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En los últimos años se ha avanza-
do mucho sobre el conocimiento
del cerebro. Hoy en día, y gracias
a las neurociencias, sabemos más
acerca de su estructura y organiza-
ción, de su funcionamiento, y de
cómo determina nuestra conducta.
El cerebro humano, tal y como lo
conocemos ahora, es un órgano
biológico fruto de miles de años de
evolución natural
2
. Entender este
hecho es fundamental por dos
razones: primero, porque implica
que el cerebro, como órgano bioló-
gico, es natural (nunca sobrenatu-
ral), con características naturales y
que, por tanto, obedece a las leyes
de la naturaleza; y segundo, por-
que implica que el funcionamiento
del cerebro humano va en la línea
de garantizar la supervivencia de
la especie y, por tanto, está mode-
lado (por la evolución) para ese
fin.
Así, la función primordial de nues-
tro cerebro, y por extensión la del
resto del sistema nervioso, tiene
que ver, básicamente, con nuestra
capacidad para relacionarnos de
manera interactiva con el medio
ambiente que nos rodea. Para ello,
nuestro cerebro, al igual que el del
resto de los vertebrados, recibe
información del medio externo
mediante los órganos de los senti-
dos (tacto, visión, olfato, gusto y
oído) y una vez procesada, utiliza
esa información para adaptarse al
medio externo (físico o social) de
manera óptima. Esto es lo que
hace continuamente, cada segun-
do. Está especializado en ello.
Y precisamente, a causa de esta
especialización, también tiene sus
limitaciones. Por ejemplo, el cere-
bro humano no puede en ningún
caso obtener información del exte-
rior si no es a través de los órganos
de los sentidos. De la misma
manera, los pulmones están capa-
citados para asimilar oxígeno del
aire pero no del agua, por lo que
no podemos respirar debajo del
agua.
DE LA NEURONA AL
CEREBRO
Fue Santiago Ramón y Cajal, pre-
mio Nobel de Medicina en 1906,
quien postuló por primera vez la
“doctrina neuronal”
3
. Como con-
secuencia de su trabajo, hoy sabe-
mos que la neurona, célula nervio-
sa, es la unidad funcional del siste-
ma nervioso.
La propiedad principal de esta
célula nerviosa es su capacidad de
transmitir impulsos eléctricos, que
codifican y procesan la informa-
ción recogida por los órganos de
los sentidos. La información ner-
viosa se transmite de neurona a
neurona por medio de mensajeros
químicos llamados neurotransmi-
sores. Las neuronas están conecta-
das unas con otras, de manera que
una sola neurona puede estar
conectada simultáneamente con
muchas otras neuronas localizadas
en distintas áreas de nuestro
cerebro.
En el cerebro hay distintos tipos de
neuronas que se distribuyen y
organizan de manera específica en
distintas regiones cerebrales confi-
riendo, a su vez, propiedades fun-
cionales específicas
4
. Así por
ejemplo, en el tronco del encéfalo
(está fuera del cerebro propiamen-
te dicho), hay grupos de neuronas
encargados de funciones básicas
para el mantenimiento de la vida,
como el control del ritmo cardiaco
y respiratorio, y el control del
ritmo de actividad sueño-vigilia; el
tálamo y el hipotálamo son áreas
relacionadas con el control hormo-
nal de todo nuestro organismo y
con la integración de la informa-
ción que recibimos del exterior a
través de los órganos de los senti-
dos; los núcleos de la amígdala y
el hipocampo, son regiones funda-
mentales en los procesos de
memoria y en la conducta emocio-
nal. Todas estas áreas menciona-
das son consideradas “antiguas”
desde un punto de vista evolutivo,
es decir, son muy parecidas en el
cerebro de muchos animales,
desde un roedor hasta un humano.
El área más “moderna” y más des-
arrollada en el cerebro humano es
la corteza cerebral, que es el tejido
de neuronas que forma la superfi-
cie cerebral. En la corteza cerebral
se integra y se procesa toda la
información que nos llega del
exterior, parte de la cual se hace
consciente, y da origen a lo que
llamamos funciones superiores
complejas como el lenguaje, el
pensamiento lógico y la atención.
A su vez, la corteza cerebral puede
subdividirse en distintas áreas y
lóbulos con funciones más o
menos bien delimitadas. Todas
estas áreas y núcleos cerebrales
descritos de una manera muy sim-
plificada están interconectados
entre sí de forma organizada, de
manera que incluso para la realiza-
D
E S M I T I F I C A N D O E L
P O D E R D E L A M E N T E
EL CEREBRO COMO
ÓRGANO
BIOLÓGICO
Los términos “Poder
de la mente” o
“Energía psíquica”,
aunque muy vagos
e imprecisos,
sugieren que el
cerebro humano
es capaz de rea-
lizar tareas que
desafían las
leyes de la
naturaleza, que
tiene poderes
sobrenaturales.
De nuevo el deba-
te entre ciencia y
pseudociencia
1
. Sólo
tenemos que abrir deter-
minado tipo de revistas o
publicaciones, o escuchar
los comentarios de ami-
gos o familiares, para dar-
nos cuenta que hay “poderes
mentales” que gozan de un
crédito excelente. La telepatía, la
telequinesia o la percepción extra-
sensorial (PES) (ver más abajo) serí-
an buenos ejemplos de ello.
Teniendo en cuenta que no existe ningu-
na prueba científica (comprobable, reprodu-
cible) de que el cerebro humano posea caracterís-
ticas más allá de las naturales, ¿por qué están tan exten-
didas estas creencias sin fundamento? Los autores del pre-
sente artículo pensamos que muchos de los mitos populares
que refieren a los poderes sobrenaturales del cerebro se sustentan
en el desconocimiento real de cómo éste se organiza y funciona. El
objetivo de este artículo es, precisamente, tratar de ilustrar dentro de
los conocimientos actuales y de la manera más sencilla, aunque rigu-
rosa, cómo funciona el cerebro humano y así desmitificar su faceta
mágica.
¿CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO?
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o los murciélagos, que no son
capaces de ver colores, son capa-
ces de escuchar sonidos de alta
frecuencia (superiores a 20.000
hertzios). Estos mismos argumen-
tos se pueden utilizar para
desmentir la PES. No existe
percepción más allá de
nuestros sentidos, la propia
definición es un error.
De la misma manera que no puede
transmitir pensamientos telepáti-
camente, el cerebro humano no
puede mover objetos sólo con
desearlo. La telequinesis o psico-
cinesis
6
se define como “la capaci-
dad de mover objetos por medio
de ejercicios psíquicos”. Así, el
famoso farsante Uri
Geller
6
, explicaba su capa-
cidad para doblar cucharas
o parar el funcionamiento
de relojes a distancia. Si
esto fuese cierto, demos-
traría la existencia de una
presunta “energía psíqui-
ca” que, como es lógico,
nadie sabe muy bien cómo
definir.
De nuevo, desde el punto
de vista neurobiológico, la
pregunta es evidente, ¿con
qué órgano o estructura y
de qué manera el cerebro
es capaz de transmitir esa
fantástica energía para
mover o transformar obje-
tos? (definir las caracterís-
ticas físicas de esta
supuesta energía pertene-
cería al ámbito de la físi-
ca). Nosotros somos capa-
ces de mover nuestras
extremidades a voluntad
porque existen conexiones
físicas y palpables (ner-
vios) que conectan nues-
tro cerebro con nuestras
extremidades a través de
la médula espinal. La prueba irre-
futable es que cuando por un acci-
dente es seccionada la médula
espinal no podemos moverlas.
En algunos casos se ha argumenta-
do que esa “energía psíquica”
podría tener que ver con las ondas
cerebrales que se detectan en nues-
tro cerebro. Esto carece de todo
fundamento y quien dice esto des-
conoce profundamente el signifi-
cado y origen de las ondas cere-
brales. Las ondas cerebrales regis-
tran la actividad eléctrica generada
por la actividad simultánea de
millones de neuronas de la corteza
cerebral
4
. Esta señal es muy débil.
Para que se hagan una idea,
captar las ondas cerebrales
que registra un electroencefa-
lograma precisa la colocación
de electrodos muy sensibles
en el cuero cabelludo y de
potentes amplificadores que
aumentan la señal registrada.
También se pueden detectar los
campos magnéticos que genera la
actividad de las neuronas cortica-
les gracias a un aparato muy sensi-
ble y sofisticado denominado
magnetoencefalógrafo. Esta señal
(eléctrica, magnética)
generada por nuestro cere-
bro es tan débil que no
puede tener ningún efecto
en el exterior. Existen
algunos peces, como el
torpedo, cuyo sistema ner-
vioso se ha especializado
en generar descargas eléc-
tricas que aturden a sus
presas. Los humanos, por
suerte o por desgracia, no
disponemos de dichas
especializaciones.
Cabe mencionar que
investigaciones recientes
están tratando de conse-
guir que un discapacitado
(tetrapléjico) pueda mover
el cursor en un monitor de
ordenador enseñándole a
“dominar” su actividad
cerebral (ondas cerebra-
les)
7
. Para ello hay que
conectar electrodos en el
cuero cabelludo del sujeto
que a su vez van ensam-
blados en un dispositivo
electrónico muy comple-
jo. Además requiere de un
duro entrenamiento por
¿CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO?
Dos células ganglionarias retinales adyacentes espacialmente,
con colores diferentes, de las que se hicieron una serie de
registros durante el desarrollo del hurón. En el fondo hay
ráfagas intermitentes de potenciales de acción que constituyen
la actividad normal de las células ganglionarias
No existe percepción más allá de
nuestros sentidos, el propio
nombre de ‘percepción
extrasensorial’ es un craso error
ción de tareas aparentemente sen-
cillas, como mover un brazo o
escuchar una conversación, es pre-
cisa la actividad coordinada de
prácticamente todo el cerebro.
Una manera de ilustrar la organi-
zación funcional de nuestro cere-
bro es el estudio de pacientes con
lesiones en áreas específicas del
mismo
5
. Por ejemplo, hay pacien-
tes que a causa de una lesión en el
lóbulo temporal del cerebro (hipo-
campo) pierden la capacidad de
memorizar acontecimientos nue-
vos a corto plazo. Estos pacientes
no recuerdan lo que hicieron trein-
ta segundos antes por lo que su
vida diaria cambia dramáticamen-
te. Otro caso interesante es el de la
llamada “visión ciega”. Esta pato-
logía se produce por una lesión
localizada en la corteza occipital y
deja ciego al paciente aun cuando
su sistema visual está en perfectas
condiciones (no hay patología
ocular). En realidad lo que le
ocurre con estos pacientes es que
son capaces de ver pero no son
conscientes de ello, por lo que se
comportan como si estuviesen
ciegos.
Pero sin duda, los casos más
espectaculares son los descritos en
pacientes que han sufrido lesiones
en la corteza prefrontal orbital (el
área de cerebro que se localiza
exactamente encima de nuestras
órbitas oculares). Estos pacientes
sufren cambios dramáticos en su
conducta social y moral. No son
capaces de planear el futuro, de
distinguir lo bueno de lo malo
desde un punto de vista social, ni
de predecir las consecuencias de
sus actos. Ni siquiera, son capaces
de tener interacciones sociales
“normales” (se muestran agresivos
y desinhibidos), aun cuando sus
capacidades intelectuales se man-
tienen intactas.
Estos estudios sugieren que no
sólo la capacidad de ver u oír
depende del correcto funciona-
miento de nuestro cerebro, sino
también la capacidad de relacio-
narnos socialmente y de interpre-
tar el mundo que nos rodea en tér-
minos morales. Entre las conduc-
tas que podemos considerar “anor-
males” o patológicas y la conducta
“normal” o fisiológica hay una
estrecha línea divisoria, pero a
pesar de eso, lo que está claro es
que ambas dependen del funciona-
miento natural, nunca mágico, de
nuestro cerebro.
¿TIENE EL CEREBRO
HUMANO CAPACIDADES
SOBRENATURALES?
Desde un punto de vista neurofi-
siológico, y en base a lo dicho
anteriormente en relación con la
estructura y organización del cere-
bro humano, resulta fácil argu-
mentar en contra de la existencia
de “poderes mentales” del tipo de
la telepatía, la telequinesia o la
percepción extrasensorial (PES).
El argumento consiste en que el
funcionamiento del cerebro depen-
de de características neurobiológi-
cas adquiridas durante un largo
proceso evolutivo (características
que garantizan la supervivencia de
la especie) y dichos poderes men-
tales no tienen un substrato bioló-
gico sobre el cual la evolución
natural haya actuado o vaya a
actuar. Y sin el substrato biológico
adecuado (por ejemplo, un órgano
característico) no puede haber una
función biológica. Como ejemplo,
los peces no pueden asimilar oxí-
geno del aire a través de las bran-
quias (necesitarían pulmones) o
los gatos no pueden andar regular-
mente apoyándose sobre dos patas
(necesitarían un sistema motor
diferente).
La telepatía
6
se define literalmente
como “sentir a distancia”, aunque
el término se suele utilizar para
referirse a la capacidad de comuni-
carse mentalmente con el prójimo.
Nuestro cerebro, a través de los
órganos de los sentidos, nos per-
mite ver objetos visibles y oír
señales audibles, pero nunca
“detectar” o “percibir” el pensa-
miento de otras personas.
Igualmente, el cerebro humano no
es capaz de transmitir pensamien-
tos a otras personas.
Para ser comunicados, los pensa-
mientos han de ser transmitidos a
través del lenguaje (hablado, ges-
tual), y siempre, el mensaje ha de
ser recibido a través de los órganos
de los sentidos (oído, visión) de un
receptor (el interlocutor). No tene-
mos órganos para “detectar pensa-
mientos” en nuestro cerebro. Cabe
mencionar que nuestros órganos
de los sentidos tienen sus limita-
ciones por lo que no podemos cap-
tar algunas frecuencias auditivas
(inferiores a 20 hertzios o superio-
res a 20.000 hertzios) o visuales
precisamente porque no están
capacitados para ello. En cambio,
algunos animales como los perros
Todas las áreas y núcleos cerebrales están interconectados entre sí de forma
organizada, de manera que incluso para la realización de tareas aparentemen-
te sencillas, como mover un brazo o escuchar una conversación, es precisa la
actividad coordinada de prácticamente todo el cerebro.
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DEL CEREBRO
Como hemos visto, el conocimiento
científico del cerebro ha avanzado
muchísimo en las últimas décadas,
permitiéndonos entender mejor el
fundamento biológico de nuestra
conducta. Aún quedan muchos pro-
blemas por resolver, quizás entre
los más inquietantes, las bases neu-
robiológicas de la consciencia, y de
la conducta social y moral.
Para afrontar estas cuestiones qui-
zás se necesiten nuevas revolucio-
nes dentro de la disciplina científica
de las neurociencias. Pero es muy
poco probable (diríamos que impo-
sible) que de estos avances se des-
cubran nuevas “energías” que justi-
fiquen las afirmaciones que algunos
hacen acerca de los “poderes de la
mente”.
Sin embargo, somos conscientes
que la existencia de estos conoci-
mientos científicos no desanimará a
los muchos charlatanes y farsantes
que intentarán sacar tajada de la
ignorancia de algunos. Pero al
menos que no lo hagan en nombre
de la ciencia.
NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA
RECOMENDADA:
1. Carl Sagan El mundo y sus demo-
nios
, Planeta (1997).
2. Francisco Mora El reloj de la
sabiduría
, Alianza Editorial (2001).
3. Santiago Ramón y Cajal
Recuerdos de mi vida: Historia de
mi labor científica
, Colección
Alianza Universidad, Alianza
Editorial (1984) (Edición original:
1901, 1ª edición).
4. ER Kandel, JH Schwartz, TM
Jessell (Eds) Principles of Neural
Science
, Appleton & Lange (1991).
5. Oliver Sacks Un antropólogo en
Marte
, Anagrama (1997); Antonio
Damasio El error de Descartes,
Drakontos Crítica (1996); VS
Ramachandran y Sandra Blakeslee
Phamtoms in the brain, Quill
William Morral (1998).
6. The Skeptic´s Dictionary,
www.skepdic.com
7. A Ferdinando, Mussa-
Ivaldi, LE Miller,
“Brain-machine inter-
faces: computational
demands and clinical
needs meet basic
neuroscience”,
TRENDS in
Neurosciences
26,
329-334 (2003).
8. Nature Neuros-
cience
(Editorial)
6, 99 (2003).
Alberto del Arco
y
Gregorio Segovia
(Departamento de
Fisiología, Facultad de
Medicina, Universidad
Complutense de Madrid)
Alberto Porras-
Chavarino
(Unidad Médica, Pfizer SA,
Madrid)
Rodrigo Martínez
(Departamento de Neurobiología (BMC),
Universidad de Upsala, Suecia)
¿CÓMO FUNCIONA EL CEREBRO?
parte del sujeto. Y, por supuesto,
todo con cables y conexiones físi-
cas, ni trampa ni cartón, y mucho
menos, “energía psíquica”.
¿USAMOS SÓLO UNA
PEQUEÑA PARTE DE
NUESTRO CEREBRO?
Es otra creencia extendida que
sólo usamos un 10% de nuestro
cerebro
8
. Si esto fuese cierto, sería
lógico pensar que nuestro cerebro
está infrautilizado y que, por tanto,
es en el restante 90% en donde se
encuentran los “poderes mentales”
y “psíquicos” que nunca nos han
enseñado a utilizar. Esta aserción
no tiene el más mínimo fundamen-
to real.
Pero, ¿cuál es el origen de esta
falsa creencia? Por una parte, es
posible que se deba simplemente a
la necesidad humana de sentirse
superior, de distanciarse del resto
de los organismos, de quedar fuera
del dominio de la biología. Por
otra parte, es probable que se deba
a la mala interpretación de deter-
minados hallazgos científicos.
Por ejemplo, los primeros neurofi-
siólogos que estudiaron el funcio-
namiento del cerebro denominaron
“corteza silente” a aquellas áreas
del cerebro que aparentemente no
tenían ninguna función sensorial o
motora. Hoy en día se sabe que
muchas de estas áreas se corres-
ponden con regiones (cortezas de
asociación) implicadas en la inte-
gración y procesamiento de
muchos tipos de información que
llega a nuestro cerebro.
También pueden haber contribuido
a este mito las modernas técnicas
de imagen cerebral, como la
Tomografía de Emisión de
Positrones (PET)
4
. Esta técnica
permite estudiar el funcionamiento
de nuestro cerebro mientras realiza
tareas cognitivas concretas. Por
ejemplo, podemos ver qué áreas de
nuestro cerebro están más activas
cuando leemos un libro o tratamos
de recordar algo que acabamos de
aprender. Las imágenes obtenidas
mediante el PET nos muestran
usualmente en colores vivos,
como el rojo, las áreas de nuestro
cerebro más activas durante esas
tareas y en colores apagados,
como el azul, las que menos parti-
ciparon en los pruebas realizadas.
Pero, y aquí el malentendido, eso
no significa que sólo las partes
más iluminadas (en rojo) de nues-
tro cerebro estén activas. En reali-
dad, estas imágenes del PET se
obtienen como diferencia entre
una imagen de la actividad del
cerebro antes de realizar la tarea y
otra durante la realización de la
tarea. De esta manera los colores
indican una funcionalidad relativa,
remarcando las áreas más activas
en relación con el resto, que por
supuesto también están activas.
A pesar de que, como se ha men-
cionado anteriormente, hay deter-
minadas funciones que recaen
principalmente en áreas específi-
cas de nuestro cerebro, es la inter-
acción entre distintas áreas del
cerebro la responsable, en último
término, de nuestra conducta y de
nuestras capacidades mentales.
También es cierto que la neuroci-
rugía tiene mucho que ver en la
historia del mito del 10%. Hay
casos de pacientes que han sido
capaces de llevar una vida normal
con un solo hemisferio cerebral.
Esto, mal entendido, daría pie al
mito del 50%, pero… ¿el 10%?
En estos pacientes se pone de
manifiesto una cualidad funda-
mental de nuestro cerebro que es
común para el resto de nuestro sis-
tema nervioso: la plasticidad neu-
ronal. Esta cualidad hace referen-
cia a cambios adaptativos de nues-
tro cerebro muy relacionados con
capacidades como la memoria y el
aprendizaje. El cerebro reducido
de estos pacientes trata de adaptar-
se y asumir las funciones de la
zona faltante para ocasionar así el
menor perjuicio funcional. Además,
aunque estos pacientes pueden lle-
var una vida normal, no es cierto
que tengan las mismas capacida-
des que una persona sana.
La plasticidad neuronal también se
pone de manifiesto en personas
que han perdido alguna capacidad
concreta, como por ejemplo, invi-
dentes. Estas personas, con el
tiempo, desarrollan más otras
capacidades, como quizás el tacto
o el oído puesto que, al faltarles la
visión, hacen más uso de estos
órganos para suplir, en la medida
de lo posible, las carencias de no
poder ver. Esto sugiere que es
posible potenciar capacidades que
tenemos hasta cierto límite pero
nunca potenciar o crear capacida-
des nuevas, mágicas, en nuestro
cerebro.
EL ESTUDIO CIENTÍFICO
Somos conscientes de que la existencia de estos conocimientos científicos
no desanimará a los muchos charlatanes y farsantes que intentarán
sacar tajada de la ignorancia de algunos. Pero al menos que no lo hagan en
nombre de la ciencia