background image

el esc

é

ptico

5

anuario 2016

E

ditorial

1

El Escéptico, 7, año 2000

E

stamos acostumbrados a que quienes tratan de ven-

dernos métodos pseudocientíficos relacionados con 

la salud muevan la diana cuando quedan en eviden-

cia, ya sea desde el punto de vista legal como del meramen-

te intelectual. Así, ante auditorios críticos, se escabullen 

con argumentos tales como que ellos no hablan de curar, 

sino de sanar; o que es el enfermo el que se cura a sí mismo 

cuando sigue sus consejos, por aquello de culpar a la vícti-

ma si algo sale mal.

De eso sabe mucho Emilio J. Molina, quien nos presen-

ta el trabajo más extenso de este número, en el que trata 

de unos movimientos —con sus derivas sectarias— que 

achacan a conflictos emocionales el origen de nuestras en-

fermedades. Y digo nuestras refiriéndome a los humanos, 

porque nunca he oído decir a ninguno de estos gurús que 

las enfermedades que sufren los moluscos o las bacterias 

también se deban a que en su infancia tuvieran un conflicto 

no resuelto con sus hermanas o sus madres.

También resulta habitual que digan que lo suyo es cien-

cia de la buena, aludiendo a supuestos descubrimientos de 

la física cuántica (véase el trabajo de Sadri Hassani sobre la 

ciencia «posmaterialista»), argumento que ahora empieza a 

ser desplazado por una versión estrafalaria de la epigené-

tica. Y cuando son contestados por científicos de verdad, 

que les dicen que lo que cuentan no tiene ningún sentido, 

vuelven a mover la diana y argumentan que, de acuerdo, lo 

suyo no son terapias, ni ciencia, sino métodos de consulta 

humanista. ¿A qué se refieren con humanista? ¿Qué tiene 

que ver el humanismo (del que la ciencia es hija) con esos 

peligrosos vendedores de crecepelo? Procede traer aquí a 

colación aquel «Manifiesto Humanista» del año 2000

1

, del 

filósofo norteamericano Paul Kurtz, donde ya en su primer 

punto dejaba claro su apoyo a la medicina científica, para 

continuar con razonamientos que revelan que los embauca-

dores no tienen humanismo al que agarrarse; entresaco una 

cita del aludido manifiesto: «La persistencia de actitudes 

espirituales tradicionales fortalece con frecuencia modos 

irreales, escapistas y místicos de enfocar los problemas so-

ciales, que fomentan el desprecio por la ciencia y defienden 

los mismos mitos que con demasiada frecuencia se hallan a 

la base de arcaicas instituciones sociales».

Aunque quizás con eso de humanista no se refieren al 

humanismo, sino a las humanidades, es decir, a la literatu-

ra, la historia, la filosofía… No se preocupen, que también 

tenemos algo que ofrecer al respecto: un trabajo, a cargo 

de Marisa Marquina, sobre la importancia de la filosofía 

en la formación del pensamiento crítico; filosofía que trata 

de levantar cabeza tras el mal sueño posmodernista de las 

últimas décadas, coladero de todo tipo de juicios absurdos 

y al que creo responsable en buena medida de la mala época 

que vive lo que la autora considera una leal compañera para 

múltiples facetas de la vida. Y por si fuera poco, añadimos 

una respuesta a la pseudociencia por parte de un literato, 

H.P. Lovecraft, en una serie de textos sobre la astrología 

hasta ahora inéditos en español, y la convocatoria de nues-

tro II Concurso de Relatos Félix Ares de Blas sobre pensa-

miento crítico.

Quizá, visto lo visto, tengamos que hacer que en los es-

tatutos de ARP-SAPC figure como objetivo el desarrollo de 

la ciencia 

y las humanidades para combatir la pseudocien-

cia, pues solo con una formación integral podemos tener las 

armas apropiadas y evitar que nos engañen, ya que, como 

nos hace ver Hugo Matas en su análisis sobre las creencias 

pseudocientíficas en la universidad, no parece que estudiar 

carreras «de ciencias» comporte un mayor escepticismo. 

Concluiría de todo esto que, si no queremos que hagan mal 

uso de la ciencia, no permitamos tampoco que mangoneen 

las humanidades con fines igualmente espurios.

También incluimos un trabajo sobre un tema de actuali-

dad: los campos electromagnéticos y su supuesta o posible 

incidencia en la salud. En esto, como en otras cosas, sabe-

mos que el miedo vende, y parece que queramos dar ideas 

de negocio a algunos adelantándonos al futuro para que nos 

vengan próximamente ofreciendo artilugios contra las co-

municaciones vía LiFi, eso en caso de que no pretendan 

prohibirlas, directamente.

Y por último, una divertida entrevista con el mentalista 

estadounidense Banachek, quien en sus tiempos mozos se 

dedicó a hacer el gamberro usando sus habilidades para en-

gañar a esa intentona de ciencia que fue la parapsicología 

(intentona honesta al principio, al menos por parte de al-

gunos, quienes la abandonaron al ver que ahí no había más 

que fantasía), la cual vivió un segundo auge durante la Gue-

rra Fría tras su justo olvido de décadas a principios del si-

glo XX. Veremos cómo diversos investigadores seguían el 

empuje dado por su deseo de creer por encima de la razón 

con el llamado Proyecto Alfa, orquestado por James Randi.

Todo esto, junto con una pequeña memoria de las activi-

dades de la Asociación durante el período 2015-2016, es lo 

que da de sí este número 44 de la revista, el primero en el 

formato de anuario. Que lo disfruten. 

Juan A. Rodríguez

Director de El Escéptico