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Necesitamos un criterio de demarcación entre religión
y ciencia, ética y estado. Hay un dominio apropiado para
la religión, y en este sentido ciencia y religión no son ne-
cesariamente incompatibles. Ese dominio es el evoca-
tivo, expresivo, emotivo. La religión proporciona poesía
moral, inspiración estética y expresiones dramáticas de
esperanza existencial y anhelos.
Han habido recientemente muchas conferencias en
las que se ha discutido la relación entre ciencia y reli-
gión. La Templeton Foundation, por ejemplo, ha pres-
tado su apoyo a numerosas charlas sobre este tema. Mu-
chos participantes en estas discusiones, aparentemente,
suponen que ciencia y religión son compatibles. Argu-
mentan que no hay contradicción entre ellas, y algunos
incluso sostienen que la ciencia confirma los principios
básicos de su fe religiosa. Sospecho que la mayoría de
los que asisten a esta conferencia, formada predomi-
nantemente por escépticos y no teístas, no están de
acuerdo.
Hay muchas áreas en las que religiosos y científicos
realizan afirmaciones radicalmente diferentes. Algunas
de ellas son: (1) ¿El alma existe como una entidad se-
parada y distinta o es una función del cerebro? (2) ¿La
ciencia proporciona evidencia de “diseño inteligente” o
la biología evolutiva es suficiente? (3) ¿Se puede influir
en el proceso de curación de las personas rezando por
ellas a distancia o las pruebas realizadas son comple-
tamente no fiables? (4) ¿Hay evidencia empírica para la
afirmación de que las “experiencias cercanas a la
muerte” nos capacitan para alcanzar “el otro lado” o hay
explicaciones fisiológicas y psicológicas alternativas de
dichas experiencias? (5) ¿Los mediums bajo ciertas con-
diciones pueden comunicar con personas fallecidas o los
protocolos de dichas pruebas son demasiado débiles?
(6) ¿La hipótesis del Big Bang apunta a Dios como la
causa del Universo o dicha afirmación cae más allá de
la ciencia y es meramente especulativa?
Al tratar esos temas surgen varias cuestiones: ¿Se es-
tán presentando teorías coherentes e hipótesis compro-
bables? En ese caso ¿cuál es la evidencia en su favor?
¿La explicación religiosa o paranormal sobrevive al es-
crutinio crítico?
Los escépticos se han centrado en el examen de afir-
maciones paranormales. No se ocupan de afirmaciones
religiosas per se, salvo cuando pueden ser examinadas
empíricamente. Los humanistas laicos, por otro lado, sí
desean ocuparse de afirmaciones religiosas, compro-
bándolas lo mejor que pueden. Curiosamente la línea di-
visoria entre lo paranormal y la religión se ha difuminado
y con frecuencia es difícil saber cuándo se está tratan-
do con fenómenos paranormales y cuándo con fenóme-
nos religiosos. Por tanto el espiritismo, las experiencias
cercanas a la muerte y las comunicaciones con los
muertos interesan tanto a investigadores paranormales
como religiosos. Lo mismo sucede con la apelación al
diseño inteligente (un argumento filosófico clásico), aho-
ra introducido en la biología evolutiva y la cosmología.
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¿
Son
compatibles
la
ciencia
y
la
religión?
*
PAUL KURTZ
(CSICOP)
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He propuesto usar el término “paranatural” para re-
ferirse a afirmaciones religiosas que son susceptibles de
algún tipo de resolución empírica y que no son tras-
cendentes o sobrenaturales. En este sentido son simi-
lares a las afirmaciones paranormales comprobables.
Un buen ejemplo de solapamiento es la creencia po-
pular en misteriosos seres extraterrestres inteligentes y
beneficiosos que visitan terrícolas y los llevan a bordo de
naves espaciales. Éste es un fenómeno cuasirreligioso
que es una reminiscencia de los ángeles y otros seres di-
vinos –o semidivinos– de eras anteriores. La desapari-
ción de los alienígenas de Roswell no es diferente a la
del sepulcro vacío del Nuevo Testamento.
Para analizar la relación entre ciencia y religión te-
nemos que definir y caracterizar cada dominio. Muchos
consideran que la religión ofrece una clase especial de
verdad espiritual superior. Mantienen que hay dos cla-
ses de verdades: (1) las verdades de la ciencia, obteni-
das usando los métodos de indagación científica y com-
probando las afirmaciones empírica, racional y
experimentalmente, y (2) las verdades de la religión, que
trascienden las categorías del hecho empírico y la lógi-
ca. Los escépticos lógicamente dudan de esta última
afirmación.
Los métodos más fiables, insisten, son los que sa-
tisfacen los estándares objetivos de verificación y justi-
ficación. Las afirmaciones históricas de revelación en los
antiguos textos sagrados están insuficientemente co-
rroborados por testigos oculares fiables o están basados
en tradiciones orales cuestionables. Fueron compilados
durante muchas décadas, incluso siglos, tras la su-
puesta muerte de los profetas. Muchas afirmaciones mi-
lagrosas encontradas en la Biblia y el Corán (por ejem-
plo, las afirmaciones sobre curaciones o exorcismos en
el Nuevo Testamento, o la narración de la creación en el
Viejo Testamento) no son fiables. Expresan la ciencia
primitiva de un antiguo pueblo nómada y agricultor, y no
resisten el escrutinio científico contemporáneo.
Desgraciadamente, algunos defensores de las reli-
giones históricas con frecuencia han usado sus credos
para bloquear o censurar la indagación científica. La li-
bertad de indagar en la ciencia es esencial para la ci-
vilización humana; cualquier esfuerzo tendente a eli-
minar esta investigación científica es contraproducente.
Una buena ilustración de esto es el esfuerzo actual
de algunos para restringir la investigación en células ma-
dres embrionarias sobre bases morales o religiosas. Se
argumenta que si una célula se empieza a dividir, in-
cluso en sólo seis u ocho células, el “alma” de una per-
sona ya está implantada, y que cualquier esfuerzo de ex-
perimentar con ella es “inmoral”. El postular un alma
para prohibir la indagación científica es una reminis-
cencia de la prohibición a Galileo y a la enseñanza del
darvinismo. Por tanto, en la medida que la religión afir-
me proporcionar algún tipo de imprimatur sobre la in-
vestigación científica necesitamos una separación de re-
ligión y ciencia.
Una segunda área concierne la relación entre cien-
cia y moralidad. Traigo aquí este tema a colación porque
mucha gente piensa que la principal función de la reli-
gión es moral. Stephen Jay Gould en el Skeptical En-
quirer
habló sobre dos magisterios, ciencia y religión,
que dice no compiten y no se contradicen entre sí
1
.
El dominio de la ciencia trata de la verdad, dice, el
de la religión trata de la moral. De hecho yo argumen-
taría que debe haber también una separación entre éti-
ca y religión. Los religiosos no tienen una competencia
especial en la formulación de juicios morales. Digo esto
porque se ha invertido un gran esfuerzo en la historia de
la ética –desde Aristóteles hasta Espinoza, Kant, John
Stuart Mill y John Dewey– para demostrar que la ética
puede ser autónoma y que es posible formular juicios
éticos basados en la indagación racional. Hay una lógi-
ca de los juicios de práctica, reglas para la toma efi-
ciente de decisiones y conocimiento ético que podemos
desarrollar independientemente de un marco religioso.
La ciencia tiene un papel que jugar aquí, puesto que
puede expandir los medios a nuestra disposición (tec-
nología) y puede modificar los juicios de valor a la luz
de los hechos del caso y sus consecuencias. Mucha gen-
te hoy cree erróneamente que no se puede ser moral sin
un fundamento religioso. Desde el Renacimiento, el pro-
ceso de hacer laica la moralidad ha continuado bastante
independientemente de los mandatos religiosos.
Una tercera área que se ha debatido intensamente
en el mundo moderno es la relación entre religión y es-
tado. La mayoría de los demócratas defiende hoy la se-
paración de religión y estado; dicen que aunque los re-
ligiosos tienen todo el derecho a expresar su punto de
vista en el foro público, la religión debería ser primor-
dialmente un asunto privado.
Las religiones no deberían buscar imponer sus prin-
cipios morales sobre toda la sociedad. Los estados de-
mocráticos deberían ser neutrales en la profesión de
principios religiosos.
¿Cuál es entonces el dominio apropiado de la reli-
gión? ¿Queda algo para ella? Mi respuesta es afirmati-
va. Esto puede sorprender a los escépticos, pero creo
que la religión y la ciencia son compatibles, depen-
diendo por supuesto de qué se entienda por religión.
La religión ha realizado una importante función que
simplemente no se puede dejar de lado. Las religiones
continuarán con nosotros en un futuro previsible y no se
marchitarán fácilmente. Sin duda mi tesis es controver-
tida: sostengo que el lenguaje religioso no es básicamente
descriptivo ni prescriptivo. Las funciones descriptiva y ex-
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plicativa del lenguaje están bajo el dominio de la cien-
cia, la prescriptiva y normativa son funciones de la ética.
Estos dos dominios, la ciencia y la ética, tienen cier-
to tipo de autonomía. Ciertamente, en el dominio polí-
tico, los religiosos no tienen ninguna competencia es-
pecial, lo mismo que en el dominio moral. Si se debe
dejar a cada ciudadano de una democracia la expresión
de sus puntos de vista políticos, igualmente se debe ha-
cer lo mismo respecto al desarrollo de una personalidad
moral capaz de realizar juicios morales.
Si éste es el caso, ¿qué es lo apropiado para el cam-
po religioso? Sostengo que el dominio de lo religioso es
lo evocativo, lo expresivo, lo emotivo. Ofrece poesía mo-
ral, inspiración estética, rituales ceremoniales que re-
presentan y dramatizan la condición humana y los in-
tereses humanos, y busca saciar la sed de significado y
propósito.
Las religiones (al menos las reveladas) funcionan
mediante parábolas, metáforas narrativas, historias,
mitos, y enmarcan lo divino en forma humana (antro-
pomórfica). Expresan los anhelos existenciales de los in-
dividuos mientras se esfuerzan en arreglárselas con el
mundo que se encuentran y en hallar significado fren-
te a la muerte. El lenguaje religioso en este sentido es
escatológico. Su función primaria es expresar “espe-
ranza”. Si la ciencia nos da verdad, la moralidad el bien
y el mal, y la política la justicia, la religión es el cam-
po de la promesa y la esperanza. Su principal función es
superar la desesperación en respuesta a la tragedia hu-
mana, la adversidad y el conflicto, los brutos, inexpli-
cables, contingentes y frágiles hechos de la condición
humana. Bajo esta interpretación, las religiones no son
verdad primordialmente, ni son buenas o correctas, en
principio, o incluso justas; simplemente son, si se quie-
re, “evocativas”, un intento de trascender la contrición,
el miedo, la ansiedad, el remordimiento, de proporcio-
nar consuelo para el corazón dolorido –al menos para
mucha gente si no para todos–.
Añadiría a esto que los sistemas religiosos de creen-
cias, pensamiento, emoción y actitud son productos de
la imaginación creativa humana. Trafican con fantasía y
ficción, tomando las promesas de figuras históricas hace
tiempo olvidadas y dotándolas de significado cósmico.
No deberíamos dejar de lado el papel de la imagi-
nación creativa, la fantasía y la ficción. Están entre las
más poderosas expresiones de sueños humanos y espe-
ranzas, ideales y anhelos. ¿Quién habría imaginado que
la serie de libros de ficción Harry Potter de J. K. Row-
ling o El Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien en-
cantarían a la gente joven, o que tantos seres humanos
serían fascinados por novelas, películas y obras de tea-
tro ficticias? La creativa imaginación religiosa teje
cuentos de consuelo y esperanza. Son expresiones dra-
máticas de anhelos humano, que permiten a los huma-
nos superar aflicción y depresión.
Con esa interpretación de religión como poesía exis-
tencial dramática, la ciencia y la religión no son nece-
sariamente incompatibles, porque se aplican a intereses
y necesidades humanas diferentes.
Un reto especial al naturalismo surge en este punto.
Creo que la mayoría de nosotros estaría de acuerdo en
que el “naturalismo metodológico” es el principio epis-
temológico básico de las ciencias, concretamente el he-
cho de que deberíamos buscar explicaciones causales
naturales para los fenómenos, comprobándolos con los
métodos de la ciencia. El “naturalismo científico” por
otro lado va más allá, porque rechaza por no estar ba-
sadas en evidencias la postulación de metáforas ocultas,
la invocación de fuerzas divinas, espíritus, fantasmas o
almas para explicar el Universo, e intenta funcionar con
explicaciones materialistas, fisicoquímicas, o naturalis-
tas no reduccionistas. La frenética oposición al darvi-
nismo hoy está claramente basada en el temor de que
el naturalismo científico socave la fe religiosa.
Si éste es el caso, el gran reto del naturalismo cien-
tífico no está en el área de la verdad sino en el de la es-
peranza, no del bien sino de la promesa, no de lo justo
sino de la expectativa –a la luz del carácter trágico de la
condición humana–. Esto está en rígido contraste con los
hallazgos del neodarvinismo, que reconoce que la muer-
te es definitiva, no sólo la de cada individuo, sino la po-
sible extinción algún día en el futuro remoto de la mis-
ma especie humana. Los evolucionistas han descubierto
que millones de especies se han extinguido. ¿No le es-
perará la misma suerte a la especie humana? Los cos-
mólogos indican que en cierto momento parece proba-
ble que el Sol se enfríe y, de hecho, en el futuro lejano
un Big Crunch puede acabar con el Universo entero. Otros
hablan de un enfriamiento profundo. Algunos aficiona-
dos a Star Trek se inspiran en la ciencia-ficción y dicen
que quizá algún día dejaremos la Tierra y habitaremos
otros planetas y galaxias. No obstante, en algún momento
la muerte no sólo del individuo sino de nuestra especie,
nuestro planeta y nuestro sistema solar parece probable.
¿Qué depara esto para la condición humana final? Vi-
vimos en una época en la que las dimensiones del Cos-
mos se han expandido enormemente en los niveles mi-
croscópico y macroscópico. Estamos hablando de
dimensiones de miles de millones de años luz. Mucho de
esto se basa en extrapolación especulativa, pero, sin em-
bargo, podemos preguntar, ¿la imagen naturalista aplas-
ta la aspiración humana? ¿Destruye y socava la esperanza?
¿Proporciona suficiente consuelo para el espíritu huma-
no? Desde esta perspectiva el tema central para los hu-
manos es la cuestión del “coraje”. ¿Podemos vivir una
vida plena en vista de la extinción humana final?
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Éstas son cuestiones de gran escala y sin embargo
centrales para la conciencia religiosa. ¿Puede el natu-
ralismo científico, en la medida que socava el teísmo,
proporcionar una realización alternativa poética y dra-
mática de la condición humana, que ofrezca esperanza
y promesa? Gran cantidad de valientes individuos pue-
den vivir vidas significativas e incluso prosperar acep-
tando la posible muerte lejana de la especie y del Sis-
tema Solar. Pero muchos otros seres humanos (quizá la
mayor parte de la humanidad) no pueden aceptarlo. An-
helan inmortalidad y la religión satisface su necesidad.
Muchos otros no se desvelan preocupándose por lo que
sucederá dentro de cinco, diez o quince mil millones de
años. Encuentran que la vida vale la pena en sí misma
aquí y ahora.
En conclusión permítaseme decir que vivimos un pe-
riodo de exacerbada religiosidad en los Estados Unidos
de América. Parece que está surgiendo un nuevo para-
digma espiritual que impugna tanto el naturalismo cien-
tífico como el metodológico. Los Estados Unidos son
una anomalía en este sentido, especialmente en con-
traste con la disminución de las creencias religiosas en
Europa. Encuestas científicas recientes sobre creencias
en países europeos (Francia, Alemania, Inglaterra, ...) y
en otros (incluso Japón) indican que el nivel de creen-
cia en un ser teísta y la práctica institucional de la re-
ligión organizada han disminuido considerablemente.
Sin embargo, esas sociedades altamente laicas
ejemplifican buen comportamiento moral y son, con mu-
cho, menos violentas que los Estados Unidos. La opinión
de que sin religión no se puede tener una vida con sig-
nificado o una elevada motivación es así puesta en en-
tredicho. No deberíamos tomar la predisposición reli-
giosa reinante en los Estados Unidos hoy como
necesariamente universal para todas las culturas.
é
NOTAS:
*
. Título original: “Are Science and Religion Compati-
ble?”, Skeptical Inquirer, March/April 2002, 42-45.
Tradución: Miguel A. Lerma, 21-febrero-2002.
1. Gould, Stephen J. 1999. “Non-Overlapping Magis-
teria” Skeptical Inquirer July/August 23 (4).
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Paul Kurtz es Presidente del Center for Inquiry y Pro-
fesor de Filosofía Emérito en la Universidad Estatal de
Nueva York, en Buffalo.
Este artículo sirvió como introducción de la conferencia
del Center for Inquiry, “Ciencia y religión: ¿son compa-
tibles?”
–9 al 11 de noviembre del 2001– en Atlanta.
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