background image
E
l sensacionalismo de los
medios, el fanatismo reli-
gioso y los practicantes de
medicinas alternativas han aviva-
do el fuego iniciado por investiga-
ciones cuestionables, provocando
una epidemia mundial de una
enfermedad casi olvidada.
Cuando pertussis invade el orga-
nismo, la persona infectada hace
sonidos horrorosos al inha-
lar. Cuando tiene la oportu-
nidad de inhalar. Esto no
ocurre a menudo en la tortu-
rante “fase de paroxismo”,
caracterizada por ataques
repentinos de tos severa y
repetitiva. El nombre en latín de la
enfermedad, pertussis, significa
“tos intensiva”. Pero el nombre en
inglés (whooping cough; tos ferina
en castellano) describe más apro-
piadamente el sonido agónico que
las víctimas de esta enfermedad
emiten cuando, finalmente, tienen
la posibilidad de tomar aliento.
Sin embargo, ni el nombre común
ni el latinajo dan ninguna indica-
ción de que la tos y las dificultades
respiratorias se complementan a
menudo con vómitos. Ni tampoco
indican que la fase de paroxismo
puede durar hasta cuatro semanas,
ni que esta fase —en la que la víc-
tima necesita de asistencia cons-
tante
— es también la más alta-
mente contagiosa de esta enferme-
dad mortífera. Dado que altamen-
te y mortífera
son términos relati-
vos, déjenme contarles que las
infecciones por pertussis ocurren
en el 70-100% de los contactos por
cohabitación de personas no inmu-
nizadas con una persona infectada
(CDNANZ, 1997). En 1931, antes
de la vacunación, la infección por
pertussis fue la responsable del
1,3% de muertes en Inglaterra y
Gales (Research Defence Society,
1999).
Probablemente al leer hasta aquí
han imaginado víctimas adultas.
De hecho, y hasta que la vacuna-
ción efectiva estuvo disponible,
pertussis había sido una de las
causas principales de mortalidad
infantil en todo el mundo.
Antes de los años cuarenta,
fue la causa principal de
mortalidad y morbilidad en
bebés y niños de los Estados
Unidos (CDC, 2002). Desde
1890 hasta 1940, en Nueva
Gales del Sur, la tos ferina mató a
más niños menores de cinco años
que la difteria, siendo la segunda
causa de mortalidad infantil por
detrás de la gastroenteritis (Hamil-
ton, 1979).
Solamente en el Hospital Infantil
Royal Alexandria, de Sydney
(Australia), murieron 85 niños en
el año 1940: “Una planta completa
con treinta camas estuvo llena de
estas pobres criaturas durante
meses. La mayoría de los pacien-
tes admitidos eran jóvenes. Los
adultos no estaban en gran peligro,
por lo que se les atendió en casa,
con sus hórridos espasmos de tos
acabando en vómitos ahogantes, y
así durante semanas que parecían
no acabar nunca” (Hamilton
1979).
La fuerza de la tos pertúsica es tan
severa que muchos pacientes
acaban con la tez descolorida
y con pequeñas hemorragias
en la piel o en la conjuntiva.
La tos, por sí sola, puede
provocar hernias, prolapso
rectal (protrusión del esfínter
anal o de la mucosa rectal a
través del ano), e incluso
encefalopatía hipóxica (una
enfermedad degenerativa del
cerebro). Literalmente, un
adulto puede ir a golpes de
tos hasta la consulta del proctólo-
go o el neurólogo. Es más, el tra-
gado de vómito, mucus y partícu-
las como resultado de la inspira-
ción violenta puede provocar una
infección secundaria que resulte
finalmente en neumonía. Algunos
niños pueden incluso malnutrirse
porque literalmente no tienen
tiempo para comer en las inusuales
paradas entre los constantes ata-
ques de tos. Algunos pacientes,
normalmente niños, mueren
(Malleson y cols. 1977; CDNANZ
1997).
MIEDO Y ASCO EN EL CAMI-
NO DE LA VACUNACIÓN
En 1906 se descubrió el agente
causal de la tos ferina, la bacteria
Bordetella pertussis. Veinte años
más tarde, se desarrolló la primera
vacuna contrabasada en la bacteria
inactivada (Research Defence
Society, 1999). Tras dos décadas
de ensayo y perfeccionamiento,
diversos países adoptaron diferen-
tes versiones de la vacuna de per-
tussis
inactivada, se establecieron
protocolos de vacunación y se
comenzó a vacunar masivamente a
los ciudadanos. Muchos de los
productores de la vacuna la combi-
naron con otras para combatir con
una sola dosis el tétanos, la difteria
y la tos ferina.
En la mayoría de los países la fre-
cuencia y la severidad de las epi-
demias de tos ferina declinó mar-
cadamente según aumentaba el
porcentaje de población vacunada.
Irónicamente, la vacuna pudo
morir de éxito, tal y como presagió
este comentario editorial del Bri-
tish Medical Journal
en 1960:
“Cuando la inmunización consi-
gue la desaparición virtual de una
enfermedad es inevitable que algu-
nos cuestionen la necesidad de
seguir inoculando a los niños ruti-
nariamente” (Editors, 1960).
La primera indicación de la exis-
tencia de problemas vino de Sue-
cia en 1960, cuando el país llevaba
menos de diez años de vacunación.
Anteriormente, Suecia tenía altas
tasas de incidencia de tos ferina
(300 casos por cada 100 mil habi-
tantes). En 1960, la incidencia
había descendido a un tercio de
esa cantidad y estaba en plena
recesión (Gangarosa y cols. 1998).
Fue entonces cuando Justus Ström,
un influyente médico sueco, cues-
tionó la necesidad de la vacuna-
ción continuada contra la tos feri-
na. En una publicación en el Bri-
tish Medical Journal,
aseguró que
la tos ferina había dejado de ser un
problema gracias al progreso eco-
nómico, social y de la medicina en
general. Es más, se refirió a 36
casos de enfermedades neurológi-
cas y los relacionó con la vacuna-
ción contra la tos ferina, calculan-
do una alarmante tasa de compli-
caciones neurológicas de 1
entre 6.000 (Ström 1960).
Ström presentó inicialmente
estos datos en un congreso
de la Asociación Médica
Sueca, provocando acalora-
das discusiones que incluye-
ron severas críticas a sus
métodos y conclusiones
(Malgrem y cols. 1967). A
pesar de todo, las dos suge-
rencias de Ström que la
vacuna hacía poco por controlar la
tos ferina y que la vacunación
podía hacer más mal que bien
acabaron con la fe de los pediatras
suecos en el programa de vacuna-
ción. Poco tiempo después la Real
Academia de Medicina de Suecia
dispuso un comité especial para
investigar el asunto. Dicho comité
concluyó que los cálculos de las
tasas de complicaciones adversas
realizados por Ström erraban por
un orden de magnitud, y corrigie-
ron dicha tasa a 1 entre 50.000
(Malgrem y cols. 1967). Aparente-
mente, Ström nunca aceptó las
correcciones del comité a sus
datos. En 1967 publicó nuevos
datos asegurando que los proble-
mas neurológicos se habían incre-
mentado, en este caso hasta 1 de
cada 3.600 niños vacunados
(Ström 1967). Este hecho provocó
una pérdida de confianza aún
el escéptico
57
INFORME
el escéptico
56
En 1931, antes de la vacunación,
la infección por pertussis fue la
responsable del 1,3% de muertes
en Inglaterra y Gales
FIEBRE ANTI-VACUNACIÓN
EL PINCHAZO
D U E L E A
TODO
EL
MUNDO
La primera indicación de proble-
mas vino de Suecia en 1960,
cuando el país llevaba menos de
diez años de vacunación y la inci-
dencia ya había descendido a un
tercio. Fue entonces cuando Jus-
tus Ström, un influyente médico
sueco, cuestionó la necesidad de
la vacunación continuada
Una historia televisada sobre la víctima de una reacción rara a una vacuna
puede hacer invisible el inmenso bien causado por la misma
.
John Allen Paulos
background image
los médicos suecos más las noti-
cias provenientes del Reino Unido
convencieron a la sociedad médica
sueca de la necesidad de abando-
nar la vacunación con pertussis
inactivada en 1979. Entre 1980 y
1983, la tasa de tos ferina en prees-
colar se disparó hasta 3.370 por
cien mil. En años subsiguientes se
registraron más de 10.000 casos
anuales (Gangarosa y cols. 1998;
Cherry 1996).
Los efectos de la publicación de
Kulenkampff llegaron rápidamen-
te también a Japón, aunque allí la
reacción fue más suave. El movi-
miento anti-vacunación de Japón,
que era bastante activo de por sí y
ya había provocado un debate
nacional sobre las reacciones
negativas de la vacunación contra
la viruela, se aprovechó de las
noticias británicas para alarmar al
público. En 1975, el creciente cla-
mor popular y la desafortunada
muerte de dos niños al día siguien-
te de su vacunación provocaron la
suspensión de la campaña por
parte de la Asociación Médica de
la Prefectura de Okayama. Dos
años más tarde la tasa de vacuna-
ción contra la tos ferina en los
niños japoneses se había sepultado
desde casi un 80 por ciento hasta
el 10%. En tan sólo cinco años
desde el inicio de semejante fias-
co, Japón experimentó una terrible
epidemia de tos ferina (Figura 3)
con más de 13.000 infectados y 41
muertos (Gangarosa y cols. 1998).
Los siguientes en reaccionar a las
noticias de supuestas reacciones
neurológicas a la vacunación con
pertussis fueron los australianos,
que empezaron a temer las reac-
ciones adversas de la vacuna más
que a la propia tos ferina. El movi-
miento pasivo contra la vacuna-
ción comenzó a crecer, y los doc-
tores australianos abandonaron
FIEBRE ANTI-VACUNACIÓN
el escéptico
59
mayor en la seguridad de la vacu-
na. Afortunadamente, y gracias
quizá a las críticas de la Real Aca-
demia sueca a la publicación origi-
nal, la reacción se expandió con
lentitud por Suecia.
En 1974, en el Reino Unido,
Kulenkampff y colegas publican
otros 36 casos de reacciones neu-
rológicas adversas a la vacunación
con pertussis inactivada. Las prue-
bas en que se basaba la publica-
ción eran débiles, hecho claramen-
te admitido por los propios auto-
res, que afirmaron desconocer “la
prevalencia natural de la infección
o la frecuencia de encefalopatía
por inoculación (enfermedad cere-
bral inducida por la vacunación)
en la población a la que nos referi-
mos” (Kulenkampff y cols. 1974).
Es más, admitieron que “un tercio
de nuestros pacientes presentaban
contraindicaciones a la inocula-
ción por vacuna
pertussis, como
historial previo
de ataques de
tos, historial
familiar de crisis
convulsivas en
parientes de pri-
mer grado, reac-
ciones adversas
a inoculaciones
previas, infecciones recientes con-
currentes o defectos neuronales
previos” (Kulenkampff y cols.
1974).
A pesar del tono cauto empleado
con propiedad por los autores del
estudio, los líderes del movimien-
to anti-vacunación lo amplificaron
hasta la saciedad con el apoyo de
los medios de comunicación. Poco
tiempo después de su publicación,
la televisión británica aireó un pro-
grama sobre la vacuna de la tos
ferina enfocado a las pruebas
anecdóticas de terribles reacciones
adversas, y que habló poco acerca
del enorme bien realizado históri-
camente por la vacuna.
La cobertura negativa en prensa y
televisión persistió durante años.
Nuevos médicos dieron también el
paso de infor-
mar al público
sobre los horro-
res de la vacu-
nación con per-
tussis
inactiva-
da (Gangarosa
y cols. 1998).
Entre ellos
estaba Gordon
Stewart, un
prominente académico experto en
salud pública, que afirmó que la
protección otorgada por la vacuna
de pertussis no era suficiente para
asumir los riesgos asociados a su
uso (Stewart 1977). Sin embargo,
la comunidad médica británica
mantuvo un sano escepticismo.
Junto a la publicación de Stewart,
The Lancet publicó otro artículo
cuya conclusión era que “se hospi-
talizaron [por infección con per-
tussis
] menos niños inmunizados
que los esperados en caso de que
la inmunización no fuera efectiva”
(Malleson y cols. 1977). Sin
embargo, la tasa de vacunación
cayó precipitadamente. Antes del
jaleo, las tasas de vacunación en el
Reino Unido andaban en torno al
81%. Entre 1974 y 1978, descen-
dieron al 31 por ciento (Gangarosa
y cols. 1998, Research Defence
Society
1999). El Reino Unido
estaba perdiendo el control sobre
la tos ferina, lo que había logrado
tras casi dos décadas de trabajo.
Como muestra la Figura 1, la tasa
de pertussis per capita se multipli-
có por diez en esos cuatro años
(Gangarosa y cols. 1998).
Mientras tanto, la tasa de tos ferina
en Suecia volvía a crecer, añadien-
do argumentos contra la eficacia
de la vacuna a los médicos suecos
que ya estaban predispuestos por
las publicaciones de Ström. Sin
embargo, para apreciar el proble-
ma en su justa medida hay que
recordar que la tasa de tos ferina
en Suecia en los años 40-50, antes
de la introducción de la vacuna,
fluctuaba a menudo en torno a los
300 afectados por 100.000 habi-
tantes. Dicha tasa (Figura 2) era en
1975 de unos 50 por 100.000
(Gangarosa y cols. 1998). Sin
embargo, ya se había sentado un
precedente, y la desconfianza de
el escéptico
58
En el Reino Unido, la
tasa de vacunación cayó
precipitadamente. Antes
del jaleo, las tasas de
vacunación andaban en
torno al 81%. Entre 1974
y 1978, descendieron al
31 por ciento
Fig. 1.- Tasa de pertussis en el Reino Unido (por 100.000 habitantes)
Fig. 2.- Tasa de pertussis en Suecia (por 100.000 habitantes)
Fig. 3.- Tasa de pertussis en Japón (por 100.000 habitantes)
Fig. 4.- Tasa de pertussis en Australia (por 100.000 habitantes)
Cortesía autor
Cortesía autor
Cortesía autor
Cortesía autor
background image
previos a la histeria. Las tasas de
incidencia de la enfermedad en
Inglaterra y Gales descendieron
paralelamente.
En contraste, Suecia aún mantiene
altas tasas de tos ferina. Todavía
en 1996, y a pesar de las continuas
epidemias, no se había reiniciado
el programa de vacunación
(Cherry, 1996). Los esfuerzos de
Australia por detener la tos ferina
siguen siendo impedidos por el
movimiento pasivo anti-vacuna-
ción. Valga como ejemplo la epi-
demia de 2001-2002 en ese país.
También la Federación
Rusa sigue sin controlar la
enfermedad y presenta hoy
una de las mayores tasas de
tos ferina del mundo des-
arrollado.
En esta triste historia han
jugado su papel las cifras distor-
sionadas, la confusión de correla-
ción con causalidad y el analfabe-
tismo estadístico. Las campañas
sensacionalistas de los medios de
comunicación han contribuido
también a avivar rescoldos medio
apagados. Pero en todos y cada
uno de los países que han experi-
mentado las incendiarias epide-
mias había otros grupos de presión
implicados. En los movimientos
contra la vacunación tienen gran
prominencia agrupaciones religio-
sas cuya oposición a las vacunas
se basa en razones morales o reli-
giosas. Tanto en los movimientos
pasivos como en los activos, tam-
bién son prominentes los practi-
cantes y seguidores de la homeo-
patía, quiropráctica, y medicina
natural y alternativa (Gangarosa y
cols
. 1998).
A pesar de que, de manera inad-
vertida, el movimiento contra la
vacuna anti-tos ferina ha demos-
trado de manera concluyente la
necesidad inexcusable de los pro-
gramas de vacunación, los artícu-
los de Ström, Kulenkampff y Ste-
wart todavía se citan frecuente-
mente en las publicaciones de los
movimientos anti-vacunación.
Eugene Gangarosa (Universidad
de Emory), hablando a Science
News
sobre los movimientos anti-
vacunación, afirmó lo siguiente:
“no hay duda de que estos movi-
mientos torpedean, colectiva e
individualmente, los beneficios de
la vacunación” (Christensen
2001).
Cuando la alarma anti-vacunación
—caracterizada por ataques
mediáticos, investigadores con-
fundidos, fervoroso apoyo de gru-
pos religiosos y de magufos de la
medicina alternativa— se expan-
de, la sociedad afectada comienza
a tomar decisiones terriblemente
equivocadas. Todavía no tenemos
un nombre en latín para esta enfer-
medad social tan peculiar.
William John Hoyt, Jr.
AGRADECIMIENTOS
Quiero agradecer a C. R. “Skip” Wolfe, del
Center for Disease Control, por facilitarme
los datos originales sobre la tos ferina
citados en la publicación de Gangarosa y
cols
., de la que es coautor. Las figuras
para este artículo se realizaron combinan-
do datos de dicho artículo con datos de la
Organización Mundial de la Salud sobre
la incidencia de pertussis (WHO 2002) y
datos demográficos del Resumen de
datos demográficos IDB
(US Census
Bureau
2002).
BIBLIOGRAFÍA
- ABC Science Online, 2000. First
death of baby in NSW whooping
cough epidemic. ABC (Australia)
Science Online. Disponible en
http://www.abc.net.au/science/
news/stories/s206624.htm.
- Cherry, J. D. 1996. Historical review of
pertussis and the classical vaccine. J.
Infect. Dis.
174 Suppl 3, S259-S263.
- Christensen, Damaris. 2001. Vaccine
Verity: New studies weigh benefits and
risks. Science news 160:7. Disponible en
h t t p : / / w w w. s c i e n c e n e w s . o r g / a r t i -
cles/20010818/bob17.asp.
- Comunicable Diseases Network Austra-
lia New Zealand (CDNAZ). 1997. The
control of pertussis in Australia.
- Editors, 1960. Immunization against
whooping cough. Br. Med. J. 2: 1.215-
1.216.
- Gangarosa, E. J., Galazka, A. M., Wolfe,
C. R., Phillips, L. M., Gangarosa, R. E.,
FIEBRE ANTI-VACUNACIÓN
el escéptico
61
lentamente la vacunación contra la
tos ferina. Un estudio dirigido por
McIntyre y Nolan a principios de
los noventa concluyó que más de
la mitad de los facultativos austra-
lianos encuestados recetaban la
vacuna difteria/tétanos, cuando lo
apropiado habría sido la triple
vacunación contra difteria, tétanos
y tos ferina (McIntyre y
cols
., 1994). En 1993,
Lester y Nolan predijeron
la catástrofe venidera en
Australia: “La existencia
de poblaciones infantiles
agrupadas geográfica-
mente y con protección
inadecuada contra la tos
ferina [...] podría promover brotes
epidémicos” (Lester y cols., 1993).
La tinta del artículo acababa de
secarse cuando azotó el primer
brote. La epidemia de tos ferina
australiana de 1994 sumó más de
5.000 casos. Tres años más tarde
llegó la segunda gran ola al país.
Esta vez se registraron 10.699
casos, nueve de ellos fatales. En la
epidemia australiana de 2000-
2001 (Figura 4), se registraron
7.185 casos y dos niños fallecidos
a fecha de 6 de noviembre de 2001
(Gangarosa y cols. 1998; Kingsley,
2001). En un informe de la Unidad
de Salud Pública de Hunter (Valle
de Hunter, Nueva Gales del Sur)
sobre este último brote, se afirma
que “aproximadamente el 30% de
los casos en el Valle de Hunter han
sido en pacientes de 10 a 19 años
de edad”. Los niños australianos
de más de ocho años no están
vacunados contra la tos ferina “a
causa de la preocupación por posi-
bles efectos secundarios de la
vacuna a partir de esta edad”
(ABC Science Online 2000).
En las décadas de los setenta y
ochenta, la Unión Soviética man-
tuvo controlada la tos ferina
mediante programas de vacuna-
ción obligatoria. La Perestroika lo
cambió todo: la obsesión anti-
gubernamental avivó el movi-
miento contra la vacunación, y en
concreto contra la vacunación
anti-tos ferina. La viróloga soviéti-
ca Galina Chervonskaya orquestó
una campaña de prensa para des-
acreditar la vacunación, con el
resultado de que la vacuna contra
la difteria, tétanos y tos ferina se
aplicó un 30% menos. No sorpren-
de que la Federación Rusa (Figura
5) también comenzara a experi-
mentar brotes epidémicos de la
enfermedad (Gangarosa y cols.
1998).
VOLVIENDO AL “STATUS
QUO ANTE BOTCHUM
Los brotes epidémicos han sacudi-
do las conciencias de los países
que los han experimentado, aun-
que las reacciones oficiales y de la
opinión pública son variadas.
Muchos países han introducido
una vacuna recombinante (acelu-
lar) contra la tos ferina, “más segu-
ra”. Algunos han controlado el
problema introduciendo más dosis
de recuerdo en los protocolos de
vacunación. Sin embargo, otros
países en los que los pro-
gramas de vacunación
nunca se vieron afectados
por los movimientos anti-
vacunación no han experi-
mentado ningún brote epi-
démico. Entre ellos, se
incluyen Portugal, Hungría,
Noruega, la antigua Alema-
nia del este, Polonia y los Estados
Unidos (en este último la situación
ha variado recientemente, ver
recuadro final).
La reacción japonesa ante la epi-
demia fue la más rápida y fuerte.
Japón retomó la vacunación anti-
tos ferina en 1981 con la nueva
vacuna recombinante y las tasas de
incidencia de la enfermedad retor-
naron a los niveles anteriores al
fiasco. En el Reino Unido, la tasa
de vacunación aumentó más lenta-
mente y alcanzó en los años 90
niveles superiores a los máximos
el escéptico
60
Fig. 5.- Tasa de pertussis en la Federación Rusa (por 100.000 habitantes)
INCREMENTO RECIENTE EN LOS CASOS DE
TOS FERINA EN EE.UU
Tras una década de incremento gradual de la incidencia de per-
tussis
en EEUU, últimamente se están registrando incrementos
alarmantes por su brusquedad. En 2002, la incidencia de la enfer-
medad en Tejas se multiplicó por dos (HND 2002). Durante el
verano de 2003, el condado de Pierce (Washington) cuadruplicó
los casos registrados (TPCHD 2003). Las tasas de vacunación en
los EEUU siguen siendo altas, aunque se han unido al resto del
mundo en la aplicación de la nueva vacuna recombinante tras la
aparición de la fiebre anti-vacunación.
En Rusia, la viróloga Galina Cher-
vonskaya orquestó una campaña
para desacreditar la vacunación, con
el resultado de que la vacuna contra
la difteria, tétanos y tos ferina se
aplicó un 30% menos...
Curiosamente, el movimiento con-
tra la vacuna anti-tos ferina ha
demostrado de manera conclu-
yente la necesidad inexcusable de
los programas de vacunación
Texto publicado originalmente en la
revista del CSICOP Skeptical Inquirer
magazine
(enero, 2004).
Traducción del original en inglés por
Ander Izeta
Cortesía autor
background image
el escéptico
63
Miller, E. and Chen, R. T. 1998. Impact of
anti-vaccine movements on pertussis
control: the untold story. Lancet 351, 356-
61.
- Hamilton, D.G., 1979. Whooping cough
immunization. Med. J. Aust. 2:851.
- HND. 2002. Whooping cough rises.
Health news digest (www.healthnewsdi-
gest.com ). Enlace actualmente no dispo-
nible.
- Kingsley, Danny. 2001. Whooping cough
outbreak continuing. ABC (Australia)
Science Online. Disponible en
http://www.abc.net.au/science/news/sto-
ries/s426911.htm.
- Kulenkampff, M., Schwartzman, J. S.
and Wilson, J. 1974. Neurological compli-
cations of pertussis inoculation. Arch. Dis.
Child.
49, 46-9.
- Lester, R. and T. Nolan. 1993. D.T. vac-
cine in place of DTP vaccine for children.
Med. J. Aust. 159: 631.
- MacIntyre, C. R. and Nolan, T. 1994. Atti-
tudes of Victorian vaccine providers to
pertussis vaccine. Med. J. Aust. 161, 295-
299.
- Malleson, P. N. and Bennett, J. C. 1977.
Whooping-cough admissions to a paedia-
tric hospital over ten years. The protective
value of immunisation. Lancet 1, 237-9.
- Malmgren, B., Vahlquist, B. and R. Zet-
terstrom. 1967. Complications of immuni-
zation. Br. Med. J. 11: 1800-1801.
- Research Defence Society. 1999. Whoo-
ping cough (pertussis) vaccine. Disponi-
ble en http://www.rdsonline.org
en la sección Medical milestones/ Whoo-
ping cough.
- Stewart, G. T. 1977. Vaccination against
whooping-cough. Efficacy versus risks.
Lancet 1, 234-7.
- Ström, J. 1967. Further experience of
reactions, especially of a cerebral nature,
in conjunction with triple vaccination: a
study based on vaccinations in Sweden
1959-65. Br. Med. J. 4, 320-323.
- Ström, J. 1960. Is universal vaccination
against pertussis always justified? Br.
Med. J.
2:1184-1186.
- TPCHD. 2003. Rise in Pertussis Cases
in Pierce County. Tacoma-Pierce County
Health Department.
Disponible en
http://www.tpchd.org/news/releases/per-
tussisrise.htm.
- WHO. 2002. World Health Organization
vaccines and biologicals database.
Disponible en http://www.who.int/vacci-
nes-surveillance/StatsAndGraphs.htm.
- U.S. Census Bureau. 2002. U.S. Census
Bureau international data base. Disponi-
ble en http://www.census.gov/ ipc/www/-
idbnew.html.
el escéptico
62
R I N C Ó N E S C É P T I C O
una teoría y la anuncian, o la hacen
pública, deben señalar tanto los
hechos favora-
bles como los
que no concuer-
dan con ella.
Esta debe ser
hoy también la
práctica cientí-
fica y hoy vivi-
mos en la edad de la ciencia, de un
modo tan decisivo que nos resulta
difícil entender cómo pudieron
existir alguna vez los brujos, cuan-
do nada de lo que ellos proponían
funcionó nunca, o muy poco.
TECNOLOGIAS QUE
DIFUNDEN MENSAJES
MEDIEVALES
El escritor y novelista Antonio
Muñoz Molina publicó hace tiem-
po en El País una diatriba inteli-
gente sobre las falsas ciencias,
que nos parece oportuno glosar en
nuestro Rincón Escéptico. El tra-
bajo, titulado “Las edades oscu-
ras”, se inicia con el relato de la
entrevista que escuchó en una
emisora digna de toda confianza.
La entrevistada se declaraba
“especialista en ciencias ocultas”,
y la locutora le preguntaba, con el
respeto que merece un experto,
cuáles eran los mejores procedi-
mientos para hacernos recuperar,
no ya los recuerdos perdidos de la
infancia, sino la memoria de exis-
tencias anteriores (¿creería la
locutora en “existencias ante-
riores”?).
La señora explicó las virtudes tera-
péuticas de remontarse a las vidas
que podemos haber vivido hace
siglos. “Iba a cambiar de emisora”
cuenta Muñoz Molina “pero la
curiosidad pudo más que la indig-
nación: cuidado, avisaba la exper-
ta, no todo el mundo está capacita-
do para dirigir estas regresiones,
hay mucho intrusismo profesional,
muchos far-
santes, as-
trólogos o
brujos poco
serios que
p u e d e n
hacer mucho
daño a las
personas no iniciadas. Me pregun-
té si los directivos de esa emisora
consideran que hay horas en las
que es lícito contar embustes, y
otras en las que no; me acordé de
esos ancianos de antes que al ver
la televisión no distinguían entre
los telediarios y las películas, entre
la ficción y la realidad”.
Uno cree —continuaba Muñoz
Molina— que la racionalidad
avanza, que, poco a poco, con pro-
greso lentísimo, va desplazando a
la superstición. Ilusiones, se con-
testa: no hay nada ganado firme-
mente para la claridad del pensa-
miento racional y del avance cien-
tífico. Los adelantos más resplan-
decientes de la tecnología sirven
para difundir mensajes medieva-
les. Siglo y medio...
La reacción más rancia y el pro-
gresismo más ficticio hacen causa
común contra el pensamiento
r a c i o n a l .
Hablo con per-
sonas —afir-
ma Muñoz
Molina— que
me dan la
impresión de
ser bastante
parecidas a mí
y al cabo de un
rato me pre-
guntan con
afectuoso inte-
rés cuál es mi
signo del zodí-
aco. Participo
en la discusión
de un proyecto
a t r a c t i v o y
difícil, y días
después me
entero de que
uno de los que
se sentaban en
la misma mesa
ha consultado
con un brujo
para saber si
tendrá éxito el proyecto, y si a él le
conviene participar.
“Cada vez tengo más la impre-
sión” concluía el escritor “de estar
viviendo en otro siglo, en una edad
oscura a la que aún no ha llegado
la Ilustración.”
E
n su libro El placer de des-
cubrir
, editado por Crítica,
el premio Nóbel de Física
Richard P. Feynman (1918-1988)
afirmaba que, por todas partes, hay
curaciones por la fe y que siguen
en Lourdes las sanaciones mila-
grosas
. Quien cree en curaciones
milagrosas tendría que aprender
algo de medicina.
Un científico no está nunca segu-
ro. Cuando se hace un enunciado,
la cuestión no es si es cierto o
falso, sino más bien qué probabili-
dad tiene de ser cierto o falso. En
nuestro tiempo se ha descubierto
que debemos dejar sitio para la
duda, o no hay progreso ni apren-
dizaje. La gente busca certezas,
pero no las hay. Uno cree que sabe,
como cuestión de hecho. Pero la
mayoría de nuestras acciones están
basadas en un
conocimiento
incompleto y
realmente no
s a b e m o s d e
qué va todo, o
qué finalidad
tiene el mundo.
Es posible vivir
y no saber.
El Premio Nóbel ha tratado de
situarse en la posición de quienes
analizan algunas pseudociencias y
confiesa que quedó abrumado por
la basura que encontró. También
estudió la percepción extrasenso-
rial y los fenómenos psi. Estuvo
incluso en la habitación del hotel
de Uri Geller y
ni la lectura del
pensamiento ni
el doblado de
llaves funcio-
naron. Feyn-
man analizó
también diver-
sas formas de
psicoterapia,
sin resultados.
En su libro, Feynman se dirige a
los cultivadores de pseudociencias
para pedirles que si construyen
UN
LUGAR
P A R A L A
D U D A
En su libro, Feynman se
dirige a los cultivadores
de pseudociencias para
pedirles que si constru-
yen una teoría y la anun-
cian, o la hacen pública,
deben señalar como
mínimo tanto los hechos
favorables como los que
no concuerdan con ella
Richard P. Feynman
“Cada vez tengo más la
impresión” concluía Muñoz
Molina “de estar viviendo en
otro siglo, en una edad oscu-
ra a la que aún no ha llegado
la Ilustración.”
Antonio Muñoz Molina
Manuel Calvo Hernando