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el esc

é

ptico

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otoño-invierno 2015

Corte Inglés. Era un frasco de 39 g, con 650 pastillas que 

tenían un 6,7% de sacarina, además de ciclamato. Con cada 

pastilla, pues, se ingieren 4,02 mg de sacarina. Esta cantidad 

es muy pequeña, y daría poco sabor dulce: la sacarina tiene 

un poder edulcorante 300 veces el del azúcar; o sea, que 

una pastilla equivaldría a un sobrecito de 1,2 g de azúcar, y 

harían falta de promedio cinco o seis pastillas para un café. 

Pero hay también en cada pastilla una cantidad muy supe-

rior de ciclamato, lo que hace que con una o dos pastillas sea 

suficiente. En los EE.UU. hay sobrecitos específicos de cada 

tipo de edulcorante, y hay una marca (Sweet’n Low) que 

lleva 36 mg de sacarina por sobre, equivalentes a algo más 

de 10 g de azúcar, como un sobre de los de hace unos años. 

La ingesta diaria máxima admisible (IDA) de la sacarina 

es de 5 mg por cada kg de masa corporal. Una persona de 70 

kg podría ingerir, pues, todos los días de su vida y sin efecto 

apreciable, 350 mg de sacarina, equivalentes a 87 pastillas 

edulcorantes de estas. Pueden obtenerse también cantida-

des de sacarina de otras fuentes. Ni la Coca-Cola light ni 

Zero la llevan. 

¿Cambiarán los valores de la IDA después de lo que ha 

publicado Nature? En el año 2013 unos investigadores fran-

ceses encontraron una cierta correlación estadística entre el 

consumo de edulcorantes artificiales y la prevalencia de des-

órdenes metabólicos, pero sin encontrar una relación causal. 

En el Instituto Weizmann hicieron varios experimentos 

con ratones, y estudiaron unos 400 humanos no diabéti-

cos que ya tomaban edulcorantes sintéticos, y el resultado 

fue que había cierta relación con la presencia de desórdenes 

metabólicos. Pero los mismos investigadores sabían que este 

era un procedimiento experimental sospechoso de tener 

defectos metodológicos. Yo soy diabético tipo II, y como 

chicles y yogures con edulcorantes sintéticos. ¿Soy diabé-

tico porque tomo estos edulcorantes, o tomo edulcorantes 

porque soy diabético? 

Para salir de este dilema de qué fue primero, si el huevo 

o la gallina —como dicen los mismos investigadores—, hi-

cieron ingerir a siete voluntarios que no solían tomar edul-

corantes sintéticos unos alimentos edulcorados con la dosis 

máxima admisible, o sea, las 87 pastillas o equivalente en 

granulado o líquido, durante una semana. A tres voluntarios 

no se les detectaron cambios metabólicos, pero a los otros 

cuatro sí, en forma de una cierta intolerancia a la glucosa. 

Su microbiota intestinal evolucionó hacia una composición 

bacteriana que se sabe que es compatible con problemas 

metabólicos, como obesidad o diabetes tipo II. Y esto se 

había ya detectado en los ratones. 

Y aquí estamos. Por ahora, una posible relación entre 

cambios en la microbiota y con la intolerancia a la glucosa, 

pero todavía ninguna relación probada entre edulcorantes y 

obesidad, ni entre edulcorantes y diabetes; solo conjeturas. 

Desde la agencia de seguridad alimentaria europea (EFSA), 

se ha dicho que es demasiado pronto para sacar conclusio-

nes generales de una muestra de siete personas, y que se 

debe seguir trabajando, naturalmente. 

Pero la señora de la radio, por si acaso, ya ha tirado toda 

la sacarina. Y tal vez inútilmente, porque quizá ya era obesa 

y diabética... Podríamos denominar a este síndrome como 

histeria sacarina, habitual cuando se consumen informacio-

nes alimentarias no suficientemente bien cocinadas y mal 

digeridas. El nombre viene por analogía con diabetes saca-

rina, que era el nombre que se daba al síndrome que aho-

ra se conoce como diabetes mellitus o simplemente diabetes

Aquí sacarina es un adjetivo que significa ‘dulce’, dado que 

la orina del diabético no controlado es dulce, pues puede 

contener cantidades notables de glucosa. 

Para que la señora sin sacarina pueda endulzar sus corta-

dos, van aprobando nuevos edulcorantes. En mayo de 2014, 

la EFSA aceptó el advantamo, un edulcorante sintético de 

la empresa japonesa Ajinomoto, con el número E-969, que 

había sido aprobado en 2013 por la FDA estadounidense. 

Es 37 000 veces más dulce que la sacarosa.

Suerte de los químicos, que inventan cientos de moléculas 

cada día. Y algunas son útiles.

Notas:

1

 Texto original en catalán en http://cmans.wordpress.

com/2014/09/21/histeria-sacarina, visto el 22 de septiembre de 

2014. Traducido del catalán por Alfonso López Borgoñoz, con per-

miso del autor.

Resumen del artículo en inglés: “Non-caloric artificial sweete-

ners (NAS) are among the most widely used food additives world-

wide, regularly consumed by lean and obese individuals alike. NAS 

consumption is considered safe and beneficial owing to their low 

caloric  content,  yet  supporting  scientific  data  remain  sparse  and 

controversial. Here we demonstrate that consumption of commonly 

used NAS formulations drives the development of glucose intole-

rance through induction of compositional and functional alterations 

to the intestinal microbiota. These NAS-mediated deleterious me-

tabolic  effects  are  abrogated  by  antibiotic  treatment,  and  are  fu-

lly  transferrable  to  germ-free  mice  upon  faecal  transplantation  of 

microbiota configurations from NAS-consuming mice, or of micro-

biota  anaerobically  incubated  in  the  presence  of  NAS.  We  iden-

tify  NAS-altered  microbial  metabolic  pathways  that  are  linked  to 

host  susceptibility  to  metabolic  disease,  and  demonstrate  similar 

NAS-induced dysbiosis and glucose intolerance in healthy human 

subjects. Collectively, our results link NAS consumption, dysbiosis 

and  metabolic  abnormalities,  thereby  calling  for  a  reassessment 

of  massive  NAS  usage.)”.  Enlace  al  resumen  del  artículo:  http://

www.nature.com/nature/journal/vaop/ncurrent/full/nature13793.

html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=tumblr.