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38 (2004) el escéptico
E
n relación con el actual debat
e
en torno a la utilización de
embriones para la investiga-
ción con células madre, quisiera llevar
a cabo un análisis de los argumentos
que, por parte de la colectividad
escéptica, se están utilizando a favor
de dicho uso. Respecto al propio
debate, yo tengo una determinada
opinión, pero voy a prescindir de ella
en este análisis y pediría a los lectores
que hicieran un esfuerzo por leerlo
sin caer en el recurso fácil de encasi-
llarme en una determinada corriente
de opinión, ni leer entre líneas más
de lo que realmente escribo.
Concretamente, baso mi análisis
de la cuestión en los siguientes tex-
tos: la entrevista a Francisco Ayala
realizada por L. A. Gámez y publica-
da en
divulcat.com
1
, cuyos conteni-
dos han aparecido en E
El
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E
Es
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ta
al
l nº 8 y los artículos apareci-
dos en el número 7 de E
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Es
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D
Di
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it
ta
al
l: Cruzada embrionaria de L.
A. Gámez
2
,
Ciencia sin barreras ide-
ológicas de Juan Carlos Ispízua
3
, la
entrevista a Bernat Soria realizada
por Javier Sampedro
4
,
y
Grupos cató-
licos y conservadores maniobran
para recortar la ley de repro-
ducción asistida de Rafael Méndez
5
.
Asimismo incluyo los más recientes
textos publicados en el nº 8 de esta
revista digital:
Clones y ética: sobre
células madre y prejuicios religiosos
de Oswaldo Palenzuela
6
,
Ética y clo-
nación de José Luis Calvo
7
y
Lo divi-
no y lo humano de Javier Armentia
8
.
Comprendo la irritación que se
respira en estos textos, pero como
persona de formación científica y
que comparte el afán por promover
el pensamiento crítico, no puedo
sustraerme a llamar la atención
sobre hilos argumentales nada pro-
pios de personas o de una publica-
ción que dicen promover el pensa-
miento crítico y el análisis racional
de las diversas cuestiones.
En el debate
de las células
madre
obtenidas de
embriones, sin
embargo me resulta
muy difícil
encontrar, en los
textos citados,
contenidos que
divulguen los
argumentos de la
ciencia en este
debate.
Siempre he supuesto que desde
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o en sus
versiones impresa y digital se preten-
de contrarrestar las pseudociencias y
las opciones que se perciben como
contrarias al pensamiento crítico
mediante una buena divulgación de
la ciencia y de sus argumentos racio-
nales. En el debate de las células
m adre obtenidas de embriones, sin
embargo me resulta muy difícil
encontrar, en los textos arriba cita-
dos, contenidos que divulguen los
argumentos de la ciencia en este
debat
e
.
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En su lugar aparecen, machaco-
namente, referencias a los beneficios
que la investigación con estas célu-
las, como si el loable fin de curar
muchas enfermedades y aliviar a
muchos enfermos justificara por sí
solo los medios, es decir, el uso de
embriones fecundados, cuya acepta-
bilidad ética es precisamente la clave
del debat
e
.
En todos los artículos, reportajes
e intervenciones en medios de
comunicación se hace hincapié
insistentemente en los ingentes
beneficios de la utilización de los
embriones para la investigación o la
clonación terapéutica. ¿Realmente
se piensa desde la comunidad escép-
tica que quienes se oponen a estas
prácticas lo hacen porque ignoran
esos beneficios o, peor aún, porque,
conociéndolos, quieren privar a la
sociedad de ellos por algún malévo-
lo afán de fastidiar?
Por lógica considero que la res-
puesta a esta pregunta es negat
i
va
.
Pero entonces, ante el debate de si se
pueden o no utilizar dichos embrio-
nes, ¿tiene algo que aportar que el
fin de esta práctica sea bueno, inclu-
so buenísimo? Quien así piense está
aceptando implícitamente que el fin
Comentarios sobre embriones
y células madre
ERICK STENGLER
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el escéptico (2004) 39
justifica los medios, puesto que el
debate realmente versa sobre si éti-
camente es aceptable utilizar esos
embriones.
Es el caso, y creo importante
resaltar la gravedad de la afirmación,
de los argumentos citados por O.
Palenzuela
6
, provenientes del comité
asesor de la empresa ACT (una
empresa que se dedica a la clona-
ción... ¿iba a financiar un comité ase-
sor que censurara sus actividades?):
“Muchos de los que no reconocen
estatus moral a los entes creados
mediante clonación terapéutica
están en desacuerdo con este punto
de vista [el de la aceptabilidad del
uso de embriones clonados como
fuente de células madre]. Al igual
que los miembros de este comité,
argumentan que los beneficios de
esta investigación y de las posibles
terapias que genere sobrepasan
ampliamente las alegaciones sobre
los huevos activados.” Una vez más:
los beneficios (los fines) sobrepasan
las alegaciones sobre los huevos acti-
vados (eliminan cualquier objeción a
su uso y lo justifican).
Si desde la ciencia se quiere disi-
par, pues, la oposición a esa utiliza-
ción, en lo que hay que hacer hinca-
pié es en ese aspecto, y solamente en
ese aspecto, y nada aporta saber si
son muchos o pocos los beneficios
que de ella se derivarían. El recurso
de divulgar los inmensos beneficios
que aportaría esta investigación, y la
enumeración de las terribles enfer-
medades que se podrían llegar a
curar, no constituyen sino un fomen-
to del apoyo sentimental —y no de la
adhesión racional— del público, que
no es capaz de detectar que está
siendo inducido a poner en práctica
que el fin justifica los medios, al apo-
yar el uso de embriones únicamente
en función de los males que se
podrían evitar por ella.
El recurso de divulgar
los inmensos
beneficios que
aportaría esta
investigación (...) no
constituyen sino un
fomento del apoyo
sentimental
—y no de la adhesión
racional— del público,
que no es capaz de
detectar que está
siendo inducido a
poner en práctica que
el fin justifica los
medios.
Un texto que parecía querer abor-
dar la necesaria distinción entre
moral y ética es el de José Luis
Calvo
7
. Sin embargo lo que contiene
es una curiosa manera de expresar,
solapadamente, pero poco, que para
la ética racionalmente aceptable un
fin justifica los medios si aquél es
muy, muy bueno, y éstos son malos,
pero sólo un poquito: “Así, para eva-
luar si una acción es ética o no, lo
que debemos preguntarnos es si
racionalmente tiende a un fin ideal y
si existe una proporción entre el fin
buscado y los medios empleados.
¿Qué es lo ideal? Aquello que con-
tenga el mayor número de cosas con
valor positivo.”
En el breve escrito de Javier
Armentia
8
vuelve a abundarse en
este sentido: “...están promoviendo
(o amparando) acciones que inten-
tan impedir cualquier tipo de inves-
tigación biomédica de futuro que
utilice este tipo de células, por más
que la ciencia esté demostrando el
enorme potencial de estas técnicas
para la resolución de enfermedades.”
Vamos, que si la ciencia está
demostrando su enorme potencial,
da igual la objeción de que se están
utilizando embriones de los que no
se está aún seguro si son o no seres
humanos.
Permítanme preguntar: ¿de ver-
dad apoya la comunidad escéptica
esta concepción de la ética? Me
resisto a creerlo, pero si se me con-
vence que es así, tengo que llamar la
Página Web de El Escéptico Digital, donde se hallan todos los textos citados
(http://digital.el-esceptico.org). (ARP-SAPC)
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40 (2004) el escéptico
atención sobre el hecho de que
resulta que desde las posiciones
escépticas están dando pábulo preci-
samente a la sensación que una ética
desligada de la moral religiosa es
capaz de llegar a afirmar estas abe-
rraciones sin pestañear. Todo lector
que se sienta incómodo con la acep-
t
ación de que el fin justifica los
medios llegará a la conclusión de
que para salvar el principio contrario
ha de recurrir a las tan denostadas
éticas religiosas.
Y peor aún, como se verá más
abajo, parece que desde tal ética
laica se descalifica a quien no com-
parta tales presupuestos identificán-
dole siempre con los fundamenta-
lismos religiosos. Creo que sería
mucho más provechoso, para
fomentar una ética laica, no excluir
la posibilidad de que desde tal ética
laica pueda también defenderse una
postura contraria al uso de los
embriones para obtener células
m adre. Lo contrario sería fomentar
un “pensamiento único” dentro de la
ética no religiosa, cayendo precisa-
mente en uno de los aspectos más
denostados de las morales religiosas.
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En el debate que nos ocupa,
como en cualquier otro, en lo que
hay que centrarse es en los argu-
mentos racionales, no en los senti-
mentales. Concretamente, quienes
se oponen al uso de embriones para
la obtención de células se basan en
el presupuesto de que los embriones
que se utilizarían son ya seres huma-
nos y, por tanto, sujetos de derechos
que quedarían violados.
En los textos que estamos anali-
zando, no abundan los argumentos
que verdaderamente giren en torno a
si hay o no un ser humano en esos
embriones y he podido encontrar
únicamente estos:
1) Al tener forma de mora, y no
de pequeño feto humano, no
se puede considerar un ser
humano
1
.
2) Santo Tomás, y la Iglesia del
siglo XIX, no consideraban un
ser humano a un embrión de
menos de cuarenta días
1
.
3) Las células aún tienen la capa-
cidad de convertirse en cual-
quier órgano
1
.
4) Los embriones no están ni
han estado implantados en el
útero
3
.
Es patente que es principalmente
F. Ayala quien ha sentido la necesi-
dad de abordar la clave del debat
e
,
aunque creo que con unos argumen-
tos poco afortunados. El primero es
ridículo en sí mismo y creo que no
merece más comentario. El segundo
tiene gracia incluso, ya que ahora va a
resultar que vale lo que la Iglesia del
siglo XIX decía en cuestiones de cien-
cia mientras que, obviamente, no vale
lo que la Iglesia pudiera decir hoy
(
!
)
.
Tampoco merece mayor análisis,
pues, esta salida de pata de banco. El
tercer argumento ya tiene más visos
de ser serio, aunque no explica por
qué esa propiedad de las células
embrionarias hace que el embrión
sea cualitat
i
vamente distinto y pudie-
ra afirmarse que por tanto no es un
ser humano. Realmente este
tercer argumento dicho así,
sin más, lo único que expli-
ca es por qué son tan valio-
sas para la investigación esas
células. Convendría profun-
dizar en esa línea y afinar la
argumentación si de lo que
se trata es de convencer con
argumentos racionales de
que no hay ahí un ser huma-
no. Finalmente está el cuar-
to argumento, esgrimido por
J. C. Ispízua. Le ocurre lo
mismo que al tercero: falta
demostrar y explicar que un
embrión implantado es cua-
litat
i
vamente diferente en su
esencia de uno sin implan-
tar, pero que, recuérdese,
podría ser implantado y via-
ble.
Página web de Advanced Cell Technologies (ACT), que trata acerca de cuestiones legales y
éticas sobre clonaciones (http://www.advancedcell.com/issues.html). (ACT)
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el escéptico (2004) 41
El rechazo a la
posibilidad de estar
matando seres
humanos no es
cuestión de
conciencia de cada
uno y no depende de
una creencia
religiosa: la ley puede
y debe defender la
vida de los
ciudadanos y, repito
una vez más, lo que
necesita para no
prohibir determinada
práctica es la
seguridad de que no
hay personas en
peligro.
Y, en los textos citados, no hay
más argumentos que aborden la
cuestión clave y fundamental de si
hay o no un ser humano en un
embrión fecundado.
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En su lugar, sí que es ubicua en
todos los textos que estamos anali-
zando la persistente insistencia en
hacer aparecer la afirmación de que
los embriones son seres humanos
como una creencia que interfiere
con la ciencia. De paso se equipara a
quienes la detentan con los que con-
denaron a Galileo o a Darwin (equi-
paración incorrecta, ya que las cues-
tiones de éstos no eran de índole
ética como la que nos ocupa) y se
adereza todo ello poniendo en su
boca un disparate como que son los
mismos que prefieren que la gente
se contagie del SIDA a que utilicen
el preservativo (¿realmente es nece-
sario recordar que quienes se opo-
nen al preservativo no quieren que la
gente coja el SIDA, sino que lo eviten
de otro modo, puesto que conside-
ran que el preservativo es un medio
malo que no queda justificado por el
loable fin de evitar dicha enferme-
dad? Se comparta o no tal actitud,
no es justo tergiversarla para ridiculi-
zar a quienes la sostienen o, peor,
a
quienes sostienen otra cosa en otro
debate.)
Un detenido análisis crítico y
racional deja claro que no se susten-
ta en una fe religiosa la afirmación
de que en esos embriones podría
haber seres humanos (y si lo hace en
la argumentación de alguno, seré el
primero en denunciar que no es váli-
da). La religión estará quizás presen-
te para algunos en la motivación
para, dada esa posibilidad, oponerse
a la utilización de los embriones,
pero no es parte necesaria de la
argumentación: cualquiera que no
considere suficiente la evidencia
esgrimida para afirmar que no son
personas esos embriones, puede
dudar que de no lo sean y oponerse
a su utilización al menos hasta que
esté claro definitiva y unívocamente
que no la hay sin necesidad de recu-
rrir a una fe religiosa, sino a la obvie-
dad de que no se puede tomar a la
ligera el peligro de estar utilizando
en la investigaciones embriones que
ya son seres humanos.
A modo de ilustración analice-
mos un párrafo en concreto, de
Bernat Soria
4
: “...Sostener que un
embrión es un ser humano no es
más que una creencia religiosa. Toda
creencia es respetable, pero no se
puede legislar para todos los ciuda-
danos basándose en las creencias de
algunos.”
Este argumento quizás valga, y es
utilizado habitualmente, en los
debates de los preservativos o sobre
el divorcio, pero bajo ningún con-
cepto es aplicable al de los embrio-
nes: usar o no un preservativo, o
divorciarse o no, evidentemente es
una cuestión de la conciencia de
cada uno y cabe opinar que no se
debe legislar en función de las con-
vicciones de algunos. Pero el rechazo
a la posibilidad de estar matando
seres humanos no es cuestión de
conciencia de cada uno y no depen-
de de una creencia religiosa: la ley
puede y debe defender la vida de los
ciudadanos y, repito una vez más, lo
que necesita para no prohibir deter-
minada práctica es la seguridad de
que no hay personas en peligro.
Para confundir mas, el texto sigue
así: “Una creencia no debe impedir a
un enfermo la posibilidad de un tra-
tamiento. Si hay alguien que tiene
esa creencia lo razonable es que él
no acepte el tratamiento cuando
exista. Pero impedir ese tratamiento
a los demás —a quienes no compar-
ten ese punto de vista— aduciendo
creencias religiosas es una forma de
integrismo[...].”
¿Quién es este autor
—o cualquier otro—
para imponer que
una ética laica ha
de incluir
necesariamente
una aceptación
del uso de
embriones,
máxime cuando eso
implica asumir
implícitamente,
como hemos visto,
que el fin justifica los
medios?
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42 (2004) el escéptico
Realmente no creo que debiera
ser necesario explicar a gente racio-
nal por qué esta argumentación
carece de todo rigor: nadie está
poniendo en duda la aceptabilidad
del tratamiento, sino la de la meto-
dología utilizada para obtenerlo. Ni
se trata de impedir el tratamiento, ni
se aducen creencias religiosas —es el
autor del texto quien se empeña, en
línea con lo comentado arriba, en
encasillar como creencia religiosa la
oposición al uso de embriones, para
así poder desacreditarla diciendo
que como tal no tiene por que inter-
ferir con la investigación científica—.
También el artículo de O.
Palenzuela
6
insiste en predisponer al
lector en que toda oposición a la uti-
lización de células madre emana de
un prejuicio religioso: “...una intru-
sión —una más— de la moral católica
más trasnochada en el cuerpo legis-
l
ativo de un estado supuestamente
laico.”
¿Quiere esto decir que todo el
que no sea católico ha de aceptar el
uso de embriones para no ser enca-
sillado por Palenzuela como “católi-
co trasnochado”? ¿No es una afi
r-
m ación así una forma de presión al
lector que procede del prejuicio (pre-
cisamente son los prejuicios lo que a
Palenzuela parece molestarle más)
de que si alguien se opone lo hace
por fundamentalismo religioso?
¿Quién es este autor —o cualquier
otro— para imponer que una ética
laica ha de incluir necesariamente
una aceptación del uso de embrio-
nes, máxime cuando eso implica
asumir implícitamente, como hemos
visto, que el fin justifica los medios?
Siguiendo con este texto, al leerlo
a uno le parece que a pesar de afi
r-
m aciones como las que acabo de
citar, se trata de un artículo que por
fin va a acometer una argumenta-
ción científica sobre el tema. Tras
varios largos párrafos, sin embargo,
cuando se acerca a la cuestión fun-
damental (¿son esos embriones
seres humanos o no?) lo único que
leemos es esto: “Para los sectores
más influidos por ciertas morales
religiosas, cualquier uso de estas
células es inaceptable, ya que alegan
que se trata de vidas humanas y
como tales deben protegerse. Se
trata, por supuesto, de una visión
subjetiva y en gran medida funda-
mentalista, que no es justificable
desde un punto de vista científico ni,
como veremos más adelante, ético.”
Es decir, toda la argumentación
se limita a afirmar una vez más que
oponerse a su uso proviene de un
fundamentalismo religioso. No
explica qué le hace suponer que los
embriones en cuestión no son seres
humanos.
No es cuestión de religión, sino
de cautela y de ética (supongo que
desde las filas escépticas no se
defiende que la ciencia debe sus-
traerse a la ética, ¿no?) Una vez más,
si se quiere disipar la oposición al
uso de esos embriones, la argumen-
t
ación racional deberá dirigirse a
despejar esa duda, a excluir definiti-
vamente la posibilidad de que sean
seres humanos esos embriones. Pero
lamentablemente no es eso lo que
he encontrado en los textos que cito
sino una agria argumentación en la
que aflora la aversión a lo religioso
de sus autores, aversión que también
considero respetable, pero que no
pinta nada en un debate como éste.
Otro falso argumento es el del
“consenso” de tantos y tantos cientí-
ficos que piden que se liberalice el
uso de los embriones. Incluso se
menciona a que más de cincuenta
premios Nobel han hecho la peti-
ción en los Estados Unidos
4
. Pero
¿desde cuándo depende del consen-
so de la mayoría o del consenso de
los más prestigiosos investigadores la
moralidad de una acción? ¿No tene-
mos claro, por ejemplo, que el racis-
mo es condenable por mucho que lo
apruebe una sociedad por mayoría o
unanimidad?
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S”
A lo mencionado en los párrafos
anteriores, se añade casi siempre la
acusación de que los grupos que
promueven la oposición a estas
investigaciones lo hacen por oscuros
intereses que les llevan a querer pri-
var a tantas personas de los benefi-
cios que se ellas se seguirían. Por
muchas vueltas que le doy no se me
ocurre qué beneficios obtendrían
estos grupos de que otra gente que
ni siquiera conocen sufran diversas
enfermedades. Si me dijeran que se
tratan de intereses de empresas far-
m acéuticas que ven peligrar su clien-
tela quizás le daría visos de verosimi-
litud a la acusación, pero no parece
que vayan por ahí los tiros.
El mejor servicio
que puede hacerse
a la investigación
con embriones es
asegurarse antes
que nada de que no
se está atentando
contra la vida
o la dignidad
humana y, sólo
una vez
alcanzado esto,
lanzarse con todo
el empeño a
investigar.
De todos modos, a quienes están
a favor de estas investigaciones y del
background image
el escéptico (2004) 43
uso de los embriones no les reco-
miendo entrar en la dinámica del
juicio de intenciones (por lo demás
una pobre herramienta argumental)
y de la búsqueda de oscuros intere-
ses, sencillamente porque llevarían
las de perder: si alguien pudiera
tener intereses ocultos en este deba-
te son precisamente los investigado-
res que han orientado grandes canti-
dades de fondos, tiempo y esfuerzo
en montar laboratorios y líneas de
investigación que, de prosperar una
prohibición total del uso de embrio-
nes humanos, quedarían sin aplica-
ción alguna, o, en el mejor de los
casos, serían difíciles de reconducir.
Bernat Soria reconoce que es una
“...espada de Damocles [...] que le
puedan cerrar el laboratorio o can-
celar la línea de investigación.”
4
Así pues, el tema de los “oscuros
intereses” no conviene tocarlo por si
sale el tiro por la culata. De todos
modos, aunque no ocurriera, no
creo que sea una técnica argumenta-
t
i
va de la que quien promueve la
racionalidad y el pensamiento crítico
se pudiera sentir orgulloso. ¿O es
que no recuerdan lo mucho que les
molesta que los “magufos” atribuyan
la ocultación de la evidencia de que
nos visitan los extraterrestres a “oscu-
ros intereses gubernamentales”?
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El mejor servicio que puede
hacerse a la investigación con
embriones es asegurarse antes que
nada de que no se está atentando
contra la vida o la dignidad humana
y, sólo una vez alcanzado esto, lan-
zarse con todo el empeño a investi-
gar. El haber dado luz verde a estas
investigaciones antes de zanjar la
cuestión ética, sólo ha propiciado
este estéril debate en que unos y
otros no hacen más que repetir argu-
mentos racionalmente inaceptables.
Dejadme que termine expresán-
dolo de este modo: dudar es una de
las actitudes fundamentales del cien-
t
í
fico. Permítanme, pues, dudar de
que no hay seres humanos desde el
principio en los embriones fecunda-
dos, y ante esta duda, optar, hasta
que se disipe, por la decisión más
segura, la de no utilizarlos. Hagan
pues, amigos escépticos, un esfuerzo
por disiparla con la honradez de,
mientras no lo consigan, estar a la
vez dispuestos a respetar la opción
de oponerse a llevar a cabo esas
investigaciones. ■
Noah, primer animal clonado en peligro de extinción. (ACT)
[
Nota del editor: todos los
números y artículos de esta revis-
ta están accesibles en la web en
la dirección http://digital.el-
esceptico.org],
1.
Gámez, L. A. (2002): “Un embrión congelado no es un ser humano. Entrevista a Francisco J. Ayala, Catedrático de Ciencias Biológicas
de la Universidad de California”.
Divulcat. com(http://www.divulcat.com/inicio/articulo.php?id=240) y E
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Di
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gi
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ta
al
l nº
8/2002 (http://digital.el-esceptico.org).
2.
Gámez, L. A. (2002): “Cruzada embrionaria”. E
El
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D
Di
ig
gi
it
ta
al
l
núm. 7/2002 (http://digital.el-esceptico.org).
3.
Ispízua, J. C. (2002): “Ciencia sin barreras ideológicas”. E
El
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Di
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al
l
núm. 7/2002 (http://digital.el-esceptico.org).
4.
Sampedro, J. (2002): “Entrevista a Bernat Soria”. E
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ta
al
l núm. 7/2002 (http://digital.el-esceptico.org).
5.
M éndez, R. (2002): “Grupos católicos y conservadores maniobran para recortar la ley de reproducción asistida”. E
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al
l
núm. 7/2002 (http://digital.el-esceptico.org).
6.
Palenzuela, O. (2002): “Clones y ética: sobre células madre y prejuicios religiosos”. E
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l
núm. 8/2002 (http://digi-
tal.el-esceptico.org) y en este número de E
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co
o.
7.
Calvo, J. L. (2002): “Ética y clonación”. E
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l núm. 8/2002 (http://digital.el-esceptico.org) y en este número de E
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8.
Armentia, J. (2002): “Lo divino y lo humano”. E
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l núm. 8/2002 (http://digital.el-esceptico.org). *Publicado en *
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