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el escéptico

Editorial
E
stimados amigos, aquí estamos de nuevo. Cuando
la revista ya estaba maquetada, incluyendo este
editorial, nos ha llegado la mala noticia de que
nuestro buen amigo y primer director de esta revista, Luis
A. Gámez, había sido condenado a pagar 6 000 euros
a J. J. Benítez en un reciente juicio. El motivo era las
palabras que “atentaban contra el honor” de Benítez en el
blog de Gámez (http://blogs.elcorreodigital.com/magonia).
Me he leído la sentencia con detalle y, como no soy
jurista, me he quedado bastante confuso. Según mi
entender—y vuelvo a repetir que soy profano en materia
legal—no se entra en lo que yo considero el fondo de la
cuestión. Se queda meramente en las formas. Me explico,
mi formación—¿tal vez debiera decir deformación?—
científica me lleva a considerar que lo importante es
el fondo y que la forma es accidental. Sin embargo la
sentencia lo que dice es lo contrario: que no entra en el
fondo, que lo importante es la forma. Dicho así creo que
a ustedes les he aclarado poco. Voy a poner un ejemplo,
y, como no quiero ir a juicio, insisto en que es es tan sólo
un ejemplo, que no tiene porqué ser el mismo que nos
ocupa. Imaginemos que alguien en su blog demuestra
que alguien miente y, por tanto, le llama mentiroso.
Hay un juicio y nadie entra en el tema de si lo dicho era
mentira o no, el juez lo que dice es que no se puede llamar
mentiroso a una persona pues eso es faltar a su honor.
Insisto: nadie entra a discutir si esa persona miente o no.
La sentencia se basa exclusivamente en la forma: le ha
llamado mentiroso.
Ahora entiendo esos circunloquios de los periodistas
que a mí me ponen muy nervioso. Nunca dicen que
alguien miente; nunca llaman mentiroso a alguien; lo
que dicen es: incierto. “Lo que ha dicho fulanito de tal
es incierto”.
LA EXTRAÑA SENTENCIA DE UN
JUICIO
Me da la extraña sensación de que mentiroso se ha
convertido en una palabra malsonante, que nadie puede
llamar a otro mentiroso a no ser que un juez haya dictado
que es mentiroso. Mentiroso se ha convertido en una
palabra reservada para los jueces. Si no hay sentencia
firme nadie es mentiroso. A lo sumo, lo que dice es
incierto o, si está en proceso judicial sin concluir, es un
presunto mentiroso.
Así que la próxima vez que usted pille a su hijo en una
mentira descarada no se le ocurra llamarle mentiroso;
podría llevarle a juicio y ser condenado a mantenerle de
por vida. Tendrá usted que meditar muy bien las palabras,
tal vez tenga que decirle: “hijo, lo que dices es incierto”.
En ese caso, si su hijo le lleva a juicio, usted podrá alegar
que no se refería a la primera acepción del RAE sino a la
tercera. A la tercera. Es decir, para usted es desconocido,
no sabido o ignorado.
Claro que los idiomas evolucionan. Y tarde o temprano,
más bien temprano, incierto terminará significando
mentira. ¿Qué tendrá usted que hacer entonces con su
hijo?
En fin, no sigo elucubrando. Para acabar quiero decir
que nada más conocer la sentencia, hubo una reunión
del Consejo de ARP-Sociedad para el Avance del
Pensamiento Crítico, y decidimos apoyar a Luis A.
Gámez. También decidimos abrir una cuenta corriente
para ayudarle económicamente. Gámez nos contestó
diciendo que no necesitaba el dinero, pero que nos
agradecía los apoyos.
Aunque ahora no esté con nosotros, no pertenece
a ARP-SAPC desde hace muchos años, nosotros
también queremos agradecerle lo mucho que ha hecho
por el escepticismo español y más en particular por el
nacimiento de esta revista. Sin su empeño no hubiera
sido posible.
Claro, yo, que he mamado otro diccionario, entiendo por
incierto la tercera acepción de lo que dice el diccionario
de la RAE:
incierto, ta.
(Del lat. incertus).
1. adj. No cierto o no verdadero.
2. adj. Inconstante, no seguro, no fijo.
3. adj. Desconocido, no sabido, ignorado.
¡Gracias y ya sabes que cuentas con nuestro apoyo!
Félix Ares
Presidente de ARP-SAPC