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LA VIDA EN
NUESTRAS MANOS
LA ETERNA DISYUNTIVA ENTRE
CIENCIA O ÉTICA
JAVIER SÁDABA
Ediciones B, S.A. Colección Punto de Lectura
Nº 225. Barcelona, 2.001
La reciente polémica ocasionada por los avances en ge-
nética y la posibilidad real de que se produzca la clo-
nación de un ser humano, pueden hacer pensar que el
antiguo conflicto entre religión y ciencia se ha trans-
formada en ciencia vs ética.
Por ello es muy de agradecer la reciente edición en
libro de bolsillo de este texto que nos ocupa por cuan-
to ése es su tema. Javier Sádaba comienza por una de-
claración de principio clara: “La ciencia y la ética no
son enemigas. Han de ser, muy por el contrario, los bas-
tones en los que se apoye el caminar de una humanidad
dispuesta a conquistar sin destruir, a vivir sin matar, a
gozar con el mínimo de sufrimiento” (Pág. 11).
La justificación de esa afirmación constituye el
resto del ensayo. En el capítulo I comienza la aproxi-
mación al problema. Los avances en genética causan
nerviosismo en el común de la gente por el miedo a per-
der su propia identidad, su intimidad, que es lo que re-
sulta más conocido y, por tanto, más preciado. Eso, jun-
to con la inmensa disyuntiva que supone el ser capaces,
por vez primera, de tener el destino en nuestras manos,
un papel tradicionalmente reservado a la divinidad o di-
vinidades. La responsabilidad, por ello es enorme,
responsabilidad tanto en lo relacionado con los medios
que se empleen como con el fin que se pretenda y éste
es el campo de la ética.
Pero no debemos considerar que la ética es un con-
junto de prohibiciones arbitrarias. “Pero la ética nada
tiene que ver con el oponerse firmemente sino que tie-
ne que ver con las razones y argumentos que se aporten
para afirmar o para negar un curso de acción” (Pág. 18).
Nada es sencillo, los fines de ese curso de acción no son
diáfanos pero eso no supone caer en el vacío del post-
modernismo de dejarnos ir sin actuar porque no sabe-
mos dónde vamos. Por el contrario, la salida consiste en
marcarse fines, objetivos, ideales. A ellos hay que su-
mar el respeto a la ciencia porque de esta unión de fi-
nes y herramientas nace la posibilidad de una vida en
libertad.
Ya con estas bases, podemos plantearnos si la in-
vestigación genética es o no ética, es decir si es buena
o mala. Para ello comienza por analizar el derecho a la
vida, diciendo que no debe entenderse como un mero
derecho a la existencia sino un derecho a vivir de la me-
jor forma posible en lo que se incluye claramente el de-
recho a la salud, entendida no sólo como una ausencia
de enfermedad sino a vivir en plenitud de facultades y
a gozar con ellas. Esto es lo que, en realidad, es la mo-
ral, no un conjunto de normas absurdas sino la bús-
queda de la felicidad del ser humano para sí mismo y
en relación con los demás. Así, si consideramos como
un bien la existencia saludable ¿cómo podría ser in-
moral la pretensión de alargarla y mejorarla en calidad?
El capítulo II se dedica a la historia de la polémica
entre Sloterdijk, Habermas y Tugendhat a propósito de
la eugenesia que, entendida como un intento de mejo-
rar la raza humana de forma programada y obligatoria,
resultaría no sólo inmoral por cuanto rompería la igual-
dad de todos los hombres, sino que sería, seguramente,
una imposibilidad tecnológica porque el ser humano no
es reducible a genética. En su personalidad definitiva
entran en juego aspectos como la educación y el am-
biente.
Al lado de esta eugenesia, existe otra variante de la
misma, la que sólo pretende eliminar los defectos de los
individuos mediante un concepto muy próximo al de la
terapia génica, la reparación de un gen defectuoso. La
oposición a esto sólo puede venir de una concepción
moral anticuada, basada en la religión y en afirmacio-
nes tajantes e injustificadas de lo que el hombre puede
o no hacer. Así que la eugenesia no sería inmoral por sí
misma sino por lo que pretende o por los medios que
emplee.
La polémica derivó hacia la relación entre genética
y ética. Por descontado, si no existe libertad, si estu-
viéramos determinados genéticamente, la ética no ten-
dría ningún sentido porque sin libertad para elegir ésta
es un mero nombre desprovisto de contenido real. Sin
embargo, y con la excepción de algunos enfermos men-
tales, podemos ver en nosotros mismos cómo sí existe
dicha libertad y precisamente por esa libertad es por lo
que tenemos el compromiso de examinar cuidadosa-
mente lo que suponen los avances en genética.
El capítulo III se dedica a analizar el problema de la
muerte, de que somos conscientes de nuestra propia
mortalidad y que, dado que la vida es todo lo que te-
nemos, queremos escapar de ella. Ese intento de eva-
sión es la religión y su promesa de inmortalidad me-
diante la reencarnación o la resurrección. La clonación
no permitirá acabar con nuestra mortalidad y, por tan-
to, no hay que crear falsas expectativas.
EL SILLÓN ESCÉPTICO
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El capítulo IV se dedica a los problemas relaciona-
dos con el comienzo de la vida y el embrión. Para Sá-
daba está claro que en el embrión existe la potencia re-
mota para ser un individuo, pero no lo es; ni siquiera
tiene la potencia próxima de serlo, por tanto, es falsa la
identificación de embrión con individuo. Sin embargo,
el embrión sí puede ser utilizado como fuente de célu-
las en fase de blastocitos para regenerar tejidos daña-
dos que son pluripotenciales pero no totipotenciales.
Esto significa que podrían dar lugar a órganos indivi-
duales pero no a un ser humano completo. Si este em-
brión fuera obtenido por clonación del propio individuo
supondría anular todos los problemas de rechazo.
Así, si tenemos ya unos embriones congelados pro-
cedentes de abortos (provocados o espontáneos) o so-
brantes de técnicas de fertilización in vitro ¿qué pro-
blema ético supondría su empleo para sanar una
enfermedad que de otro modo no tendría solución al-
guna? Otro caso distinto es el de la moralidad de crear
un embrión con este único fin, pero es una diferencia de
técnicas, no de moral porque para que esto supusiera
una diferencia ética el embrión debería tener el mismo
status que una persona y eso no es así.
El capítulo V analiza un aspecto ya apuntado, la sa-
lud no es sólo ausencia de enfermedad sino también la
calidad de la vida. Se hace eco de las investigaciones
referentes al cerebro y al corazón humanos como metá-
fora de la inteligencia y de los sentimientos y de su in-
fluencia en el problema de la libertad.
A partir de ahí comienza el estudio ético de otros
problemas de actualidad, la eutanasia (capítulo VI), la
religión (capítulo VII) y los medios de comunicación
(capítulo VIII) para volver en el capítulo IX a la res-
ponsabilidad del ser humano ante las posibilidades que
le abre la genética. Para conseguir un buen uso de di-
cha técnica entendiendo por tal que se busque la eu-
daimonía
, la felicidad, la filosofía debe estar al tanto de
los avances biológicos porque no se debe hablar desde
la ignorancia o el error. Este conocimiento se ve ame-
nazado por falsas teorías como el creacionismo bíblico
y por intereses creados de tipo comercial.
El capítulo X se dedica, finalmente, a explicar el
cómo se resuelven los problemas morales. Para ello co-
mienza por sentar algunas premisas, la ética no debe ser
restringida, no es parcial, es general. No puede existir
una ética que dé la espalda a toda la moral anterior pero
sí debe actualizarse. La moral no es un sustituto de la
religión porque a diferencia de los dogmas de ésta, las
normas éticas tienen que justificarse por cuanto si no se
hiciera así sería una imposición arbitraria. El campo de
la moral es lo social, lo individual no le compete más
que a la propia persona. Sobre estas bases comienza a
exponer el método de la ética. La actividad moral es
práctica, se refiere a lo que es posible. Por ello el pri-
mer paso es despojarnos de prejuicios y atender a la re-
alidad del problema. El segundo paso es analizarnos a
nosotros mismos para comprobar si somos capaces de
tener una moral coherente. El tercer y último paso es la
imaginación, imaginar para ver opciones, para estudiar
alternativas. Sólo así podremos tomar una decisión y ser
capaces de razonar por qué ésa en concreto y no otra de
las posibles.
Hasta aquí el resumen del contenido del ensayo.
Hay que advertir que alguna de las afirmaciones de Sá-
daba puede ser muy polémica e incluso podemos no
compartirla en absoluto, pero resulta muy de agradecer
que un filósofo haya tomado la decisión de escribir so-
bre ética de forma totalmente comprensible, sin jergas
que den una falsa sensación de profundidad y rigor in-
telectual, y haciendo objeto de su estudio a un conjun-
to de problemas de actualidad. Ése es el gran mérito del
presente libro, el que haya sido capaz de la mayor de
las dificultades, el aparentar sencillez para tratar pro-
blemas complejos.
Si alguien dudaba de la posibilidad de construir una
ética atea y coherente, la lectura de este ensayo y de la
bibliografía recomendada puede suponer un buen co-
mienzo.
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José Luis Calvo
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