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El pensamiento crítico de 

Gonzalo Puente Ojea

Miguel Ángel López Muñoz

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 Este artículo está dedicado a Juan Antonio Aguilera Mochón, maestro en exorcizar los entuertos de los 

dogmas religiosos.

Gonzalo Puente Ojea firmando un ejemplar de “La religión ¡Vaya timo!” durante el homenaje que le dedicó ARP-SAPC (foto: Jorge J. Frías)

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Introducción

Las notas que a continuación se recogen están escritas 

con el pudor y la inquietud de quien pretende presentar la 

investigación sostenida sobre la búsqueda de la verdad y la 

emancipación de la conciencia, una labor de investigación 

realizada para su mayor valor en el marco de una tradición 

hispana desenvuelta entre dos aguas: el fanatismo religio-

so y la hipocresía “liberal”. Además, estas notas sobre la 

densa  labor  ensayística  de  Gonzalo  Puente  Ojea,  no  po-

seen como finalidad la reivindicación de una aventura in-

telectual, imprescindible por otra parte, sino la expresión 

de respeto y reconocimiento a la contribución ilustrada que 

a tantas generaciones de españoles nos ha invitado a leer 

y a pensar desde la seguridad y la firmeza del clásico, un 

clasicismo dirigido al análisis de los fundamentos y la fe-

nomenología del poder religioso de forma específica y del 

poder socio-político de forma amplia. Es un privilegio y un 

honor contar en España con un pensador de la capacidad 

crítica, la honestidad intelectual, la constancia y el rigor de 

la dimensión de Gonzalo Puente Ojea.

Sin hacer concesiones a la mera claudicación en la de-

nuncia de la presión y la imposición de las formas del 

poder religioso en nuestras sociedades (denuncia a la que 

el autor no renuncia), Puente Ojea lleva más de cuarenta 

años demostrando que el ateísmo contemporáneo, bajo su 

perspectiva transformado en irreligiosidad con el sopor-

te, entre otros, de las ciencias biológicas y físicas y de la 

neurofilosofía, abre un panorama mucho más amplio que 

el ateísmo decimonónico de la escuela de la sospecha, dul-

cificado por lo demás desde los tamices de los established 

scholars en agnosticismo espurio, cuando no en dogmatis-

mo antiteísta o en mera indignación anticlerical.

En esta sucinta exposición sobre el pensamiento crítico 

de Gonzalo Puente Ojea se distinguen dos grandes ejes en 

torno a los cuales se sitúa la reflexión puenteojeana; por un 

lado, el análisis sobre los fundamentos del poder religioso 

que lo ha conducido a su vez a transitar por tres cuestiones 

capitales: la cuestión de la fe cristiana, la cuestión de Dios 

y la cuestión del alma. En todo este proceso el objetivo 

siempre ha sido dar cuenta, del modo más fiel al estado 

actual de la ciencia, de la legalidad y la legitimidad que 

posee el estatuto onto-veritativo de esas tres cuestiones. 

El resultado ha sido un proceso creciente de denuncia de 

falsedad que implica de manera inexorable la destrucción 

de mitos como el de Cristo o el de la existencia del alma 

espiritual, y con este último, la caída en desgracia del timo 

de la religiosidad en su conjunto.

Por otro lado, y de forma paralela, la obra de Gonza-

lo Puente Ojea ha ido articulando todo un referente inte-

lectual en la praxis de la lucha por la emancipación de la 

conciencia humana. En primer lugar, la crítica a la llama-

da ‘transición a la democracia’ en España como elemento 

de continuidad de una dictadura de vocación teocrática, 

asesina y corrupta en todos los órdenes. En segundo lu-

gar, la reivindicación democrática republicana, vencida 

por segunda vez durante la operación monárquica de la 

transición y desarmada por una clase política, de nuevo 

cuño, cómplice. En tercer lugar, la construcción del marco 

teórico-práctico del laicismo como modelo y regla formal 

de igualdad y de respeto a la libertad de conciencia en la 

admisión plena y sin reservas del pluralismo ideológico.

 

La búsqueda de las verdades sobre la fe cristiana, 

Dios y la religiosidad

¿Cuáles son las pretensiones de verdad de la fe cristiana? 

Al plantearse esta cuestión, Gonzalo Puente Ojea, no solo 

está transgrediendo los límites impuestos por la exégesis 

bíblica católica o por el proyecto de desmitologización al 

estilo del conjunto de la hermenéutica existencial cristiana 

(K. Barth, R. Bultmann, etc.), sino que su objetivo es do-

ble: en primer lugar, desvelar como apologético el trabajo 

de la hermenéutica desde el patrón del método heurístico 

(expuesto y desarrollado, entre otros, por H.S. Reimarus, 

S.G.F. Brandon, H. Maccoby o A. Robertson) y a partir de 

aquí, en segundo lugar, identificar y esclarecer dos fuen-

tes y modelos, teológica e ideológicamente antagónicos, 

que conducen a distinguir de forma nítida entre el Jesús de 

la historia de buena parte de los Evangelios –pretendiente 

mesiánico davídico–, y el Cristo celeste de las Epístolas 

–el divino, sobrenatural y trascendente Cristo paulino–. La 

síntesis más depurada y precisa de su trabajo, la recoge el 

propio autor en su obra La existencia histórica de Jesús 

(2008),  así  como  en  el  texto  “¿Jesús  o  Pablo?”  –inclui-

do en El mito de Cristo, (3ª ed., 2013)–. No obstante es 

en  Ideología  e  Historia.  La  formación  del  cristianismo 

como fenómeno ideológico (1974) donde queda plasmada 

en toda su profundidad la tesis puenteojeana sobre la fe 

cristiana, de tal manera que toda su obra posterior ha con-

sistido en un ulterior refrendo que complementa el núcleo 

originario. Antonio Piñero, Catedrático de Filología Grie-

ga de la Universidad Complutense de Madrid valora esta 

obra del siguiente modo:

“Pienso que, sin ningún reproche de hipérbaton retó-

rico, es posible afirmar que el planteamiento del “estado 

de la cuestión” en esa obra sigue aún vigente en toda su 

plenitud. Ideología e historia significó una ruptura radical 

en la tradición exegética y cultural de la Iglesia española 

en el momento de su aparición. Su importancia, diría que 

trascendental para la evolución mental de amplios sectores 

de nuestro país, se ve reflejada en  las ocho ediciones que 

hasta hoy ha merecido. Tal número de ejemplares acredita 

que  Ideología e historia es el hito que sigue señalando la 

Puente Ojea lleva más de cua-

renta años demostrando que 

el ateísmo contemporáneo 

abre un panorama mucho más 

amplio que el ateísmo deci-

monónico de la escuela de la 

sospecha.

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frontera irreversible entre un antes y un después en el cam-

po de la historia y de la historiografía de la fe cristiana. En 

el ámbito de la producción española –y me atrevo afirmar 

que también en la generada en otras lenguas– aún no se ha 

encontrado un parangón conveniente. Su mérito radica en 

su eficaz desmontaje de las pretensiones veritativas que si-

gue reclamando la revelación divina según la Iglesia, sobre 

todo la católica. Puente demuestra con precisión de ciruja-

no en Ideología e historia que la denominada “revelación 

divina” es en verdad una mezcla indisoluble de historia, le-

yendas y mito”. (2011, Rev. Anthropos, nº 231, pp. 29-30).

Una vez establecida de forma palmaria en su naturaleza 

y en su historia cómo nació el mito cristiano y cómo cre-

ció la Iglesia en tanto su gran administradora, Puente Ojea 

da un paso adelante y aborda la cuestión teológica de la 

existencia de Dios en su búsqueda mayor de la verdad o 

la falsedad de las creencias religiosas. Este paso lo reco-

ge fundamentalmente en su obra Elogio del ateísmo. Los 

espejos de una ilusión (1995). No obstante, este momento 

necesario, debido a todo el peso de la tradición insistente 

en este aspecto, pronto se revelaría como accesorio frente 

a la cuestión de fondo sobre el origen y el sentido de la re-

ligiosidad. De este modo, la cuestión del Dios monoteísta 

aparece como un sucedáneo extrapolado o derivado de la 

cuestión de la existencia del alma, a partir del cual, señala 

Puente Ojea: “En este marco básico, la antinomia teísmo-

ateísmo  (agnosticismo),  o  creencia  religiosa-increencia 

religiosa, se resuelve en la antinomia mayor, a saber, 

religiosidad-irreligiosidad” (La andadura del saber, 5). 

Su desarrollo lo encontramos principalmente en obras 

como Ateísmo y Religiosidad. Reflexiones sobre un debate 

(1997), El mito del alma. Ciencia y Religión (2000), Opus 

Minus (2002), La andadura del saber. Piezas dispersas de 

un itinerario (2003) Animismo. El umbral de la religiosi-

dad (2005), Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e 

ideologías (2007), La religión, ¡vaya timo! (2009) o Crí-

tica antropológica de la religión. Las sendas equivocadas 

del conocimiento humano (2012).

Expuesto de forma sintética, la génesis de la religiosi-

dad la reconstruye nuestro autor a partir del planteamiento 

primigenio del animismo tal y como lo formula Edward 

Burnett Tylor (1832-1917) en la segunda parte de su obra 

Primitive Culture (1871), junto con algunas matizaciones 

propias y de otros autores. Lo que Puente Ojea califica de 

punto ontológico de inflexión en la evolución de los Ho-

mos, posibilitador después de la aparición del animismo

es la adquisición de la consciencia perceptiva, en primer 

lugar  “reflectiva”  o  reflectante  en  tanto  percibe  pero  no 

sabe que algo es percibido y, en segundo lugar, reflexi-

va, característica del Homo  sapiens  sapiens, por la cual 

la conciencia se vuelve sobre sí misma y salta a un nivel 

inédito: el paso a ser consciente de tener consciencia de 

algo, a tener consciencia de la consciencia” (Animismo

14). Solo desde esta dualización gnoseológica por la que 

se autoconstituye el yo, propia de la consciencia reflexiva 

y ontológicamente fundante del Homo sapiens sapiens, se 

potencia la facultad de abstracción y emerge el desdobla-

miento ontológico que entraña esa dualización de las ope-

raciones mentales, arrojando al ser humano a situaciones 

de enorme perplejidad y desorden cognitivo. Así nace el 

animismo, hipótesis objetivamente falsa nacida al calor de 

un sentimiento de temor y perplejidad ante lo enigmático 

y ominoso y embrión de la interpretación espiritualista del 

universo. Puente Ojea sintetiza la génesis de la religiosi-

dad del siguiente modo:

“Hace unos treinta mil años antes de la era común, los 

humanos, enfrentados a ciertos fenómenos extraordinarios 

y enigmáticos de la naturaleza exterior y de la suya propia, 

comenzaron a imaginar que su propia subjetividad se com-

ponía de dos elementos asociados pero nítidamente sepa-

rables y contradistintos, a saber un elemento corpóreo y 

otro incorpóreo, cuya entidad vendría a designarse luego 

con el término latino anima, y, al desprenderse del cuerpo, 

con el de spiritus, en el sentido de soplo, hálito, vapor. El 

resultado de esta honda reflexión de orden empírico y a 

la vez introspectivo, conduciría a proponer primero una 

paulatina dualización de la naturaleza ontológica huma-

na, y luego cósmica,  que  puede  definirse  como  la  esci-

sión animista de la realidad. La cronología de este crucial 

acontecimiento revolucionario podría retrasarse hasta el 

inicio del Holoceno (-8.000 años), introduciendo retoques 

menores que no invalidarían la significación de este fenó-

meno mental, ni sus inmensas consecuencias ontológicas 

y epistemológicas en la historia de la humanidad, si bien 

la primera cronología propuesta (Auriñaciense) es mucho 

más consistente y verosímil por su lógica interna” (Crítica 

antropológica de la religión, p. 23).

Por tanto, a su juicio, la invención animista consiste en 

una mala lectura de hechos reales, en un desliz, en un timo 

antropológico. Este timo, base de toda religiosidad, se fun-

damenta en una falacia ontológica y epistemológica a la 

vez provocada por una mala interpretación de las funcio-

nes mentales de la conciencia reflexiva como un solo ente 

material pero incorpóreo, invisible y autónomo (anima

debido al miedo y a la angustia provocada por la urgencia 

de solventar fenómenos vinculados con la muerte y con 

procesos oníricos. Este proceso de ontologización inter-

preta la mente, como un doble del cuerpo, y no como una 

función del cerebro. El alma es una falsa abstracción; sólo 

existe la mente, –concluye nuestro autor.

Ahora bien, la cuestión crucial es: ¿desde qué instan-

El resultado de su trabajo ha 

sido un proceso creciente de 

denuncia que implica la des-

trucción de mitos como la exis-

tencia de Cristo o del alma es-

piritual,  y la caída en desgracia 

del timo de la religiosidad.

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cia juzga este suceso como error categorial y denuncia su 

falacia  ontológica  y  epistemológica  constitutiva?  Puente 

Ojea sintetiza la respuesta del siguiente modo:

“En primer lugar, la mente como algo espirituales de-

cir, absolutamente inmaterial, indestructible e inmortal, 

simplemente no existe, es una fabulación de la capacidad 

imaginativa del ser humano. En segundo lugar, las expe-

riencias oníricas, visionarias, anómalas o estados altera-

dos de conciencia no son solo inservibles para alcanzar un 

conocimiento objetivo, crítico e intersubjetivo de lo que 

realmente existe, sino que son en sí mismos fenómenos 

cuyo control por el cerebro/mente queda comprometido o 

suprimido por la dinámica metasensorial interna del sis-

tema nervioso central en determinadas circunstancias de 

estados alterados de conciencia, que han quedado satisfac-

toriamente explicados en términos rigurosamente científi-

cos por varios especialistas en neurociencias” (La religión, 

¡vaya timo!, 36).

Estos especialistas a los que se refiere no son otros que 

H. Feigl, U. T. Place, J. J. Smart, V. J. Stenger, el matri-

monio Paul y Patricia Churchland, R, Llinás o D. Dennett. 

A partir de ellos, con el fin de resolver el binomio religio-

sidad-irreligiosidad trasladándolo al plano filosófico en la 

disyunción excluyente dualismo-monismo, Puente Ojea se 

posiciona desde una asunción crítica del fisicalismo, el ma-

terialismo reductivo o teoría de la identidad de la mente, 

a partir de la aserción común y fundamental según la cual 

los estados mentales “son” estados físicos del cerebro

En definitiva, el mito religioso queda revelado como tal: 

ni alma, ni espíritu, ni la demás parafernalia de la religión. 

Para Gonzalo Puente Ojea, una vida digna solamente es 

tal si se vive con fidelidad al propio estatuto ontológico, 

y nunca sometida a una ficción inducida por el miedo. La 

ficción animista condenó al ser humano a existir encade-

nado a crueles poderes ilusorios  forjados  por  su  propia 

mente. Eludir la muerte equivalió a hipotecar la vida. Este 

es el sino de las religiones como promesas de salvación. 

Solamente en la irreligiosidad connatural a la Ciencia, se 

supera definitivamente el lastre animista que aún sigue hi-

potecando la libertad intelectual de las mentes humanas en 

extensos espacios, tanto de las sociedades avanzadas como 

de las sociedades todavía con bajo nivel de civilización. 

La invención animista nunca ha sido ni será un universal 

antropológico en nuestro planeta ni tampoco un atributo 

metafísico, pero las Iglesias cristianas no pueden digerir 

que el fundamento de sus dogmáticas –la creencia ilusoria 

en la existencia de almas y espíritus, de dioses y diablos– 

es simplemente una falsa inferencia lógica de los humanos 

prehistóricos de nuestra especie.

La lucha por la emancipación 

Desveladas como timos y descubiertas como falsas las 

ínfulas veritativas de los mitos cristiano, divino y religio-

so, el paso de Gonzalo Puente Ojea por la realidad social y 

política española, no podía ser aséptico, pues el compromi-

so con la libertad de la conciencia y el enfrentamiento con 

los múltiples mecanismos de sometimiento y esclavitud, 

impidieron siempre en su obra la tautología confortable 

y acomodaticia. Con esta actitud propia del autodidacta 

y del disidente, su palabra densa y precisa ha sido capaz 

de dirigir la potencia del pensar hacia una erudición que 

invita al rigor desde la diafanidad propia del pensamiento 

analítico.

Desde esa forma de pensamiento existen tres focos de 

reflexión,  abordados  principalmente  a  partir  de  la  pers-

pectiva  de  la  crítica  al  estatuto  jurídico  de  la  religión  y 

recogidos en su obra La Cruz y la Corona. Las dos hipote-

cas de la Historia de España (2011), que suponen la gran 

contribución puenteojeana a la lucha por la emancipación 

en la reciente historia socio-política española: la legalidad 

democrática, la legitimidad republicana y la plena liber-

tad de conciencia.

El primero de estos tres hitos en la reciente historia 

española es el análisis de la llamada “transición a la de-

mocracia” –extrapolable en su aspecto valorativo a otras 

tradiciones históricas en tanto modelo de coacción y de in-

ducción a la legitimación colectiva de la corrupción–, que 

permite a Puente Ojea abordar los entresijos de la legali-

dad democrática presente. El texto de referencia en este 

análisis, aparecido por vez primera en 1994, es: “Del con-

fesionalismo al criptoconfesionalismo. Una nueva forma 

de hegemonía de la Iglesia en España”, título que a partir 

de 2007, en la tercera edición de Elogio del ateísmo, apa-

rece precedido de “La llamada ‘transición a la democracia’ 

en España”. En este ensayo de apenas 63 páginas queda 

sintetizado de forma rigurosa cómo el carácter nacional-

católico del Estado franquista se enquistó en un proceso 

de fraude político –sin proceso constituyente alguno, a di-

ferencia de las dos Constituciones republicanas–, gracias 

fundamentalmente a la inmadurez ideológica, a la falta de 

equipación moral e intelectual y a la urgencia que poseía 

la oligarquía de la partidocracia por obtener el poder, ma-

logrando un panorama fecundo de potencialidades para 

edificar sobre suelo nuevo (cfr. La Cruz y la Corona, pp. 

224 y 228). ¿Cómo se consiguió esta simulación política 

de una transición sin democracia? Sencillamente, –apunta 

Puente Ojea inspirándose en la novela Yo, el Supremo de 

Arturo Roa Bastos–, gracias a un proceso de desmemoriza-

ción, a una supresión de la memoria histórica del pueblo. 

Por ello, afirma:

“Hablar, en esta circunstancias de un consenso es el 

Para Gonzalo Puente Ojea, 

una vida digna solamente es 

tal  si  se  vive  con  fidelidad  al 

propio estatuto ontológico, y 

nunca  sometida  a  una  ficción 

inducida por el miedo.

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modo más cínico de ocultar una petitio principii: lo que  

se ha bautizado como consenso no puede legitimarse a sí 

mismo, si ha de revestir algún significado, sino que debió 

nacer necesariamente de un proceso de discusión política

en las filas de la oposición, especialmente entre las bases 

de las formaciones y los grupos de la oposición al fran-

quismo, y de cara al pueblo. Esto jamás existió en los dos 

años siguientes –decisivos– a la muerte de Franco, ni tam-

poco la menor voluntad de los dirigentes de exigir un go-

bierno provisional que convocase unas elecciones a Cortes 

Constituyentes” (ibídem., 107-8).

A  partir  de  aquí,  Puente  Ojea  realiza  un  fino  análisis, 

propio del acendrado diplomático que es, para denunciar 

la gran estafa política urdida en los dos años posteriores a 

la muerte del dictador, claves en todo lo que ocurriría po-

líticamente con posterioridad. Esta estafa consiguió la le-

gitimación de la monarquía, el confesionalismo de Estado 

encriptado en la calculada ambigüedad del artículo 16.3 de 

la Constitución –calificado de infamia política y de aberra-

ción jurídica– y la instauración renovada del bipartidismo 

decimonónico con la ayuda de los nacionalismos.

Los vientos soplaban con fuerza hacia una liquidación 

incruenta del franquismo y los poderes fácticos que lo 

habían apoyado y gozaban de una posición de privilegio. 

Pero no se contaba con la insolidaridad y el derrotismo de 

ciertos líderes de la oposición, con sus egoísmos y perso-

nalismos, en esos momentos decisivos en lo que la firme-

za, la audacia y la unión son determinantes para el rumbo 

del futuro.

Frente a esta ilusoria legalidad democrática, Gonzalo 

Puente Ojea opone la reivindicación de la legitimidad de-

mocrática republicana. Aunque diseminado en conferen-

cias y textos diversos, tal vez sea en “El mito político” 

(Vivir en la realidad, 351-417, esp. 369-397) donde la va-

loración  de  esta  experiencia  política  y  jurídica  española 

encuentre sus lineamentos fundamentales. Es lógico que 

Puente  Ojea  encuentre  en  la  instauración  de  la  Segunda 

República una fuente de legitimidad ante el tipo de lega-

lidad instaurada a partir de 1978 pues, por un lado, nace 

fruto de un proceso constituyente donde el pluralismo po-

lítico, la igualdad jurídica, la educación y la ciencia po-

seen un protagonismo esencial y, por otro lado, la Segunda 

República erige la libertad de conciencia como elemento 

fundamental frente a la discriminación o el privilegio por 

motivos ideológicos. Sin duda, “la cuestión religiosa no 

era, en el contexto de la dialéctica política [de finales de 

los años veinte y siguientes, del siglo pasado] una mera 

cuestión de creencias, sino en primer lugar una cuestión de 

poder” (ibídem., 369). Por ello, la Iglesia católica comba-

tió denodadamente por todos los medios, desde el lenguaje 

mismo  hasta  la  política  de  partidos,  con  la  única  finali-

dad de la recristianización total, según su imaginario, y el 

mantenimiento de sus privilegios. “La Iglesia desafió a la 

Segunda República hasta acabar con ella” (ibídem, 375). 

Por ello, afirma Puente Ojea, el laicismo “fue la primera 

víctima de la barbarie franquista” (ibídem, 397), así como, 

en su viscosa continuidad, “fue quizá la primera y más 

ominosa víctima del régimen autotitulado monarquía par-

lamentaria” (La Cruz y la Corona, 233).

Precisamente, la denuncia pública de su escandaloso 

cese como Embajador del Estado español cerca de la San-

ta Sede (1987), hace que Puente Ojea sea el primero en 

reabrir el debate público en España sobre la cuestión de 

la relación entre Estado y Religión. No obstante, las dos 

principales contribuciones puenteojeanas al laicismo son, 

en primer lugar su nítida exposición acerca de por qué la 

legislación española esconde un encriptado confesionalis-

mo en la Constitución, y no tan larvado en su desarrollo 

normativo, y en segundo lugar, su fundamentación teórica 

de carácter ontológico, antropológico y ético.

En lo que hace referencia al criptoconfesionalismo, sus 

análisis del artículo 16.3 de la Constitución española de 

1978 y de la Libertad Religiosa de 1980 son objeto de re-

flexión continuada (vid., p.e. La Cruz y la Corona, 136-

148). Respecto a su fundamentación teórica, sin parangón 

en su esencia conceptual y en su repercusión práxica, Gon-

zalo Puente Ojea expone la filosofía del laicismo partiendo 

de una ontología jurídica y social que denomina teorema 

del laicismo, según el cual, la sociedad como tal no puede 

tener religión, pues sólo el individuo puede ser realmente 

sujeto de derechos dado que la vivencia y el sentimiento 

religioso sólo se genera en su conciencia. Partiendo de este 

teorema –expuesto de forma muy esquemática– Puente 

Ojea establece lo que denomina la regla de oro del lai-

cismo: el ámbito privado y el ámbito público no deben in-

terferirse entre sí y por tanto, entre la res privata y la res 

publica debe existir una radical separación que permita a 

cada conciencia individual valorar en su intimidad y deci-

dir en plena libertad, pues la conciencia es digna porque 

es autónoma y es verdadera porque es libre (cfr., Ibídem

246-7).  Por  tanto  –y  con  ello  se  finaliza  esta  breve  pre-

sentación–, el laicismo queda definido del modo siguiente: 

El laicismo es un movimiento radical en favor de la 

consciencia libre y, en consecuencia, no se posiciona ni 

a favor ni en contra de la religión, sino que se presenta 

como resuelto e insobornable defensor de un diseño de so-

ciedad política que propicie, y asegure jurídicamente, las 

mejores condiciones para la formación y expresión de la 

conciencia libre de cada ciudadano en términos de estricta 

igualdad (ibídem, 245).

La  Iglesia  desafió  a  la  Segun-

da República hasta acabar con 

ella.  Por  ello,  afirma  Puente 

Ojea, el laicismo fue la prime-

ra víctima de la barbarie fran-

quista.

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Apunte biográfico

Nace  Leoncio  Gonzalo  Puente  Ojea  en  Cienfuegos 

(Cuba), según aparece en su partida de nacimiento, el 21 

de julio de 1924, en una familia de un catolicismo piadoso 

pero abierto. En 1926, tras la muerte de su padre, Cónsul 

General de España en Santiago de Cuba, su madre regresa 

a Vigo (Galicia), con sus cuatro hijos: Celia, Ana, María 

y Gonzalo. En 1934 realiza el Bachillerato en el Colegio 

de los Maristas de Vigo. Hasta tercero se examina al final 

de cada curso en el Instituto de Segunda Enseñanza para 

homologar sus estudios. A partir de cuarto curso, estudia 

en esta última institución. En 1941 su familia de traslada a 

Madrid. Realiza el séptimo curso de Bachillerato en el Ins-

tituto “Cervantes”, donde le rapan la cabeza por negarse a 

cantar el “Cara al sol”. A final de curso realiza el Examen 

de Estado para el ingreso en la Universidad. 

En el curso 1942-1943 inicia la carrera de Derecho en 

la Universidad Central de Madrid, en su sede de San Ber-

nardo. Finaliza, de forma brillante, en el curso 1946-1947. 

El primer verano de la carrera, 1943 lo pasa en la Granja 

de San Ildefonso en las milicias universitarias, en el Re-

gimiento de Infantería Inmemorial nº 1. Los dos veranos 

siguientes los pasaría en el mismo lugar. Se licencia de 

Alférez de Complemento. En 1946, cuando cursaba cuarto 

curso de carrera, bajo la dirección de Federico Silva pasa a 

formar parte del Círculo de Jóvenes de la Asociación Ca-

tólica Nacional de Propagandistas (ACNP). Fue miembro 

del Círculo hasta su disolución en 1951. En otoño de 1948 

comienza la preparación de la oposición para entrar en la 

Escuela Diplomática. Entre febrero y marzo del año si-

guiente comienza la oposición, que duró hasta abril. El 13 

de julio de 1949 ingresa en la Escuela Diplomática. Este 

mismo año informa en la Asamblea XXXIX de la ACNP 

sobre las perspectivas de la Unión Europea, tras su par-

ticipación en la Conferencia Europea de Estrasburgo. En 

diciembre de 1950 accede a la carrera diplomática como 

Secretario de Tercera Clase en el Ministerio de Asuntos 

Exteriores, tras la defensa de su Memoria Ideas para una 

En Gijón, durante un acto de homenaje a las personas que dieron su vida por la libertad de conciencia en 2013 (foto: Miguel Ángel López)

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nueva orientación del Derecho Internacional  Privado

Desde el 11 de julio de 1952 hasta el 7 de julio de 1954 tie-

ne su primer destino en el Consulado General en Marsella 

(Francia), como Cónsul Adjunto. El 18 de agosto de este 

último año asciende a Secretario de Segunda Clase.

En 1955, publica, en la revista Cuadernos Hispanoame-

ricanos, “Problemática del catolicismo actual”. En mayo, 

junto con cuarenta y nueve nombres más, firma el mani-

fiesto  de  adhesión  a  la  construcción  europea,  elaborado 

por la recién creada ‘Asociación Española de Cooperación 

Europea’. En este año entra en contacto con el grupo de 

Enrique Tierno Galván, Raúl Morodo y Fernando Morán.

Desde el 10 de noviembre de 1956 ejerce de Cónsul en 

Mendoza (Argentina), hasta febrero de 1960. Esta etapa 

confirma una disidencia cada vez más explícita, cosa di-

fícil para un diplomático de carrera. Entre este año y el 

siguiente publica, en  Cuadernos Hispanoamericanos, su 

obra  Fenomenología  y  marxismo  en  el  pensamiento  de 

Maurice Merleau-Ponty.

Durante la década de los sesenta su carrera diplomática 

seguiría una brillante progresión. Es nombrado Secretario 

de Primera Clase el 1 de julio. El 22 de enero de 1962 es 

nombrado Jefe de la sección de Política Cultural con el 

Mundo Árabe de la Dirección General de Relaciones Cul-

turales. Desde el 2 de abril es Secretario de Primera Clase 

en la Embajada de Atenas. Allí conocerá al futuro Príncipe 

y Rey de España, don Juan Carlos de Borbón y Borbón. 

En 1964 es trasladado al Ministerio desde donde es nom-

brado Jefe de la Sección de Relaciones Bilaterales de la 

Dirección General de Relaciones Culturales. En 1966 es 

nombrado Consejero de Embajada en propiedad y el 1 de 

marzo de 1968 es nombrado Director de Cooperación Cul-

tural, en la Dirección General de Relaciones Culturales. 

De forma paralela su actividad intelectual se intensifica en 

la década de los sesenta en una dirección que culminaría 

en su gran obra de 1974, en forma de díptico, Ideología e 

Historia. La obra la había finalizado de escribir en 1972 

aunque problemas editoriales y legales retrasaron su pu-

blicación. En 1974 también es nombrado Ministro Pleni-

potenciario de tercera clase en propiedad y un año después 

Ministro Encargado de los Asuntos Culturales de la Emba-

jada en París. En 1980 como Ministro Plenipotenciario de 

Segunda Clase, es nombrado Cónsul General en Chicago.

Tras el llamado ‘Golpe de Estado fallido’ del 23 de fe-

brero de 1981, se aproxima al Partido Socialista Obrero 

Español, procedente de la órbita del Partido Socialista 

Popular de Enrique Tierno Galván. No llegó a militar en 

ninguna de las dos formaciones. El 7 de diciembre de 1982 

es nombrado Subsecretario de Asuntos Exteriores. Tras el 

cese en 1985 del Ministro de Exteriores, Fernando Morán, 

es nombrado por su sucesor Francisco Fernández Ordóñez, 

y a petición propia, Embajador de España cerca de la San-

ta Sede. Un año después es nombrado también Embaja-

dor de España ante la Soberana y Militar Orden de Malta. 

Embajador de Grado desde principios de 1987, es cesado 

como Embajador ante la Santa Sede el 29 de agosto. En 

1989 finaliza su carrera diplomática como Presidente del 

Consejo  Superior  de Asuntos  Exteriores,  liberándose  de 

sus obligaciones profesionales, recuperando una intensa 

actividad intelectual y dando paso a una extensa y fecunda 

obra. Además del desarrollo de una importante labor cul-

tural, acompañada de la obtención de decenas de conde-

coraciones tanto nacionales como extranjeras, su profesión 

le ha permitido no sólo conocer los entresijos de la élite 

política de la dictadura franquista, junto con los procesos 

soterrados que originaron la llamada ‘Transición española a 

la democracia’, sino también, desarrollar una trabada obra, 

apoyada en una bibliografía fundamentalmente en lengua 

inglesa, alejada tanto del coqueteo con elucubraciones ma-

gistrales al servicio de peajes y servidumbres, como de la 

divulgación simpática y comercial, tal y como ha intentado 

reflejarse en las páginas precedentes.

Desde 1989 y durante año y medio formó parte, como in-

dependiente, de la Presidencia colegiada de Izquierda Uni-

da. En ese mismo año publica Imperium CrucisConside-

raciones sobre la vocación de poder en la Iglesia Católica

revisada y muy ampliada en su obra de 1991, Fe cristiana, 

Iglesia, poder, libro con el que regresa a la editorial Siglo 

XXI. Esta colaboración culminaría su ciclo en 2008 con La 

existencia histórica de Jesús. Las fuentes cristianas y su 

contexto judío.

En 2001 es nombrado Presidente de Honor de la recién 

fundada asociación Europa Laica a la que también contri-

buye a fundar. En abril de 2004, suscribe el Manifiesto “La 

Humanidad frente al Imperialismo. Manifiesto del Primer 

Seminario Internacional por el Progreso del Mundo”, en 

Oviedo. En 2012 recibe el Premio Mario Bohoslavsky de 

la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico. Este 

premio se otorga a aquellas personas “que se han distingui-

do por impulsar el desarrollo de la ciencia, el pensamiento 

crítico, la divulgación y la educación científica”. En la ac-

tualidad, próximo a cumplir noventa años, mantiene una 

intensa actividad editorial y como conferenciante.

Apunte bibliográfico

La bibliografía del autor se compone de las siguientes 

obras:

(1956-57) “Fenomenología y marxismo en el pensamiento 

de Maurice Merleau-Ponty” en Cuadernos Hispanoameri-

canos, números 75, 83 y 85.

(1974) Ideología e Historia. La formación del cristianis-

Puente Ojea establece la regla 

de oro del laicismo: el ámbito 

privado y el ámbito público 

no deben interferirse entre 

sí. Entre la 

res privata y la res 

publica debe existir una radical 

separación.

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mo como fenómeno ideológico, Madrid, Siglo XXI. 

(1974

4

) Ideología e Historia. El fenómeno estoico en la 

sociedad antigua. Madrid, Siglo XXI. 

(1983) Messianisme et idéologie, París, Librairie Philoso-

phique J. Vrin. Traductor: Henry Mèchoulan.

(1989

?

Imperium CrucisConsideraciones sobre la voca-

ción de poder en la Iglesia Católica. Madrid, Kaydeda Edi-

ciones.

(1991

4

Fe cristiana, Iglesia, poder. Madrid, Siglo XXI. 

(1992

3

El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al 

Jesús de la historia. Madrid, Siglo XXI. 

(1995

3

Elogio  del  ateísmo.  Los  espejos  de  una  ilusión

Madrid, Siglo XXI. 

(1997

2

Ateísmo y Religiosidad. Reflexiones sobre un de-

bate. Madrid, Siglo XXI. 

(2000³) El mito de Cristo, Madrid, Siglo XXI.

(2000

2

El mito del almaCiencia y Religión. Madrid, Si-

glo XXI.

(2002) Opus minusUna antología. Madrid, Siglo XXI.

(2002) Mi embajada ante la Santa Sede. Textos y Docu-

mentos, 1985-1987. Madrid, Foca, Ediciones y Distribucio-

nes. 

(2003) La andadura del saber. Piezas dispersas de un iti-

nerario intelectual. Madrid, Siglo XXI.

(2005) Animismo. El umbral de la religiosidad. Madrid, 

Siglo XXI. (Co-autor: Ignacio Careaga Villalonga).

(2007) Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideolo-

gías, Madrid, Siglo XXI.

(2008) O mito da alma: ciencia y relixión. Ames (A Coru-

ña), Laiovento. Traducción de Antón Garazo.

(2008) La existencia histórica de Jesús. Las fuentes cris-

tianas y su contexto judío. Madrid, Siglo XXI.

(2009³) La religión ¡vaya timo!, Pamplona, Laetoli.

(2011

6

La Cruz y la Corona. Las dos hipotecas de la His-

toria de España, Tafalla Nafarroa, Txalaparta.

(2012

2

Crítica antropológica de la religiónLas sendas 

equivocadas del conocimiento humano. Salamanca, Signi-

fer Libros.

(2013

2

Ideologías religiosas. Los traficantes de milagros 

y misterios, Tafalla Nafarroa, Txalaparta.

(2014) Orígenes del credo cristiano. El triunfo de la tergi-

versación paulina, Madrid-Salamanca, Signifer Libros.

Entre la bibliografía sobre el autor destaca la siguiente:

AGUILERA MOCHÓN, Juan Antonio y GONZÁLEZ 

BARÓN, Juan Francisco, “Homenaje a la obra de Gonzalo 

Puente  Ojea”,  (2005)  Boletín  de  Europa Laica, nº 5, di-

ciembre. 

BUENO, Gustavo (1996) “Religiones y animismo. Res-

puesta a Gonzalo Puente Ojea” en El Basilisco, nº 20, enero-

marzo, pp. 73-78. También se encuentra en BUENO, Gusta-

vo (1996) El animal divinoEnsayo de una filosofía materia-

lista de la religión. Oviedo, Pentalfa. 2ª edición, Escolio 14.

GUY, A. “Histoire et classe sociale: Gonzalo Puente Ojea” 

en (1983) Histoire  de  la  philosophie  espagnole Toulouse, 

Université de Toulouse le Mirail, 471-473. Traducción: 

“Historia y clases sociales: Gonzalo Puente Ojea”, (1985) 

Historia  de  la  Filosofía  Española, Barcelona, Anthropos, 

493-495. 

LÓPEZ MUÑOZ, Miguel Ángel (Coord.) (2011) Gonzalo 

Puente Ojea. Una crítica radical del hecho religioso en su 

perspectiva histórica y antropológica. Rev. Anthropos. Hue-

llas del conocimiento, nº 231, abril-junio, pp. 224.

- (2012) Libertad de conciencia, juventud y Dictadura. El 

pensamiento primero de Gonzalo Puente Ojea (1947-1959)

en Másteres de la UAM, Universidad Autónoma de Madrid, 

Madrid, pp. 193.

(2014) Gonzalo Puente Ojea y la libertad de conciencia, 

Barcelona, Libros en su Tinta.

- Tesis Doctoral sobre la obra de Gonzalo Puente Ojea. En 

fase de redacción.

MARTÍNEZ GORDO, Jesús (1999) Dios ¿realidad o fic-

ción? Debate con G. Puente Ojea. Cuadernos “Institut de 

Teologia fonamental”, Sant Cugat del Vallés, Edita: Cristia-

nisme i Justicia, octubre, pp. 32.

PIÑERO,  A.  “¿Jesús  o  Pablo?  Un  ensayo  de  Gonzalo 

Puente  Ojea  (479)”  a  través  de:  http://www.tendencias21.

net/crist/, texto fechado el 6 de enero de 2014.

REIGOSA BLANCO, Fernando (1992) “Del catolicis-

mo al ateísmo: materiales para una biografía intelectual de 

Gonzalo Puente Ojea” en Historia Contemporánea, nº 8, pp. 

281-298.

SUÁREZ ARDURA, Marcelino Javier (2003) “La polé-

mica  en torno al estatuto ontológico de la idea de materia 

ontológica general” El Catoblepas, nº 11, enero.

Puente Ojea, junto al autor de este artículo, Miguel Ángel López Muñoz