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el escéptico
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Especial
Colección «¡Vaya Timo!»
Cápítulo 7 del libro Los Vampiros ¡vaya timo!
VAMPIROS COSMOPOLITAS
Jordi Ardanuy
P
aralelamente a los neovampiros literarios apareció
el llamado movimiento gótico. El término aglutina
en realidad a un conjunto dispar de tendencias
eclécticas que ha dado lugar a diversas ramas tales como
los oscuros (dark) o los siniestros, que varían incluso de
nombre según la localización geográfi ca.
La palabra gótico se usó originalmente para referirse
a pueblos del norte de Europa que tuvieron un papel
importante en la caída del Imperio Romano. El término
fue utilizado también en el siglo XVI para referirse al
oscuro arte medieval, propio de godos (bárbaros), que
se había apartado de la Antigüedad clásica griega y
romana.
A fi nales del siglo XVIII, en Gran Bretaña, la nostalgia
y el romanticismo renovaron el interés por los edifi cios
góticos. Esta atracción estaba combinada a menudo con
un interés por las baladas medievales, la religión católica
y lo sobrenatural, que terminó predominando. La novela
de terror gótica se inició en 1764 con la publicación de
El castillo de Otranto (The Castle of Otranto), de Horace
Walpole, aunque se considera a Ann Radcliffe (Ann Ward
en realidad) como la primera que estableció el canon,
cuya infl uencia se extendería a toda la posterior literatura
de terror.
El nuevo movimiento gótico que nos interesa aquí
se inició a fi nales de la década de 1970 a partir de
grupos musicales punk como The Sex Pistols, aunque
sus orígenes pueden rastrearse hasta The Doors. Su
provocación e inconformismo fue heredado a mediados
de la década de 1980 por una nueva generación, cuya
estética e inclinaciones culturales estaban infl uenciadas
por la literatura y el cine de terror y, en menor medida,
por ciertas prácticas sexuales de dominación y sumisión.
La expresión fue acuñada, al parecer, por Anthony H.
Wilson para referirse al grupo Joy Division como una
banda gótica —es decir, bárbara—, comparada con la
corriente principal de la música pop.
Fotografía del autor. (Laetoli)
El vampiro se convirtió para los góticos en la referencia
sobrenatural gracias a su aire misterioso, su palidez
extrema, su ansia de sangre, su romanticismo y su
inmortalidad. La admiración hacia la fi gura de Bela
Lugosi pudo ser el elemento que colocó al vampiro en
el centro del panteón gótico gracias al grupo Bauhaus,
creador del emblemático tema musical La muerte de Bela
Lugosi
(Bela Lugosi’s Death, 1979). Por supuesto, las
tendencias góticas y la literatura neovampírica, aunque
independientes en su origen, han experimentado un
mutuo e inevitable proceso de infl uencia, cuya gradación
varía según los grupos musicales, los autores literarios,
los guionistas, los círculos estéticos o clanes, etc.
Simplifi cando enormemente la situación, podemos
considerar que, por lo que hace al vampirismo, existen
tres tipos de actitudes entre las tendencias góticas.
En el primer grupo se encuentran aquellos a quienes
gusta ingerir sangre de terceros; disfrutan con ello o
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simplemente están convencidos de la necesidad de
hacerlo. Suelen organizarse de manera que puedan contar
con donantes voluntarios. El intercambio de sangre no
suele ser considerable en volumen, puesto que se cree
que una pequeña cantidad contiene ya una gran cantidad
de «energía psíquica» o vida.
El segundo grupo lo forman precisamente quienes
se consideran vampiros psíquicos, que en lugar de
consumir sangre se nutren directamente de una supuesta
y totalmente inexistente energía vital.
El tercer grupo, el más numeroso, lo constituyen quienes
disfrutan de la estética gótica, desde los que se limitan
a frecuentar clubes y discotecas especializados con el
aderezo necesario a quienes condicionan toda su vida al
pensamiento gótico, llegando a dormir, por ejemplo, en
ataúdes.
Un grupo totalmente independiente, no conectado
normalmente con los góticos pero a veces confundido con
ellos por la opinión pública, lo constituyen los jugadores
de rol que simpatizan con la estética del vampiro. Aunque
pueden practicar en algunos casos juegos de rol en vivo y
disfrazarse como sus personajes preferidos, tienen muy
claro que se trata meramente de un juego.
Pero tanto los góticos que consumen sangre, salvo que
lo hagan por su sabor, como los que se creen vampiros
psíquicos, piensan que hay algún tipo de energía
susprasensible que les permite recargar unas hipotéticas
baterías a costa de descargar las de otros. Por supuesto,
no existe nada de esto. La sangre no es precisamente una
sustancia fácilmente digerible por los seres humanos,
por lo que difícilmente puede uno alimentarse de
ella. Y tampoco hay manera alguna de generar en el
organismo humano una energía con sufi ciente potencia
para poderla intercambiar a distancia, ya que la gravedad
o la interacción electromagnética resultan en este caso
cuantitativamente insignifi cantes.
Es verdad que hay personas que, al introducirse en
determinados contextos, se sienten pletóricas, y otras, en
cambio, reducidas a un estado de postración y debilidad.
Pero esto no quiere decir que se hayan intercambiado
energía alguna. Los psicólogos han demostrado cómo
las palabras, los gestos —la comunicación no verbal—,
Especial colección «¡Vaya Timo!»
Presentamos en este número de El Escéptico algunos extractos de varias obras de la colección escéptica
¡Vaya Timo! de la Editorial Laetoli. Damos las gracias a la editorial y a los autores por haber cedido estas
páginas, algunas inéditas, para nuestro disfrute.
la indumentaria o la decoración afectan a nuestro estado
de ánimo, generalmente sin que seamos conscientes de
ello.
Existen experimentos realizados para estudiar el efecto
de determinados gestos o formas de proceder. También
se producen reacciones de incomodidad o abatimiento
entre algunas de las presuntas víctimas del vampiro
psíquico, aunque la interacción se efectúe mediante
imágenes grabadas previamente. ¿Dónde iría en este caso
la energía? ¿Una y otra vez al supuesto vampiro fi lmado
una sola vez? ¿Y cuando muere éste? ¿Cómo se explica
que hayan sido afectados por las imágenes grabadas si no
hay ya un vampiro que tenga intención de alimentarse?
En realidad, no hay ningún intercambio energético. Es
meramente una cuestión de personalidades, de formas de
Portada original del libro. (Archivo)
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ser, de agresividad, si se quiere. Por ejemplo, no es nada
extraño encontrar que tras una discusión de una pareja
uno de los interlocutores quede agotado y en cambio el
otro se sienta bien. Pero eso se explica por el hecho de
que, mientras que para uno ese tipo de tensión resulta
agotador, para el otro tiene un efecto balsámico semejante
al de dar una paliza a un saco de boxeo.
Otra acepción diferente de vampirismo psíquico la
relaciona con agresiones realizadas contra terceros
para provocar tensiones físicas o mentales, lesiones,
enfermedades o la muerte, lo que lo relaciona con el mal
de ojo y otras maldiciones. La acción se atribuye a un
espíritu maligno o a un agente obediente enviado por el
agresor o a la proyección de un doble de este último.
La ocultista Violet Mary Firth Evans, más conocida
como Dion Fortune, miembro de Stella Matutina,
orden derivada de la omnipresente Golden Dawn,
escribió extensa y supersticiosamente sobre el asunto
en Autodefensa psíquica (Psychic Self-Defense, 1929).
El síntoma más común de esta agresión psíquica es
precisamente el de un peso aplastante encima, lo que nos
devuelve a las pesadillas, íncubos, maras y efi altes. Sin
embargo, en este caso no se cree que exista un vampiro
actuando sino que toda la relación es de tipo sutil, lo que
permite evadir las engorrosas preguntas sobre la falta de
pruebas físicas. Pero ya hemos justifi cado sobradamente
la explicación a las sensaciones de opresión.
Sean vampiros psíquicos, chupadores de sangre o simples
modelos de indumentaria, lo cierto es que tenemos
vampiros hasta en la sopa. El éxito literario y en la gran
pantalla, las series televisivas como Buffy la cazavampiros
(Buffy the Vampire Slayer, 1997-2003), los movimientos
góticos, los juegos de rol, todos han contribuido a que
el vampiro se haya convertido en un icono más de
las sociedades modernas cosmopolitas. ¡Quién se lo
hubiera dicho a Voltaire! Y como resultado del impacto
en los medios de comunicación y este interés más que
renovado, se ha producido un aumento considerable del
número de personas dispuestas a creer en la existencia
de los vampiros sobrenaturales o, incluso, que creen
serlo. Según una ponencia presentada en 2003 por David
Pescod, bibliotecario de la Linnean Society de Londres,
en el International Science Festival de Edimburgo, el
27 % de la población de EE UU creía en los vampiros.
No es extraño, pues, que Costas Efthimiou, profesor de
Física de la University of Central Florida, propusiera en
2006, alarmado por el volumen de crédulos, un simple
experimento mental que muestra lo absurda que es la
creencia en los chupasangres, aunque sólo sea por pura
imposibilidad material. Así, proponía partir del hecho de
que la población del planeta en el año 1600 era de unos
540 millones de personas. Suponiendo que un vampiro
muerda a una persona al mes desde principios de ese año,
habría dos vampiros en febrero, cuatro en marzo y así
sucesivamente. Con esta progresión geométrica, serían
necesarios solamente dos años y medio para extinguir a
todos los seres humanos sobre la Tierra…
Claro que podrías decirme que no. Que las víctimas no
se convierten en vampiros, por lo que el razonamiento
se invalida. Que los vampiros en los que tú crees son los
de diseño y glamour, los de Anne Rice y sus imitadores.
Pero esos vampiros son un invento de su pluma, como
la autora ha reconocido, por supuesto, y de los que
nadie tenía constancia anterior alguna. Los vampiros
que atormentaban presuntamente a la gente o chupaban
su sangre eran míseros aldeanos, torpes aparecidos,
cadáveres en descomposición. Eso era lo que la gente
creía ver y lo que destruía. ¿En esos vampiros quieres
creer? ¿En un cadáver andrajoso y engordado por los
gases de la descomposición? ¿En el que regresa de la
tumba para pedir un plato de sopa a su viuda? ¿Y las
mujeres vampiro? ¿También volvían a pedir cama y cena
a sus maridos? ¿O conservaban su rol de ama de casa?
¿O quizá prefi eras los vampiros de discoteca que ha
inventado la literatura y el cine de los últimos 30 años?
¿Piensas que una cosa existe por el mero hecho de que
alguien escriba sobre ella? Entonces también deberías
creer en los elefantes rosas voladores, si yo te cuento
un cuento sobre ellos, o en el lagarto Juancho, Bola de
Dragón o Chin Chan…
No seas ingenuo. Diferencia la realidad de la fi cción. Si
te gusta la estética de los neovampiros, perfecto: lee, ve
películas, baila, reúnete con otros simpatizantes. Diviértete
pensando en ellos. Escribe relatos, compón poemas o
canciones. Pero rechaza a quienes se aprovechan de tus
ganas de creer. Los vampiros sobrenaturales no existen.
Nadie es eterno. La sangre no te dará ninguna energía.
No es posible alimentarse psíquicamente de otros. Los
muertos no piden sopa ni acelgas ni ostras, ni siquiera
una hamburguesa. Y tampoco vienen a importunarnos, a
reclamarnos sexo o a chupar nuestra sangre. Y quien diga
lo contrario, engaña. ¡Vaya timo!
Un último consejo, sin embargo: cuidado con las cenas
copiosas. No vaya a ser que una indigestión de pizza o
de cangrejos te arrastre en tus sueños a una pesadilla tan
espantosa de cuyos vampiros ni el mayor escepticismo
pueda salvarte.