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E

l objeto de este artículo es dar cuenta de al-

gunas confusiones que se pueden producir 

respecto a los tres posicionamientos filosófi

-

cos clásicos sobre la ciencia: el relativismo, 

el realismo y el instrumentalismo, siempre en los tres 

casos con el «apellido» científico. Asimismo, ofrece

-

mos una solución a algunos malentendidos relacio-

nados, en defensa de la racionalidad científica y, por 

tanto, en contra de las seudociencias. En este sentido 

defiendo aquí que tanto el realismo como el instru

-

mentalismo están basados en la racionalidad científi

-

ca y son alternativas válidas al relativismo científico, 

posicionamiento este último que considero una base 

filosófica para el auge de las seudociencias y seudo

-

terapias. Para cumplir con este objetivo conviene pri-

mero repasar brevemente estas tres concepciones

2

.

El  realismo  científico  postula  que  las  entidades 

abstractas  y/o  teorías  científicas  tienen  una  corres

-

pondencia  con  la  realidad  y  se  confirman  o  refutan 

con criterios de verdad o falsedad. Por ejemplo, la 

teoría electromagnética postula la existencia de on-

das electromagnéticas que existen realmente y que se 

propagan, 

realmente

, según se indica en la ecuación 

de propagación de ondas derivada de las ecuaciones 

de Maxwell del electromagnetismo. También postu-

la, por ejemplo, que los electrones son entidades que 

existen en la naturaleza. El realismo defiende que se 

pueden caracterizar dichas entidades describiendo 

cómo son, es decir, cómo es su naturaleza. Normal-

mente los protagonistas de la física clásica, entendien-

do por tal también la relativista, han sido realistas. El 

caso más conocido es el de Albert Einstein, que siem-

pre se opuso a las consecuencias de la interpretación 

probabilística de la mecánica cuántica, considerándo-

la válida pero incompleta hasta que se pudiera desa-

rrollar una nueva teoría que diera cuenta de su visión 

realista de la física. Normalmente el realismo en física 

va asociado a lo que se denomina el sentido común, es 

decir, que nuestro sistema perceptivo pueda construir 

una imagen conceptual de cómo funcionan las cosas.

Confusiones en torno 

Confusiones en torno 

a los posicionamientos 

a los posicionamientos 

filosóficos sobre 

filosóficos sobre 

la ciencia:

la ciencia:

 

el relativismo

el relativismo

el instrumentalismo

el instrumentalismo

y el realismo

y el realismo

1

Pablo Soler Ferrán

ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico

Debatiendo entre lo burdo y lo sutil

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El instrumentalismo científico considera, en cam

-

bio, que las teorías científicas se limitan a dar cuenta 

de relaciones entre fenómenos, de tal forma que estas 

serán correctas si funcionan y realizan predicciones 

contrastables experimentalmente

3

, sin plantearse si 

dichas teorías se corresponden o no con la realidad. 

Su criterio de validez está asociado a la capacidad 

predictiva y no a criterios de verdad o falsedad, de 

tal forma que el avance científico no implicaría una 

visión más precisa de la realidad, sino solo una mejo-

ra en la capacidad predictiva de fenómenos. En cuan-

to a las entidades, el instrumentalismo no se plantea 

describir cómo es su naturaleza, sino que esta se pos-

tula en función de las interacciones que mantienen, 

sin establecer que esa supuesta naturaleza de la en-

tidad se corresponda con la realidad, o mejor dicho, 

sin considerar si esa naturaleza es acorde o no con la 

realidad; de tal modo, los científicos instrumentalistas 

se limitan a dar cuenta de las interacciones de dichas 

entidades. En el realismo basado en el sentido común 

las teorías científicas se asocian con imágenes men

-

tales en el espacio y el tiempo, pero en el instrumen-

talismo se renuncia a este propósito. Los físicos que 

desarrollaron la física clásica originariamente solían 

ser realistas, pero entre los actuales investigadores 

en el ámbito macroscópico suele haber tanto realistas 

como instrumentalistas. En cambio, entre los físicos 

que desarrollaron la mecánica cuántica y los actuales 

investigadores en esta disciplina, suele predominar el 

instrumentalismo. El Premio Nobel de Física Richard 

Feynman da una clase maestra de instrumentalismo, 

sin citarlo, cuando afirma respecto de la electrodiná

-

mica cuántica:

[…] mientras yo les estoy describiendo cómo fun-

ciona la Naturaleza, Vds. no entenderán por qué fun

-

ciona así. Pero nadie lo entiende. No puedo explicar 

por qué la Naturaleza se comporta de esta forma pe-

culiar. Finalmente, existe esta posibilidad: que des

-

pués de decirles algo, Vds. no se lo crean. No puedan 

aceptarlo. No les gusta. Un velo cae sobre Vds. y ya 

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no escuchan más. Voy a describirles cómo es la Natu

-

raleza, y si no les gusta, esto va a interferir con su for

-

ma de comprender. Es un problema que los físicos han 

aprendido a manejar: han aprendido a percibir que el 

que les guste o no una teoría no es el punto esencial. 

Más bien lo que importa es si la teoría proporciona 

o no predicciones en consonancia con los experi-

mentos. 

No es cuestión de si la teoría es una delicia 

filosófica, o es fácil de entender, o es perfectamente 

razonable desde el punto de vista del sentido común. 

La teoría de la electrodinámica cuántica describe a la 

naturaleza de manera absurda desde el punto de vista 

del sentido común. Y concuerda completamente con 

los experimentos. De manera que espero que acepten 

la Naturaleza como es, absurda

4

.

Por otro lado, el relativismo científico postula que 

la validez o no de las teorías científicas depende del 

marco social, moral o de otros aspectos externos a la 

ciencia en los que se encuadran, como determinadas 

condiciones o circunstancias específicas en el tiempo 

y en el espacio. En cuanto a las entidades, defiende 

que son constructos sociales o propuestas 

ad hoc

 úti-

les, de tal forma que cualquier teoría o entidad cientí-

fica puede ser válida según determinadas condiciones 

y todas merecen el mismo respeto o consideración 

científica. En realidad no existirían criterios de vali

-

dez o no de las teorías y entidades científicas, ni en 

cuanto a su correspondencia con la realidad, ni, aun-

que los relativistas no suelan indicarlo expresamente, 

en su valor predictivo, ya que este puede ser producto 

de diferentes causas que no se han considerado.

En mi opinión, este posicionamiento está en la base 

de las seudociencias y seudoterapias, en el sentido de 

no aceptar la evidencia y el consenso científico, o en 

el de no usar una metodología propiamente científica. 

Así por ejemplo, el diseño inteligente sería una alter-

nativa perfectamente válida al evolucionismo darwi-

nista y debería ser enseñado en el entorno académico 

al mismo nivel. De esta forma es muy normal oír ha-

blar a los relativistas de 

ciencia occidental

 o 

ciencia 

oriental

, cuando en realidad el resultado de una teoría 

científica es ajeno al lugar en el que se haya desarro

-

llado. Es obvio que el relativismo implica una visión 

externalista de la ciencia, frente a la internalista que 

suponen el realismo y el instrumentalismo. Que yo 

sepa,  no  hay  y  no  ha  habido  científicos  profesiona

-

les que sostengan el relativismo, de cuya defensa se 

han encargado un grupo de sociólogos y filósofos de 

la ciencia. Los más representativos son los miembros 

del denominado «programa fuerte de sociología del 

conocimiento», Barry Marnes y David Bloor, entre 

otros. Es cierto que estos autores no se denominan a 

sí mismos relativistas, pero sí constructivistas respec-

to a la ciencia, y aquí consideramos el relativismo y 

el constructivismo como equivalentes

5

, aunque esta 

asociación puede no tener consenso, precisamente 

entre algunos constructivistas; por ejemplo, un caso 

interesante es el de Bruno Latour, al que Sokal califi

-

ca como relativista, si bien él mismo ha renegado del 

uso de sus ideas para cuestionar la evidencia científica 

respecto, por ejemplo, al cambio climático

6

.

Una primera confusión que se puede producir es 

la supuesta exclusión mutua entre el realismo y el 

instrumentalismo respecto a las entidades. Para ello 

hay que considerar estas últimas no solo en cuanto a 

su existencia, sino además en cómo es su naturaleza, 

en definitiva, en cómo son. De esta forma creo que 

no se puede dudar de la existencia de los electrones; 

desde este punto de vista, seríamos realistas respecto 

de la «entidad electrón», pero en cambio no podemos 

definir de una forma precisa 

cómo es

 un electrón, in-

cluso puede ser algo distinto en cuanto a su natura-

leza cuando está dentro del átomo o cuando circula 

libremente por un medio conductor produciendo una 

corriente eléctrica. Ciertamente, un electrón confina

-

do en un átomo no es una bolita que gira alrededor del 

núcleo, no sabemos exactamente cómo es, ni parece, 

según la teoría cuántica, que podamos saberlo, ya que 

Es muy normal oír hablar a los relativistas 

de ciencia occidental o ciencia oriental, 

cuando en realidad el resultado de una 

teoría científica es ajeno al lugar en el que 

se haya desarrollado

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lo manejamos como si fuera una función de onda de 

probabilidad —en palabras de mi admirado Juan José 

Millás, signifique lo que signifique el término 

función 

de onda

—; incluso puede que su naturaleza sea dife-

rente cuando un electrón forma parte de un chorro de 

millones de electrones que circulan en un conductor 

metálico. Desde este punto de vista podemos ser re-

alistas respecto a los electrones en cuanto a que real-

mente existen pero instrumentalistas en cuanto a su 

naturaleza, es decir, en cuanto a cómo son. Y esto no 

es ninguna contradicción, pues entra dentro de la pura 

lógica científica. Igualmente, en mi opinión, se pue

-

de ser realista respecto de algunas teorías científicas, 

como la del electromagnetismo en el ámbito macros-

cópico, e instrumentalista respecto de otras como la 

mecánica cuántica.

Otra confusión, tal como parece deducirse en el 

famoso 

Diccionario de Filosofía

 de Ferrater Mora, 

es asociar el relativismo epistemológico, que sería el 

científico, con el escepticismo. Sostiene Ferrater que 

«Algunos autores estiman que, en el nivel epistemo-

lógico, el relativismo brota de una actitud escéptica»

7

remitiendo el diccionario al término 

escepticismo

. En 

realidad, es un error equiparar relativismo con escep-

ticismo, ya que este último se basa en la racionalidad 

científica,  de  hecho  etimológicamente  escepticismo 

sería «mirar con cuidado, con cautela». Aunque es 

cierto que el escepticismo en el ámbito general de la 

filosofía defiende que no hay ningún saber firme, en 

el ámbito científico se refiere más bien a no aceptar 

directamente ninguna teoría científica que no se base 

en el método científico, que incluye la correspondien

-

te confirmación experimental. Precisamente se puede 

considerar que tanto el realismo como el instrumenta-

lismo científico cumplen con este escepticismo, diga

-

mos, racional o moderado. En cambio, el relativismo 

sería una especie de escepticismo radical

8

.

Otro malentendido puede ser el de interpretar el 

instrumentalismo científico como una suerte de rela

-

tivismo moderado, de tal forma que el primero sería 

un posicionamiento intermedio entre el realismo y el 

relativismo. En mi opinión esto es un grave error, ya 

que tanto el instrumentalismo como el realismo están 

radicalmente separados del relativismo. El instrumen-

talismo en ningún caso admite que la validez de una 

teoría científica dependa de factores extracientíficos, 

sino que se basa en que  instrumentalmente funcione 

como teoría predictiva de hechos y resultados que se 

pueden contrastar experimentalmente. Esto es coin-

cidente con el realismo, solo que este último asocia 

a dicha teoría una correspondencia con la realidad, 

lo que no hace el instrumentalismo. Es decir, ambos, 

realismo e instrumentalismo, están basados en el mé-

todo científico y, por tanto, en la racionalidad científi

-

ca. Asociada a esta confusión, hay otra en la que solo 

se plantea el debate realismo-antirrealismo en ciencia, 

como por ejemplo hace Ian Hacking en su obra 

Repre-

sentar e intervenir,

 sin considerar el instrumentalismo 

o incluso de forma ambigua confundiendo el instru-

mentalismo con el relativismo

9

.

Son conocidos los debates filosóficos en torno a la 

ciencia, lo que se ha dado en llamar la «guerra de la 

ciencia»

10

. Para Alan Sokal habría dos tipos de deba-

tes: un debate burdo y un debate sutil

11

. El debate bur-

do sería entre el relativismo y el realismo. El debate 

sutil sería entre el realismo y el instrumentalismo. De 

esta forma, el que realmente interesa y es enriquece-

dor es el sutil, y se puede ignorar perfectamente el 

debate burdo en torno al relativismo. De hecho, esta 

es la posición del filósofo de la ciencia Andrés Riva

-

dulla, uno de los autores que más han analizado el ins-

trumentalismo científico y contribuido a su difusión

12

.

 

En sus amplias aportaciones ha ignorado completa-

mente el relativismo, al considerarlo sin base racional 

alguna y sin contenido merecedor de un análisis filo

-

sófico riguroso, en definitiva, exento completamente 

de rigor epistemológico y metodológico

13

. Rivadulla 

se ha centrado exclusivamente en el debate realismo-

Que yo sepa, no hay y no ha habido 

científicos profesionales que sostengan 

el relativismo, de cuya defensa se han 

encargado un grupo de sociólogos y 

filósofos de la ciencia

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instrumentalismo, posicionándose claramente por el 

instrumentalismo científico, pero sin mencionar, ni si

-

quiera de pasada, el relativismo, omisión que implica 

un silencio más que significativo. 

Antes citaba la defensa del supuesto carácter exter-

nalista de la ciencia por parte de los relativistas o cons-

tructivistas  Aquí creo que se puede producir otro mal-

entendido. No cabe duda de que, a lo largo del tiempo, 

se han priorizado determinadas investigaciones sobre 

otras por la influencia social, política o económica del 

momento. Un claro ejemplo son las recientes investi-

gaciones sobre las vacunas contra la covid; otro ante-

rior es la investigación en energía nuclear, tanto en sus 

aplicaciones bélicas como pacíficas. En este aspecto 

no cabe dudar del carácter externalista en cuanto a las 

directrices investigadoras. Aunque no siempre, este 

carácter externalista se produce más bien en la ciencia 

aplicada. Ahora bien, una vez que disponemos de una 

teoría científica o un producto o servicio tecnológico 

como consecuencia de la aplicación de dicha teoría, el 

carácter de la misma no puede ser más que internalis-

ta, es decir, su validez —o no— depende de que dicha 

teoría sea válida por sí misma, sin espacio para fac-

tores externos que la validen o no. Por tanto, no hay 

que confundir el carácter externalista de la prioridad 

en investigar en determinadas áreas con el supuesto 

carácter externalista del producto científico o tecnoló

-

gico conseguido.

Una aportación que permite aclarar el debate es la 

del filósofo Ian Hacking al considerar la ciencia con 

una doble cara: la de la representación y la de la in-

tervención

14

. En cuanto a la ciencia como represen-

tación, es decir, pensar cómo es el mundo, puede ha-

ber matices que se nos escapen para decidirnos por el 

realismo o el instrumentalismo. En cambio, al consi-

derar la ciencia como intervención, desde el momen-

to en que intervenimos en la naturaleza, modifican

-

do fenómenos e incluso creando nuevos fenómenos 

inexistentes —es decir, modificando el mundo—, no 

podemos negar el carácter realista de la ciencia. Un 

buen ejemplo lo tenemos en una onda electromagné-

tica que contiene información. Modulando una señal 

eléctrica, podemos emitir ondas electromagnéticas 

que se propagan de acuerdo a una determinada ley de 

propagación, conteniendo una información concreta 

que luego podemos recibir, decodificar y convertirla 

a un modo perceptible por nuestros sentidos, como 

una información de audio o de vídeo. Todo esto no 

solo implica que hay una intervención en la natura-

leza (donde no hay ondas electromagnéticas con in-

formación inteligente, porque estas son un producto 

humano), sino que además esa intervención funciona, 

de tal forma que podemos estar sentados en nuestro 

sofá, sea en Oriente u Occidente, viendo una entre-

vista o espectáculo en directo a miles de kilómetros, 

bien en el Norte o bien en el Sur. Por tanto, parece que 

«algo» debe de haber en esas ondas electromagnéticas 

para que la cosa funcione, y en ese algo, si repasamos 

la historia del electromagnetismo, hay ciencia básica 

teórica, ciencia básica experimental, ciencia aplica-

da, desarrollo científico-tecnológico y, por último, un 

producto que, 

voilà,

 funciona.

Notas:

1. Agradezco los comentarios de Andrés Rivadulla 

Rodríguez, Cristina Polo Usaola y Diego Soler Polo a 

un borrador previo de este artículo.

2. A la hora de indicar ejemplos me centraré en el 

campo de la física, que es el que conozco y considero 

más clarificador. Por otra parte, no es posible profun

-

dizar aquí en todos los matices de cada posiciona-

miento y sus interacciones, para ello remitimos a la 

bibliografía indicada a lo largo del texto. Ciertamente 

existe el riesgo de caer en el sesgo de considerar la 

filosofía de la física como extensible a toda la filosofía 

de la ciencia. En otras disciplinas, como las ciencias 

biomédicas o la antropología, hay todavía más mati

-

ces y no es tan obvio delimitar claramente los diferen-

tes posicionamientos filosóficos. Agradezco al físico 

Se puede ser realista respecto de 

algunas teorías científicas, como la 

del electromagnetismo en el ámbito 

macroscópico, e instrumentalista respecto 

de otras como la mecánica cuántica

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teórico Diego Soler su larga e instructiva conversa

-

ción al respecto, de la que he aprendido mucho.

3. 

No tenemos espacio para analizar todas las su-

tilezas del asunto, ya que por ejemplo en el ámbito de 

la astrofísica no siempre la capacidad predictiva es 

un baremo tan contundente del éxito de la teoría, ya 

que el elemento observacional tiene un peso mayor 

que en otras áreas de la física; algo similar ocurre con 

la biología evolutiva.

4. R. Feynman, 

Electrodinámica cuántica

, Alianza 

Editorial, Madrid, 1988, p. 12, . El destacado en ne

-

grita es mío.

5. Siguiendo a Alan Sokal y Jean Bricmont en 

Im-

posturas intelectuales

, Paidós, Barcelona, 2008. Los 

autores  refutan  con  éxito,  en  mi  opinión,  a  autores 

constructivistas  o  relativistas  como,  además  de  los 

indicados anteriormente, Jacques Lacan, Julia Kriste

-

va, Luce Irigaray o Guilles Deleuze, entre otros. Ade

-

más señalan con acierto el mal uso o, mejor dicho, el 

abuso por malinterpretación supuestamente favora-

ble al relativismo, de las ideas de Kuhn en su famosa 

Estructura de las revoluciones científicas

.

6. B. Latour, Why Has Critique Run out of Steam? 

From Matters of Fact to Matters of Concern, 

Critical 

Inquiry

, 30, 2004, pp. 225-248.

7. Ferrater Mora, 

Diccionario de Filosofía

, Alianza 

Editorial, Madrid, 1979 p. 3059

8. Sokal, 

Más allá de las imposturas intelectuales

Paidós, Barcelona, 2009, pp. 299-315.

9. Obra por otra parte magnífica en mi opinión, y 

muy esclarecedora salvo precisamente en este as-

pecto.

10. Hacking,  ¿

La construcción social de qué?

Paidós,  Barcelona,  2001;  Sokal,  Op.  Cit.  2009,  pp. 

335-460.  Más  duro  o,  si  se  prefiere,  políticamente 

incorrecto,  aunque  personalmente  lo  suscribo  com

-

pletamente,  en  su  ataque  al  relativismo  es  el  texto 

del catedrático emérito de Física Teórica José Adolfo 

Azcarraga  «Contra el relativisme», 

Mètode

, n.º 23, 

1999 (versión en español https://www.uv.es/azcarrag/

pdf/1999%20Metode%20Contra%20el%20relativis

-

mo.pdf)

11. Sokal, Op. cit.  2009, pp. 295-298.

12. A.  Rivadulla, 

Éxito, razón y cambio en físi-

ca. Un enfoque instrumental en teoría de la ciencia

Trotta, Madrid, 2004; 

Meta, método y mito en ciencia

,  

Trotta, Madrid, 2015.

13. Comunicación privada al autor.

14. I. Hacking, Op. cit.  1996.

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