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as pseudociencias vienen ganando terreno rápida-

mente en las últimas décadas. Los complementos 

dietéticos y los preparados homeopáticos, publicita-

dos entre otros por el desacreditado Dr. Oz

1

, ahora consti-

tuyen una industria multimillonaria. Hay grandes universi-

dades que acogen centros de salud integral y ofrecen cursos 

de acupuntura, reiki, toque terapéutico, qigong y medicina 

védica, financiados generosamente por la sanidad pública 

(Mielczarek and Engler 2013). Elsevier, una reputada edi-

torial científica, publica revistas dedicadas a la pseudocien-

cia (Beauregard  et al., 2014). Tenemos iconos de la cultura 

pop como Vani Hari («The Food Babe»

2

), quien ha conse-

guido que cientos de miles de ciudadanos desinformados 

firmen peticiones de apoyo a sus demandas anticientíficas 

ante la industria alimentaria (Godoy 2014; Alsip 2015).

El mayor peligro de tal desinformación viene cuando 

esta procede de médicos y científicos, algunos con currí-

culos impresionantes, en los que la gente confía. Por ello, 

resulta imprescindible denunciar los mensajes de esos pro-

fesionales y mostrar que, a pesar de sus credenciales, su 

mensaje contradice la misma ciencia que antaño practicaron.

¿Disidentes o charlatanes?

David Pruett, un colaborador habitual del Huffington 

Post, ha publicado un elogio al Manifiesto por una cien-

cia posmaterialista (Pruett 2014), un documento que pre-

tende ser un nuevo paradigma de la ciencia, en el cual la 

espiritualidad, la parapsicología y las experiencias cerca-

nas a la muerte se sitúan al mismo nivel que la mecánica 

cuántica. El documento está firmado por cuatro psicólogos, 

un antropólogo social, un médico, un neurocientífico y un 

biólogo, ninguno de los cuales sigue el consenso científi-

co general de sus respectivas disciplinas (Beauregard et 

al, 2014). Incluye nombres que resultarán familiares a los 

lectores habituales del Skeptical Inquirer por su defensa de 

la ciencia marginal, como el psicólogo Gary Schwartz, Ma-

rilyn Schlitz del Instituto de Ciencia Noética, el Dr. Larry 

Dossey (defensor de la  medicina cuerpo-mente) o Rupert 

Sheldrake.

Schwartz, psicólogo de la Universidad de Arizona, es 

unos de los tres redactores del manifiesto. En 2002 recibió 

un premio de 1,8 millones de dólares del Centro Nacional 

de Medicina Alternativa y Complementaria del NIH (Ins-

tituto Nacional de Salud) para crear el Center for Frontier 

Medicine in Biofield Science (Centro de Medicina de Fron-

tera en la Ciencia de los Campos Energéticos Biológicos, 

CFMBS), de su universidad. Como los hallazgos del centro 

eran «demasiado polémicos para las publicaciones con-

vencionales», Schwartz los reunió en un libro en 2007, el 

mismo año en que se clausuró el CFMBS (Schwartz 2015). 

Ahora Schwartz es el director del Laboratorio para Avan-

ce en la Consciencia y la Salud (LACH

9

), un supuesto la-

boratorio en el que se investigan terapias alternativas y de 

mente-cuerpo. El LACH presume de sus publicaciones en 

su página web, donde si se pincha en la pestaña publicacio-

nes nos aparece una página en la que se muestran ediciones 

comerciales de Schwartz, como The G.O.D. Experiments 

(Los experimentos de D.I.O.S.). Bajo las obras publicadas 

aparece  una  curiosa  nota:  «esta  lista  será  modificada  en 

breve». Las páginas web de los otros dos redactores y de 

los otros cinco firmantes del manifiesto muestran caracte-

rísticas similares, siempre al margen de la ciencia conven-

cional.

Tras ensalzar los currículos de los autores del manifies-

to, Pruett escribe: «...son todos científicos disidentes, cuyos 

puntos de vista no siguen los de la ciencia oficial. Vale la 

¿Ciencia posmaterialista?

 

Una cortina de humo 

para los misticismos

Sadri Hassani

Original publicado en: Skeptical Inquirer, Volumen 39.5, Septiembre-octubre de 2015

Traducción: Eva Rodríguez, Juan A. Rodríguez y Nigel Bax

La diferencia entre lanzar ideas revolucionarias y soltar disparates

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pena mencionar, sin embargo, que tampoco lo hicieron Co-

pérnico, Galileo, Kepler o Einstein». Esta es la típica ma-

nipulación del concepto de ciencia oficial utilizada por los 

pseudocientíficos para vender magia. Aquellos que siguen 

el consenso científico, dicen, no pueden producir ninguna 

idea  revolucionaria.  Los  pseudocientíficos  sostienen  que 

los verdaderos genios, los que cambian la manera de en-

tender la naturaleza, se alejaron de la corriente principal, 

cuando nada más lejos de la realidad.

Existen tres tipos de científicos (médicos incluidos):

A – los que participan del consenso científico.

B – los que ponen a prueba el consenso científico.

C – los que abandonan el consenso y se convierten en 

charlatanes.

Una mayoría aplastante de los científicos pertenece al 

primer  grupo.  Galileo,  Newton,  Dalton,  Crick  y Watson, 

Planck y Einstein pertenecen al segundo. Los del tercero 

pudieron haber sido alguna vez consumados científicos del 

primer grupo; sin embargo, por diversas razones, abando-

naron la línea convencional

 

y, con ello, la ciencia misma. 

Gente como Deepak Chopra, Andrew Weil, el Dr. Oz, Ru-

pert Sheldrake, Fritjof Capra y los autores del manifiesto, 

como ellos mismos reconocen, ya no siguen las tendencias 

dominantes. Aunque, sin duda, tampoco pertenecen al se-

gundo grupo.

Como el principal argumento de Pruett para su alabanza 

de la «ciencia» posmaterialista radica en calificar a los au-

tores del manifiesto de «disidentes» al mismo nivel que Co-

pérnico, Kepler, Galileo, y Einstein, es crucial, si queremos

 

refutar su postura, demostrar que esos cuatro científicos, al 

igual que otros gigantes de la ciencia, eran de hecho cientí-

ficos convencionales.

Existe una gran diferencia entre lanzar ideas revolu-

cionarias —dentro de los límites de la ciencia— y soltar 

irresponsablemente disparates, etiquetados de «revolucio-

narios» solo porque los científicos convencionales no los 

aceptan. La oposición inicial de la comunidad científica a 

ambos tipos de ideas es una reacción saludable a la subver-

sión de las teorías predominantes, admitidas y comproba-

das experimentalmente, aunque los mismos que se oponen 

Gary Schwartz, impulsor del Manifiesto por una ciencia postmaterialista (foto:www.simonandschuster.com/)

El mayor peligro de la desinformación viene cuando 

esta procede de médicos y científicos, algunos con cu-

rrículos impresionantes, en los que la gente confía.

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Los mismos que se oponen a una nueva idea se con-

vierten al final en sus defensores una vez que las prue-

bas muestren su validez.

a una nueva idea se convierten al final en sus defensores 

una vez que las pruebas muestren su validez. Y así es como 

se crea un nuevo consenso.

 

Por el contrario, rechazarán tan-

to un galimatías pseudocientífico como a su proponente, si 

este insiste en sostener una idea no fundamentada, no so-

metida a ensayo o no comprobada.

Disidentes del consenso

El heliocentrismo fue descubierto por el astrónomo y 

matemático griego Aristarco de Samos, quien calculó el 

tamaño de la Luna y del Sol y sus distancias desde la Tie-

rra mediante datos recabados al observar los eclipses y las 

fases lunares. Examinando cuidadosamente el arco de la 

sombra de la Tierra sobre la Luna durante un eclipse lunar, 

Aristarco determinó que el diámetro de la Luna era aproxi-

madamente de un tercio del terrestre; de la observación del 

diámetro angular de la luna llena, dedujo que la distancia 

entre la Tierra y la Luna era de treinta

 

veces el diámetro de 

nuestro planeta.

Las medidas solares del infravalorado Aristarco mostra-

ron que la distancia entre la Tierra y el Sol era de veinte 

veces la distancia entre la Tierra y la Luna. Y como ambos 

muestran aproximadamente el mismo diámetro angular en 

el firmamento, el Sol, estando veinte veces más lejos, debe 

ser veinte veces más grande que la Luna, o unas siete veces 

más grande que la Tierra. Aristarco concluyó que la Tierra, 

por ser más pequeña, giraría en torno al Sol. Una conclu-

sión basada únicamente en las observaciones de astróno-

mos convencionales (Hassani 2010, 8).

Que Copérnico tuviera o no conocimiento de los cálcu-

los de Aristarco es objeto de controversia (Evans 2014). Lo 

que está claro es que los datos de los eclipses lunares y de 

la distancia entre la Tierra y la Luna estaban a su alcance 

en los libros de astronomía general de su época, sobre todo 

el Almagesto de Ptolomeo, y usó esos datos para montar su 

modelo heliocéntrico.

Como todas las áreas científicas, la astronomía observa-

cional occidental quedó detenida tras el período griego has-

ta que un astrónomo danés, Tycho Brahe, empezó a realizar 

observaciones con una precisión sin precedentes. Continuó 

con la tradición de los astrónomos griegos Hiparco y Ptolo-

meo y en su época él era básicamente la corriente principal, 

pues era uno de los pocos que se dedicaban a observar las 

estrellas.

Sus precisas observaciones de los planetas mostraban 

discrepancias con los dos modelos teóricos predominantes: 

ni el geocéntrico de Ptolomeo ni el heliocéntrico de Co-

pérnico concordaban con sus datos. Como en toda buena 

ciencia —al contrario que en la pseudociencia, que se basa 

de manera dogmática en creencias— si una teoría no coin-

cide con las observaciones, ha de ser modificada. Brahe, 

poco versado en matemáticas, no estaba en condiciones de 

proponer la modificación. Por ello, invitó a su observatorio 

de Praga a Johannes Kepler, un matemático y físico “con-

vencional” coetáneo suyo y muy conocido, para analizar 

los datos que él había recogido.

Kepler tenía claro qué teoría modificar. Si bien el mode-

lo geocéntrico de Ptolomeo ya había sido afinado repetidas 

veces a lo largo de los siglos, el modelo heliocéntrico de 

Copérnico, por su parte, era más sencillo: el Sol estaba en 

el centro y los planetas se movían a su alrededor en órbi-

tas circulares. A Kepler le llevó casi veinte años revisar el 

modelo heliocéntrico para hacerlo coincidir con los datos 

de Brahe: sustituyó las órbitas circulares por elipses, y su 

trabajo constituyó una mejora sobre un marco teórico que 

ya existía para acomodar las nuevas observaciones de Bra-

he (Hassani 2010, 40).

La mayor contribución de Galileo a la ciencia fue su hin-

capié en la necesidad de la experimentación y en los resul-

tados obtenidos a partir de esta. Pero de ninguna manera se 

salió de la corriente científica principal, como dice Pruett. 

No había corriente principal en la época de Galileo, porque 

no había corriente. La corriente de la ciencia griega empezó 

a secarse cuando un soldado romano asesinó a uno de los 

mayores científicos de todos los tiempos: Arquímedes.

Arquímedes era bien conocido no solo como gran mate-

mático, sino también como inventor. Si bien todas sus obras 

terminadas son de naturaleza teórica, sus investigaciones 

en mecánica y fluidos influyeron profundamente en su pen-

samiento matemático (Heath 2002), y los métodos «mecá-

nicos» con los que llegó a algunos de sus descubrimientos 

teóricos claves se aproximan mucho al procedimiento cien-

tífico moderno de diseño de teorías basadas en mediciones 

experimentales.

La Europa del siglo XVI vivió el renacer de la ciencia 

tras un hiato de 1800 años. Surgieron entonces dos escue-

las de pensamiento. Una siguió a Platón y a Aristóteles y 

defendió la primacía de la mente. La otra enfatizó la impor-

tancia de la observación y, en este sentido, siguió a Arquí-

medes, cuyas obras habían sido traducidas al latín y estaban 

disponibles  para  científicos  del  posrenacimiento  europeo 

como Francis Bacon, quien fomentó el empirismo; Galileo 

Galilei, que aplicó el método al movimiento; y William Gil-

bert, que lo aplicó a la electricidad y al magnetismo. Bacon, 

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Galileo, Gilbert y otros varios siguieron la línea marcada 

por Arquímedes.

Podemos decir que no hay idea científica más revolucio-

naria que la noción de cuanto. La última década del siglo 

XIX vivió una conmoción en la física convencional cuando 

se trató de entender cómo producían radiación electromag-

nética los objetos calientes, y de ahí se propuso la idea teó-

rica de radiación de un cuerpo negro (BBR). Un resumen 

de la historia del descubrimiento de los cuantos desde un 

cuidadoso análisis de la BBR nos ayudará a ver el carácter 

convencional del descubrimiento:

Su estudio comenzó con Gustav Kirchhoff —el mismo 

Kirchhoff  cuyas  leyes  de  circuitos  eléctricos  se  enseñan 

en los cursos introductorios de física (convencional)—; 

continuó con Josef Stefan y Ludwig Boltzmann, quienes 

enunciaron una ecuación para la luminosidad de la BBR; 

y siguió con el impulso de Wilhelm Wien, quien encontró 

la fórmula que describía de manera detallada el comporta-

miento de un emisor de cuerpo negro. Planck descubrió una 

derivación de la fórmula de Wien y publicó su resultado en 

la revista convencional Annalen der Physik en noviembre 

de 1899. Ese mismo mes, otros dos investigadores infor-

maron en una reunión de la Sociedad Alemana de Física 

(GPS), celebrada en Berlín, de que había discrepancias en-

tre lo predicho por la fórmula y sus propias observaciones. 

Cuando Wein revisó su fórmula, concluyó que esta era vá-

lida solo para longitudes de onda corta.

Mientras tanto, uno de los colegas de Planck le informó 

de un hallazgo reciente sobre las longitudes de onda largas 

de un cuerpo negro y de cómo concordaba con la fórmula 

derivada por el físico inglés Lord Rayleigh. Al recibir la 

noticia, Planck, cuya deducción a partir de la fórmula de 

Wien le había proporcionado ventaja sobre otros teóricos, 

pudo hallar una nueva ecuación que concordaba con ambos 

extremos del espectro de la BBR y presentó su resultado 

bajo el modesto título de «Una mejora de la ley espectral 

de Wien» en la GPS en octubre de 1900 (Ter Haar 1967, 

79). Para Planck, la siguiente pregunta era entonces por qué 

funcionaba

 

la nueva ecuación. Planck había usado para su 

hallazgo un razonamiento puramente termodinámico. Sin 

embargo, existía otra escuela, mecanicista y materialista, 

que aplicaba técnicas estadísticas a la termodinámica. Él 

no seguía esta última escuela y, de hecho, se oponía a ella. 

No obstante, tras el éxito de su nueva fórmula, comenzó a 

aprender más  mecánica estadística. En su conferencia al 

recibir el Nobel, Planck subrayó esta influencia y reconoció 

que le había permitido enunciar su principio de la cuantifi-

cación de la radiación electromagnética (Planck 1920).

Einstein alcanzó la fama en 1905 al publicar tres artícu-

los en la misma revista en la que Planck había publicado los 

suyos, Annalen der Physik (Einstein 1905a, 1905b, 1905c): 

El primero, sobre el efecto fotoeléctrico, estaba basado 

en la idea de Planck sobre la cuantificación de las ondas 

electromagnéticas, y por él consiguió el Nobel de Física en 

1921. El segundo, sobre el movimiento browniano, unía la 

teoría atómica de la materia con la mecánica estadística, lo 

que ahora es algo aceptado por todos. El tercero versaba 

sobre electrodinámica, una de las áreas más convenciona-

les de estudio desde la predicción de la existencia de las 

ondas electromagnéticas por parte de Maxwell en 1865, y 

su descubrimiento y generación en 1887.

Un área de investigación a la que se dedicaban multi-

tud de físicos teóricos y experimentales era la del compor-

tamiento de las ondas electromagnéticas en un medio en 

Retratos de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y Johannes Kepler. (fotos: Wikimedia Commons)

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movimiento. Para la explicación del fenómeno, Einstein 

formuló la teoría de la relatividad especial.

Pruett, por tanto, se equivoca al decir que Copérnico, 

Galileo,  Kepler  o  Einstein  no  eran  científicos 

convencionales.

Sin entrar en detalles, mencionaré las principales 

contribuciones más reconocidas de los cinco principales 

fundadores de la mecánica cuántica, por su importancia en 

lo relativo al manifiesto:

•  El modelo de Bohr del átomo de hidrógeno: Neils Bohr 

publicó su teoría cuántica del átomo de hidrógeno en tres 

artículos en la publicación convencional Philosophical 

Magazine, en la cual ya habían aparecido previamente los 

trabajos pioneros de J.J. Thomson y Ernest Rutherford 

(Bohr 1913a, 1913b, 1913c).

•  La dualidad onda-partícula: En 1923, Louis de Broglie 

presentaba tres comunicaciones a la muy oficial Academia 

de París, en las que esbozaba las bases de una teoría 

ondulatoria de la materia. A partir de estas comunicaciones, 

elaboró  su  tesis  doctoral  de  1924  y  un  artículo  en  una 

revista igualmente convencional (de Broglie 1925).

•  El principio de incertidumbre: Formulado por Werner 

Heisenberg con su trabajo en la mecánica del átomo de 

hidrógeno, lo publicó en la revista convencional Zeitschrift 

für Physik  (Heisenberg  1925).  Heisenberg  invitó  a  otros 

físicos a que se sumaran a su investigación. Entre los que 

colaboraron con él estaban Felix Bloch, Rudolf Peierls, I.I. 

Rabi, Edward Teller y Victor Weisskopf, todos ellos físicos 

que participaban del consenso científico.

•  La  ecuación  de  Schrödinger:  Publicada  en  1926  en 

Annalen der Physik, la misma revista en la que Einstein y 

Planck habían publicado sus trabajos (Schrödinger 1926). 

Su ecuación describía la mecánica del átomo de hidrógeno 

y la cuantificación de sus niveles de energía.

•  Mecánica cuántica relativista: En 1928, P.A.M. Dirac 

publicó el artículo que unificaba la teoría de la relatividad 

especial y la mecánica cuántica, y predecía la existencia de 

la antimateria en otra revista igualmente convencional 

(Dirac 1928).

La mecánica cuántica: una teoría materialista.

La mecánica cuántica es uno de los temas preferidos por 

las pseudociencias, que la presentan envuelta en un halo 

espiritual que acompaña al qi, al taoísmo, la ayurveda, el 

karma y muchos otros conceptos religiosos orientales que 

urden los promotores del misticismo.

Pruett,  citando  el  manifiesto,  dice:  «La  mecánica 

cuántica (...) supera la mecánica newtoniana y socava 

la idea clásica del materialismo», lo que constituye una 

distorsión absoluta de la realidad. El hecho de que la teoría 

cuántica fuera desarrollada a partir del comportamiento del 

átomo de hidrógeno es señal de su naturaleza materialista 

y  una  falsación  de  la  pretensión  de  los  científicos 

posmaterialistas de que «la mecánica cuántica cuestiona la 

base materialista del mundo, al mostrar que los átomos y las 

partículas subatómicas no son en realidad objetos sólidos» 

(Beauregard et al. 2014). ¿Qué significa esto? ¿Que solo 

los objetos sólidos son materiales? ¿Que según se funde el 

hielo se desvanece su materia? Los estados sólido, líquido y 

gaseoso —todos ellos estados de la materia que dependen de 

la temperatura— son propiedades de agregados de átomos 

o moléculas, los cuales, de manera individual, no poseen 

las propiedades del conjunto. Tal afirmación equivaldría a 

decir que las células humanas no son humanas porque no 

pueden reír ni llorar por sí mismas.

La cuestión de qué es exactamente una partícula material 

aparece  respondida  en  un  trabajo  del  Nobel  Eugene 

Wigner, publicado en otra revista convencional (Wigner 

1939). Wigner demostró matemáticamente que todo lo que 

posee energía y momento, ya sea una partícula subatómica 

o un camión, puede ser descrito mediante dos números: su 

masa y su spin, pudiendo ser cero cualquiera de ellos. Así, 

con precisión matemática, podemos concluir que todas las 

partículas —incluidos átomos, partículas subatómicas y 

fotones (partículas sin masa)— son materiales, y la ciencia 

que los estudia ha de ser, por principio, materialista.

La mecánica cuántica que «socava la idea clásica 

del  materialismo»  es  un  invento  de  los  «científicos» 

alternativos y paranormales que han quedado fuera del 

consenso  científico y  encuentran  satisfacción escribiendo 

un manifiesto para atraer «colegas».

Referencias

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Molecules (Part I). Philosophical Magazine 26(151): 1-24.

1913b.  On  the  Constitution  of  Atoms  and  Molecules 

(Part II). Philosophical Magazine 26(153): 476-502.

1913c.  On  the  Constitution  of  Atoms  and  Molecules 

(Part III). Philosophical Magazine 26(155): 857-875.

La mecánica cuántica es uno de los temas preferidos 

por las pseudociencias, que la presentan envuelta en 

un halo espiritual.

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1905b. On the motion of small particles suspended in 

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Notas:

1- Médico estadounidense y fenómeno televisivo de su país, 

defensor de pseudomedicinas, por lo que recibió el “premio” 

Pigasus de la Fundación Randi en 2009. N. del T.

2- Activista norteamericana promotora de la comida 

“natural”. N. del T.

3- 

http://lach.web.arizona.edu/center_frontier_medicine_

biofield_science_cfmbs.