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ptico

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otoño-invierno 2015

El arte de vender mierda

Fernando Cervera

Editorial Laetoli: Pamplona. 2014, 130 pps.

El arte de vender mierda es, además de un excelente títu-

lo para cualquier libro que tenga la intención de venderse 

mínimamente, un relato que linda en lo absurdo. No por 

el contenido de la obra, que es muy interesante, sino por 

la historia que nos devela: un par de científicos, sorpren-

didos por la abundancia de creencias absurdas sobre temas 

de salud, se crean una terapia completamente ridícula que 

termina convenciendo a vendedores de misterios incluso 

al otro lado del charco y, lo más triste de todo, también a 

buscadores de soluciones rápidas. En el transcurso de su ex-

perimento, Fernando Cervera (autor del libro) y Mariano 

Collantes van conociendo el funcionamiento del submun-

do de las estafas de la salud, donde pueden llegar a decirte 

que el cáncer no existe y, al mismo tiempo, venderte la cura 

contra esa enfermedad. Lo que se llama un mundo mágico.

Cervera y Collantes participaban en un foro sobre te-

mas de biología cuando alguien preguntó qué diablos era el 

“biomagnetismo médico”. En una respuesta se deslizó que 

era una disciplina científica. Los investigadores sintieron 

curiosidad, descubrieron de qué iba el asunto y, por pasar 

el rato, pensaron que sería buena idea parodiar a estas esta-

fas y crearse su propia pseudociencia. Para que no hubiera 

dudas de que iba de broma, la llamaron “fecomagnetismo”. 

Y, para que fuera todo aún más absurdo, sentaron unas ba-

ses totalmente imposibles de creer. Básicamente, la idea era 

vender el discurso de que la mierda humana sirve para sanar. 

Si total, algunos beben su propia orina creyendo que los 

desperdicios del cuerpo los harán sentirse mejor, no parecía 

mala idea intentar con otro tipo de desechos orgánicos.

El libro es un relato breve y ágil, sazonado con críticas a 

distintas pseudociencias, explicaciones sobre cómo funcio-

na la legislación en salud en España y en otros lugares del 

mundo, y aspectos elementales sobre la divulgación científi-

ca. En 130 páginas, el autor nos lleva de paseo al mundo del 

delirio al que ingresó cuando, junto a su compinche en esta 

aventura, terminaron exponiendo las bondades de tragarse 

las heces en una feria esotérica. Por cierto, nadie puso en 

duda lo que se decía. Y eso, más que hablar de lo bien mon-

tado del espectáculo de Cervera y compañía, habla del nulo 

análisis crítico de quienes se vieron enfrentados a una oferta 

tan patentemente absurda como la del fecomagnetismo.

Los científicos, ambos biólogos, crearon un sitio web, in-

ventaron una historia que vinculaba a su recién creada me-

dicina alternativa con conocimientos ancestrales, y dieron 

vida a dos personajes con nombres en inglés para darle un 

aire de credibilidad al asunto. Claro, mezclaron los nombres 

de dos actores conocidos (Hugh Laurie y Leslie Nielsen), 

pero en el mundo de la pseudociencia cualquier cosa tiene 

credibilidad. 

Lo que expone El arte de vender mierda es no solo una 

crónica sobre una aventura en las profundidades de la forma 

de “pensar” del esoterismo más radical, sino también una 

advertencia sobre las consecuencias que esta carencia abso-

luta de racionalidad puede tener en la sociedad. La creen-

cia de que las vacunas son perniciosas ya causa efectos con 

el resurgimiento de enfermedades que estaban totalmente 

controladas o incluso erradicadas, al tiempo que muchas 

personas dejan sus tratamientos médicos para someterse a 

chapucerías sinsentido que las llevan, algunas veces, hasta 

la muerte. 

Cervera, sí, rescata algo de la pseudociencia. “En mi caso, 

la pseudociencia me llevó a la ciencia, ya que la curiosidad 

me hizo leer sobre esos temas y darme cuenta de que lo que 

se me había contado no podía ser cierto”. He ahí la clave 

de todo esto. Con un mínimo de sentido común, el camino 

de la pseudociencia debe llevar al lector, indefectiblemen-

te, por un desvío que termine en el mundo de la ciencia. 

Sobre todo cuando uno se encuentra con terapias como el 

fecomagnetismo. Pero vaya, a algunos les gusta tragarse su 

propia mierda y eso es lo que dejó en evidencia, lamentable-

mente, el experimento de Cervera y Collantes.

Diego Zúñiga

S

illón escéptico

Roberto García Álvarez