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J
orge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás,
poeta y fi lósofo español-norteamericano, fallecido a
mediados del siglo pasado, escribió lo siguiente:
«El progreso, lejos de consistir en el cambio, descansa en
la retentiva. Cuando el cambio es absoluto no queda ser
alguno al que mejorar y no se establece dirección para una
posible mejora; y cuando la experiencia no se conserva,
como entre los salvajes, la infancia es perpetua. Quienes no
pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo.

En la primera etapa de la vida la mente es frívola y se
distrae con facilidad, no consigue el progreso por falta de
constancia y consecuencia. Así son los niños y los bárbaros,
su instinto no ha aprendido nada de la experiencia».
La cita tiene una vigencia extraordinaria.
En el pasado han existido situaciones donde la aplicación
incontrolada de nuevos descubrimientos ha traído
por consecuencia graves daños, e incluso la muerte, a
muchas personas. Un ejemplo muy concluyente es el del
uso arbitrario de los rayos X en sus comienzos.
Artículo
TERAPIAS ELECTROMAGNÉTICAS
¡CUANTA RAZÓN, SANTAYANA…
CUANTA RAZÓN!
Arnaldo González Arias
Dpto. Física Aplicada
Universidad de La Habana (Cuba)
Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana. (Archivo)
and Chief of the Electro and Radio Therapy Clinic at the
New York Polyclinic, Etc.
En fi n, como para creer a pie juntillas todo lo que
afi rmara.
Para 1925 existían en los EE.UU. alrededor de 75
máquinas Tricho diseñadas para eliminar los molestos
e indeseables vellos en las mejillas y el labio superior
de señoras y señoritas —y quizás de algún que otro
insatisfecho caballero (ver fi gura)—. Sin embargo, al
cabo de unos pocos años se comprobó que una gran dosis
única de radiación, o muchas dosis pequeñas repetidas en
largos períodos de tiempo, podían dañar seriamente los
tejidos sin que se notara de inmediato, causando lesiones
que salían a la luz meses o años después. Las lesiones
se manifestaban como cambios en la pigmentación,
queratosis, ulceras y la aparición de carcinomas que
conducían a la muerte.
Según Jorge Agustín Nicolás Ruiz de
Santayana «Quienes no pueden recordar el
pasado están condenados a repetirlo»”.
Al poco tiempo de aparecer los primeros equipos para
hacer radiografías surgieron en los EE.UU. salones de
belleza que empleaban los rayos X para depilar los vellos
en diversas partes del cuerpo, principalmente de mujeres
jóvenes. El procedimiento fue promovido, entre otros,
por el médico Albert C. Geyser, quien se presentaba
con los siguientes atributos (según el original en idioma
inglés): Medical Director of the Tricho System, Formerly,
Professor of Physiological Therapy and Chief of Clinic
at Fordham University, Lecturer and Chief of Electro
and Roentgenray Clinic at Cornell College, Lecturer
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En 1930 el Dr. Henry H. Hazen publicó un artículo titulado
Daños como «Resultado de la Irradiación en los Salones
de Belleza»
(1)
donde aparece escrito lo siguiente:
«Hace alrededor de 5 años cierto número de salones de
belleza en varias ciudades instalaron máquinas Roenteng
con el propósito de tratar el vello superfi cial… (también)
se aplicaron tratamientos para otras condiciones… En mi
lista hay una paciente que alegaba haber sido tratada por
acné, y otra por pecas».
En su gran mayoría eran mujeres con edades entre 18 y
30 años.
Más adelante resume el Dr. Hazen:
«En varios congresos han aparecido muchos informes
de daños a la piel causados por los tratamientos de rayos
Roentgen en los salones de belleza… En esta serie de 10
casos no menos de 7 mujeres han recibido serios daños…
Es de notar que en cada caso apareció una irritación a partir
de la tercera o cuarta sesión y que, no obstante, se continuó
la aplicación de los tratamientos. No podemos dejar de
maravillarnos de la estupidez de los operadores y de la
persistencia e ignorancia de las víctimas. Cualquier medida
para proteger de su propia tontería a las mujeres que buscan
mejorar su apariencia es recomendable. Es asombroso
que en muchas comunidades las actas de práctica medica
incluyan solamente la prescripción de medicamentos y
permitan a cualquier fi sioterapeuta aplicar sus prácticas
sin permiso o interferencia, con un total desprecio por los
peligros potenciales de su proceder».
(1) American Journal of Roentgenology and Radium Therapy Vol.23,
No.4, 409-412; 1930.
mediante criterios dogmáticos de autoridad. Nada más
cercano a Galileo y la Santa Inquisición).
Una vez introducidos, los supuestos tratamientos benéfi cos
son muy difíciles de erradicar. Sirva de ejemplo el hecho
de que, a pesar de que el procedimiento de Tricho podía
llegar a causar la muerte, informes de víctimas dañadas
aparecieron en las revistas médicas hasta unos 15 años
después, bien entrada la década de 1940.
Lo que resulta aún más sorprendente es
que situaciones similares se produzcan en
la actualidad, con otros procedimientos que,
por novedosos, han sido poco estudiados”.
Lo que resulta aún más sorprendente es que situaciones
similares se produzcan en la actualidad, no con los rayos
X, sino con otros procedimientos que, por novedosos,
han sido poco estudiados. Usualmente prometen un
máximo de benefi cios con un mínimo de molestias,
aunque en realidad su efi cacia no ha sido demostrada, y
a la larga pudieran resultar dañinos para el paciente. La
situación es mucho peor cuando los practicantes se ven
estimulados por la indiferencia, la tolerancia, y a veces el
apoyo ofi cial. (No faltan lugares donde incluso se intenta
silenciar ofi cialmente las denuncias de los periodistas
Prometen un máximo de benefi cios con un
mínimo de molestias, aunque en realidad
su efi cacia no ha sido demostrada, y a la
larga pudieran resultar dañinos para el
paciente.”.
La referencia a Santayana viene de lo siguiente.
Los rayos X son en realidad radiación electromagnética
de muy alta frecuencia (por encima de los miles de
millones de hertzios —Hz—). Actualmente se ensaya
en muchos lugares la aplicación de radiaciones de muy
baja frecuencia. En la literatura médica contemporánea
se denomina así a la que corresponde a frecuencias entre
20 y 100 Hz. Para comparar, la frecuencia de la red
comercial es de 50 Hz en Europa y de 60 Hz en América.
También es usual encontrar campos pulsantes, que no se
aplican de forma continua, sino por impulsos de corta
duración, con una frecuencia algo mayor.
Existe amplia evidencia de que la actividad eléctrica
está presente en el cuerpo humano en todo momento.
Es posible medir los potenciales causados por las
corrientes en el corazón (electrocardiograma) o en el
cerebro (electroencefalograma). Un hueso sometido a
un esfuerzo mecánico también puede generar diferencias
de potencial (efecto piezoeléctrico). De manera que no
es absurdo suponer que la aplicación de una corriente
eléctrica adecuada de baja intensidad pudiera afectar
los tejidos de distintas maneras. Esa corriente se puede
aplicar directamente, a través de contactos en la piel, o
indirectamente mediante un campo electromagnético
de baja frecuencia —que genera campos eléctricos
y corrientes en el interior del cuerpo—. La palabra
adecuada es importante; los tejidos responden de
muy diversa forma a diferentes señales eléctricas, en
dependencia tanto del tejido particular considerado como
de la señal aplicada.
Aunque se ha informado sobre muchas otras
aplicaciones, la radiación más estudiada es la que se
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aplica a las fracturas óseas. Si bien el mecanismo no está
totalmente esclarecido, diversos estudios indican que la
radiación estimula los procesos biológicos referentes a
la osteogénesis (formación del hueso) y a la asimilación
de implantes. Usualmente se emplean frecuencias entre
20 y 100 Hz con intensidades del campo aplicado muy
pequeñas, entre 0,5 y 8 militeslas (mT), y duración de
hasta 30 minutos. El tratamiento puede extenderse
durante días o meses.
Pero junto a los informes de ensayos realizados en
animales, aparecen otros aplicados a las personas, a
pesar de que no se ha demostrado a plenitud que estos
tratamientos sean siempre benéfi cos o siquiera efectivos,
y de que hay investigadores que alegan que la regeneración
del hueso pudiera ocurrir de manera indeseable.
Un artículo muy documentado, basado en ensayos en
animales y publicado en 2003
(2)
titulado «Estimulación
biofísica de la reparación de huesos fracturados,
regeneración y remodelación» concluye que
«…sin conocer con precisión el mecanismo celular
asociado a la respuesta de los tejidos a estas intervenciones,
resultaría difícil e inefectivo implementar una terapia
apropiada acorde a la prescripción clínica precisa».
Más adelante señala:
«se requiere un esfuerzo en este sentido para lograr la
sufi ciencia en la aplicación clínica».
Y al fi nal de la publicación, en un intercambio con los
árbitros, los propios autores advierten:
«…utilizar esta tecnología de forma indiscriminada (sin
prescripción y supervisión apropiada) puede causar efectos
secundarios indeseados, e incluso dañinos».
Pero la radiación electromagnética de baja frecuencia no
solo se aplica en los huesos. También en la cabeza, para
supuestamente calmar los dolores o la ansiedad, o en
cualquier otra parte del cuerpo con diversos fi nes. Existen
equipos comerciales en los que se puede introducir el
torso completo de una persona.
Un trabajo bastante extenso de la Universidad de
Washington en 2004, fi rmado por H. Lai y N.P. Singh
(3)
nos dice que:
«… ratas expuestas a campos sinusoidales de 60 Hz por
dos horas, a intensidades de 0,1-0,5 mT, mostraron un
incremento de la rotura de cadenas simples y dobles de
ADN en las células del cerebro».
Tal resultado debiera indicarle a los terapeutas magnéticos
contemporáneos no aplicar indiscriminadamente campos
de baja frecuencia cerca de la cabeza de los pacientes, al
menos hasta tener mayor información sobre el tema. Si
el efecto también se presentara en otro tipo de células
—lo que es muy probable— al exponer los ovarios
o los testículos a estas radiaciones se podría dañar el
ADN de óvulos y espermatozoides. Como son entidades
unicelulares, se incrementaría así la probabilidad de
que el paciente llegue a procrear hijos con alguna
anormalidad.
Sesiones de «Magnetoterapia» consistentes en la aplicación de radiación electromagnética de muy baja frecuencia y alta
intensidad. A medida que la frecuencia de un campo electromagnético se acerca a cero, el campo se va tornando en eléctrico.
Esto produce un fenómeno similar a la electroforesis, favoreciendo la polarización de las proteinas y la rotura debida al campo
eléctrico. (Autor)
(2) European Cells and Materials, Vol. 6, p.72-85
(3) Environmental Health Perspectives, 112, 6, p.687-694, Mayo
2004.