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llamados “conocimientos fundamentales”, que son aquéllos 

que el niño aprende sin interacción con los adultos. Se for-

man antes de los 3 años de edad y son la base del desarrollo 

futuro de los mecanismos de aprendizaje escolar.

Los conocimientos fundamentales de la física incluyen la 

idea de que el mundo está formado por objetos materiales, 

los cuales tienen un volumen y una existencia independiente 

en el espacio. 

Los conocimientos fundamentales de biología se pueden 

definir  como  una  visión  adaptativa  de  la  búsqueda  de  ali-

mento y la evitación de infecciones. Así, incluso una cultura 

que no tuviera ninguna base científica en cuanto a biología, 

sería capaz, gracias a esos conocimientos fundamentalmente 

intuitivos, de evitar parte de los riesgos para la salud deriva-

dos de las infecciones o de los alimentos. Un niño de cua-

tro años distingue si determinados productos están en buen 

estado o contaminados sin que haya señales visibles de esa 

contaminación. 

P

ara buena parte de la sociedad, la existencia de un mundo 

invisible de poderes paranormales es un hecho. En su 

opinión, sólo  falta descubrir cómo funciona. Bajo esta idea 

subyacen la superstición y el pensamiento mágico, ambos 

muy extendidos. Por ejemplo, casi el 40% de los habitantes 

de Estados Unidos cree

 

en el diablo, en los fantasmas o en 

las curaciones milagrosas.

Una primera dificultad que debe resolver el científico que 

se asoma a la cuestión de las supersticiones y las creencias 

paranormales es la de definir qué abarcan estos términos. No 

hay acuerdo sobre el significado de “superstición”, “creencia 

en lo paranormal” o “pensamiento mágico”, y lo habitual es 

definirlos con una serie de ejemplos. No es fácil precisar en 

qué se diferencian estos términos entre sí ni respecto a otras 

falsas creencias (por ejemplo, “las ballenas son peces”). El 

objetivo de este artículo es proponer una línea de definición 

teórica de esas creencias y a la vez una explicación compro-

bable por el método experimental.

Conocimientos fundamentales y superstición

La mayoría de los autores abordan lo paranormal desde la 

magia o intentan explicar las creencias como errores, como 

fallos del pensamiento analítico.

Nuestro enfoque es diferente y se basa sobre todo en estu-

dios recientes de psicología del desarrollo; y, más concreta-

mente, en la noción de conocimientos fundamentales (“core 

knowledge”).

Según los psicólogos, hay tres tipos de conocimientos que 

estructuran la comprensión del mundo en la infancia: la físi-

ca intuitiva, la psicología intuitiva y –con algunas reservas– 

la biología intuitiva. Una parte de ellos se engloba en los 

Un modelo reciente de psicología cognitiva

El origen de las 

Supersticiones

Marjaana Lindeman y Kia Aarnio

“No hay duda de que existe un mundo invisible; la cuestión es 

si queda lejos del centro y a qué hora cierra.”

Woody Allen

Un niño racional puede convertirse 

en un adulto supersticioso por la 

aplicación entremezclada e inco-

rrecta de sus “conocimientos fun-

damentales”.

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Los conocimientos fundamentales de psicología, por su 

parte, incluyen la idea de que los entes animados tienen una 

voluntad, un “espíritu”. Alrededor de los 18 meses de edad, 

los niños comprenden que los animales pueden actuar sobre 

los  objetos  y  desplazarse  sin  influencia  exterior. Además, 

comprenden que los elementos del espíritu –pensamientos, 

ideas, creencias– son inmateriales y que no poseen las pro-

piedades de aquello a lo que hacen referencia: el concepto de 

perro no muerde.

¿Cómo  se  convierte  un  niño  “racional”  en  un  adulto  su-

persticioso?  Una  posible  explicación  es  que  los  conoci-

mientos fundamentales de los tres tipos se entremezclan y, 

fuera de su categoría, se aplican irracionalmente. En conse-

cuencia, los procesos naturales de una categoría dan origen 

a creencias sobrenaturales en otra categoría. La confusión 

entre unos tipos y otros lleva a atribuir a los pensamientos 

propiedades físicas, y así se cree que pueden tocar otros ob-

jetos (psicokinesia) o desplazarse (telepatía). Si un fenóme-

no biológico como el contagio lo aplicamos a la psicología, 

podemos deducir que el jersey de Hitler contiene su maldad

1

En este universo mágico se encuentra también la idea de que 

la voluntad tiene una ubicación física

2

. Los acontecimientos 

y entidades físicos y biológicos ya no son inanimados sino 

que gozan de voluntad propia, tienen intenciones.

Supersticiones, magia, creencias paranormales

Proponemos definir las supersticiones (sinónimo, para no-

sotros, de las creencias paranormales y del pensamiento má-

gico) como una confusión de categorías dentro de las creen-

cias fundamentales. Por supuesto, no toda confusión de ca-

tegorías es una superstición. Para engendrar una superstición 

es necesario que intervengan conocimientos fundamentales

Y, claro está, un error de categoría sólo es una superstición 

en la medida en que se toma al pie de la letra. Aquí no se 

incluyen  las  metáforas  o  las  expresiones  alegóricas  (“una 

buena memoria es una mina de oro”).

Aunque los niños sean asombrosamente perspicaces, muy 

a menudo cometen esos errores de categoría que llevan a la 

superstición. Sin embargo, decir que las creencias irracio-

nales de los adultos se parecen a los errores infantiles no 

significa de ninguna manera que el adulto que las tiene sea 

cognitivamente un niño. Esta cuestión hay que situarla en el 

marco de la teoría de la doble vía cognitiva, según la cual se 

intenta poner de acuerdo dos modos de pensar, que son, en 

líneas generales, el pensamiento intuitivo y el pensamiento 

analítico. De acuerdo con esta teoría, durante el desarrollo 

no se sustituye la intuición por la razón analítica. Al contra-

rio, los dos tipos de pensamiento crecen juntos. Por lo tanto, 

no es raro encontrar en el adulto ideas contradictorias, algu-

nas científicamente comprobadas (la muerte es definitiva) y 

otras no (el alma sigue viviendo después de la muerte).

¿Cómo verificar nuestra hipótesis?

Para probar nuestra teoría de la creencia hemos querido ve-

rificar varias hipótesis. En comparación con los individuos 

escépticos, los creyentes deberían atribuir con más frecuen-

cia características físicas o biológicas a entes psicológicos, y 

viceversa. Deberían confundir más fácilmente los procesos 

intencionados con los que no lo son. La superstición en sus 

diversas formas debería ir ligada a una confusión en los co-

nocimientos fundamentales, que a su vez debería ir unida a 

una tendencia a fiarse del razonamiento intuitivo. Para ter-

minar,  pensamos  que  estas  confusiones  y  el  razonamiento 

intuitivo deberían tenerse más en cuenta como indicadores 

de superstición que los que se suele sugerir habitualmente, 

como la debilidad del razonamiento analítico y la inestabili-

dad emocional.

Para comprobar nuestras hipótesis reclutamos a 239 vo-

luntarios divididos en dos grupos (creyentes y escépticos), 

la mayoría estudiantes de diversas materias. Para medir la 

frecuencia de las confusiones nos basamos en una escala de-

sarrollada por Chi y su equipo en 1994. En esta prueba se les 

presentaron a los sujetos 34 frases en las cuales se atribuían 

a una categoría rasgos de otra.

Se les pedía a los sujetos que valoraran, en una escala del 

1 al 5, si entendían la frase de forma totalmente metafórica 

(1), totalmente literal (5) o entre lo uno y lo otro (2-4). En 

la mitad de las frases se relacionaban atributos psicológicos 

con  entidades  materiales,  como  por  ejemplo  “los  muebles 

“El sueño de la razón produce monstruos” grabado de Goya.

En comparación con los individuos 

escépticos, los creyentes deberían 

atribuir con más frecuencia carac-

terísticas físicas o biológicas a en-

tes psicológicos, y viceversa.

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antiguos saben mucho del pasado” o “en verano las plantas 

quieren florecer”. Estas frases permiten medir la mentaliza-

ción  de  la  materia.  Otras  sirven  para  medir  la  reificación

3

 

o  cosificación  de  lo  mental,  como  por  ejemplo  “el  pensa-

miento de un hombre inestable se disgrega”. Por último, la 

biologización  de  lo  mental  se  medía  con  frases  como  “la 

maldad es contagiosa”. Y finalmente había frases de control: 

unas totalmente metafóricas (“el viento toca la flauta en los 

árboles”), otras absolutamente literales (“el agua que fluye 

es líquida”).

Para determinar el grado de confusión entre hechos delibe-

rados y no deliberados utilizamos una lista de acontecimien-

tos de la vida cotidiana. En cada uno de ellos el sujeto debía 

decir si, en su opinión, el acontecimiento tenía una razón

otorgando una puntuación del 1 al 5. Los hechos descritos 

no tenían nunca una razón, sólo causas. Unos eran positi-

vos, otros negativos y otros neutros. En algunos casos eran 

aleatorios (sacar una carta buena o mala en un juego); otros 

tenían una causa física (“el freno de tu coche no funciona”) 

o natural (“cae un rayo sobre un árbol”). Finalmente, cuatro 

frases describían hechos intencionados.

Igualmente medimos las creencias en lo paranormal, los 

tipos de pensamiento y la inestabilidad emocional

4

.

El pensamiento analítico e intuitivo se ha medido según 

el REI –Rational-Experiential Inventory– (Pacini y Epstein, 

1999), que proporciona dos puntuaciones: una mide la cali-

dad del pensamiento lógico racional; la otra, la tendencia a 

utilizar y fiarse del razonamiento intuitivo, de las analogías, 

de las asociaciones.

En cuanto a la inestabilidad emocional, se ha medido según 

la subescala de Neurosis del NEO  Five-Factor  Inventory 

(Mc Crae y Costa, 1987). Este test permite medir la ansie-

dad, la depresión, la conciencia de uno mismo, la vulnerabi-

lidad, la impulsividad y la hostilidad.

Conclusión

Comparados con los escépticos, los creyentes tienen más 

tendencia a atribuir rasgos físicos o biológicos a fenómenos 

mentales. Y viceversa: atribuyen en mayor medida caracte-

rísticas  mentales  a  los  objetos  (no  metafórica  sino  literal-

mente). En lo relativo a acontecimientos aleatorios o climá-

ticos, afirman con más frecuencia que los escépticos que se 

producen por una razón.

Nuestra experiencia también ha permitido mostrar que al-

gunas manifestaciones de creencias, como la astrología, el 

Feng Shui y los fenómenos ”psi”, suelen ir asociadas a una 

confusión entre los conocimientos fundamentales, a una ma-

yor tendencia a fiarse de la intuición y –aunque más ligera-

mente– a un pensamiento menos analítico y una mayor ines-

tabilidad emocional. De todo ello deducimos que las creen-

cias infundadas nacen de un excesivo uso del pensamiento 

intuitivo, más que de errores de razonamiento analítico.

Nuestra definición de las supersticiones pone en tela de jui-

cio la clasificación de algunas creencias como supersticio-

nes. Por ejemplo, creer en la grafología o en los biorritmos 

no entra en el marco que hemos establecido y, por tanto, las 

consideraremos creencias infundadas pero no supersticio-

nes. Por el contrario, creer que se puede hacer sufrir a al-

guien clavando agujas en un muñeco sí es una superstición.

La confusión de géneros en los conocimientos fundamen-

tales es denominador común de un amplio abanico de creen-

cias, desde el animismo al más moderno Feng Shui, pasando 

por la telequinesia. Nuestra definición debería permitir un 

estudio específico de las supersticiones.

Podríamos relacionar esta confusión con lo que algunos 

investigadores señalan como uno de los fundamentos de la 

creencia en lo paranormal: la idea de que categorías distintas 

tengan  una  esencia  común.  Por  ejemplo,  los  antropólogos 

piensan que el nexo entre las numerosas creencias del pue-

blo Hua de Nueva Guinea está en la noción de nu, la esencia 

vital. Esa esencia vital representa la idea de que en el cosmos 

todo está interconectado y se deriva del mismo principio 

fundamental. Sin duda, es una clara muestra de confusión de 

géneros entre los tres tipos de conocimientos fundamentales.

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“Credulidad, fanatismo y superstición”, grabado de William Hogarth  

Las creencias infundadas nacen 

de un excesivo uso del pensamien-

to intuitivo, más que de errores de 

razonamiento analítico.

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tigadores ven en ello la idea implícita de que el mal es una sustan-
cia. (Nota del traductor al francés)

Lo cual recuerda también la teoría de los campos mórficos de 

Sheldrake, concebida para explicar la supuesta posibilidad de “sen-
tir una mirada” o de transmitir el pensamiento. Según esta teoría, 
la mirada cobra vida, se convierte en materia. (Nota del traductor al 
francés)

La reificación consiste en considerar concreto un objeto abstrac-

to.

Las creencias en lo paranormal se han medido según la última 

versión de la PBS: la RPBS –Basic Paranormal Belief Scale– (Toba-
cyk, 2004), a la cual hemos añadido algunos puntos porque el cues-
tionario no tiene en cuenta todos los aspectos de la superstición.

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nal Journal of Transpersonal Studies, 2004. 23, 94-98.

Notas:

Referencia a un famoso experimento de Nemeroff (1995) que 

marcó el inicio de las investigaciones sobre las supersticiones: la 
gente (en su inmensa mayoría) se niega a ponerse un jersey limpio 
si se les ha dicho que perteneció a un asesino en serie. Los inves-

Teoría de la evolución y superstición

Muy a menudo las supersticiones adoptan la forma de una imaginaria relación causa-efecto: por 

ejemplo, se puede creer que existe esa relación entre ver pasar un gato negro y sufrir un golpe de 

mala suerte. Una idea ya antigua de los psicólogos, especialmente los evolucionistas, es que esas 

creencias o comportamientos supersticiosos han podido, aun siendo irracionales, difundirse entre 

la población porque quizá representan una ventaja selectiva. Imaginemos que en la prehistoria 

algunos humanos desarrollaron la creencia de que el ruido del viento en los árboles anunciaba 

la llegada de un depredador. Es una idea falsa, pero como si hay ruido es más difícil oír a los 

depredadores, el hecho de correr a refugiarse cuando se produce ese ruido puede suponer el salvar 

la vida. Por tanto, la selección natural pudo favorecer a los supersticiosos.

En  un  artículo  reciente,  Kevin  Foster,  de  la  universidad  de  Harvard,  y  Hanna  Kokko,  de  la 

universidad  de  Helsinki,  proponen  una  formulación  matemática  elemental  de  esta  idea

1

. Y así 

muestran, con un caso sencillo, que un comportamiento supersticioso puede surgir por selección 

natural… y continuar incluso cuando ya ha desaparecido el motivo que lo generó.

Foster, K. & Kokko, H. (2008). The evolution of superstitious and superstitious-like behaviour. Proceedings of the Royal Society.

http://ww.people.fas.harvard.edu/~kfoster/FosterKokko2008%20Proc%20B%20superstition.pdf