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¿SON
COMPATIBLES
CIENCIA Y RELIGIÓN?
En relación con el artículo de Paul Kurtz, ¿Son com-
patibles la ciencia y la religión?
[El Escéptico núm. 12],
sin desear ahondar en exceso, se me ocurren las si-
guientes consideraciones:
1.- Nuestro estado mental ordinario es una cons-
ciencia mistificada por: la ignorancia (de la relatividad
cultural de otros estilos de vida), por el miedo (a la ve-
jez, a la enfermedad y a la muerte) y por el conflicto (la
explotación de unas personas por otras)
1
. No es mucho
más razonable, desde un punto de vista racionalista,
considerar esta consciencia mistificada como origen de
la religión; por lo menos como origen de una religión
“consoladora”.
2.- Los aspectos de la religión como “evocadora,
poética, dramática,...” son la otra parte fundamental del
origen de la religión: el deseo de trascendencia. En-
tiendo como tal, la necesidad de perpetuarse más allá
de uno mismo, ya sea perviviendo en el tiempo o for-
mando parte de un todo superior al individuo. Pero esto
no es religión, esta función la cumple el arte: el arte nos
hace recorrer vidas imaginadas, nos hace pensar en
imágenes inalcanzables para nuestras mentes o me-
diante sonidos abstractos llegamos a profundas medi-
taciones, que incluso nos alteran fisiológicamente, ha-
ciéndonos poner la piel de gallina. Disfrutamos de un
estado distinto y superior a nuestra experiencia coti-
diana gracias al arte.
3.- Entiendo que para las personas con un punto de
vista científico o racionalista de la vida es necesaria una
mayor coherencia. Para los que consideramos que “... el
hombre sabe que está solo en la inmensidad indiferen-
te
del Universo donde ha emergido por azar
.”2
se nos
debe exigir un compromiso mayor con la realidad, apre-
ciando la clara contradicción entre religión y ciencia.
4.- Me ha disgustado el artículo de Paul Kurtz por-
que advierto que realiza la misma recesión mental que
hizo Alfred Russell Wallace cuando consideró la teoría
de la evolución aplicable a los seres vivientes exclu-
yendo al hombre, que permanecía sujeto a los designios
de Dios y no de la evolución, en contraposición a Char-
les Darwin.
5.- La religión, en sí misma, es exigente. Tiene un
sistema de valores que hay que inevitablemente cum-
plir, el que no los cumple está fuera y debe arrepentir-
se. Una sociedad democrática y plural no puede ceder
terreno ante los postulados de ninguna religión; el éxi-
to de la democracia consiste en que todas las posturas
morales son sujeto de cumplimentar una sistema ético
superior a todas ellas que es la Constitución. Las reli-
giones pretenden influir en todas las sociedades ha-
ciendo que sus principios sean los de todo el estado.
Como cita Kurtz en el artículo, esto incluye las células
madres embrionarias. Los ciudadanos, los científicos en
este caso en primer lugar, deben reaccionar ante este
intento de secuestro por parte de la religión.
6.- En occidente, la religión no es el opio del pue-
blo (lo es la televisión, evidentemente). “La religión es
el opio del individuo
”. Pero quien se resigna a la idea de
que sólo las religiones son hoy capaces de asumir su fu-
turo y de dar un sentido al presente, que no se asombre
luego de ver triunfar los fundamentalismos. Porque es-
tos siguen siendo la verdad de las religiones, en tanto
que irrenunciable pretensión a la Verdad última y fun-
damento de todo con mayúsculas
3
.
Pergeño estas líneas mientras escucho el Réquiem
de Tomás Luis de Victoria.
é
José A. Rovira Tolosana
N
OTAS
:
1. Marvin Harris Vacas, Cerdos, Guerras y Brujas, Alianza
Editorial, 1991.
2. Jacques Monod, El azar y la necesidad, citado por J.L.
Arsuaga en El enigma de la esfinge, Areté 2001.
3. Paolo Flores d’Arcais, El desafío oscurantista, Anagra-
ma, 1994.
MÁS
SOBRE
CIENCIA Y RELIGIÓN
Nuevamente me pongo en contacto con vosotros para
comentar la carta-artículo de Javier Torres [El Escépti-
co
núm. 11] sobre un tema muy importante al que creo
que no se le da la importancia que tiene en nuestra so-
ciedad, el problema ciencia-religión, y el tratamiento
que se le da en El Escéptico.
En primer lugar destacar que estoy plenamente de
acuerdo con todo lo que expone Javier Torres. Añadir
que no entiendo que algunos científicos, escépticos, etc.
piensen que se puede mantener una actitud tolerante y
de no agresión con la religión cuando ella está perma-
nentemente poniendo chinas y clavos al desarrollo de la
ciencia. Baste nombrar en la actualidad como muestra
la investigación de células embrionarias, preservativos
contra el SIDA, etc. La religión siempre ha combatido
la ciencia, sólo asume sus resultados cuando ya no tie-
ne más remedio o cuando ya no tiene el suficiente po-
der para evitarlo. A ver si resulta que los verdaderos
CARTAS AL DIRECTOR
el esc
é
ptico
primavera 2002
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cristianos vamos a ser los escépticos, que ponemos
siempre la otra mejilla ante los permanentes ataques de
la religión a la razón y a la ciencia. Decir también que
me sigue chocando que se siga tratando con respeto en
los medios de comunicación todo lo relacionado con la
religión, cuando lo mínimo que nos debería de produ-
cir es vergüenza ajena. Parafraseando a Nietzsche, yo
cuando le doy la mano a un cristiano (a un creyente de
cualquier religión) después tengo que lavármela, por
una necesidad de higiene intelectual.
é
Gabino F. Calvo Sarnago
¿TENÍAN
OMBLIGO
ADÁN Y EVA?
En su comentario al libro de Martin Gardner, “¿Tenían
ombligo Adán y Eva?” (Debate, 2001), el autor [Eligio.
R. Montero, El Escéptico núm. 11] pone en duda que
exista un solo cristiano no fundamentalista que no crea
que la pregunta del título es absurda. Sin embargo para
la doctrina oficial de la Iglesia Católica del siglo XXI,
la creencia en la historia de Adán y Eva, tal como se re-
lata en el Génesis (en realidad habría que hablar de las
historias, porque hay más de una) es obligatoria.
Así se reafirma en la última edición de su Catecis-
mo: la narración del Génesis es histórica —ocurrió en
un sitio y un tiempo determinado— y es contra la fe ca-
tólica creer que se trata de un cuento o mito que hay
que entender como metáfora o parábola.
La razón es bien simple. Pablo de Tarso, a fines del
siglo I, mantuvo una agria pelea con Simón Pedro, den-
tro de la naciente secta cristiana, que se refleja en las
epístolas paulinas. Para este último, Jesucristo era un
judío respetuoso de la Ley y, por tanto, sus herederos
eran sólo los judíos circuncidados. Pablo, un judío ro-
manizado, lo veía de otra manera.
Tratando de encajar la tradición hebrea con la pré-
dica de Cristo según los Evangelios, inventó la misión
salvadora del Mesías cristiano: Adán y Eva habían pe-
cado y ese pecado es heredado por todos los seres hu-
manos desde el momento de su nacimiento.
Apiadado del pecado de la primera pareja, Dios Pa-
dre se tomó su tiempo —algunos miles de años— pero
al final envió a su Hijo hecho hombre para que redi-
miera con su sangre al género humano. El sacrificio
cruento de la Cruz permite que basten sólo las aguas del
bautismo para liberar a los hombres del pecado con el
que nacen. La lucha interna de la secta la ganó Pablo,
naturalmente.
Si se descreyera de la historia del Génesis todo el
plan divino de salvación se vendría abajo y con él, el
mito cristiano. Por tanto todos los católicos están obli-
gados a creer que Adán y Eva no tenían ombligo y que
al primero le faltaba una costilla.
Hay que deducir que Durero y los otros pintores que
dieron forma visual al hombre y la mujer primigenios
según la Biblia, eran unos herejes o, al menos, unos ig-
norantes.
é
Ricardo Herrén
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MAGUFO, EL MAGO
Pedro Mirabet