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decir tiene que yo le contestaba que mi célula de piel
también era un ser vivo con todo el código genético
de un ser humano (yo). Él que no, que no era vivo.
Al final, tras discutir casi media hora, la conclusión
final a la que llegue es que para ellos la importancia
está en lo que comentaba arriba: cuando se unen un
óvulo y un espermatozoide ahí se insufla el alma.
Después, ya fuera del programa, seguí dándole vuel-
tas al asunto. Una vez fecundado y cuando todavía
son muy pocas células, si el conjunto se divide en dos
grupos, puede dar origen a dos gemelos. Ese es el
modo de producirse los gemelos unicigóticos.
Entonces me asaltó la duda: ¿qué ocurre con el alma
de los gemelos?, ¿tienen sólo
la mitad? ¿Qué ocurre con una
persona que tiene media alma?
Si, como creen los "pro-vida",
el alma es el soporte de las
facultades intelectuales, los
hermanos gemelos deben tener
la mitad de dichas facultades,
¿o no? La verdad es que yo no he notado nada en los
gemelos que conozco.
¿Y cuándo muere un gemelo, su peso disminuye 21
gramos o solamente la mitad?
Claro que la cosa se complica todavía más si hay
trillizos o cuatrillizos o quintillizos. ¿Cuánta alma
tiene un quintillizo, un quinto de alma?
Si hacemos clonación terapéutica, es posible que de
un solo óvulo fecundado se consigan varios cientos
—o miles, o millones— de células totipotentes que si
las implantamos en sendos úteros podrían dar lugar a
cientos, miles o millones de niños, todos clónicos,
¿cuánto pesaría su alma? ¿Cuáles serían sus faculta-
des psíquicas? Muy poquitas. Todos serían subnor-
males. ¡Caramba, ahora me acabo de dar cuenta de
porqué hay que decir no a la clonación reproductiva!
Félix Ares de Blas
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D E O C A
A
O C A
E
n el Festival de cine de San Sebastián de 2003
se presentó una película con un título extraño:
"21 gramos", dirigida por Alejandro González
Iñárritu.
21 gramos es lo que —según la película— pierde el
cuerpo humano al morir. La pregunta es evidente:
¿qué pasa con la muerte que al hacerlo perdemos 21
gramos? La respuesta de muchos es que perdemos el
alma y llegan a la conclusión de que ése es su peso.
Esta leyenda urbana tiene su origen en los experi-
mentos realizados en 1907 por el Dr. Duncan
McDougall. Preparó una cama especial en su despa-
cho, una balanza capaz de detectar una variación de
peso de 5 gramos. Por aquella cama pasaron seis
pacientes en fase terminal (cuatro de tuberculosis,
uno de diabetes y otro por causa sin identificar) y
registró su peso antes, durante y después de la muer-
te. Su conclusión fue que había una diferencia de 21
gramos en el peso de los pacientes antes y después de
la muerte. La medida no es nada fácil, pues el cuerpo
humano está perdiendo y ganando peso permanente.
En la cama no importaba la orina o las defecaciones
puesto que se quedaban en la ella y no alteraba el
peso, pero si tenía una gran influencia la evaporación
del agua en la transpiración y a través del aliento; de
hecho, McDougall observó que se perdían aproxima-
damente 28 gramos por hora. Pero también observó
que en el momento de la muerte se producía una dis-
minución repentina del peso, de aproximadamente 21
gramos.
Él creía que las funciones psíquicas humanas conti-
nuaban vivas después de la muerte como una entidad
separada. Y, por supuesto, tan sólo las tenían los seres
humanos. Para confirmarlo hizo la misma operación
con perros y en ninguno observó una disminución de
peso en el momento de la muerte. Para él la conclu-
sión estaba clara: era una prueba de que con la muer-
te el alma se escapaba del cuerpo. No se escapaba de
los perros porque los animales no la tienen.
Publicó sus hallazgos en marzo en el New York Times
y en el Journal of American Medicine. En el número
siguiente, en una carta de otro doctor, Augustus P.
Clarke , de Massachussets, le explicaba a McDougall
el error que había cometido. El gran refrigerador del
cuerpo es la sangre. Al morir deja de circular lo que
hace que la temperatura aumente enormemente y con
ella la evaporación y la pérdida de peso
debida al aumento de transpiración. Como
los perros no transpiran, no reflejan ningu-
na disminución de peso.
Ni que decir tiene que la explicación no
afectó para nada a la leyenda urbana que
se sigue utilizando hoy en día: incluso se
hacen películas basadas en ella. Es signifi-
cativo que la película sea de Estados
Unidos, donde el fundamentalismo reli-
gioso campa a sus anchas.
Un día de septiembre de 2004 tuve una
discusión en la radio con el presidente de
no-sé-qué-grupo "defensor de la vida" que
dijo por activa y por pasiva y hasta el abu-
rrimiento que la clonación terapéutica es
una barbaridad pues en el momento en que
un óvulo se une a un espermatozoide se
insufla el alma.
Yo le decía que para arreglar las quemadu-
ras muchas veces se cogen trozos de piel y se cultivan
en placas de Petri donde crece un buen trozo de piel
nueva que después se injerta. Esa piel nueva está for-
mada por clones de las células iniciales. Clones de
una célula viva que tiene todo el código genético de
un ser humano. Le decía que no entendía por qué esa
clonación es admisible y si se trata de un óvulo anu-
cleado con el núcleo de otra célula adulta —clona-
ción estilo Dolly— ya no lo es.
Él me decía, una y otra vez, que es que cuando el
esperma se junta con el óvulo se crea un ser vivo con
todo su código genético de un ser humano. Ni que
¿C
UÁNTO PESA EL ALMA DE
L O S H E R M A N O S G E M E L O S
?