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Uno de los negocios más prósperos que puede resultar
de la actividad en los medios de comunicación de los vi-
dentes, es la labor que ésta desempeña en sus consul-
tas privadas. Todo lo que hagan o digan en sus apari-
ciones públicas tienen un fin inmediato: atraer al
cliente a su consultorio
.
Bajo la consigna “el fin justifica los medios” y en el
juego sucio del todo vale, no perderán la ocasión, cuan-
tas veces se les presente, de promocionar sus servicios.
Para ello disponen de un amplio espectro publicitario
que, en su variedad de opciones, les permite llegar con
su producto, en forma rápida y efectiva, a una gran
masa de potenciales clientes. Conocedores del principio
de oferta y demanda, tienden sus redes y se sientan a
esperar.
Saben de la buena aceptación que tienen en los me-
dios y de cuánto les facilitarán éstos su trabajo, por lo
tanto, el primer paso será buscar una buena vía de acce-
so que, si implica gastos, éstos sean rápida y amplia-
mente compensados. A la hora de optar, la decisión no
es muy difícil. Está muy claro que el alcance de la te-
levisión supera cualquier otra expectativa.
Supermercado
de
adivinos
Modus operandi
de una gran
estafa pública
L. ENRIQUE MÁRQUEZ
(skeptic@ciudad.com.ar),
ILUSIONISTA, AUTOR E INVESTIGADOR DE
PRESUNTOS FENÓMENOS PARANORMALES
Equipo solidario de tres charlatanes que, junto con la
complicidad de una famosa presentadora de televisión
argentina, intentan persuadir de forma colectiva sobre sus
supuestos conocimientos a una potencial clientela, que
posteriormente los consultará en forma privada.
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TESÍA DEL
AUTOR
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UN GRAN APARADOR
Alguien podrá decir, con todo derecho, que la televisión
está reservada para unos pocos. Es verdad, pero mien-
tras los privilegiados se comen una gran parte de la tor-
ta, esparcen sin pretenderlo migajas suficientes para
que se alimenten otros colegas menos favorecidos. Esto
es así porque los “grandes” solamente representan al
rey mayor, el “pensamiento mágico en acción”, que inclu-
ye también a los otros. En consecuencia, los menos favo-
recidos tendrán lo suyo y hasta, quizá, con doble ración.
Después de todo, son los “grandes” los que se ex-
ponen públicamente, con los riesgos que ello implica. Si
ellos tienen éxito, los otros también ganan. Los papelo-
nes
de los más favorecidos llevarán al crédulo a pensar:
éstos son los charlatanes, por lo tanto, iré en busca de
otros que no lo sean. Un segundo factor puede ser el
prejuicio (a veces no tan desacertado) de que ellos tal
vez sean muy caros porque están ahí, entonces se bus-
carán otros más económicos. En definitiva, el mercado
sigue en pie, y el único modo de desequilibrar la balanza
es tener siempre presente que, a pesar de que utilice-
mos algunos referentes como modelos del charlatanis-
mo organizado, todos entran en la misma bolsa de ga-
tos. Todas sus teorías (?), con algunas leves diferencias
de matices, pertenecen a la categoría de los félidos. No
busque cánidos porque no los encontrará.
Los que llegan a estar
en exposición abierta al
público, se encuentran en
la obligación de hacer un
mayor despliegue de sus
“habilidades”. A mayor
compromiso, mayor des-
caro. A mayor descaro,
mayor falibilidad. Nunca
quieren ser menos y se
atreven a todo; su omni-
potencia no tiene límites.
Saben que vale la pena
arriesgarse pues, si logran
el objetivo, la situación del
consultorio será diferente y
tendrán la partida casi ganada. Para eso deberán
implementar algunos mecanismos que luego les serán
útiles y se complementarán con las trampas psicológi-
cas de gabinete.
EN BUSCA DEL CONSENSO
Lo primero que intentan obtener es el factor autoridad.
Lo consiguen sin mucho esfuerzo y por varias razones de
base: unas de contexto y otras de pretexto.
En cuanto a las primeras se impone la falacia
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de
prestigio, que sugiere que todos
los que están en un programa de
televisión son parte del mundo
del espectáculo. Si tienen prota-
gonismo pasan a la categoría de
estrellas. A esto se suma el re-
fuerzo de la figura del conductor
o conductora del programa, que
ya están afianzados en esa cate-
goría. En la conjunción y depen-
dencia de ambas, la futura víctima hará la siguiente eva-
luación: “Si lo invitaron o está en ese programa debe ser
bueno”.
En cuanto a las razones de pretexto, se escudan en
una variedad de falacias de argumento que convencen
al ingenuo y “purifican” su imagen.
En esa conjunción de formas, logran imponer su ma-
yor arma psicológica, principalmente dirigida a un pú-
blico no crítico que no está en posición de cuestionar la
autenticidad de lo que está experimentando. Tampoco
de analizar la situación con algún grado de certeza,
puesto que están forzados a considerarlo y respetarlo. En
la desesperación por encontrar solución a su problema,
el umbral de objetividad alcanzará su nivel más bajo,
permitiendo que se filtre con éxito el proceso persuasi-
vo que aquéllos pretenden.
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Hay que tener siempre presente que,
a pesar de que utilicemos algunos referentes
como modelos del charlatanismo organizado,
todos
entran en la misma bolsa de gatos.
Gracias a una serie de sencillos trucos, los
videntes logran imponer sus armas psicológicas,
dirigidas a un público no crítico que no está
en posición de cuestionar la autenticidad
de lo que está experimentando ni tampoco de
analizar la situación con algún grado de certeza.
En la desesperación por encontrar solución
a sus problemas, el umbral de objetividad
alcanzará su nivel más bajo.
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En ese proceso cognitivo de juego activo emisor-re-
ceptor, se produce la elaboración y análisis en función
de las necesidades de ambos. Frecuentemente se suma
un factor de refuerzo en la persuasión, que básicamen-
te obedece a lo que se denomina múltiples emisores. A
la variedad de falacias de un emisor se sumará la de
otros tantos que son los que suelen estar invitados a este
tipo de programas. No es común que haya desencuen-
tros (hay excepciones muy humorísticas) o disensos de
importancia en los pescadores de turno (una o dos as-
trólogas, una vidente, un sanador, una tarotista), inclu-
so muchas veces se adulan mutuamente y evitan “pi-
sarse el capote”. Estos equipos solidarios incrementan
la persuasión y, más allá de que cada uno trate de des-
tacarse del otro en un mejor desempeño y competencia
narcisista, del buen resultado se llevarán todos algo. No
sólo el Sol saldrá para todos, la Luna y las estrellas tam-
bién.
OTROS RECURSOS
Siempre hay algo más por hacer y, los más ambiciosos
y con mayores aspiraciones, buscarán tener su propio
programa.
La radio también da sus frutos y pueden ser un buen
trampolín para un futuro programa televisivo. Prefieren
los horarios nocturnos para
que sus oscuras propuestas
lleguen con claridad al final
del día.
Vetusto, pero siempre de
mucha ayuda, es el recurso
de la publicidad en medios
gráficos. Ya sea mediante el
uso de un aviso destacado o
sólo del típico anuncio cla-
sificado, podemos leer las
ofertas más audaces que
uno pueda imaginar. Una
modalidad muy utilizada
por los charlatanes más po-
derosos (económicamente
hablando) es incluir en sus
avisos súper-destacados
“testimonios” de personas
que han solucionado sus
problemas gracias a sus ser-
vicios.
Por lo general, la publi-
cidad en diarios y revistas
es un recurso complemen-
tario. Estos charlatanes
aplican perfectamente el
principio de Klapper (1974): “el uso combinado de va-
rios medios masivos, más el contacto personal directo,
formal o informal, constituye una técnica de persuasión
especialmente eficaz”. Comienzan con un avisito eco-
nómico y, a medida que los ingresos se incrementen, ha-
brá oportunidad para una promoción más selecta y cos-
tosa. Una vez que hayan apuntalado esta etapa, la
pecera estará lista para llenarla de pececitos de todos
los colores.
MORDIENDO EL ANZUELO
El primer factor de importancia cuando una persona lle-
ga al consultorio es su propia presencia. El vidente sabe
que el que lo va a consultar lo hace porque le otorga
cierta credibilidad a estas cuestiones. Está depositando
confianza y esperanza en el “mago” y su “magia”. Tie-
ne un problema, necesita una solución, y confía en que
el brujo tiene poderes para dársela. Obviamente, nadie
en el mundo está dispuesto a desembolsar dinero para
ser defraudado. Esta es la gran ventaja con la que ya
cuenta el consultor. La ecuación inmediata será: pre-
sencia = credulidad
.
El adivino estará aguardando al otro lado de la puer-
ta, frotándose las manos como el lobo que espera a
Caperucita, y con gesto adusto y sonrisa falsa le dirá:
“Adelante”.
Lo que el cliente ignora es la valiosa información que
está proporcionando en ese simple encuentro, cuando él
cree que meramente entrecruza un saludo. El brujito tie-
ne ante sí una persona con determinadas características
psicofísicas: sexo, edad, peso, estatura, vestimenta, mi-
rada, actitud, motricidad, etcétera. Con sólo extender la
mano, al recibir el saludo se encontrará con algunos in-
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Los avisos en los diarios
son un recurso efectivo y
económico para atraer
clientes.
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TESÍA DEL
AUTOR
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Las características psicofísicas del cliente
sumadas a su aspecto exterior, siempre
proporcionarán buenos indicios al adivino
desde el comienzo de la consulta.
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dicios que le permitirán hacer conjeturas:
seguridad, nerviosismo, timidez, o cual-
quiera de sus opuestos. La calidad de la
ropa, el calzado y/o accesorios (cartera,
maletín, joyas, reloj, gafas) brindarán ín-
dices sobre el nivel socioeconómico y los
gustos personales.
Cualquier comentario intrascendente
puede provocar una reacción en el clien-
te que también le servirá para la evalua-
ción
. La manera de expresarse puede in-
dicar el nivel cultural o de educación; el
tono y acento de la voz puede advertir so-
bre el grado de preocupación y origen de
la persona respectivamente. Su reacción
ante el comentario le servirá para medir o
interpretar el nivel de ansiedad o restric-
ción para hablar. La expresión corporal del
cliente también será una maravillosa guía.
Todos estos indicios preliminares son de máxima
importancia para la sesión propiamente dicha. La ca-
racterística que identifica a estos adivinos es precisa-
mente su gran capacidad de observación. Es un requi-
sito primordial que poseen o adquieren e incrementan
con el entrenamiento continuo. Cualquier tarea que re-
quiera un contacto con el público capacitará a cualquier
persona, más allá de sus condiciones innatas, para ob-
tener una afinada percepción del otro. No es necesario
proponerse adquirir esta capacidad, sencillamente el en-
trenamiento
la confiere, y muchas veces se ejercita sin
tener conciencia de ello. Esta aclaración es importante,
porque hay muchas personas que, por una falsa relación
de causa-efecto y desconocimiento del modo de acción
de estas cualidades, creen honestamente que puede ha-
ber algo extrasensorial. Nada más alejado de la realidad.
Como se puede apreciar, el vidente, en apenas dos
minutos, puede formarse un mapa general de la situa-
ción que irá completando rápidamente durante el trans-
curso de la consulta. Siempre estará atento y, sin des-
viar su aguda percepción, continuará escrutando al
cliente para obtener más información. Cuenta con la
premisa de que la gente que concurre a este tipo de
consultas necesita ser
escuchada. En conse-
cuencia, su primera regla
será ser un buen oyente.
No necesita arriesgar sus
“videncias” hasta que
encuentre el marco ade-
cuado
, que el propio
consultante le proporcio-
nará. Es paciente y sabe cómo esperar.
Su mayor sutileza estará encaminada a sumar pistas.
Mediante un discurso afectuoso y comprensivo le hará
entender al cliente que su cooperación será fundamen-
tal. Esto lo flexibilizará y lo dispondrá a una colabora-
ción que no se hará esperar. El despliegue de “herra-
mientas”
(bola de cristal, cartas de tarot, runas, cartas
astrales, caracoles, etcétera) cumple un cuádruple fin:
aporta el elemento má-
gico para impresionar al
cliente; le da el tiempo
para observar las reac-
ciones del consultante
en su lectura; le permi-
te pensar y elaborar el
próximo anuncio o co-
mentario, y podrá justi-
ficarse en caso de algún
descuido o error evi-
dente.
El abordaje en la
consulta siempre ron-
dará sobre tres tópicos:
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TESÍA DEL
AUTOR
En su catálogo Magia mental y artes aliadas (1959), la empresa de
Robert A. Nelson incluía varios temas en los que se trataban los secretos
de la adivinación en una consulta privada.
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TESÍA DEL
AUTOR
Lo que el cliente ignora es la valiosa información
que está proporcionando ya desde el primer
encuentro, al abrirse la puerta y darse
la mano con el vidente, cuando él cree que
meramente entrecruza un saludo.
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salud, dinero y amor. El orden de prioridad lo estable-
cerá en función de la pista que haya obtenido sobre el
principal motivo de consulta. Para ello dispone de un re-
pertorio de frases ambiguas
y preguntas-trampa. Con su
oratoria, dispersa la atención para dejar que se deslice
alguna pregunta que no parece tal y obtiene la clave.
Dotado de una buena memoria, se tomará el tiempo ne-
cesario para hacer una devolución de algo que pudo ha-
ber dicho el cliente, transformando el olvido de éste en
un acierto suyo. La devolución nunca es directa y apre-
surada: con tiempo y adornada nadie sospechará del ar-
did. Las verdaderas capacidades siempre se encuentran
en el análisis lógico y el poder deductivo.
Hasta aquí, si hizo un buen trabajo, habrá conse-
guido impresionar al cliente e incrementar la confianza
de éste en sus “poderes adivinatorios”. Todo lo que diga
en el orden predictivo no necesitará de mayores cuida-
dos, puesto que el adivino cuenta con el valor de la rein-
terpretación
que impone a sus aseveraciones y con la
memoria selectiva del cliente, que será su mejor aliado.
Cualquier pronóstico que haga estará fundamentado
en la etapa de asimilación anterior. Ya dispone de un
perfil que le permite saber hacia dónde se orienta la
búsqueda de sus deseos. A partir de ahí se magnifica la
regla de oro: decirle al cliente lo que desea escuchar.
Poco importa cuán certeros sean sus vaticinios, siempre
estarán amparados en la ambigüedad, el tiempo y el do-
ble mensaje
. Imaginemos algunos ejemplos de predic-
ciones en función del nódulo, que se habrá descubier-
to oportunamente y de acuerdo a la trastienda revelada.
Respecto de la situación laboral, el adivino podrá de-
cir: “Aparecerán varias oportunidades, pero todavía no
llega el momento. La situación mejora a partir de tal fe-
cha. Encontrarás algunos obstáculos,
pero finalmente todo se resuelve.” Si
quien consulta es una señora que su-
fre la pérdida de su vínculo matrimo-
nial, el vidente afirmará: “No veo un
regreso inmediato. Habrá algunos acer-
camientos pero todavía no se concreta.
Es necesario que madure la situación,
y depende de ambos que todo se so-
lucione.” Si, en cambio, se trata de
una muchacha que busca novio, la
predicción podrá ser: “Veo varios candidatos, pero to-
davía no aparece tu príncipe azul. Estás pasando por un
período de análisis y aún no encontrarás el que te con-
forme. A partir de tal fecha la situación se torna propi-
cia y es cuando debes estar atenta porque se presenta-
rá la gran oportunidad.”
En definitiva: busca, interpreta y encontrarás. Ésa es
tu tarea.
De acuerdo a este desarrollo, alguien puede pensar
que es muy difícil “jugar al vidente” con éxito. Sin pre-
tender menospreciar la habilidad que, sin duda, debe te-
ner la persona que hace las veces de adivino, el juego
resulta mucho más fácil de lo que uno pueda imaginar
[recomiendo: Hyman, 1977 y Corinda, 1968]. El clien-
te quiere viajar, tiene un coche, pero no lo sabe mane-
jar. El adivino lo conduce y lo lleva adonde aquél desea
ir. Puesto que él no está en condiciones de objetar y ne-
cesita llegar a su “meta”, no opondrá resistencia y será
un “buen pasajero”, siempre dispuesto a cooperar.
También es muy frecuente ver en algunos programas
de televisión la desfachatez de sus técnicas y el asom-
bro o satisfacción del consultante.
PELIGROS
La aparente inocuidad de este “juego” no es tal. Desde
el punto de vista psicológico funciona como una pseu-
doterapia que, en lugar de resolver conflictos, provoca
otros. Sumerge al consultante en un océano mágico y lo
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Hay una regla de oro: decirle al cliente
lo que desea escuchar
. Poco importa
cuán certeros sean sus vaticinios, siempre
estarán amparados en la ambigüedad,
el tiempo y el doble mensaje.
Las consultas a adivinos funcionan como
una pseudoterapia en la que se crean
condicionamientos psicológicos de alto riesgo.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
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deja ahí con un solo salvavidas: el adivino. Todo tiene
causas mágicas y debe resolverse con la “magia”, y para
eso está el “mago”. El cliente nunca se hará cargo de
su problema: un factor mágico-externo lo provoca y otro
igual lo debe solucionar. Si la solución llega, no se atri-
buirá el éxito al esfuerzo propio ni al azar; comienza a
actuar la mágica correspondencia de falsa relación de
causa-efecto y el adivino se lleva los laureles. Será un
buen motivo para que el consultante siga recurriendo a
este tipo de personas, deslindando responsabilidades,
anclándose en el pensamiento mágico, propio de una
etapa infantil donde prevalece la tendencia animista
como manifestación de disociar lo interno de lo externo.
La reflexión comparativa sobre la conducta supers-
ticiosa hombre-animal, que alguna vez hiciera el famo-
so etólogo Konrad Lorenz, tal vez ilustre un poco más
este asunto: “Para un ser vivo que no comprende las re-
laciones causales, ha de ser efectivamente muy útil po-
der aferrarse a un comportamiento que una o varias ve-
ces ha resultado inofensivo y capaz de conducir al fin
deseado. Cuando no se sabe qué detalles son los que
determinan el éxito o la ausencia de peligro, es bueno
apegarse a todos ellos con minuciosa exactitud. El prin-
cipio de ‘uno no sabe lo que podría pasar si no...’ está
claramente expresado en las citadas supersticiones, y
uno se asusta mucho cuando desdeña el conjuro. Aun
cuando el hombre sepa que tal o cual costumbre bien
arraigada tiene un origen puramente casual y le conste
que infringirla no le acarreará ningún peligro, una exci-
tación innegablemente angustiosa le hace apegarse a
ella [...] y, poco a poco, el comportamiento así ‘ajusta-
do’ o acuñado se convierte en una ‘cara’ costumbre.”
(Lorenz, 1963)
Este tipo de consultas son
armas de doble filo. Aun cuan-
do puedan servir para calmar
momentáneamente la ansie-
dad o incertidumbres de al-
guien, los efectos bumerán de
estas predicciones son, para-
dójicamente, impredecibles.
Tampoco hay que olvidar la
decepción que muchos sufren
a causa de la desmedida con-
fianza que ponen en estos adivinos. El disfraz mesiáni-
co que éstos incorporan, sumado a su característica om-
nipotencia, provoca una sobrevaloración de sus
capacidades y no siempre se pueden medir las conse-
cuencias en este juego mágico.
Los consabidos “te han hecho un daño”, “te han he-
cho un trabajo”, o “tienes los caminos cortados” se han
incorporado como puntales en sus “videncias-diag-
nósticos”. Más allá de la clara intención comercial que
implica el “contra-hechizo”, someten al cliente a una si-
tuación de pánico y mayor incertidumbre, introducién-
doles el fantasma del enemigo. Para una persona con
marcados rasgos paranoides, la situación puede tornar-
se intolerable, y más aún si no logra reunir el dinero para
que le contrarresten el maleficio.
A esta imprudencia se agrega el condicionamiento
negativo a que se ve expuesto el cliente en sus relacio-
nes interpersonales cotidianas. Aunque la “solución” la
tenga el brujito, nadie evitará que la víctima comience
a buscar al causante de sus males. El blanco de sus
pesquisas seguramente será su entorno más próximo.
Este factor tan nefasto frecuentemente juega a favor del
adivino, desencadenando lo que comúnmente se deno-
mina “profecía autocumplida”. Al mínimo roce o desa-
venencia con algún allegado, la víctima encontrará jus-
tificado el siniestro vaticinio.
El daño que puedan causar con sus predicciones tie-
ne sin cuidado a estos charlatanes. Poco importa si el
que las recibe está en condiciones psicológicas de es-
cuchar sus barbaridades. El grado de capacidad de ser
sugestionados que puedan tener los consultantes es un
factor de riesgo que no debe descuidarse. El individuo
modifica su conducta como consecuencia del temor y la
ansiedad, afectando y provocando el destino vaticinado.
Se produce una persecución interior en su doble ca-
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La aparente inocuidad de este “juego”
no es tal. Desde el punto de vista psicológico
funciona como una pseudoterapia que,
en lugar de resolver conflictos, provoca otros.
Sumerge al consultante en un océano mágico
y lo deja ahí con un solo salvavidas: el adivino.
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AUTOR
Los elementos que utilizan los presuntos
videntes juegan un papel clave a la hora
de engañar.
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rácter: “de la amenaza externa probable (accidente,
muerte, agresión, enfermedad, etc.) y de la amenaza in-
terna
, la inevitabilidad de la destrucción final” (Pérez,
1965). Si lo mezclamos con las generosas dosis de me-
galomanía y mitomanía que aportan los adivinos, ten-
dremos encendida la mecha de una bomba de tiempo
cuyo estallido puede ser imprevisible.
LA ALERTA DE LA CIENCIA
A propósito del tema, hay un interesante relato que fue
publicado en el British Medical Journal del 7 de agos-
to de 1965. Se trata de una mujer que, tras una insig-
nificante intervención quirúrgica efectuada con éxito,
sufrió una repentina descompensación sin motivo apa-
rente, que finalmente la llevó a la muerte. La autopsia
practicada no reveló ninguna patología extraña, a ex-
cepción de una significativa hemorragia en las glándu-
las suprarrenales. Este desenlace inesperado y frustrante
para los médicos se explicó más tarde cuando se ente-
raron de que esta señora le había comentado a su her-
mana y a una de las enfermeras que, cuando era niña,
fue llevada a una echadora de cartas, quien le habría
predicho que moriría indefectiblemente en una opera-
ción. Los cirujanos dedujeron la posibilidad de que la
tensión emocional provocada por tal profecía pudo ha-
ber sido el detonante de esa derivación fatal (Jahoda,
1976).
Esta posibilidad no es mera especulación. Durante
décadas los psicofisiólogos han ido acumulando sufi-
cientes evidencias experimentales sobre los procesos or-
gánicos y los cambios producidos en ellos por las emo-
ciones. Corrían los años cuarenta y ya Paul Thomas
Young nos hablaba en su maravilloso compendio sobre
las emociones, acerca de cómo las investigaciones de-
mostraban que la parte central de la glándula suprarre-
nal era trastornada por la excitación emotiva (Young,
1946).
Los pioneros experimentos de Reilly (1934) ya daban
cuenta del denominado síndrome de “irritación simpá-
tica”; Paul Chauchard nos revela sus conclusiones en
estos términos: “Toda irritación violenta, física o quí-
mica, que obra sobre las fibras simpáticas puede de-
sencadenar una verdadera ‘explosión vascular’ yendo
desde la simple congestión a las hemorragias, y con-
duciendo en pocas horas a la aparición de graves lesio-
nes en diversos órganos: intestino, hígado, riñones. Una
irritación definitivamente localizada, puede, en un su-
jeto muy susceptible, provocar trastornos generalizados,
rápidamente mortales.” Y más adelante agrega: “la su-
gestión, que dispone de todas las posibilidades del
simpático y de los reflejos condicionados (en sí misma
no es más que un tipo de condi-
cionamiento) implica la acepta-
ción pasiva de la opinión de otro
o de una institución personal en
la autosugestión, pero sobre todo
la toma de conciencia del cono-
cimiento reflexivo, actitud pro-
piamente humana cuyas conse-
cuencias psicosomáticas son
considerables.” (Chauchard, 1972)
Por lo tanto, no es aventurada la deducción de los ci-
rujanos aun cuando tampoco podemos descartar la sim-
ple coincidencia.
Es un tema que debe tomarse con mucha seriedad,
puesto que las leyes no contemplan los daños psicoló-
gicos que provocan o puedan producir estos embauca-
dores. Tenemos leyes sobre el ejercicio ilegal de la me-
dicina y de la psicología, sin embargo los abusadores de
la credulidad siguen impunes. Cuando hay alguna in-
tervención judicial, los casos son reducidos a estafa o,
cuanto mucho, al ejercicio ilegal de la medicina, sin
consideración de los agravantes psicológicos.
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NOTAS
1. Es una inferencia o argumento que, no siendo váli-
do, se presenta como tal, llevando a engaño a una
persona poco alerta.
REFERENCIAS
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Robbins & Co., INC. N.Y.
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Strangers that You Know All About Them”. The Ze-
tetic
1, Spring/Summer (2), 18-37.
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Herder, Barcelona.
Klapper, J. T. (1974): Efectos de las comunicaciones de
masas. Ed. Aguilar, Madrid.
Lorenz, K. (1963): Das Sogenannte Böse. Viena (versión
castellano Sobre la agresión: el pretendido mal, Si-
glo XXI Edit., México D.F., 1981, p. 84.
Pérez, L. S. (1965): Muerte y Neurosis. Edit. Paidós,
Buenos Aires.
Young, P. T. (1946): La Emoción en el Hombre y en el
Animal. Edit. Nova, Buenos Aires.
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Durante décadas se ha ido acumulando
suficiente evidencia experimental
sobre los procesos orgánicos y los cambios
producidos en ellos por las emociones.