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ma suele ser poco tratado en libros de física, limitándose a
echar mano de las probabilidades, sin ofrecer teoría expli-
cativa alguna. Otro gran problema lo presentan los sistemas
autoorganizativos, como la propia vida. A esta y otras cues-
tiones intenta dar respuesta el libro.
Comienza con una breve introducción donde expresa sus
coordenadas filosóficas, seguida de una explicación de qué
debemos entender por sistema y fenómeno macroscópico y
una breve presentación de la teoría del caos.
La parte del león es el capítulo tercero, dedicado en exclu-
siva a la sinergética, que puede definirse como una ciencia
interdisciplinaria para explicar la formación y auto-organi-
zación de patrones y estructuras en sistemas abiertos y lejos
del equilibrio termodinámico. Pero tras analizar sus postu-
lados e ilustrarlos con diferentes ejemplos, en los capítulos
siguientes se establecen las limitaciones y problemas de este
enfoque. El meollo del asunto está en el concepto de emer-
gencia.
Parece claro que en muchos sistemas hay propiedades que
emergen y que parecen independientes del sustrato que las
genera. La propia ciencia, en principio, tendría que poder
reducirse a la física fundamental, pero no es así. Tenemos fí-
sica, química, biología y psicología. Y aunque sabemos que
las propiedades químicas de un elemento vienen dadas por la
mecánica cuántica, a un químico no le hace falta saber cómo
funciona esta.
Pero la existencia palmaria de la emergencia no implica
que se entienda el mecanismo que la genera o que tengamos
una clasificación clara del fenómeno. En algunos casos pue-
de señalarse dónde está la transición entre los dos niveles,
pero en otros no tenemos una explicación mano.
La teoría sinergética debería dejar claro de que manera
usa este concepto, ya que es uno de los pilares de la discipli-
na, pero no es así. Como dice el autor:
Con la aparición y desarrollo de la sinergética no se ha
desarrollado una clarificación completa de en qué consiste
eso que “emerge” del conjunto de las partes; antes bien, ha
ocurrido que ha habido, entre los especialistas, una especie
de autolimitación en este asunto, por no enfrascarse en pro-
blemas que no estén de entrada bien definidos matemática-
mente en el contexto de su especialidad.
Personalmente no sé hasta que punto será posible definir
científicamente el problema de la emergencia. Es posible que
la manera de iluminar estos problemas sea más filosófica que
científica. De momento, si quieren profundizar en el tema y
descubrir el estado actual de las cosas y los problemas exis-
tentes, este libro les ofrece una panorámica muy completa y
recomendable.
Juan Pablo Fuentes
La Biblia ante la Biblia, Tomo II.
MiltonAsh
Visionnet, 2006. 610 páginas.
En estas mismas páginas de El Escéptico comentamos en
su día el primer tomo de esta obra, dedicada a desmenuzar la
Biblia en busca de contradicciones, errores y fragmentos de
crueldad manifiesta. Es encomiable la paciencia del autor y
lo detallado de su disección.
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En este segundo tomo se analiza el Pentateuco, los libros
históricos y Lírica (Salmos, Cantar de los cantares y La-
mentaciones). Se nota que el autor tiene experiencia porque
la prosa mejora, está mejor organizado en índices y notas y
tiene mayor profundidad en sus juicios.
No deja de ser sorprendente la cantidad de contradiccio-
nes que se encuentran entre las propias partes de la Biblia.
Ya lo dije en la otra reseña, pero lo repito; al autor no le hace
falta traer otros libros o autoridades para poner en evidencia
los múltiples fallos que se encuentran en un libro tan sagra-
do.
Capítulo aparte merecen algunas de las descripciones,
que muestran una crueldad que hoy en día nos resulta cho-
cante. Siempre se dice que el Dios del Antiguo Testamento
es un dios colérico, pero hasta que no lees el texto no te das
cuenta hasta qué punto es así. La furia de Yahvé se encien-
de por cuestiones nimias y hay masacres de pueblos enteros
simplemente porque no le caen bien.
Un libro de estas características es imposible de resumir,
pero su riqueza está en los fragmentos, así que reproduzco
algunos escogidos para que se hagan una idea.
¿Cuál es la pena por no adjetivar correctamente a Dios?
El exterminio:
I Re 20, 28-30: La ira de Yahvé: por haber dicho los ára-
meos que él era un Dios de las montañas y no un Dios de la
llanura “he entregado toda esta gran muchedumbre en tus
manos, y así sabréis que yo soy Yahvé... Los israelitas derro-
taron a los árameos, cien mil hombres de infantería en un
solo día.... pero la muralla se desplumó sobre los veintisiete
mil supervivientes...”.
Mejor no meterse con los profetas, que gastan malas
pulgas:
II Re 2, 23-24: “Luego Elíseo subió de allí a Betel y, se
gún subía por el camino, unos cuantos chicuelos salieron de
la ciudad y se burlaban de él diciendo: ‘Sube, calvo; sube,
calvo’ Él se dio la vuelta, se les quedó mirando y los maldijo
en el nombre de Yahvé. Dos osos salieron entonces del bos-
que y despedazaron a cuarenta y dos de aquellos chicuelos”.
Poner la otra mejilla es muy posterior a lo que se narra a
continuación, dedicado a los enemigos del pueblo elegido:
Salm 109, 6-15,29: “«¡Suscita a un malvado contra él,
que un fiscal se ponga a su diestra; que en el juicio resul-
te culpable, su oración considerada pecado! ¡Que sus días
sean pocos, que otro ocupe su cargo; queden huérfanos sus
hijos, quede viuda su mujer! ¡Que sus hijos vaguen mendi-
gando, sean expulsados de sus ruinas; que el acreedor se
quede con sus bienes y saqueen sus ganancias los extraños!
¡Nunca nadie le muestre amor, nadie se apiade de sus huér-
fanos, sea exterminada su posteridad, acabe su apellido en
sus hijos! ¡Sea recordada la culpa de sus padres, nunca se
borre el pecado de su madre; estén constantemente ante
Yahvé, y él cercene de la tierra su memoria!»... ¡Se vistan
de ignominia los que me acusan, envueltos en su vergüenza,
como en un manto!”.
La destrucción de Jerusalén está provocada, según La-
mentaciones, por el propio Yahvé. ¿Qué le hace a su pueblo?
Lo siguiente:
“Vagaban por las calles como ciegos, todos manchados de
sangre, sin que nadie pudiera tocar sus vestidos”: Lm 4, 14
“... mientras niños y lactantes desfallecen en las plazas
de la ciudad. Preguntan a sus madres: «¿Dónde hay pan?»,
mientras caen desfallecidos, como heridos, en las plazas de
la ciudad, mientras exhalan el espíritu en el regazo de sus
madres”: Lm 2, 11-12; 2, 20-21
Los ejemplos son muchos. Si quieren un excelente ex-
tracto del peor lado de la Biblia, no pueden perderse este
libro.
Juan Pablo Fuentes