal y los hechos presuntamente situados más allá de los límites de la ciencia.
Organiza conferencias y simposios, y asiste a los medios de comunicación para ponerse en contacto con la opinión pública.
No rechaza los hechos a priori, antes de investigarlos, sino que los examina objetiva y cuidadosamente antes de manifestarse al respecto.
Alternativa Racional a las Pseudociencias (ARP) es una entidad cultural y científica sin ánimo de lucro. La Alternativa Racional es el órgano informativo oficial de la asociación.
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