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b) Linda es propietaria de una librería esotérica.
c) Linda es una científica y propietaria de una li-
brería esotérica.
Si le pedimos al lector que ordene estas alternativas
por su probabilidad de ser ciertas, casi seguro que co-
locaría la “b” por delante de la “a”. Y probablemente
acertase. Que seamos capaces de hacer un juicio como
éste indica que podemos valernos de una cierta infor-
mación previa para guiar nuestras decisiones. Lo que
más se parezca a lo sucedido hasta ahora será lo más
probable. Pero a veces confiamos demasiado en un mé-
todo que no es infalible, y muchas personas dirían tam-
bién que la opción “c” es más probable que la “a”
(como así constataron los autores en un estudio muy si-
milar). Sin embargo, ¿cómo es posible que la probabi-
lidad de la conjunción de dos fenómenos sea mayor que
la de uno de ellos por separado?
Si digo que tengo una moneda legal y sin defectos, en
la que la probabilidad de que salga cara o cruz es de 0,5,
y que he lanzado tres veces esa moneda al aire obteniendo
tres caras consecutivas, y me dispongo a volver a lanzarla,
¿Qué sería más probable, que saliera cara o cruz? La ma-
yoría de las personas dicen que la cruz es más probable
porque ya han salido tres caras. Sin embargo, las monedas
no recuerdan cómo cayeron la última vez, y en cada ti-
rada la probabilidad es de 0,5. Parece que una distri-
bución salteada de caras y cruces se asemeja más a la
idea que uno tiene del resultado del azar. Si el azar se
corrigiera a sí mismo, acudir a un adivino sería una elec-
ción racional siempre que nos aseguráramos previamente
de que no había acertado nunca sus pronósticos.
La otra forma principal de estimar probabilidades
propuesta por Kahneman y Tversky es por lo fácil que
resulta recordar ejemplos de un determinado fenómeno.
Hace poco pedí a mis alumnos que estimaran el tama-
ño de algunas ciudades españolas. Una pregunta como
ésa es difícil de responder porque normalmente la gen-
te no se aprende los datos del censo. Pero los seres hu-
manos somos capaces de hacer estimaciones en ausen-
cia de información suficiente (en incertidumbre), y para
ello nos servimos de procedimientos heurísticos como
pensar qué ciudades nos suenan más: si nos suenan
mucho, será porque son grandes. En general, mis
alumnos consiguieron ordenar bastante bien las ciuda-
des por su número de habitantes, pero hubo algunos ca-
sos curiosos. Ciertas ciudades se consideraban clara-
mente más grandes de lo que eran y otras aparecían
reducidas en la mente de los estudiantes. El hecho de
tener equipos de fútbol relevantes, y otros factores que
las hicieran aparecer con frecuencia en las noticias
(como, lamentablemente, el terrorismo) parecía au-
mentar el tamaño de las ciudades.
Si las personas fuéramos absolutamente racionales,
la Ciencia no hubiera sido necesaria. Nuestro sentido
común funcionaría como el más atinado manual de in-
vestigación científica. Porque estamos sujetos a errores
y sesgos sistemáticos necesitamos del método científi-
co. Pero si no hubiera en nosotros ni una semilla de ra-
cionalidad, la Ciencia no hubiese sido posible.
é
Carlos Santamaría
DESMANTELADA
UNA RED QUE FABRICABA
REMEDIOS MILAGROSOS
El pasado 28 de octubre, tras varios meses de investi-
gaciones, se detenía a los integrantes de una red de fa-
bricación y distribución de dos pretendidos medica-
mentos, comercializados bajo las marcas “Bio-Bac” e
“Inmunobiol”. Entre los detenidos, figuraban varios mé-
dicos y farmacéuticos.
El caso del “Bio-Bac” vuelve a traer a la actualidad,
una vez más, el intenso comercio que existe desde hace
siglos de pócimas milagrosas que pretenden curarlo
todo, o casi todo. Según figura en la página web que te-
nía el laboratorio (clandestino, por cierto) donde se fa-
bricaba el producto, el “Bio-Bac” servía para tratar en-
fermedades tales como el cáncer, la artrosis o el sida,
además de ser un maravilloso tratamiento contra la gri-
pe u otras afecciones estacionales, e incluso como pre-
vención contra las mismas. Supuestamente, y siempre
según sus creadores, el mecanismo de acción consiste
en la estimulación del sistema inmunitario del enfermo
mediante la ingestión de un compuesto proteico. Esen-
cialmente se trata del conocido mecanismo de las va-
cunas, con la diferencia de que éstas generalmente es-
timulan la producción de anticuerpos, mientras que en
el caso del “Bio-Bac”, lo que se estimula es la produc-
ción de uno de los tipos de linfocitos asociados al sis-
tema inmunitario.
La forma de producción del mágico remedio uni-
versal parte del cultivo de ocho cepas bacterianas, y su
posterior esterilización, lisis y filtrado. O sea, algo muy
parecido a un yogur pasteurizado después de la fer-
mentación y ligeramente diluido.
La historia, a partir de aquí, tiene varias lecturas, y
sobre todo, unos cuantos aspectos que chirrían.
A raíz del desmantelamiento de la banda, operación
en la que, además de numerosos envases de la sustan-
cia, las autoridades se incautaron de varias armas –so-
bran comentarios sobre la sana intencionalidad de los
detenidos-, cada cual ha opinado a su manera.
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Lo cierto es que la operación no se llevó a cabo por
el hecho de que el “Bio-Bac” fuera más o menos eficaz
como medicamento, o por su mayor o menor inocuidad.
El gran defecto del producto era esencialmente admi-
nistrativo –queda pendiente para la justicia dictaminar
la posible responsabilidad penal de los fabricantes-. El
producto contravenía distintos aspectos de la Ley del
Medicamento de 1990, aunque cada cual argumenta de
una manera distinta. El producto no estaba registrado
como medicamento, por lo que “legalmente” no tiene
probada su eficacia. Eso hace que no pueda venderse
nunca con especificidad terapéutica. Pero ni siquiera
estaba registrado como producto alimenticio o comple-
mento dietético, pasando los correspondientes controles
del registro sanitario, por lo que el producto era, sen-
cillamente, ilegal.
Tampoco puede ser considerado producto homeo-
pático, a pesar de que varios de los médicos implicados
ejerzan de “médico homeópata” (algún día me tendrán
que explicar qué significa eso, pero aquí no tengo es-
pacio para discutirlo). El producto no cumple ninguno
de los requisitos previstos para un medicamento ho-
meopático, empezando porque las dosis de “agente ac-
tivo” que contiene son claramente macroscópicas.
La única salida que tendría, y es a la que se agarran
algunos de los médicos implicados, sería considerarlo
fórmula farmacéutica magistral, pero tampoco cumple
los requisitos establecidos por la ley para ajustarse a
esta denominación. Además, el producto se vendía
esencialmente por correo, generalmente realizando los
pedidos a través de Internet, algo expresamente prohi-
bido por la Ley del Medicamento y por toda la norma-
tiva referente a productos alimenticios, dietéticos e in-
geribles en general.
Hasta aquí, todo más o menos correcto. Ahora em-
piezan los “chirridos”. En primer lugar, la operación
“Brujo”, que terminó con la detención de los respon-
sables del mejunje, se disparó a principios de año por
una denuncia de la Agencia Nacional del Medicamen-
to, cuando la Unión de Consumidores había alertado del
tema hacía dos años. Son reiteradas las veces en las que
asociaciones de consumidores y colegios farmacéuticos
denuncian la venta de medicamentos por Internet, y
“Bio-Bac” tenía su publicidad al alcance de todos. Ade-
más, aunque la marca estaba registrada en Arabia Sau-
dí, donde pretendía empezar a extender su mercado, el
proveedor de servicios que alojaba el sitio web en cues-
tión es español.
Por otro lado, la pócima tampoco es nueva. El pro-
ducto fue desarrollado por el farmacéutico cordobés
Fernando Chacón Mejías, quien inventó el cóctel en los
años cincuenta, y su “vacuna contra el cáncer” fue
prohibida en los setenta. Sus supuestos trabajos, jamás
publicados en ninguna revista controlada, figuran en
distintas relaciones de “terapias alternativas contra el
cáncer no comprobadas”.
Las autoridades sanitarias, que parecían no haber-
se enterado de nada hasta que detectaron que algunos
médicos del Sistema Nacional de Salud estaban rece-
tando el supuesto fármaco, se han apresurado a infor-
mar a los consumidores de que la sustancia no presen-
ta toxicidad ni efectos secundarios, salvo el hecho de
que muchos pacientes abandonaron, aconsejados por
sus médicos, los tratamientos que estaban siguiendo
previamente por sus dolencias. Pero queda patente que
esa advertencia se ha hecho sólo para tranquilizar a una
parte (más o menos asustada) de los consumidores, por-
que ese mismo problema se está teniendo desde el ori-
gen de los tiempos con otras muchas pseudomedicinas,
como como es el caso de la homeopatía o del curande-
rismo que tampoco son tóxicos ni tienen efectos secun-
darios, pero que son tan inútiles como el “Bio-Bac”, y
cuyos practicantes aconsejan a sus pacientes, frecuen-
temente, el abandono de los tratamientos tradicionales.
Contra esto no se está haciendo nada.
El problema no está, por tanto, en garantizar una sani-
dad de calidad, sino el cumplimiento de una normativa
administrativa, necesaria para velar por la calidad y segu-
ridad de los medicamentos, pero no suficiente para garan-
tizar la mejor atención sanitaria que podemos recibir.
Derivar el debate, como están proponiendo algunos,
hacia la rivalidad entre medicina natural y “artificial”,
no sólo supone perseverar en el error, sino que además
es falaz en este caso, porque el “Bio-Bac” no entra ni de
lejos en lo que los naturópatas (otra palabra divertida)
consideran medicina natural. Ya hace meses, con mo-
tivo de la retirada del mercado de varios productos de
medicina natural, la entonces ministra de sanidad Ce-
lia Villalobos (siempre tan sabrosa en sus declaracio-
nes), argumentaba que en caso de duda acudiéramos a
un naturópata, porque ellos «saben perfectamente qué
productos son naturales y qué productos no lo son», ca-
yendo una vez más en el tópico de que todo lo natural
es intrínsecamente bueno, y todo lo artificial no. No sólo
muchos medicamentos comerciales tienen su origen en
sustancias obtenidas directamente de la naturaleza; la
mayoría de los venenos también. En cualquier caso, el
verdadero debate no debe centrarse entre medicina “na-
tural” y medicina “artificial”, sino entre una medicina
segura y con eficacia probada, y otra que no lo es. Pero
este debate tendremos que analizarlo en otro momento
con más calma.
é
Carlos Tellería
Sección coordinada por Pedro Luis Gómez Barrondo
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