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nalmente, con el mínimo sentido común requerido para
ostentar un cargo público, el señor Carlos Mayor Oreja
quien, desde su cargo de Consejero de Educación de la
Comunidad de Madrid, supo imponer su criterio: “La niña
va a clase con o sin pañuelo en la cabeza”.
¡Olé los huevos del consejero!
Lástima que, para esta fase de la discusión, ya casi
nadie se acordase de que todo este problema comenzó
en un colegio de monjitas (concertado para más señas)
a cuya directora se le cruzó que eso de llevar pañuelo
establecía distingos entre el alumnado. ¡Vaya por X!
–ponga aquí el lector el ente divino que más le plazca–,
ahora resulta que habrá que quitarles a todos los niños,
a golpe de detector de metales, sus medallitas de la
Virgen del Carmen y sus chapitas de San Antón, con el
fin de evitar que se establezcan dichos distingos. ¡Me-
nudo culebrón el de la monja, la pequeña Fátima y la
pañoleta!
Lo realmente triste es que los representantes de un
Estado, que mantiene plenamente vigentes los acuerdos
de 1976 y 1979 con la Iglesia Católica –supuestamen-
te un Estado declarado constitucionalmente laico– y
que financia sin ningún problema cualquier tipo de en-
señanza religiosa, pretendan ahora hacernos creer que
la prohibición de escolarizar a una niña de 13 años, que
quiere llevar pañuelo, es un intento de preservar la lai-
cidad de la enseñanza. ¡A otro perro con ese hueso!
Lo propio de quien de verdad quiere preservar la
laicidad de la educación hubiese sido, no la imposición
del “trágala ministerial” a la familia Elidrisi, sino pre-
cisamente la educación, con o sin pañuelo, dentro de
unos valores que fomenten realmente la capacidad para
el pensamiento crítico de todos los alumnos. Así es
como de verdad se ganan las guerras de esos otros pa-
ñuelos que muchos llevan sobre el cerebro sin ni tan si-
quiera ser conscientes de ello.
Antes de abandonar estas líneas, me gustaría pe-
dirles que se den una vuelta por http://www.europalai-
ca.com/asociacion/cooperacion/motril.htm y le echen un
vistazo al conocido como “Manifiesto de Motril”. En él
se exponen las líneas básicas de actuación encamina-
das a detener el progresivo deterioro del marco aconfe-
sional del Estado y a promover la separación real entre
el Estado y las distintas confesiones religiosas que per-
mita seguir avanzando en el progreso civil, científico y
democrático de los pueblos.
Al decir de algunos, la esperanza es lo último que se
pierde; así que a lo mejor hasta tenemos algo de suer-
te y, quien sabe, uno de estos días cae en las manos de
las señoras Delia Duró y Pilar Castillo o en las del mis-
mísimo señor Aparicio el mencionado manifiesto y re-
sulta que hasta se lo leen y de paso, soñando un poco,
se les pega algo de su verdadero espíritu laico.
Pues eso, que como diría el Sargento Arensibia, a
quien Ramón Tosas Fuentes pariese “nasío pa matá”,
¡qué cosas tiene la vida! ¿Ein?
P.L.G.B.
MUCHO RUIDO
Y
POCOS ENFERMOS
.
LOS ALARMISTAS
DE
LA CIENCIA
“Habrá millones de muertos”. Ésta era la profecía del
microbiólogo Richard Lacey. Era la primavera de 1996.
La profecía corrió como las llamas.
El 20 de marzo de 1996, el Ministro de Sanidad bri-
tánico, Stephen Dorrel, acababa de anunciar que se ha-
bían descubierto en el Reino Unido diez casos de una
nueva forma de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. La
explicación más plausible era que aquellas personas ha-
bían enfermado por haber comido carne con la encefa-
lopatía espongiforme bovina.
Toda Europa se puso en estado de choque. Se que-
maron centenares de miles de vacas por el pecado de
tener la encefalopatía espongiforme o por haber vivido
cerca de alguna que lo tenía. La Unión Europea, ésa en
la que no cree el Reino Unido, dedicó enormes canti-
dades de dinero para compensar a los ganaderos a los
que había que quemar sus reses. Europa se cubrió de
un acre olor a carne quemada.
Profetas del desastre como el ya mencionado Ri-
chard Lacey, metieron el miedo en la gente: “Habrá
como mínimo 5.000 muertos” [en el Reino Unido].
PRIMER CONTACTO
el esc
é
ptico
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8
ARCHIVO
Estructura del prión que causa la enfermedad de
Creutzfeldt-Jakob.
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Cinco años y medio más tarde los resultados son: en
el Reino Unido, 113 casos; en Francia, 5.
La epidemia no será el fin del mundo; previsiblemente
unas centenas de muertos y en cincuenta años, como mu-
cho, unos pocos miles. A fin de cuentas: una epidemia
no muy grande. Dos equipos de bioestadísticos han cal-
culado en la revista Science que la epidemia será de una
dimensión modesta. Es decir, estamos en la dimensión
de un riesgo alimentario común.
Mala noticia para los agoreros. Buenas noticias
para todos nosotros:
1) La identificación de los causantes de la enfer-
medad fueron detectados en muy poco tiempo.
2) Se adoptaron medidas drásticas pero eficaces.
3) La epidemia existe, pero no es muy grande.
4) Al descubrirse que la enfermedad era debida al
mal plegamiento de una proteína (priones), se ha po-
tenciado el estudio de las mismas. La enfermedad de
“las vacas locas” ha contribuido al lanzamiento de los
estudios de la proteómica; sin duda una disciplina que
dará muy pronto frutos muy prometedores.
F.R.
UN
20%
DE LOS
JÓVENES
ESPANOLES
COMPRA
PRODUCTOS
ESOTÉRICOS
Alejandro no da crédito a sus ojos, su madre acaba de
destripar la caja mágica que iba a salvar su hogar del
desastre. Atónito, contempla con desesperación el con-
tenido de la cajita esparcido por la alfombra: semillas,
hierbajos, bolitas de colores, y recuerda lloroso las úl-
timas palabras de la pitonisa Charo: “La caja debe per-
manecer cerrada seis meses”. Faltan cuatro días para
que se cumpla el plazo. Alejandro no puede evitar una
lágrima cuando recuerda las 50.000 pesetas que le cos-
tó el sortilegio.
La proliferación de medios para adivinar el futuro o
para resolver problemas personales es muy copiosa: ta-
rot, cartas, manos, videntes, personas dotadas de fa-
cultades especiales. Muy pocos jóvenes ignoran la
existencia de este nuevo mundo, pero la postura gene-
ral es de cierta reserva y escepticismo.
Aún así, según un estudio de la Fundación Santa
María, un 20% de los jóvenes españoles creen que pue-
den resolver sus problemas recurriendo a personas con
poderes especiales, ese porcentaje sube hasta el 32%
en el País Vasco. Casi una tercera parte de la juventud
española, por tanto, es cliente potencial del negocio de
venta y elaboración de pócimas, hechizos, encanta-
mientos, sortilegios, amuletos y talismanes
El grado de credulidad en los productos esotéricos
varía en función del sexo; las chicas son notablemente
más crédulas que los chicos, siendo irrelevante la cla-
se social a la que pertenecen y la ocupación que reali-
zan. Los jóvenes que se declaran ateos o agnósticos son
menos abiertos a estas credulidades, que disminuyen
con la edad y la madurez personal.
Es difícil calcular el dinero que mueve este negocio
porque muchas de estas actividades pertenecen a la
economía sumergida. Además, la mayor parte de las
transacciones esotéricas tiene lugar en la consulta de
videntes y hechiceros cuyas tarifas no están sujetas a
ningún control. El precio se fija de forma arbitraria y
puede depender del tipo de sortilegio o trabajito, del
número de sesiones que requiere el encantamiento, del
tamaño del talismán, de la calidad de los materiales y,
en algunas ocasiones, del grado de desesperación del
individuo.
Alejandro vuelve a la consulta de Charo a por otra
caja-talismán, esta vez se tendrá que conformar con una
más barata y, por ende, menos efectiva. Pero hoy no es
su día, al llegar a los locales donde la pitonisa tiene su
negocio descubre desolado y perplejo que no queda ni
rastro de la pitonisa Charo y sus cajitas.
Ch. M.-T.
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ARCHIVO DEL
AUTOR
Depósito de
priones en el
cerebelo.
FICHA
: Porcentaje de Jóvenes que cree que pue-
de haber algo de verdadero en determinados me-
dios para resolver ciertos problemas.
Horóscopo y astrología: 41%
Predicción del futuro (manos, cartas, tarot…): 33 %
Recurrir a personas que curan gracias a su magne-
tismo: 29%
Recurrir a personas con poderes especiales: 20%
(Fuente: “Jóvenes Españoles 99”. Javier Elzo et al. Fundación
Santa María, 1999. Editorial SM. ISBN: 84-348-6831-8)
Sección coordinada por Pedro Luis Gómez Barrondo,
con la colaboración de Julio Arrieta, Chitina Moreno-Torres y
Fabian Respighi.
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