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formularan predicciones definidas
que pudieran comprobarse. Sin
embargo, con astucia, expresan
siempre sus predicciones en térmi-
nos tan vagos que puedan aplicar-
se a cualquier cosa que ocurra.
Pero el motivo real de que los
científicos no crean en la astrolo-
gía no es la presencia o ausencia
de evidencias científicas sobre
ella, sino que no resulta consisten-
te con otras teorías que han sido
comprobadas experimentalmente.
Cuando Copérnico y Galileo des-
cubrieron que los planetas giran
alrededor del Sol y no de la Tierra,
y Newton formuló las leyes que
rigen estos movimientos, la astro-
logía se hizo totalmente imposible.
¿Por qué deberían las posiciones
de los planetas en el firmamento
vistas desde la Tierra, tener corre-
lación alguna con las macromolé-
culas de un planeta menor que se
autodenominan vida inteligente?
Es esto lo que la astrología nos
quisiera hacer creer. Para las más
importantes teorías que describen
astrónomos, astrofísicos y cosmó-
logos no hay más evidencia expe-
rimental que para la astrología,
pero creemos en ellas porque son
consistentes con teorías que han
superado numerosas pruebas expe-
rimentales.
El éxito de las leyes de Newton y
de otras teorías físicas condujo a la
idea del determinismo científico,
que fue expresada por primera vez
a comienzos del siglo XIX por el
francés Laplace. Este sugirió que
si conociéramos las posiciones y
las velocidades de todas las partí-
culas del universo en un instante,
las leyes de la física nos deberían
permitir la predicción de cuál sería
el estado del Universo en cual-
quier otro instante del pasado o del
futuro. El problema radica en que
la secuencia de acontecimientos
no es repetible.
Así pues, aun cuando en principio
las leyes de la electrodinámica
cuántica nos deberían permitir cal-
cular cualquier cosa de la química
y la biología, no hemos logrado
mucho éxito en la predicción del
comportamiento humano a partir
de ecuaciones matemáticas. Pero a
pesar de estas dificultades prácti-
cas, la mayoría de los científicos
se han hecho a la idea de que, en
principio, el futuro es predecible.
EL ESCEPTICISMO
NECESARIO
El diario La Opinión de Tenerife
viene publicando unas excelentes
páginas semanales de divulgación
de la ciencia y con frecuencia se
abordan temas referentes a las
pseudociencias. Sus autores son
profesores e investigadores de la
Universidad de La Laguna, el
Instituto de Astrofísica de
Canarias y de otros centros
tinerfeños.
Quienes practican las falsas cien-
cias, ¿son profetas o cuentistas?,
se pregunta Ricardo Campo Pérez.
César Esteban López, investigador
del Instituto de Astrofísica de
Canarias, habla del “veneno de la
astrología”. Lo paranormal no es
inofensivo, afirma Carlos J.
Alvarez González, profesor de
Psicología Cognitiva de la
Universidad de La Laguna. Se
habla también de “utopía esotéri-
ca”. En cuanto al vampiro, el pro-
fesor Reol recuerda que la literatu-
ra ha jugado un papel fundamental
en la consolidación de este mito.
¿Sabe usted que le engañan?, pre-
gunta otro de los colaboradores y
añade: en España no se protege a
las víctimas ni se persigue al esta-
fador de esta naturaleza, salvo
casos excepcionales. Ante el auge
de tales prácticas, no hay duda de
que las pseudociencias constituyen
un lucrativo negocio, basado en la
ignorancia del público, un proble-
ma que afecta directamente a los
periodistas dedicados a informar
sobre ciencia y tecnología.
Ante estos hechos, el profesor
Ricardo Campo afirma que el
escepticismo es necesario en las
sociedades actuales. La ciencia
contemporánea –añade- nos aporta
un conocimiento cada vez más
exhaustivo de la realidad, al
mismo tiempo que viejas creencias
reaparecen con nuevos ropajes
cuando parecía que habían sido
definitivamente desechadas. Una
visión superficial de este problema
lleva a una paradoja: ¿cómo es
En España no se protege a las víctimas de los fraudes paranormales ni se per-
sigue al estafador de esta naturaleza, salvo casos excepcionales.
Portada original en inglés del libro El
Universo en una cáscara de nuez, de
Stephen W. Hawking.
I
nvestigaciones y encuestas
realizadas en Europa y
Estados Unidos muestran que
la forma de pensar de la mayoría
de los adultos es aún de tipo pre-
científico. Entre los alumnos de 14
años, el 80% cree en la generación
espontánea de los microbios y
cerca del 100% piensan que el frío
y el calor son sustancias, con fre-
cuencia diferentes. El 90% consi-
dera como normal la no conserva-
ción de la materia o de las espe-
cies, sin que se trate de una genial
intuición como la de Einstein,
cuando desarrolló su teoría de la
equivalencia entre energía y mate-
ria, o la de Darwin, cuando lanzó
la idea de la evolución de las espe-
cies. Para algunos de estos alum-
nos, el plomo puede transformarse
de forma habitual en mercurio, y la
materia en luz por simple “trans-
mutación”.
En Francia, más de doce millones
de personas creen en los marcia-
nos. Una en-cuesta indica que de
cada dos franceses uno piensa que
la astrología es una ciencia; el
23% de los preguntados cree en
los horóscopos y un 18% en la
brujería y los encantamientos. En
1984 había en el país 50.000 adivi-
nadores censados por fisco.
Tomo estos increíbles datos de
libro Los orígenes del saber, de
André Giordan y Gerard de
Vecchi. Los mismos autores afir-
man que la ausencia de una curio-
sidad real se traduce en una parada
de la construcción del pensamien-
to. Y se preguntan cómo transfor-
mar la capacidad de asombro, que
es una cualidad del periodista, en
curiosidad.
Los autores de este libro afirman
que algunas concepciones falsas
pueden ser útiles, y toman como
ejemplo la representación sustan-
cialista que poseen los alumnos, y
muchos adultos, en relación con la
energía calorífica. Para ellos, el
calor es esencialmente un fluido
que se propaga de un cuerpo
caliente a otro que lo es menos. Un
estudio sobre el “calor” podría
comenzar por refutar la idea de
fluido, seguida por la introducción
de un modelo de agitación mole-
cular.
Para la escritora mexicana Ana
María Sánchez Mora, en su estu-
dio Feminismo, ciencia y divulga-
ción
, la pseudociencia no es lo
mismo que la ciencia errónea. La
ciencia avanza sobre sus errores:
se llega a falsas conclusiones una
gran parte de las veces, pero estas
conclusiones siempre se conside-
ran tentativas. Las hipótesis se
construyen de modo que sea posi-
ble refutarlas. Una sucesión de
hipótesis alternativas se confronta
mediante experimento y observa-
ción. La pseudociencia es lo
opuesto; a menudo sus hipótesis se
construyen precisamente para
hacerlas invulnerables a cualquier
experimento que ofrezca una posi-
bilidad de refutarlas, de modo que
en principio no puedan invalidar-
se. Sus practicantes suelen estar a
la defensiva y son cautelosos o
bien se oponen al escrutinio escép-
tico; cuando los científicos se
muestran críticos, deducen conspi-
raciones: su máquina del movi-
miento perpetuo, o su modelo pla-
netario geocéntrico o su cura mag-
nética del cáncer, sí funcionan,
pero el establishment científico se
niega a escucharlos.
HAWKING Y LA
ASTROLOGÍA
En su reciente libro El universo en
una cáscara de nuez
, el destacado
cosmólogo Stephen Hawking recuer-
da que los humanos siempre
hemos querido controlar el futuro
o, al menos, predecir lo que va a
ocurrir. Esto contribuye a explicar
el auge de la astrología. Según los
astrólogos, lo que pasa en la Tierra
está relacionado con los movi-
mientos de los planetas en el fir-
mamento. Esta no es una hipótesis
que pueda ser sometida a prueba
científicamente, o lo sería si los
astrólogos se comprometieran y
CRÍTICA
“Me preocupa, especialmente ahora en que se acerca el final del milenio, que la pseu-
dociencia y la superstición se hagan más tentadoras de año en año, el canto de sire-
na más sonoro y atractivo de la insensatez”. Carl Sagan
TODAVÍA ABUNDA LO
PRECIENTÍFICO
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posible que hoy, cuando la ciencia
está en camino de resolver los
principales problemas vitales (al
menos en el Occi-
dente industrializa-
do), renazcan irra-
cionales y extrava-
gantes creencias
como la astrología,
los fenómenos para-
normales o la depen-
dencia de “seres supe-
riores”, ahora con
marchamo tecnoló-
gico a bordo de
naves interplaneta-
rias, puras y simples
supersticiones?
El mismo autor seña-
la con agudeza que
la desunión entre la ciencia y la
sociedad civil hace que ésta recu-
rra a las más extravagantes teorías
para tranquilizar a la gente sencilla
y crédula.
CONSEJO PARA LA
INTEGRIDAD DE LOS
MEDIOS
La entidad pionera en el enfrenta-
miento con la pseudociencia es el
Committee for the Scientific
Investigation of Claims of the
Paranormal
(CSICOP), es decir,
comité para la investigación cien-
tífica de las afirmaciones relacio-
nadas con lo paranormal. Fue fun-
dado en 1976 por el filósofo Paul
Kurtz, el astrónomo y divulgador
científico Carl Sagan y el escritor
Isaac Asimov, entre otros. Publica
la ya veterana revista Skeptical
Inquirer. Su localización en
Internet es http://www.csicop.org.
Uno de los organismos que inte-
gran el CSICOP es el Consejo para
la Integridad de los Medios de
Comunicación, fundado en 1996
durante el primer Congreso
Escéptico Mundial, cele-
brado en la Universidad
de Búfalo (Nueva York).
El Consejo está formado
por una red de destaca-
dos profesionales y aca-
démicos y también comu-
nicadores sensibilizados
sobre la necesidad de
que los medios ofrezcan
una visión equilibrada de
la ciencia. Entre sus
miembros se encuentran
relevantes científicos y
divulgadores como E. O.
Wilson y Martin Gardner.
El Consejo (Council) es
una especie de puesto de vigilan-
cia desde el que se vela por la ade-
cuada presentación de la ciencia
en los medios de comunicación del
escepticismo y lo paranormal. El
Consejo recomienda la presencia
de los científicos en los medios,
que destaquen la importancia de la
cultura científica y la apreciación
de su método característico y del
pensamiento crítico, como herra-
mientas para la adquisición de
conocimiento.
En España, la ARP-Sociedad para
el Avance del Pensamiento Crítico
(http://www.arp-sapc.org) desarro-
lla una tarea análoga por medio de
su publicación El Escéptico, de la
que se han editado hasta ahora 18
números, contando éste.
NUESTRA ACTITUD ANTE
LAS PSEUDOCIENCIAS
Ricardo Campo recuerda que Carl
Sagan presentaba en su obra El
mundo y sus demonios
(Planeta,
1997) un ejemplo muy grafico de
cuál debía ser nuestra actitud fren-
te a las pretensiones de la pseudo-
ciencia y sus estafas. Esta actitud
no ha de ser otra que la que pone-
mos en práctica cuando compra-
mos un coche de segunda mano: se
nos ocurren múltiples preguntas y
comprobaciones para asegurarnos
que el estado del automóvil mere-
ce nuestro desembolso; nuestra
mente prevé posibles respuestas y
evasivas del vendedor y deseamos
constatar de primera mano el bello
panorama que nos están ofreciendo.
¿Por qué cambia nuestra actitud
cuando se acude a un sanador, a un
tarotista o a un astrólogo televisi-
vo, o cuando oímos afirmar que un
cuerpo humano permanece inco-
rrupto de forma milagrosa o que
nos visitan extraterrestres? Hagan
la prueba la próxima vez que lla-
men o escuchen a uno de estos
vendedores de esperanza a precio
de oro, o cuando alguien trate de
convencerles de cualquier supues-
to hecho situado más allá de la
lógica habitual y de las leyes cono-
cidas de la naturaleza. Sea exigen-
te: haga preguntas “incómodas”.
Será muy difícil que le engañen.
BIBLIOGRAFÍA
Stephen Hawking. El Universo en
una cáscara de nuez
, 2002.
Manuel Calvo Hernando
TODAVÍA ABUNDA LO PRECIENTÍFICO
La desunión entre la ciencia y la sociedad civil hace que ésta recurra a las más
extravagantes teorías para tranquilizar a la gente sencilla y crédula.
Portada de la revista
Skeptical Inquirer Vol. 28,
Num. 3 de mayo/junio de
2004. (CSICOP)