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El 27 de junio de 2000, una información científica ocu-
pó la portada del diario EL PAÍS. Se anunciaban los pri-
meros borradores del genoma humano, una noticia de
alcance universal. La carrera por descifrarlo había al-
canzado su primer hito. Aunque en la ampliación de la
información en páginas interiores del diario se presen-
taran también las reservas existentes sobre el alcance de
este logro, ya que, como se está demostrando posterior-
mente, no se disponía todavía de todos los datos que eran
de esperar en un trabajo científico, la noticia estaba ahí.
No era, desde luego, la primera vez que una información
científica se convertía en este diario en noticia de primera
página, pero sí se podía asegurar que en esta ocasión todo
el mundo se vería tarde o temprano afectado por ese tra-
bajo de investigación, que abría grandes oportunidades
a la aplicación biomédica.
El despliegue de información sobre este tema, que
se repitió en menor grado cuando se publicaron los borra-
dores del genoma el 12 de febrero de 2001, es un buen
ejemplo de cómo se tratan los temas científicos desde
un punto de vista informativo. En las páginas publica-
das se puede encontrar la noticia, sus circunstancias y
protagonistas (cumpliendo la regla de oro del periodis-
mo, que responde a las preguntas ¿quién? ¿cómo? ¿dón-
de? ¿cuándo? y ¿por qué?), las fotografías, los artículos
complementarios de divulgación, los perfiles humanos,
las entrevistas, los gráficos explicativos, todo lo que pue-
de rodear a una noticia científica en su grado máximo.
Aunque es un típico debate que surge en cualquier
conversación en torno al periodismo científico, en mi opi-
nión no existe la disyuntiva entre informar o divulgar que
tan reiteradamente se plantea. La información sobre te-
mas de ciencia y tecnología no puede considerarse más
que como lo que es, una información, con su carga de
actualidad, de personalización y un tratamiento según cri-
terios estrictamente informativos. No se trata de divul-
gar la ciencia y la tecnología y tampoco de defenderla,
sino de dar cuenta de lo que está pasando en este área,
combinando el rigor con la amenidad y las herramientas
para llamar la atención típicas del periodismo, con el ob-
jetivo de interesar a los lectores.
Es, sin embargo, cierto que muchas veces a esta in-
formación se le exige lo que yo denomino un “plus” de
divulgación, porque se supone que el destinatario no está
al corriente de, o necesita recordar, conceptos básicos sin
los cuales la información no sería comprensible. En este
aspecto el nivel de dificultad de la comprensión de la no-
ticia tiene que adaptarse al destinatario de la misma, y
no es una solución bajar tanto el nivel que entienda la
noticia un niño de cuatro años, porque un niño de cua-
tro años no es el destinatario de estas noticias. Es mu-
cho más adecuado intentar mantener un equilibrio en-
tre dificultad e interés y no tratar a los lectores como
personas incultas y poco inteligentes, porque así no se
estimulará su interés por leer el periódico, ya que un pe-
riódico no es una enciclopedia.
Combinar divulgación con información verdadera, sin
que el resultado pierda el nervio, la vida, la actualidad
que caracterizan la noticia, es el mayor reto al que se en-
frentan los periodistas científicos. Deben transmitir y po-
pularizar cosas desconocidas para muchos lectores y ha-
cerlo de forma que no se pierda la precisión característica
de la ciencia.
Además, la información sobre temas científicos y tec-
nológicos tiene en sí misma otro “plus” muy interesan-
te, que es el enfoque racional. Los avances, los descu-
brimientos, sólo empiezan a existir cuando son
comprobables, repetibles; en este campo no existe lugar
permanente para los ensueños y las mentiras, aunque a
veces se “cuelen” temporalmente. Este enfoque racio-
nal constituye en sí mismo un factor educativo del des-
tinatario de la noticia, al fomentar una visión racional de
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noticias
del
mundo
de
la
ciencia
MALEN RUIZ DE ELVIRA
corresponsal científica de EL PAÍS
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la realidad que influye en cosas tan dispares como el man-
tenimiento de su propia salud o el sentido de su voto, y
contribuye a su información para que luego pueda par-
ticipar en la toma de decisiones que le afecten. No esta-
mos hablando de temas lejanos y ajenos, sino de casos
como los de las “vacas locas”, los alimentos transgéni-
cos o la clonación, áreas en las que se tienen que tomar
decisiones políticas sobre temas de base científica. En
este aspecto, la información científica y la divulgación
también son factores de democratización de la sociedad.
La ciencia es algo que todavía se identifica con la ver-
dad, e incluso con la bondad, el altruismo y la ausencia
de conflicto de intereses y por eso es algo tan deseado
para todos aquellos que toman prestado el adjetivo “cien-
tífico” sin que su actividad tenga nada que ver con ella.
Eso no quiere decir que no existan cien-
tíficos malos y científicos buenos, cien-
cia mala y ciencia buena, pero sí está cla-
ro, aunque sea un mensaje difícil de
hacer llegar, que la ciencia es lo que se
basa en el método científico, y nada más.
La mera selección de las noticias que
se publican es parte de este mensaje de
racionalidad que se envía al lector, por-
que la información no falta en el ámbi-
to de la ciencia y la tecnología: de he-
cho, aunque esto parezca raro a los no
profesionales, sobra información, y más
ahora que se ha generalizado el uso de
Internet. Lo que sucede es que mucha
información no dispone de una con-
trastación adecuada o sus fuentes no pre-
sentan la solvencia que se les debe pedir
(y nunca presuponer). En suma, muchas
supuestas noticias no pueden conside-
rarse como tales y ésa es la primera la-
bor del periodista que trata estos temas,
la selección de lo que es verdaderamente
noticia, para luego seguir con su trata-
miento.
Y es en la fase de tratamiento cuan-
do suele surgir otro reparo. ¿Se puede dar
una noticia si no se dispone de tiempo
suficiente para tratarla con el rigor que los científicos sue-
len demandar? La teoría sobre la estructura y la verte-
bración de la información científica suele diluirse en dis-
cusiones sobre si es mejor informar pronto y con poco rigor
o tarde y con mucho rigor. En mi opinión, es un dilema
sin solución, que además es falso. La información, la ver-
dadera noticia, no puede esperar porque siempre habrá
alguien que la dé antes. Lo que sí se puede y debe ha-
cer es seleccionar mucho lo que es una noticia, dife-
renciarla de la anécdota interesante que sí puede espe-
rar o el pequeño avance o descubrimiento que será mucho
más interesante si se explica bien y con tiempo, y tratarla
de forma escueta y lo más exactamente posible para pos-
teriormente ampliarla con todo el espacio y rigor nece-
sarios en días sucesivos.
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