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erca de la ciudad de Cuzco (o Cusco), la
antigua capital del Imperio Inca, se levan-
ta la fortaleza de Sacsahuamán (o
Saqsaywaman). La tradición nos dice que la ciu-
dad fue construida a imagen de un puma. Si en la
zona que correspondería a su corazón se edifica-
ron diversos templos, su cabeza era la fortaleza de
Sacsahuamán sobre el cerro homónimo.
El mito inca de la creación nos dice que
Viracocha emergió de las aguas del Titicaca para
castigar, convirtiendo en rocas, a sus moradores
que le habían ofendido. En sustitución de éstos
creó diversas formas de vida, entre ellos Manco
Capac y sus tres hermanos que se dirigieron por
túneles subterráneos hasta Cuzco. Allí estallaron
discordias entre ellos que concluyeron con la
muerte, también convertidos en piedra, de los
hermanos y la proclamación de Manco Capac
como primer Inca. Los restos de su familia se
consideraron
huacas o piedras sagradas. Aya
Auca, el tercer hermano, se convirtió en Cuzco
Huaca y fue considerado como protector de esta
ciudad
.
No es de extrañar que para este pueblo, la
piedra fuera algo muy importante. El ser humano
podía convertirse en roca y ésta en aquél como se
narra en la leyenda del Inca Pachacutec, que rezó
a los dioses y obtuvo la gracia de que un montón
de piedras se metamorfoseara en un ejército que
derrotó a sus enemigos. Rocas y hombres com-
partían el mismo espíritu al que se ofrecían sacri-
ficios y se adoraba.
Quizás ésta sea la razón de la perfección
alcanzada en su trabajo y que maravilló a los con-
quistadores españoles que no dudaron en consi-
derar a Sacsahuamán como una de las maravillas
del mundo. Por desgracia, esta admiración no les
impidió emplear la fortaleza como cantera, oca-
sionando la pérdida de numerosos elementos, lo
que hace que se nos planteen dudas sobre qué y
cómo fue Sacsahuamán.
Existieron almacenes, una gran explanada, al
menos dos torres, un templo... pero lo que hoy se
conoce como
La Muralla, tres muros en zigzag de
unos cuatrocientos metros de longitud, posible-
mente no sea tal salvo con un significado simbó-
lico. Probablemente Sacsahuamán no fue nunca
una fortaleza sino un centro de culto. Es en esta
construcción en la que se centran los
esoteristas.
Alguno de los bloques empleados tienen hasta
cinco metros de altura y su peso sobrepasa las
120 toneladas. Además, están ensamblados con
casi total perfección, pese a que no se empleara
ningún tipo de cemento para rellenar las junturas.
Esto explica, en parte, afirmaciones como la
de Javier Sierra: “Terminan preguntándose seria-
mente qué clase de tecnología se empleó para
cortar, transportar, encajar y moldear —a veces con
precisión de cirujano— piedras de materiales muy
duros en tamaños no pocas veces ciclópeos.”
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Sin embargo, antes de dar pábulo a las acos-
tumbradas teorías de civilizaciones perdidas o
extraterrestres en la antigüedad, hay una serie de
puntualizaciones que deben quedar claras: las his-
torias recogidas por los cronistas españoles y por
el inca Garcilaso aseguran que estas construccio-
nes tienen un origen y fecha muy determinados.
Fue Pachacuti el que ordenó su erección en el
siglo XV d. de C. La construcción se prolongó
durante, al menos, cincuenta años y trabajaron en
ellas 20.000 hombres, cuatro mil extrayendo y
puliendo las piedras, seis mil transportándolas
con la ayuda de cuerdas vegetales y de cuero, y el
resto en diversos cometidos, como la excavación
de fosos y la obtención de madera.
la vuelta al mundo en cinco megalitos (V)
el escéptico (2004) 69
La cabeza del puma
JOSÉ LUIS CALVO
“No tenía ninguna duda de que podríamos hacerlo.
Nuestros antepasados lo hicieron, así que sabía que
también nosotros podríamos hacerlo. El trabajo del ser
humano puede lograr cualquier cosa.” (David Canal)
Antes de dar pábulo a las
acostumbradas teorías de
civilizaciones perdidas o
extraterrestres en la antigüedad,
hay una serie de puntualizaciones que
deben quedar claras: las historias
recogidas por los cronistas españoles y
por el inca Garcilaso aseguran
que estas construcciones
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Que los incas no habían olvidado la forma de
realizar este trabajo cuando llegaron los españo-
les en el siglo XVI, quedó demostrado cuando
desmontaron y condujeron a la vecina Cuzco
grandes piedras de Sacsahuamán para su empleo
en la Catedral de los conquistadores, causando
una admiración que fue consignada en las cróni-
cas contemporáneas.
Sin embargo ¿el transporte de un bloque con
un peso de 120 toneladas por los empinados
senderos de los Andes peruanos es técnicamente
posible? Aquí debemos hacer una aclaración,
aunque se diga frecuentemente que las rocas de
La Muralla son andesitas procedentes de la can-
tera de Rumiqolqa, a 35 kilómetros de Cuzco,
eso no es exacto. La andesita se empleó en
Sacsahuamán, pero no en La Muralla, que está
realizada en caliza que puede obtenerse en el
mismo cerro.
Aunque se diga
frecuentemente que las rocas
de La Muralla son andesitas
procedentes de la cantera de
Rumiqolqa, a 35 kilómetros
de Cuzco, eso no es exacto.
La andesita se empleó en
Sacsahuamán, pero no en La
Muralla, que está realizada
en caliza que puede
obtenerse en el mismo cerro.
Aún así habrá que hablar de las canteras incai-
cas. Se han estudiado dos de ellas, la citada
Rumiqolqa y Kachiqhata, a veces llamada
Ollantaytambo por ser ésta la población impor-
tante más próxima. En ambas se han encontrado
los mismos útiles, martillos líticos, de forma ovoi-
de y con pesos que van desde los diez kilos hasta
menos de uno, elaborados con rocas con un alto
contenido férrico, percutores de basalto y epido-
rita a los que se pueden sumar palancas y cince-
les de bronce encontrados en otros yacimientos
como Machu Picchu. En ambas quedaron aban-
donados bloques sin utilizar, más de 250 en
Rumiqolqa, con las señales de impacto de los
martillos líticos.
Los mecanismos de transporte han dejado sus
huellas en Kachiqhata, una rampa artificial así
como bloques que muestran las señales (estrías
longitudinales y pulido sólo en la base más
ancha) producidas por su arrastre. En
Sacsahuamán se han encontrado piedras redon-
deadas que posiblemente fueran empleadas
como elementos deslizantes.
El programa
Nova, de la televisión pública
estadounidense, realizó una prueba en
Kachiqhata. Con la ayuda de la población de
Ollantaytambo movieron uno de los bloques
abandonados por una pendiente de ocho grados
de inclinación. El medio empleado fue el simple
arrastre con cuerdas.
No obstante, el mayor misterio de las cons-
trucciones incas es la perfección con la que se
ensamblan los sillares, a veces de formas extrañas
como la
piedra de doce ángulos en Cuzco. A des-
cifrarlo ha dedicado sus esfuerzos el suizo Jean-
Pierre Protzen.
Después de observar las marcas en las piedras
y las herramientas abandonadas en las canteras,
pudo reconstruir el procedimiento. Para desbas-
la vuelta al mundo en cinco megalitos (V)
70 (2004) el escéptico
Una puerta de La Muralla. (Cortesía del autor)
Vista general de La Muralla de Sacsahuamán. (Cortesía del autor)
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tarlas, se empleaban los martillos más pesados
haciéndolos girar en el último momento para que
el golpe fuera oblicuo. Los bordes se suavizaban
con un martillo más pequeño. El procedimiento
se repetía en cada una de las caras.
Para situarlas, una vez dispuesto un sillar, se
tallaba en su cara superior la junta de ensambla-
je, se colocaba sobre él un nuevo sillar y se perfi-
laba el borde requerido que era tallado mediante
el mismo procedimiento.
En sus demostraciones públicas, Protzen ha
obtenido resultados tan buenos como los de los
incas en tan sólo noventa minutos. Con una prác-
tica frecuente ese tiempo se acortaría. Además, las
huellas de la talla (más fuertes en el centro de la
cara de los sillares que en sus bordes) son idénti-
cas a las que presentan los reales, además de que
las crónicas aseguran que eran necesarios varios
intentos para encajar las piedras, una descripción
perfectamente aplicable a esta técnica.
Aún así, el propio Protzen reconoce que su
procedimiento es inviable en aparejos ciclópeos.
Esta dificultad ha sido resuelta por Vincent Lee
mediante el uso de una especie de sencillo pan-
tógrafo realizado con cuerdas, madera y una plo-
m ada. Una vez dispuesto un bloque megalítico se
recorrería su borde con un palo. Otro, comunica-
do con éste, iría dibujando el perfil en la piedra a
encajar. Después, el trabajo se limitaría a tallar la
silueta señalada y a colocar el sillar en su lugar.
También Lee ha realizado demostraciones de la
viabilidad de esta técnica.
Soluciones sencillas que no merman la genia-
lidad de sus descubridores, los miembros del
Tawantinsuyo, el Imperio Inca.
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Hemos concluido un largo viaje. Desde la
Europa del V milenio a. de C. hasta la Suramérica
del siglo XV d. de C., pasando por el Egipto faraó-
nico, el Líbano bajo el Imperio Romano y el flo-
recimiento de Rapa Nui.
Las construcciones que los escritores esoteris-
tas pregonan como imposibles se han demostra-
do factibles. Arqueólogos, arquitectos, canteros...
han dedicado sus esfuerzos a reproducir con
éxito las técnicas empleadas por nuestros antepa-
sados. Lejos de disminuir nuestro aprecio por
ellas, su realización humana las enaltece. Son
fruto no de civilizaciones atlantes o extraterrestres
que emplearan láseres y elevadores antigravitato-
rios, sino de hombres que se enfrentaron a los
problemas armados de su ingenio y su capacidad
de trabajo y sufrimiento.
H oy, cuando son sólo polvo anónimo, siguen,
en cierta forma, viviendo en sus obras que nos
hablan de aquellos que las erigieron. A nosotros
nos corresponde escuchar sus palabras. ■
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N O
O T
T A
A
1.
Sierra, J.:
En busca de la Edad de Oro.
Círculo de Lectores. Barcelona, 2000.
B
BI
IB
BL
LI
IO
OG
GR
RA
AF
ÍA
A
Scarre, Ch.:
Las setenta maravillas del mundo
antiguo.
Los grandes monumentos y cómo se
construyeron. Traducción de J. González
Batlle y C. Rodríguez Castillo. Círculo de
Lectores. China, 2001.
W
W E
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B G
G R
R A
A F
F Í
Í A
A
NOVA. Secrets of Lost Empires: Inca. En:
http://www.pbs.org/w gbh/nov a/trans-
cripts/2404inca.html
la vuelta al mundo en cinco megalitos (V)
el escéptico (2004) 71
Detalle de los muros. (Cortesía del autor)
La célebre "Piedra de doce ángulos" que forma parte de un muro situa-
do en una calle de Cuzco. Apréciense los salientes de los sillares para
facilitar su manejo. (H. Plenge)