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Existe algo mágico en los conjuntos arquitectónicos rea-
lizados con aparejos ciclópeos, algo que parece incitar-
nos a dejar volar nuestra imaginación, a fantasear sobre
ellos y sobre las personas que los erigieron. En nuestra
época de bloques prefabricados, de ladrillos y hormigón
armado, el esfuerzo humano que supusieron nos pare-
ce algo inimaginable.
Quizás por ello, pocos campos del saber humano han
sido objeto de afirmaciones tan absurdas como estas
edificaciones. Una búsqueda por Internet o por las pu-
blicaciones “especializadas” en la venta de misterios
inexistentes nos proporcionará una buena muestra de
ello. Desde los que pretenden que las pirámides eran
centrales nucleares a los que afirman que están reali-
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La
vuelta al
mundo
en cinco
megalitos (I)
COR
TESÍA DEL
AUTOR
Figura 1.
Detalle del basamento del monumento megalítico
de Newgrange (Irlanda).
JOSÉ LUIS CALVO
"El gigante dormía el sueño eterno en el sepulcro que Dios le había hecho a su medida"
A
LEJANDRO
D
UMAS
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zadas con una especie de ce-
mento, desde los que asegu-
ran que sus piedras se corta-
ron con rayos láser a los que
creen que fueron construidas
por una civilización descono-
cida en el año 10.000 a.C.,
todo parece estar permitido.
Ninguna aseveración, por ne-
cia que pueda parecer a prio-
ri
, ha dejado de formularse.
Sus autores varían desde sim-
ples aficionados a la pseu-
dohistoria sin la menor prepa-
ración en los distintos saberes
que se ven involucrados en un
estudio riguroso a personas
con una sólida formación en
alguno de ellos.
Como la contestación indi-
vidual sería imposible, hemos
seleccionado los cinco con-
juntos que más afirmaciones
peregrinas han generado, generan y, previsiblemente, se-
guirán generando en un futuro cercano para exponer el
estado actual de nuestros conocimientos sobre ellos. Ha-
blaremos (en éste y en los capítulos sucesivos) de los
monumentos megalíticos europeos, de las Pirámides de
Giza, de Baalbek, de la fortaleza de Saqsaywaman y de
la Isla de Pascua. Los argumentos que daremos, no obs-
tante, pueden ser aplicados para cualquier otro conjunto
arquitectónico que se vea afectado por aseveraciones se-
mejantes.
Nuestro propósito con ello no es el destejer ningún
arco iris según la acusación
que formuló Percy Bysshe
Shelley en el siglo XIX. Por el
contrario pensamos como el
egiptólogo Mark Lehner:
“Cada vez que vuelvo a Giza
aumenta mi respeto por esa
gente y su sociedad. Para mí
es aún más fascinante pensar
que ellos edificaron esto”. La
admiración que nos despiertan las obras citadas no re-
side en que las construyeran pueblos sobrehumanos sino
que fueron levantadas por hombres como nosotros.
Como dijo Paul Eluard, otro gran poeta: “Hay otros mun-
dos, pero están en éste”.
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Figura 2.
Croquis de un sistema posible
de transporte de megalitos,
según J.-P. Mohen
(Bougon, 1979).
Figura 3.
Croquis de otro sistema de transporte de megalitos,
según B. Poissonnier (Bougon, 1997).
COR
TESÍA DEL
AUTOR
COR
TESÍA DEL
AUTOR
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ESCALAS DE DUREZA. ¿CÓMO SE CALCULA EL
PESO DE UN MEGALITO?
Antes de iniciar el estudio de los monumentos existen
algunas aclaraciones previas que debemos realizar ante
la continua tergiversación de varios conceptos elemen-
tales. Produce un cierto sonrojo leer cosas como la si-
guiente: Aún hoy, la forma de extracción de esas pie-
dras, ya sea la diorita —piedra de origen volcánico cuya
dureza es un punto inferior a la del diamante—, el gra-
nito o cualquier otro tipo de piedra dura, es un autén-
tico misterio para la arqueología. Ante la ausencia de he-
rramientas necesarias para su extracción —las de cobre
encontradas en algunas excavaciones se romperían al
mínimo contacto con la piedra...
1
.
Comencemos a analizar lo que dice su autor. La dio-
rita y el granito son de una dureza poco inferior a la del
diamante. ¿Es eso verdadero? Pues por mucho que lo re-
pitan los practicantes de la pseudohistoria no lo es. Ve-
amos de dónde surge este error. En 1824, Mohs publi-
có su célebre escala de dureza. Adjudicó el valor de 1
al mineral más blando, el talco, y el 10 al más duro, el
diamante. Minerales como la diorita y el granito tienen
una dureza de entre seis y siete, por tanto no un punto
menor que el diamante sino entre tres y cuatro puntos.
Aún así, deben resultar muy duros si están más cerca de
los diamantes que del talco ¿no? Tampoco. Lo que se ol-
vidan los autores de estas aseveraciones es que la escala
de Mohs no es proporcional. Su autor se limitó a nu-
merar algunos minerales característicos según su dure-
za creciente pero eso no significa que el diamante sea
sólo 10 veces más duro que el talco. Si observáramos
una escala de dureza que sí fuera proporcional, como la
de Vickers, veríamos con claridad lo que queremos se-
ñalar. Al talco le corresponde una dureza de 50 y al dia-
mante de 10.000, es decir, 200 veces más. De hecho
existe una distancia menor entre el talco y el corindón
(9 de dureza en la escala de Mohs y 2.000 en la de
Vickers) que entre éste y el diamante. Al granito y a la
diorita le corresponde una dureza según Vickers de en-
tre 500 y 800 lo que supone que son entre 20 y 12,5
veces más blandos que el diamante
2
.
Además ¿qué es la dureza de un mineral? Pues es la
resistencia que presenta una superficie lisa de dicho mi-
neral a ser rayada, ni más ni menos. ¿El que un mine-
ral sea muy duro implica que no puede trabajarse por
medio de una herramienta más blanda que él? No, lo
que quiere decir es que esa herramienta no puede ra-
yarle pero no que no pueda fracturarle que es en lo que
se basa precisamente la talla de una piedra. Por poner
un ejemplo, la decoración que recubre las hojas solu-
trenses se lograba por percusión indirecta. Es decir, se
obtenía empleando como cincel un trozo de madera o
hueso que se golpeaba con otra piedra que hacía las ve-
ces de martillo. El golpe se transmitía por el “cincel” y
hacía saltar un pequeño fragmento de la hoja pese a que
ésta es más dura que aquél.
Veamos otro aspecto en el que los practicantes de la
pseudohistoria no se muestran precisamente muy acer-
tados. ¿Cómo se calcula el peso de un sillar empleado
en una construcción? Como el procedimiento de des-
montar la edificación para colocar la piedra en una bás-
cula no es precisamente un sistema práctico, nos que-
da el recurso de calcular el volumen del bloque y
multiplicar por el peso específico del mineral de que
está formado. Parece sencillo ¿no? Pues debe plantear
algún problema irresoluble para algunos.
Citaremos a nuestro compañero Javier Garrido en su
artículo sobre Baalbek: “Según parece, el mayor de los
megalitos del Trilithon mide 19,80 por 4 por 3,6 me-
tros. Esto daría un volumen de 285,12 m
3
. Asumiendo
que la densidad de la piedra es de 2,75 g/cm
3
, el peso
del bloque sería de 784,08 toneladas. Por debajo de las
800 toneladas y muy lejos de las 2.000 que Daeniken
y Berlitz citan tan alegremente”
3
.
No está mal. Los autores citados “sólo” se equivo-
caron en un 250%. Por cierto, los tres megalitos de Ba-
albek son las piedras más pesadas que se hayan usado
en construcción alguna del mundo antiguo, así que to-
das las demás están por debajo de las 800 toneladas
anteriormente calculadas. No se crean las afirmaciones
al uso de miles de toneladas. Calcúlelo usted mismo y
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VOCABULARIO
A largo de este artículo emplearemos una serie de pa-
labras técnicas. Aunque para muchos será innecesa-
rio, creemos conveniente incluir la definición de las
menos frecuentes.
Alineamiento: Grupo de menhires que se distribuyen
a lo largo de una o varias líneas rectas.
Cromlech: Monumento megalítico formado por men-
hires o trilitos dispuestos formando un círculo.
Henges: Estructuras circulares delimitadas por zanjas
o terraplenes.
Ortostato: Laja de piedra que forma la pared de un
dolmen.
Sepulcro de corredor: Monumento megalítico forma-
do por una o varias cámaras sepulcrales a las que
se accede por un pasillo.
Trilito: Dos menhires unidos por una piedra dintel.
Túmulo: Acumulación de tierra que cubre algunas se-
pulturas.
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verá hasta qué punto esas afirmaciones deben todo a la
fantasía y nada a la realidad.
LOS MONUMENTOS MEGALÍTICOS EUROPEOS
Una definición clásica de megalítico diría que es un
término que se refiere a una serie de construcciones
(de carácter principalmente funerario) neolíticas reali-
zadas con grandes piedras (en griego megas=grande,
lithos=piedra) que se encuentran fundamentalmente en
la fachada atlántica europea. Sin embargo, conforme ha
ido avanzando nuestro conocimiento, esta definición se
ha ido revelando como inadecuada.
El área de localización de megalitos se ha ido am-
pliando hasta el punto de que ya no se considera ni si-
quiera como un fenómeno exclusivamente europeo. La
datación por C-14 demuestra que, en algunos lugares,
este fenómeno trascendió del periodo neolítico para se-
guir vigente en plena Edad del Bronce. Hoy algunas ma-
nifestaciones culturales como los megaxilos
4
y las cue-
vas artificiales
5
no pueden ser consideradas como
ajenas al megalitismo aunque en ellas no se emplee la
piedra trabajada.
Históricamente, los megalitos siempre han sido
considerados como algo sobrehumano. “Si quieres
adornar el lugar donde yacen esos hombres con un mo-
numento perdurable, envía a buscar el Círculo de los Gi-
gantes, que está en el monte Kilarao, en Hibernia. Hay
allí una construcción de piedras que ningún hombre de
esta época podría levantar, a menos que lograra com-
binar inteligencia y talento artístico. Las piedras son
enormes y no hay nadie capaz de moverlas. Si se las co-
loca en la misma posición en que están situadas allí,
esto es, en círculo, permanecerán así eternamente”
6
.
Este “Circulo de los Gigantes” según se afirma en la
misma obra “se llama en la lengua de los Anglos, Sto-
nehenge”. Las leyendas tradicionales atribuyen su
construcción (como aún se refleja en la toponimia de
muchos de ellos) a hadas, gigantes... Hoy en día, las
afirmaciones pseudohistóricas referidas a estos monu-
mentos van dirigidas a dos aspectos, el uno referente a
su morfología (no pudieron hacerse con la pobre tecno-
logía de que se disponía en aquella época) y el otro re-
ferente a su función (Stonehenge era una especie de or-
denador para predecir eclipses). Por supuesto hay
quien va aún más lejos y se imagina que los alinea-
mientos de Carnac servían como guía para naves extra-
terrestres o que el Grand Menhir Brisé de Locmariaquer
era una especie de faro para esos mismos visitantes. Sin
embargo, si los dos puntos arriba citados pueden de-
mostrarse erróneos, todas las demás afirmaciones deri-
vadas de ellos quedarán tan carentes de base como la
posibilidad de que los megalitos hubieran sido cons-
truidos por un guerrero galo que se cayó en la marmita
de poción mágica cuando era pequeño.
Comencemos por los diversos aspectos morfológicos.
Empezaremos por analizar los distintos aspectos con-
cernientes a la elaboración material de
un megalito siguiendo las diversas fases
necesarias para ello, extracción de la
roca en la cantera, talla, traslado y cons-
trucción del monumento. Después vere-
mos la evolución formal de los megalitos
y los problemas de su cronología cen-
trándonos en el caso luso-galaico.
¿Cómo extrajeron el material de las
canteras con tan sólo herramientas de
piedra, madera y hueso? ¿Es ello técnicamente posible?
Si lo fuera, ¿cómo adquirieron la destreza necesaria para
ello? Aunque la gran innovación del Neolítico fuera la
agricultura y la ganadería, en esta época también co-
menzó la minería.
En Grimes Graves (Reino Unido) se explotaron minas
subterráneas de sílex al igual que en Rickhold (Holan-
da). Muy cerca de Barcelona, en Gavá, se extraía varis-
cita desde el 4300 a. C. En todas ellas se han encon-
trado restos de los útiles empleados, picos, cinceles y
mazas de piedra y hueso. Esta labor junto con el puli-
do de la piedra que caracteriza al neolítico demuestra
que habían adquirido la capacitación técnica necesaria.
El trabajo comenzaría por elegir el bloque adecuado
para el fin a que se destinaba. La tarea de desprender-
lo de la veta podía hacerse de distintas maneras. La más
sencilla es aprovechar las grietas ya existentes por cau-
sas naturales y agrandarlas mediante el uso de palancas
y cuñas de madera. Éstas podían introducirse median-
te el uso de mazos o sencillamente mojarlas, lo que pro-
duce un aumento de su volumen.
Sin embargo, no siempre existirían dichas grietas o
éstas no se encontrarían en la posición idónea. Enton-
ces, nuestros antepasados tuvieron que provocarlas. En
el caso de minerales muy sensibles a los cambios brus-
cos de temperatura (caso del granito, por ejemplo) una
forma sencilla de llevarlas a cabo sería encender una
gran hoguera a lo largo de la fractura que deseáramos
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Hoy en día, las afirmaciones
pseudohistóricas referidas a estos
monumentos van dirigidas a dos aspectos,
el uno referente a su morfología
y el otro referente a su función
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crear y proceder después a
arrojar agua fría. Sin embargo,
también hay rocas poco sen-
sibles a este procedimiento.
En este caso se recurriría
al uso de agujeros guía, es de-
cir, a realizar una hilera de ta-
ladros en la línea de fractura.
¿Cómo? Bien por percusión
(directa o indirecta), bien por
esmerilado. La materia para
ello podría ser polvo o gránulos de cuarzo muy abun-
dantes en la naturaleza. Una vez realizados los agujeros,
si se golpea con fuerza la roca ésta tiende a fracturar-
se por la línea que los une. Hagamos notar que en al-
gunos megalitos de Locmariaquer realizados en gneiss
se ha podido documentar el uso de esta técnica de agu-
jeros guía.
Una vez desprendido el bloque podía comenzar la se-
gunda fase del trabajo, su talla. Sin embargo, en mu-
chos casos ésta no existía. Se empleaba en la cons-
trucción tal cual salía de la cantera como puede
observarse por ejemplo en Newgrange (figura núm. 1).
En otros casos, sí se advierte un proceso más cuidado,
como en el Grand Menhir Brisé (sólo en la parte que
quedaba visible antes de su caída. La superficie que
quedó enterrada, con una longitud de algo más de dos
metros, no estaba trabajada salvo en la base, sin duda
para aumentar su estabilidad).
Las técnicas eran dos, la percusión, que si es directa
producía un dibujo semejante al abujardado
7
o pique-
teado; si la percusión es indirecta provoca un relieve
más tenue, lo que facilitaba el retoque posterior me-
diante la segunda técnica, el esmerilado. En España te-
nemos la fortuna de poder documentar ambas técnicas
en un único monumento, el dolmen de Santa Cruz (Can-
tabria). El ortostato situado en la cabecera presenta un
cuidadoso esmerilado mientras que los laterales están
piqueteados
8
.
Sobre la superficie así preparada podía procederse
con mayor facilidad bien a su grabación mediante el uso
de una punta de roca dura como la cuarcita, bien a su
pintura. Ésta puede aparecer aplicada directamente so-
bre la piedra (caso del dolmen cántabro antes citado) o
sobre un revoco. En el caso del dolmen gallego de Dom-
bate, se ha podido determinar que sobre las lajas de
gneiss con que está edificado se utilizó una preparación
a partir de caolín blanquecino sobre el que se pintó con
tierra con gran contenido de óxidos férricos (hematites,
siderita) para obtener el color rojo y carbón vegetal para
el negro aglutinados en ambos
casos con mantequilla
9
.
Una vez estaba el bloque pre-
parado (si así se deseaba) llega-
ba el momento de su traslado.
Aunque el ejemplo particular de
Stonehenge nos habla de un
transporte a larga distancia, este
caso es infrecuente. La “norma”
era emplear la piedra adecuada
que estuviera más cercana. Así,
en el Grand Menhir Brisé se uti-
lizó un tipo de gneiss que pre-
senta yacimientos en Auray, Bono, Arradon y Sarzeau, a
poco más de 10 km de Locmariaquer. El gneiss del Dol-
men de Dombate procede del afloramiento rocoso de Pe-
dras Bastas, cercano al monumento. Los sepulcros de
corredor salmantinos se edifican con el mismo granito
que abunda en la zona. El templo de Ggantija en la isla
de Gozo (Malta) se construye con aparejo ciclópeo de
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La "norma" era emplear la piedra
adecuada que estuviera más cercana.
Así en el Grand Menhir Brisé se utilizó
un tipo de gneiss que presenta
yacimientos en Auray, Bono,
Arrandon y Sarzeau, a poco más de
10 km de Locmariaquer
Figura 4.
Croquis del otro sistema
alternativo de transporte
de megalitos, según
C.-T. Le Roux.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
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caliza local mientras que el templo de Hagar Qim en la
propia isla de Malta se levanta con bloques calizos ta-
llados en forma de sillar. La diferencia entre ambas ca-
lizas es que la de la isla de Gozo es mucho más dura
que la de Malta.
Esto nos plantea el problema de si la edificación con
megalitos fue voluntaria o si fue forzada porque técni-
camente les resultaba más fácil desplazar un bloque
grande que dividirlo en sillares más pequeños. De hecho
algunos monumentos presentan una mezcla de megali-
tos y aparejo (figura núm. 1) mientras que, en zonas que
carecían de yacimientos minerales propicios a este fin,
se documentan enterramientos colectivos bajo túmulo
sin estructura pétrea alguna, como el caso de El Mira-
dero en Villanueva de los Caballeros (Valladolid)
10
.
¿Por qué en algunos casos se transportan los mega-
litos desde lugares alejados y en otros se prescinde de
ellos? Hablaremos de ello cuando estudiemos la función
de los monumentos. De momento, centrémonos en si
ese transporte presentó dificultades insalvables o no.
Y sobre ello debemos decir que no sólo no las plan-
tea, sino que resulta más fácil de lo que pudiera pare-
cer a priori. Por fortuna, algunos arqueólogos han reali-
zado experiencias en este sentido. Son destacables las
reconstrucciones realizadas por J. P. Mohen, en 1979,
el esc
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Figura 5.
Primer paso de la erección de un menhir.
Figura 6.
Segundo paso de la erección de un menhir.
DIBUJO DE J
.
G
.
RODRÍGUEZ FLORES
,
A
P
ARECIDO EN
ASTRONOMÍA DIGIT
A
L
NÚM.
3
DIBUJO DE J
.
G
.
RODRÍGUEZ FLORES
,
A
P
ARECIDO EN
ASTRONOMÍA DIGIT
A
L
NÚM.
3
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y B. Poissonier, en 1997, ambas en Bougon en Deux-
Sèvres (Francia) utilizando dos técnicas diferentes.
El primero empleó la solución más simple, sobre
unos carriles de madera situó troncos a modo de rodi-
llos e hizo avanzar sobre ellos una piedra de 30 tone-
ladas impulsada por la fuerza de 200 voluntarios que la
arrastraban mediante cuerdas (figura núm. 2). En una
jornada de trabajo, personas sin ninguna experiencia
previa en este trabajo consiguieron desplazar el bloque
más de 80 metros demostrando fehacientemente que no
había nada de sobrehumano en ello.
Poissonier, sin embargo, pensó que ese sistema aun-
que resulta perfectamente válido para las piedras nor-
males en un monumento, podía requerir un número de
trabajadores demasiado grande en megalitos excepcio-
nales como el Grand Menhir Brisé con un peso de 280
toneladas. Sus cálculos reflejaban que hubieran sido ne-
cesarios más de 4.000 operarios para lograr el mismo
resultado.
Por ello, propuso una nueva solución, convertir los
troncos no sólo en un elemento pasivo sino que también
sirvieran para su propulsión. Lo logró realizando en las
maderas una serie de agujeros en los que se introducí-
an troncos más pequeños a manera de palancas. El im-
pulso de éstas provoca un movimiento giratorio en las
maderas que impulsa el megalito sobre ellas. Con sólo
20 voluntarios desplazó un bloque aún más rápidamente
que en la demostración de Mohen. Con esas nuevas ci-
fras, calculó que para desplazar el Grand Menhir desde
la cantera de Auray hubieran bastado 100 trabajadores
y un plazo de entre 15-20 días (figura núm. 3).
Otros arqueólogos como C. T. Le Roux han estudia-
do la posibilidad de que el transporte se hiciera al me-
nos en parte por vía fluvial sobre una gran almadía pro-
vista de troncos adicionales como flotadores y con los
contrapesos adecuados. En este caso, el megalito podría
haberse trasladado tanto desde Auray como desde
Arradon en tan sólo unas horas (figura núm. 4).
Por supuesto, dado el carácter perecedero de la ma-
dera no nos ha quedado prueba alguna de que se em-
pleara uno de estos tres medios o algún otro distinto,
pero sí demuestran la posibilidad de que se llevara a
cabo sin recurrir a un Deus ex machina en forma de ex-
traterrestre, atlante o cualquier otro ser sobrehumano.
Ya tenemos la piedra a pie de obra, pero ¿cómo se le-
vantaron estructuras como los menhires o los trilitos? El
primer paso indudablemente consistía en realizar el agu-
jero dónde se introduciría el megalito. Los menhires pu-
dieron erguirse con una combinación de palancas, cu-
ñas y cuerdas para situarlo en un ángulo en que caería
por propio peso. Después se enderezaría mediante el uso
de cuerdas y se asentaría con el rellenado del agujero
(figuras núm. 5 y 6). En el caso de los trilitos el dintel
se colocaría con una rampa de tierra o, según propone
Atkinson
11
, con plataformas de madera que se irían ele-
vando mediante palancas y cuñas (figura núm. 7).
Todo ello pudo suponer un trabajo muy prolongado
pero no imposible puesto que los grandes megalitos se
van modificando a lo largo de generaciones sucesivas,
lo que nos lleva a hablar de su origen y cronología.
Que surgen como evolución de las sepulturas ante-
riores más sencillas parece bastante claro. Los monu-
mentos megalíticos más antiguos (en la Bretaña fran-
cesa) se datan en torno al 4600 a.C. Sepulturas
comunitarias se documentan en el mismo área en torno
al 5250 a.C. en Beg an Dorchenn. Aún más antiguas
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Figura 7.
Levantamiento de la piedra dintel.
DIBUJO DE J
.
G
.
RODRÍGUEZ FLORES
,
A
P
ARECIDO EN
ASTRONOMÍA DIGIT
A
L
NÚM.
3
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son las de Hoêdic
12
y en algunos casos esas sepulturas
aparecen cubiertas por túmulos formados con piedras.
El dolmen aparecería como una sofisticación de ellas y
se iría haciendo cada vez más complejo con el añadido
de un corredor a la vez que se perfeccionaría el aspec-
to técnico. Esto puede documentarse en el túmulo de
Barnenez (Francia) que comprende 11 sepulcros de co-
rredor, 5 corresponden a Barnenez I (4300 a.C.) y los 6
restantes a Barnenez II (4100 a.C.). Entre uno y otro
hay una diferencia fundamental, el material empleado.
En la primera fase predomina la dolerita que se en-
cuentra en los alrededores del yacimiento. En la se-
gunda, el granito que exigió un transporte desde Stérec,
donde se encuentra el yacimiento más cercano.
En el caso de la Península Ibérica están bien estu-
diados los megalitos del norte de Portugal y de Galicia
13
.
Coinciden en esa tendencia a la complejidad.
En un primer momento, a comienzos del V milenio
a.C. se utiliza la sepultura bajo túmulo de pequeño ta-
maño y quizás sin el empleo de cámaras realizadas en
piedra (estos primeros datos no pueden considerarse se-
guros ante el escaso número de yacimientos).
A lo largo del último tercio del V milenio aparece la
cámara ortostática de pequeño tamaño y altura y el tú-
mulo amplía sus dimensiones.
A partir del comienzo del IV milenio aumenta la com-
plejidad de las cámaras así como su tamaño y hace su
aparición el sepulcro de corredor que coexiste con for-
mas más sencillas. Los túmulos se hacen más grandes
y aparece la decoración de arte parietal.
Desde el 3600 a.C. y hasta bien entrada la segunda
mitad del III milenio sólo aparecen sepulcros de corre-
dor. Las formas más simples desaparecen.
Esta tendencia se documenta en el megalito mejor
estudiado
14
, el ya mentado sepulcro de corredor de
Dombate. Según J. M. Bello, pasa de ser una cámara
simple a un sepulcro de corredor al que posteriormen-
te se le añadió una decoración a base de “ídolos”, con
un significado posiblemente simbólico, la separación del
mundo de los vivos y la de los muertos.
Todo esto supone que de momento no hay ninguna
dificultad insalvable desde un punto de vista técnico e
histórico para aceptar los monumentos megalíticos
desde un punto de vista puramente neolítico. Sólo que-
da por ver el problema de la función supuestamente as-
tronómica de algunos megalitos y más concretamente de
Stonehenge.
Es completamente cierto que algunos monumentos
megalíticos presentan una orientación astronómica
(solsticial para más señas). Un ejemplo típico es el se-
pulcro de corredor de Newgrange (Irlanda). En la ma-
ñana del día 21 de diciembre (solsticio de invierno),
poco después de amanecer, un rayo de sol penetra por
un ventanuco que existe sobre la puerta (figura núm. 8)
e ilumina el pasillo en toda su longitud. ¿Supone esto
unos avanzados conocimientos en astronomía? Pues no.
¿Cómo pudieron conocer la fecha en que, aproxi-
madamente, se produce el solsticio? Con un palo cla-
vado en la tierra y observando la sombra que va pro-
yectando en el suelo al mediodía, que podían determinar
por tratarse del momento del día en que la sombra es
más corta. Otra posibilidad es ver por dónde sale el Sol
cada día, a lo largo de todo el año, al amanecer. Ese
punto no es fijo, y se mueve anualmente de norte a sur
y de sur a norte, entre los solsticios de invierno (máxi-
mo al norte) y de verano (máximo al sur), pasando por
el este justo en los equinoccios. Tras llegar el Sol a su
punto norte máximo, empieza a ir hacia el sur. Consi-
derando esto, es fácil orientar algo hacia los solsticios
de verano e invierno.
¿Por qué alinearon algunos edificios de acuerdo con
este acontecimiento? No lo sabemos con certeza, pero
si consideramos que Newgrange es una sepultura, no un
lugar de observación, parece que su interés por el sols-
ticio residía en una simbología asociada a la muerte, no
en el hecho astronómico en sí. Estas
connotaciones simbólicas del hecho se
ven reforzadas por la decoración pre-
sente en muchos megalitos que se re-
pite en otros de la misma zona aunque
su función, en principio, no sea la
misma. Así, en el Grand Menhir Brisé
se encuentra el grabado de un hacha.
Esta misma imagen está representada
en numerosos enterramientos de la
zona
15
.
Sin embargo, ¿eso es también váli-
do para Stonehenge? La verdad es que el cromlech in-
glés es peculiar en más de un sentido. Su evolución des-
de un henge de mediano tamaño (unos 100 metros de
diámetro frente a los 550 metros de Marden y Durring-
ton Walls en su misma comarca) al grandioso monu-
el esc
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ptico
primavera 2002
48
Todo esto supone que de momento
no hay ninguna dificultad insalvable
desde el punto de vista técnico e
histórico para aceptar los monumentos
megalíticos desde una perspectiva
puramente neolítica
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mento en que fue convertido
a lo largo de generaciones, el
hecho de que las piedras
que se usaron en su cons-
trucción fueran transporta-
das desde muy lejos (la pie-
dra arenisca desde las
canteras de Averbury a 40
km y la dolerita desde Gales)
y la fecha de su terminación
en plena Edad de Bronce
durante la cultura de Wessex
hacen pensar que por alguna
circunstancia fue muy im-
portante para las diversas
culturas que lo construyeron. ¿Ese motivo pudo ser el
que fuera un observatorio astronómico?
Ya en 1901, Sir Norman Lockyer afirmó que la lla-
mada piedra del altar y la llamada piedra talón estaban
alineadas con el solsticio de verano. Sin embargo no fue
hasta fechas mucho más recientes cuando se extendió
la idea de la predicción de eclipses. La base para esa
afirmación la proporcionaron dos trabajos independien-
tes, el de Newham —que prácticamente no tuvo nin-
guna repercusión— y el de Hawkins titulado “Stone-
henge descifrado” que sí la obtuvo por haber sido
publicado en la prestigiosa revista Nature. Su teoría es
que en la colocación de las piedras podía observarse su
relación con posiciones solares y lunares; en definitiva,
que era un auténtico observatorio astronómico, tal y
como se viene repitiendo desde entonces.
Sin embargo, esa tesis presenta algunos errores que
ya fueron señalados por Atkinson en un artículo publi-
cado en Antiquity que llevaba el “venenoso” título de
Moonshine on Stonehenge y posteriormente en Decoder
misled
publicado también en Nature. Uno de los pro-
blemas de la teoría de Hawkins es que comete errores
en la reconstrucción de las sucesivas etapas construc-
tivas del cromlech. Por ejemplo, sitúa la erección de las
llamadas piedras de las estaciones en Stonehenge I
cuando es mucho más probable que correspondan a Sto-
nehenge II. Sin embargo, su mayor problema es que la
cronología no coincide. Las posiciones del Sol y la Luna
fueron calculadas por Hawkins para la fecha de 1500
a.C. Las dataciones por C-14 de Stonehenge dan fechas
más antiguas. La fosa arroja unas fechas comprendidas
entre 3020 y 2910 a.C., el círculo de piedras areniscas
está datado en 2480-2200 a.C., las piedras azules en
2270-1930 a.C. y los agujeros, que las teorías de la pre-
dicción de eclipses consideran como un todo, datan de
dos épocas distintas, el círculo externo o agujeros Y se
data entre 1640-1520 a.C. y el círculo interno o agu-
jeros Z entre 2030-1740 a.C.
Los agujeros concéntricos se documentan en otros
henges de esta misma zona y época como Durrington
Walls y Marden. Dado que parece sumamente impro-
bable que todos ellos fueran observatorios ha habido que
buscar otras explicaciones más “prosaicas”. La teoría
predominante hoy en día es que son restos de estruc-
turas de madera que sostendrían un techo. Por supuesto
esto deja en muy mal lugar a la teoría del observatorio
astronómico, ya que si hubiera existido dicha estructu-
ra en Stonehenge habría impedido la visión de las su-
puestas alineaciones solares y lunares.
¿Por qué entonces un edificio tan magnífico y para el
que se emplearon piedras traídas desde lugares tan dis-
tantes? La explicación quizás haya que buscarla en cul-
turas actuales que construyen megalitos. Así, una tribu
de Borneo aún hoy erige menhires. Para ello, va a bus-
car la piedra a lugares lejanos en los que, además, ha-
bitan los Dayaks, tribus cazadoras de cabezas. Cada ex-
pedición debe estar protegida por un pequeño ejército
durante varios días. Ello implica que sólo las familias más
importantes pueden sufragar los gastos. El menhir se con-
vierte así en una señal de prestigio y respeto social
16
.
¿Es ésa la explicación para Stonehenge? ¿Fue un tem-
plo y, simultáneamente, un símbolo del poder de las tri-
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Figura 8.
La entrada del monumento
megalítico de Newgrange.
COR
TESÍA DEL
AUTOR
background image
bus que poseyeron el territorio en el que se asentó este
monumento? No podemos establecer una correlación ab-
soluta entre las tribus de Borneo y la Inglaterra del Ne-
olítico y la Edad de Bronce, pero sí hay señales de que
algunos megalitos destacaban claramente de los de su
entorno, bien por su gran tamaño y construcción muy cui-
dada, bien por los materiales empleados. Son los casos
del Grand Menhir Brisé o del dolmen de Santa Cruz. Esto
quizás nos proporcione la respuesta a una pregunta for-
mulada anteriormente, la posibilidad de emprender una
expedición a un lugar lejano para buscar las piedras ade-
cuadas sólo estaría al alcance de las tribus más poderosas.
El actuar así incluso cuando resultaba innecesario
(caso de Barnenez II) era una forma de pregonar la im-
portancia del propio grupo frente a los clanes vecinos. En
un mismo contexto neolítico (aunque cronológicamente
anterior) se documentan unas hachas pulimentadas de
gran tamaño, realizadas con minerales muy vistosos y que
no presentan señales de haber sido usadas nunca como
tales herramientas. Por ello pensamos que son símbolos
de poder asociadas a la aparición del cacicazgo. ¿El caso
de los megalitos es comparable? Creemos que sí.
Al final de nuestro primer viaje no hemos encontra-
do extraterrestres ni atlantes, sólo personas con moti-
vaciones completamente humanas, pero no por ello, al
contrario, sus obras resultan menos asombrosas ¿no?
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el esc
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NOTAS:
1. El artículo completo se encuentra en: http://www.terra.
es/personal2/edavid.g/piedras.htm. Según su autor, está
basado en un reportaje de Nacho Ares publicado en la
revista “Misterios de Arqueología” número 1 de agosto
de 1.999.
2. La correspondencia completa entre la escala de Mohs y
la de Vickers es
Mineral
Dureza según Mohs
Dureza según Vickers
Talco
1
50
Yeso
2
80
Calcita
3
130
Fluorita
4
200
Apatito
5
320
Ortosa
6
500
Cuarzo
7
800
Topacio
8
1300
Corindón
9
2000
Diamante
10
10.000
3. El magnífico artículo completo, cuya lectura recomen-
damos, está disponible en http://www.geocities.com/
jgb64/Baalbek.htm.
4. Término propuesto por Giot para referirse a una serie de
enterramientos colectivos realizados en grandes cáma-
ras sepulcrales formadas por maderas.
5. Término con el que se designa a una serie de cámaras
sepulcrales excavadas en la roca. Su planta es análoga
a la de los sepulcros de corredor.
6. Geoffrey de Monmouth. Historia de los reyes de Britania.
Edición de Luis Alberto de Cuenca. Selección de lectu-
ras medievales nº 8. Editorial Siruela. Madrid, 1987.
7. La bujarda es un martillo cuya cabeza presenta una se-
rie de salientes piramidales. Su empleo deja en la pie-
dra una serie de depresiones regulares.
8. De Blas Cortina, Miguel Ángel. El Arte Megalítico en el
Territorio Cantábrico: un fenómeno entre la nitidez y la
ambigüedad. En Brigantium (boletín do Museo Arqueo-
lóxico e Histórico da Coruña) nº 10. A Coruña, 1997.
9. Bello, José María & Carrera, Fernando & Cebrián, Fer-
nando. El proyecto de conservación del Dolmen de Dom-
bate
. En Brigantium (boletín do Museo Arqueolóxico e
Histórico da Coruña) nº 10. A Coruña. 1997.
10. Delibes de Castro, Germán. “La Prehistoria del Valle del
Duero”. En Historia de Castilla y León. Valladolid,
1985.
11. Atkinson, R. J. C. “Neolithic engineering”. Antiquity
35. London, 1961.
12. Renfrew, Colin. El alba de la civilización. La revolución
del radiocarbono y la Europa prehistórica. Colección Co-
legio Universitario. Ediciones Istmo. Madrid, 1986.
13. Alonso Matthías, Fernán & Bello Diéguez, José María.
Cronología y periodización del fenómeno megalítico en
Galicia a la luz de las dataciones por Carbono 14
. Do-
cumento disponible en http://www.ctv.es/USERS/
sananton/tonhejo.pdf.
14. Bello Diéguez, José María. El monumento de Domba-
te en el marco del megalitismo del Noroeste peninsular.
Aspectos arquitectónicos
. Portugalia Nova Serie. Vols.
XIII-XIV. 1992 – 1993.
Bello Diéguez, José María & de la Peña Santos, Antonio.
Galicia na Prehistoria. Ed. Vía Láctea. A Coruña. 1995.
También disponible en http://www.ctv.es/USERS/
sananton/tpdf.htm.
15. L´Helgouac´h, Jean. Le dédoublement des motifs élé-
mentaires dans l´art des tombes á couloir en Armorique;
symetrie ou concept symbolique?
En Brigantium (Bole-
tín do Museo Arqueolóxico e Histórico da Coruña
) nº 10.
A Coruña, 1997.
16. Harrisson, T & O´Connor, S. Gold and Megalithic Acti-
vity an Prehistoric and Recent West Borneo. Data Paper
nº 77. Department of Asian Studies, Cornel University.
1970.