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el esc
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ptico
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Un artículo publicado en el año 2000 por El Escéptico,
firmado por Jon Richfield
1
, ilustra la falta de plausibi-
lidad de algunas teorías panspérmicas, así como la au-
sencia de argumentos de muchos de sus oponentes. En
este artículo me propongo contestar algunas de las afir-
maciones vertidas por Richfield tomando como base los
experimentos llevados a cabo por diversos grupos de in-
vestigación.
La hipótesis de que la vida se originó en algún lugar
del Universo y fue transportada a la Tierra con poste-
rioridad se suele fechar a principios del siglo XX
2
, si bien
existen propuestas similares anteriores
3
. Según S. Arr-
henius, el fundador canónico de la teoría de la pans-
permia, ciertas “esporas de vida” viajan entre estrellas
impulsadas por medio de la presión de radiación.
Como tal, ésta es una hipótesis que merece un es-
tudio científico detenido, y
para ello conviene distinguir
entre dos tipos de pansper-
mia, que podemos denomi-
nar «débil» y «fuerte». El
principio panspérmico débil
consiste en el transporte de
microorganismos entre cuer-
pos de un mismo sistema
planetario, mientras que la
panspermia fuerte se refiere al transporte de dichos mi-
croorganismos a través del espacio interestelar. La di-
ferencia, como se verá más adelante, es fundamental.
Para constituir una teoría científicamente aceptable,
la panspermia debe ser falsable, y este proceso sólo se
puede llevar a cabo por medio de experimentos. En la
actualidad, existen diferentes grupos de investigación,
el más importante de los cuales está liderado por Ger-
da Horneck del DLR (la agencia espacial alemana), que
investigan la supervivencia de microorganismos trans-
Plausibilidad,
trascendencia
y la epidemia
panspérmica
Una réplica
JORDI L. GUTIÉRREZ
DEPARTAMENT DE FÍSICA APLICADA,
UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE CATALUNYA
El principio panspérmico débil consiste en el
transporte de microorganismos entre cuerpos de un
mismo sistema planetario, mientras que el fuerte se
refiere a su transporte a través del espacio
interestelar. La diferencia es fundamental.
El extremófilo
Pyrolobus fumarii crece
de forma óptima a 106
grados C, es decir, a
una temperatura
superior en seis grados
a la de la ebullición del
agua. Su hábitat
favorito son las fuentes
hidrotermales
submarinas como las
de la imagen.
NOAA
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portados a través del sistema solar en el interior de me-
teoroides.
LOS EXTREMÓFILOS
La biología del siglo XX ha revelado un prolífico universo
de microorganismos, entre los que se cuentan algunos
seres cuya capacidad de supervivencia sólo se puede ca-
lificar de prodigiosa. Los llamados microorganismos ex-
tremófilos
pueden sobrevivir hasta temperaturas de
113ºC (es el caso del hipertermófilo Pyrolobus fumarii),
resistir la radiación existente en el circuito primario de
refrigeración de un reactor nuclear (Deinococcus radio-
durans
), superar sin mayor problema aceleraciones in-
mensas durante los procesos de centrifugación que se re-
alizan cada día en los laboratorios de microbiología de
todo el mundo, medrar en ambientes de pH muy bajo (Sul-
folobus acidocaldarius
)... y éstos son únicamente algu-
nos ejemplos. El fascinante mundo de los extremófilos
proporciona cada día nuevas sorpresas; en la tabla I se
citan los tipos principales de extremófilo y se ilustran con
algunos de sus representantes. La referencia 4 da una
buena visión general del mundo de los extremófilos.
Tabla 1. Los principales tipos de extremófilos (adapta-
da en parte de la referencia 5)
Es más que probable que estas sorprendentes cua-
lidades se deban a adaptaciones a condiciones halladas
en distintos medios ambiente de la Tierra (se cree, por
ejemplo, que la capacidad de resistencia a las radia-
ciones ionizantes de Deinococcus radiodurans se obtu-
vo por su tolerancia a la desecación); también existen
sugerencias de que los termófilos, que se encuentran
entre los microorganismos vivos de estirpe más antigua,
se contaron entre los escasos supervivientes de los úl-
timos coletazos del gran bombardeo, cuando, al poco de
formarse la Tierra, los impactos de grandes objetos (as-
teroides o cometas) podían evaporar completamente los
océanos de nuestro planeta.
Sea cual sea el motivo por el que
ciertos microbios son tan resistentes
a las agresiones externas, no cabe
duda que dicha capacidad de su-
pervivencia podría facilitar su viaje
por el espacio bajo ciertas condicio-
nes que se detallarán más adelante.
SUPERVIVENCIA DE LOS MICROORGANISMOS
EN LA PANSPERMIA DÉBIL
En nuestro contexto, la ciencia está basada en la expe-
riencia, en la observación de la naturaleza. Así, Gerda
Horneck y sus colaboradores
6
han abordado la pans-
permia débil desde un punto de vista muy experimental,
sometiendo microorganismos a condiciones comparables
a las que se encuentran en el espacio y, en ocasiones,
a condiciones espaciales en satélites artificiales como el
LDEF (Long Duration Exposure Facility de la NASA, que
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La capacidad de supervivencia
de los microorganismos extremófilos
podría facilitar su viaje por
el espacio bajo ciertas condiciones.
Familia extremófila
Capacidad
Representante(s)
Rango aceptable
Hipertermófilos
Resistencia a las temperaturas elevadas
Pyrolobus fumarii
90–113 ºC (y pH = 4.0–6.0)
Psicrófilos
Resistencia a las temperaturas bajas
Colonias endolíticas antárticas
Barófilos
Resistencia a la presión
Colonias asociadas a fumarolas submarinas
> 10
8
Pa
Halófilos
Resistencia a la salinidad
Cristales de sal
Radiófilos
Resistencia a las radiaciones ionizantes
Deinococcus radiodurans
Acidófilos
Resistencia a agresiones químicas
Microorganismos del Río Tinto
pH bajo, metales pesados...
NASA
Cráteres marcianos
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pasó seis años en órbi-
ta terrestre baja). La
conclusión es que los
microorganismos resis-
ten bastante bien los embates del medio ambiente es-
pacial (vacío extremo, cambios de temperatura, seque-
dad absoluta y radiación) salvo en lo que se refiere a su
exposición a los rayos ultravioleta (UV). Y una capa de
unos pocos milímetros de materia es suficiente para
apantallar los UV.
Hasta aquí nada hay que objetar, pero ¿cómo llegan
esos microorganismos al espacio por medios naturales?
La existencia de meteoritos SNC (de probable origen
marciano y de los cuales se conocen un par de docenas
de especimenes) y lunares ha demostrado la viabilidad
de transportar materia entre planetas de tipo terrestre
del sistema solar
7,8
. A bordo de estos meteoritos, algu-
nos microorganismos podrían haber realizado el viaje en-
tre la Tierra y Marte (en cualquiera de los dos sentidos
si el antiguo Marte estuvo habitado) o incluso desde Ve-
nus. Por razones energéticas, resulta más difícil un ori-
gen en Mercurio. Por supuesto, todo eso suponiendo
siempre que en las remotas épocas del Sistema Solar
primitivo existiera vida en dichos mundos, extremo so-
bre el que no se posee ninguna prueba.
El viaje entre dos planetas de tipo terrestre empieza
con el impacto de un gran bólido (un asteroide o un come-
ta) contra el planeta de origen. Los meteoroides, impul-
sados por gradientes de presión atmosférica, por la super-
posición de una onda de choque directa con una reflejada
en el subsuelo
9
o por algún otro mecanismo, escaparían
a través del corredor abierto en la atmósfera por el cuer-
po impactante. Una vez en el espacio, una fracción de
los meteoroides estaría en órbita heliocéntrica, y tras un
cierto tiempo en el espacio arribarían al planeta desti-
no. Por improbable que parezca este escenario, la mera
existencia de los meteoritos marcianos indica que es un
proceso factible. Pero, ¿podrían unos microorganismos
resistir las agresiones de un periplo tan ajetreado?
Ensayos con esporas de Bacilus subtilis han de-
mostrado su supervivencia (en una fracción de 10
-4
)
frente a impactos a 5,2 kilómetros por segundo
6
. Si se
tiene en cuenta que Bacilus subtilis no es un organis-
mo particularmente resistente y que dicha velocidad es
casi igual a la de escape de Marte, resulta que, efecti-
vamente, unos humildes microbios pueden resistir el
proceso que los expulsaría de un planeta como Marte.
Por otra parte, los meteoritos SNC muestran pocas evi-
dencias de ondas de choque, por lo que parece que el
proceso de eyección sería mucho menos agresivo que un
impacto a más de 5 kilómetros por segundo.
A su llegada a un planeta con atmósfera, la fricción
con los gases de ésta frenaría al meteorito hasta velo-
cidades subsónicas. Es un hecho bien conocido que el
interior de los meteoritos no experimenta un calenta-
miento importante, ya que el paso por la atmósfera es
de muy corta duración debido a la gran velocidad inicial
de los meteoroides. En consecuencia, los microorga-
nismos que viajaran a bordo de este meteorito podrían
sobrevivir sin grandes penalidades a la llegada a un pla-
neta con atmósfera substancial.
Una vez considerados el inicio y el final del viaje,
queda aún la parte intermedia, el trayecto a través del
medio interplanetario. Según simulaciones numéricas
8
e investigaciones en el laboratorio, los meteoritos mar-
cianos tardaron a lo sumo unos pocos millones de años
en llegar a la Tierra. ¿Podrían sobrevivir a esta fase los
microorganismos? Mileikowsky y colaboradores
10
dan
una respuesta afirmativa, siempre y cuando se encon-
traran protegidos en el interior de una
roca de un tamaño modesto, un par de
metros tal vez.
En un futuro cercano, diversos gru-
pos científicos planean utilizar las pa-
letas de exposición al medio ambiente
espacial de la Estación Espacial Inter-
nacional para ubicar simulaciones de
meteoritos con microorganismos vivos y durmientes (es-
poras) en su interior. Después de una exposición pro-
longada a las condiciones prevalecientes en el espacio,
el meteorito simulado será recuperado y sometido a un
detallado estudio en el laboratorio. Así, será posible es-
timar la tasa de supervivencia de posibles organismos
eyectados de planetas terrestres a bordo de meteoritos
y dilucidar, de una vez por todas, si la panspermia dé-
bil es factible o no.
En resumen, parece que la panspermia débil es plau-
sible, aunque se necesitan muchos más experimentos
detallados para arrojar luz sobre aspectos todavía oscu-
ros. Dichos ensayos se están llevando a cabo en la ac-
tualidad, y se perfeccionarán en el futuro.
¿Qué significa esto para la panspermia fuerte? Pa-
rece que poco. Para ser eyectados de un sistema este-
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Parece que la panspermia débil es plausible,
aunque se necesitan muchos más experimentos
detallados para arrojar luz sobre aspectos.
todavía oscuros.
NASA
Bacillus subtilis.
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lar (y no de un planeta) la velocidad de escape de los
meteoroides debería ser considerablemente mayor, aun-
que se puede dar el caso por medio de asistencias gra-
vitatorias por planetas gigantes (y se cree que Júpiter ex-
pulsó muchos cometas del Sistema Solar primitivo
exactamente de este modo).
El punto más delicado aquí es la travesía de las vas-
tas regiones interestelares, donde un frío pavoroso y la
acción de los rayos cósmicos durante los millones de
años necesarios para completar el viaje inactivarían in-
cluso las esporas terrestres más resistentes. Según es-
timaciones de Mileikowsky y colaboradores, citadas por
Horneck, la probabilidad de un impacto de un meteo-
roide procedente de otro sistema planetario es de 10
-9
por cada 500 millones de años. No se puede conside-
rar una posibilidad muy excitante, y casi sin ningún ge-
nero de dudas el meteorito transportaría microorganis-
mos inviables.
HOYLE Y WICKRAMASINGHE:
LA PANSPERMIA FUERTE
Las ideas de Hoyle y Wickramasinghe pueden calificar-
se, cuando menos, de inciertas. Fred Hoyle (que falle-
ció en el 2001), produjo algunos de los resultados teó-
ricos más importantes de la astrofísica del siglo XX (en
especial su famoso artículo con el matrimonio Burbid-
ge y con Fowler); su contribución a
la astrobiología es de un carácter
mucho más controvertido.
Entre las hipótesis lanzadas por
estos autores, destaca la que iden-
tifica las partículas de polvo inte-
restelar con bacterias en estado
durmiente (tal vez muertas). Para
ello se basan en propiedades físi-
cas del polvo, como su espectro y sus dimensiones. Po-
cos astrónomos, por no decir ninguno, toman en serio
esta hipótesis por el simple hecho de que existen ex-
plicaciones mejores y más sencillas de las característi-
cas del polvo interestelar basadas en la química no bio-
lógica.
Leer los libros de Hoyle y Wickramasinghe
11,12
, no
obstante, es siempre interesante, porque pocas veces
afirman sin argumentos. Y aunque rara vez resultan cre-
íbles, estimulan la imaginación científica. La respues-
ta adecuada, siempre, consiste en rebatir sus argu-
mentos por medio de otros argumentos científicos.
Ciertas hipótesis vertidas en estos libros, como la que
asocia ciertas enfermedades con la caída más o menos
puntual de lluvias de virus y bacilos, sencillamente no
se sostienen; existen múltiples razones que permiten
descartarlas sin más. Otras hipótesis, sin embargo, son
más difíciles de rebatir, y por ello resultan mucho más
interesantes.
A mi entender, y considerando esta posibilidad
como algo sumamente improbable, creo que incluso la
panspermia dirigida (en este caso, la siembra de pla-
netas propicios para la vida por parte de organismos
alienígenas inteligentes) tiene más verosimilitud que la
panspermia fuerte. Por lo menos, no viola ningún prin-
cipio científico de una forma evidente.
RICHFIELD Y LA PANSPERMIA
Visto todo lo anterior, parece claro que la panspermia
débil merece la atención de los científicos serios. Y aquí
es donde Richfield peca de la misma culpa que algunos
de los defensores de la panspermia a los que critica sin
piedad. Todo el artículo publicado por El Escéptico con-
siste en una caricatura sin argumentos (algo particular-
mente sorprendente en esta revista), y está repleto de
afirmaciones proferidas con la audacia propia del des-
conocimiento. Dejando bien sentado que las delirantes
hipótesis de Hoyle y Wickramasinghe no se pueden con-
siderar con demasiada seriedad, sí es factible compro-
barlas, y es algo que se hará de forma indirecta en un
futuro próximo, y que de alguna manera ya se ha hecho
en el pasado.
Existen ya planes para lanzar sondas automáticas
destinadas a capturar partículas de polvo interestelar
(además de interplanetario) por medio de placas de ae-
rogel. Esta especie de tiras atrapamoscas de alta tec-
nología apresarán suavemente partículas que se en-
cuentren en el medio interplanetario en un substrato
ultrapuro. Una vez de vuelta en la Tierra, esas partícu-
las microscópicas serán examinadas en sofisticados la-
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Leer los libros de Hoyle y Wickramasinghe es
siempre interesante, porque pocas veces afirman
sin argumentos. Y aunque rara vez resultan
creíbles, estimulan la imaginación científica.
Imagen del
meteorito, de
muy posible
origen marciano,
ALH 84001,
encontrado en
la Antártida
en el año 1984.
NASA
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boratorios, donde una es-
tructura de origen biológi-
co difícilmente pasaría
inadvertida (aquí, se de-
bería ser cauto, ya que
más de la mitad de los mi-
croorganismos terrestres
son no cultivables en el la-
boratorio; sencillamente,
no se les proporcionan las
condiciones propicias para
su desarrollo.)
No obstante, estudios
similares ya se han reali-
zado en el pasado pues al-
gunas de las partículas halladas en el interior de ciertos
meteoritos parecen ser precisamente granos de polvo in-
terestelar. En ocasiones, se ha anunciado la existencia
de microfósiles en el interior de meteoritos (el caso más
famoso es el del meteorito SNC ALH84001, pero de
ningún modo el único). Comprobaciones más detalladas
han llevado siempre a la misma conclusión: ninguna es-
tructura aparecida en meteoritos precisa de una expli-
cación biológica (y eso parece aplicarse ahora a
ALH84001, si bien el tema sigue sin estar cerrado).
Que a Richfield no le diga nada el que la vida se ori-
ginara en la Tierra o en otro planeta es, cuando menos,
una afirmación pasmosa. En mi opinión —que no vale
más que la del lector, pero que me sitúa en contexto—
la vida apareció en la Tierra por medio de algún proce-
so físico-químico que todavía no comprendemos. Ahora
bien, dicho proceso se realizó en un tiempo sorpren-
dentemente corto
13,14,15
, y con una probable compo-
sición atmosférica
16
que no invita precisamente a la
formación de moléculas complejas. Quedan otras alter-
nativas, y hay que investigarlas todas; sí, incluyendo la
panspermia. En todo caso, si se descubriera que la vida
terrestre es un producto importado, los científicos ocu-
pados en el origen de la vida deberían ampliar los
posibles escenarios para abarcar otras posibilidades.
Un argumento de una fuerza formidable sería en-
contrar restos de vida (y no digamos vida) en Marte. Si
se pudiera estudiar su bioquímica se tendría la posibi-
lidad de compararla con la terrestre; el resultado podría
ser hallar que el esquema básico subyacente en ambas
es idéntico, lo que apoyaría las hipótesis panspérmicas,
o la existencia de un único andamiaje básico bajo el
cual puede funcionar esto que llamamos vida; por el
contrario, si la bioquímica marciana fuera completa-
mente distinta, la panspermia habría recibido un golpe
casi definitivo, incluyendo su versión débil, y la biología
experimentaría un enriquecimiento extraordinario. Las
misiones con retorno de muestras, indefectiblemente a
10 ó 15 años en el futuro desde hace ya tiempo, po-
drían aportar pruebas en este sentido, aunque parece
que se deberá esperar a una exploración de Marte por
misiones tripuladas para disponer de evidencias más
concluyentes.
Argumentos como el de la búsqueda del planeta del
cual procede toda la vida, a la manera de un Santo Grial
científico, no hacen más que destapar la caricatura de
Richfield. Para él, la navaja de Ockham es más bien un
sable con el que atacar determinadas opiniones, pero
siempre sin argumentos
científicos sólidos. Sus di-
gresiones sobre monos, es-
critores, obras e idiomas
ficticios no son más que un
pobre argumento por analo-
gía que no resuelve nada ni
proporciona substancia so-
bre la que construir una
opinión informada. Una lectura escéptica y crítica de su
artículo suscita una decepción mucho mayor que la de
los libros de Hoyle y Wickramasinghe.
Posiblemente, la afirmación más deplorable de todo
el escrito que se comenta aquí es la de que “en ciencia,
un tema no tiene que ser falso para ser aburrido”. No
puedo disentir con más fuerza; por una parte, los hechos
falsos han hecho avanzar a la ciencia casi tanto como
los ciertos, como mostró en sus deliciosos ensayos el re-
cientemente desaparecido Stephen Jay Gould; y si un
tema científico está basado en hechos ciertos, su cali-
ficación de aburrido no pasa de ser una opinión pura-
mente personal, como el pavor a los escarabajos no
afecta en nada a la entomología.
CONCLUSIONES
La panspermia, describa un proceso realmente acaeci-
do o no, constituye un tema de estudio meritorio, siem-
pre y cuando se respeten las reglas del método cientí-
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La panspermia, describa un proceso realmente
acaecido o no, constituye un tema de estudio
meritorio, siempre y cuando se respeten las reglas
del método científico
Fotografías de Fred Hoyle
(izquierda) y de Chandra
Wickramasinghe (debajo).
ARCHIVO
ARCHIVO
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fico. Actualmente, a pesar de las afirmaciones de
Richfield, la panspermia débil posee argumentos con-
sistentes a favor de su plausibilidad. En el futuro, di-
versas misiones espaciales añadirán argumentos a favor
o en contra de la hipótesis. No se puede esperar que se
demuestre dicha verosimilitud por medio de discusiones
teóricas y símiles más o menos afortunados, sino por
medio de una experimentación rigurosa como la que se
está efectuando. Tal vez nunca se llegue a demostrar o
rebatir la hipótesis de la panspermia, pero sin lugar a
dudas el camino recorrido será fascinante.
é
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259, 920–926 (1993)
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MAGUFO, EL MAGO
Pedro Mirabet