background image
LA
SÁBANA
SANTA
DE TURÍN
ESTUDIO
CIENTÍFICO-HISTÓRICO-CRÍTICO
MODESTO HERNÁNDEZ VILLAESCUSA
Editorial Humanitas, 1.991
Podríamos pensar que el debate sobre la autenticidad de
la Sábana Santa es algo propio de nuestra época. Nada
más alejado de la realidad. El texto que nos ocupa es,
aunque los editores hayan olvidado señalarlo, la reim-
presión del original que data de 1.903 y, por tanto, está
a punto de cumplir su primer centenario.
El autor, debemos advertirlo, es firme partidario de la
autenticidad de la Sindone. “En su virtud, y conside-
rando que no sólo no hay en la obra de que
se trata nada contrario al Dogma ni á la Mo-
ral, sino que por el contrario, domina en
toda ella el respeto y el amor más profundo
á nuestra santa Religión, la juzgo de gran
utilidad en los tiempos presentes, y muy
digna de ser leída por cuantos deseen ad-
mirar una vez más en la autenticidad del Sa-
grado Lienzo...” escribe de ella el censor
eclesiástico, padre Ballester. Sin embargo,
haríamos mal en considerar por ello su lec-
tura como algo absurdo. Es cierto que el
paso del tiempo ha dejado obsoletas muchas
de sus afirmaciones, por ejemplo, la de que
no hay rastros de pintura en la Sábana San-
ta, algo que aún hoy continúa siendo re-
petido por muchos sindonólogos como si el
estudio de McCrone no hubiera existido.
También debemos reconocer que el autor no
es imparcial. Algunas de sus aseveraciones
son inexplicables desde la objetividad hacia
la que tiene que tender todo investigador.
Así, critica los trabajos de Chevalier en los
que se publicó por vez primera la célebre
carta de Pierre d´Arcis escribiendo: “Si un
antipapa y dos obispos se han pronunciado
en contra de la autenticidad de la reliquia,
fundándose en que es una pintura, cuando
en realidad no lo es, muchos papas y mu-
chos obispos y varios santos y generaciones
innumerables han manifestado su firmísima
creencia en esa tan combatida autentici-
dad”. El razonamiento es tan falaz que causa sonrojo
ajeno. Lo importante de esa carta no es quién la escri-
be sino que demuestra que en su momento la Iglesia in-
vestigó la Sindone y llegó a la conclusión de que era fal-
sa. El que, ignorantes de ello, varios papas, obispos,
santos y multitud de fieles posteriores creyeran en su
autenticidad no supone ninguna prueba en contra de
d´Arcis.
El mayor error que comete el autor es, sin embargo,
el seguir las teorías de formación de la imagen de Vig-
non y Colson. Dado que esta teoría ha pasado al baúl de
los recuerdos hace mucho tiempo (aunque ha tenido re-
cientemente un intento de revitalización) no estará de
más recordar en qué consistía. Vignon parte de la pre-
misa de que la imagen no pudo obtenerse por contacto
directo con el cuerpo puesto que, de ser así, debería
aparecer deformada. La prueba de ello es sencilla. Po-
demos embadurnarnos la cara con una pintura lavable
y calcar sobre ella un pañuelo. La mancha que queda-
rá en la tela no tendrá ningún parecido con un rostro
real puesto que, por de pronto, será mucho más ancha.
otoño- invierno 2001
el esc
é
ptico
77
EL SILLÓN ESCÉPTICO
ARCHIVO
background image
Por ello Vignon propuso la teoría de que la imagen se
había formado como una fotografía pero sin serlo en re-
alidad. Colson trató de explicar este proceso como fru-
to de una emanación gaseosa. Ambos en conjunto de-
dujeron que el cuerpo de Jesús quedó cubierto de sudor
que al evaporarse formó gases amoniacales que produ-
jeron una reacción química con el áloe y la mirra que
impregnaban la Sindone formando la imagen en apa-
rente negativo que había descubierto Secondo Pia.
A continuación el Sr. Villaescusa se pierde en una
serie de alabanzas a la perfección anatómica del rostro
y el cuerpo de la Sábana Santa. Como todos sabemos,
cuando se comenzó a medir la figura representada, la
supuesta perfección desapareció (rostro asimétrico,
brazos excesivamente largos, cabeza anormalmente pe-
queña...) En descargo del autor diremos que éste nun-
ca pudo trabajar sobre la Sindone y obtuvo sus conclu-
siones del estudio de fotografías lo que es un claro error
metodológico.
Concluye así la primera parte de la obra dedicada al
estudio científico del Santo Sudario que, en nuestra opi-
nión, es la peor de todo el libro y a la que más le ha
afectado el tiempo pasado desde su redacción. Sin em-
bargo, tiene un cierto interés histórico por cuanto con-
tiene largas citas de la obra de Vignon así como la des-
cripción del procedimiento por el que Secondo Pia
obtuvo sus fotografías.
La segunda parte de la obra es mucho más intere-
sante. Contiene un detallado resumen de la historia de
la Sindone. El Sr. Villaescusa comienza reconociendo:
“La historia de la Sábana santa es por demás obscura
hasta su aparición en Lirey, cerca de Troyes, en 1353;
mejor dicho, podemos afirmar que no existe verdadera
historia de la sagrada reliquia hasta la mencionada fe-
cha”. A continuación realiza una sinopsis de la polé-
mica sostenida entre el canónigo Chevalier (detractor de
su autenticidad) y el padre Solaro (defensor de ella). La
primera mención a una Sábana con la figura de Jesús en
ella se remonta a Constantinopla en 1.203 en la que se
sabe que se custodiaba en la iglesia de Santa María de
Blanquernes. Dicho lienzo desapareció durante el saco
de la ciudad por los cruzados. Desde ese momento nue-
vo silencio hasta 1.353, año en la que aparece en poder
de la familia de Charny sin que se pueda afirmar si am-
bas son la misma o distintas. Aunque el padre Solaro sí
cree en la identificación no aduce pruebas de ello más
allá de que resulta plausible por las relaciones fami-
liares entre alguno de los cruzados y la familia de
Charny. Prosigue una descripción de los problemas sus-
citados por su aparición que se reflejan en la carta de
Pierre d´Arcis y la historia posterior de la Sindone has-
ta su instalación definitiva en Turín y las primeras os-
tensiones.
La tercera parte de la obra se dedica al estudio crí-
tico del Sudario y a la respuesta a las objeciones cien-
tíficas planteadas sobre su autenticidad. Aunque no
compartamos la opinión del autor, resultan muy intere-
santes sus respuestas a las críticas planteadas en su
época. También incluye nuevos documentos históricos
como el relato de las monjas clarisas que restauraron la
Sindone después del incendio de 1.532, interesante por
cuanto contiene una afirmación que hasta la fecha no ha
podido ser explicada suficientemente: “De la parte de
la mano izquierda, la cual está muy bien marcada y cru-
zada sobre la derecha, cuya herida cubre, los agujeros
de los clavos están en mitad de las manos...” (el subra-
yado es nuestro). Como sabemos, la Sindone parece te-
ner la herida en la muñeca. Un error de apreciación es
difícil de sostener puesto que la conservación de la ima-
gen era mucho mejor entonces que ahora y las monjas
estuvieron trabajando en el Sudario durante quince días
y muy cercanas a él. La explicación de que las monjas
mintieron para no contradecir las Escrituras tampoco
nos parece muy creíble por cuanto que la figura se ex-
ponía públicamente en diferentes ocasiones. Quedan
como soluciones un posible error del copista (no se con-
serva el documento original) y una modificación de la
imagen a posteriori.
Lo primero es posible por cuanto que hay un cierto
desorden en la frase, pero lo segundo también lo es ya
que una descripción del lienzo de 1.503 asegura que:
“Vésele claramente ensangrentado de la preciosísima
sangre de Jesús, nuestro redentor, como si la cosa hu-
biera sido hecha en el día de hoy. Vese en él la impre-
sión de todo su santísimo cuerpo, cabeza, cara, boca,
ojos, nariz, cuerpo, manos, pies y sus cinco llagas...” (el
subrayado es nuestro). Es decir, que esta persona tam-
bién pudo ver las cinco heridas (dos en manos, dos en
pies y la llaga en el costado) cuando hoy sólo son visi-
bles cuatro por cuanto una mano tapa la muñeca de la
otra.
Añadamos que varias copias antiguas de la imagen,
como el Sudario de Besançon, el Sudario de Silos y una
miniatura de Julio Clovio, presentan las manos en dis-
tinta posición. Sobre el de Besançon (destruido duran-
te la Revolución Francesa) se reproduce una curiosa no-
ticia publicada en el Monitor de 1.794 según la cual se
había encontrado el molde con el que cada año se re-
novaba la imagen de dicho lienzo.
Finalmente el autor realiza una comparación entre
las costumbres funerarias de los judíos y el Santo Su-
dario. Debe confesar que no coinciden, pero tiene una
explicación para ello: “...no ignoraban que resucitaría
al tercer día. ¿Cómo, pues, enterrarlo como a un difun-
to ordinario?... Al lavarlo, había que profanar sus san-
tísimos despojos, había que perder su preciosísima san-
el esc
é
ptico
otoño- invierno 2001
78
EL SILLÓN ESCÉPTICO
background image
gre. Y todo ¿para qué? ¿Para que resucitase al tercer
día?” Creo que es innecesario señalar la flagrante
contradicción en la que incurre esta argumentación con
su defensa anterior de la teoría de Vignon que requería
que la Sindone estuviera recubierta con áloe y mirra.
¿Para qué malgastar esos materiales si iba a resucitar al
tercer día?
En resumen y pese a los errores señalados, estamos
ante una obra muy interesante que contiene importan-
tes documentos tanto favorables como contrarios a la
Sindone junto con reproducciones muy curiosas de co-
pias antiguas del Sudario así como una fotografía de una
imagen “negativizada” por un proceso natural de en-
vejecimiento de los componentes de la pintura.
é
J
OSÉ
L
UIS
C
ALVO
B
UEY
HISTORIA DE LAS
PIRÁMIDES
DE EGIPTO
JOSÉ MIGUEL PARRA.
Editorial Complutense, Madrid 1.997
L
OS CONSTRUCTORES DE
LAS
GRANDES PIRÁMIDES
JOSÉ MIGUEL PARRA.
Aldebarán Ediciones, Madrid 1.998
LAS PIRÁMIDES.
HISTORIA,
MITO Y REALIDAD
JOSÉ MIGUEL PARRA.
Editorial Complutense, Madrid 2.001
No es ningún secreto que la egiptología era una de
las asignaturas pendientes de la arqueología españo-
la. Afortunadamente en las últimas décadas se ha pro-
ducido un considerable aumento tanto en la calidad
como en la cantidad de los trabajos dedicados a esta
temática. En estos momentos, arqueólogos españoles
están trabajando en los yacimientos de Oxirrinco (expe-
dición de la Universidad de Barcelona), Heracleópolis
Magna (expedición del Museo Arqueológico Nacional),
Meidum (expedición del Museo Egipcio de Barcelona)
y Karima (expedición de Aula Aegyptiaca). Junto a
esta labor de investigación se ha producido paralela-
mente un incremento en la divulgación escrita de la
Egiptología. Aunque todavía queda mucho camino por
recorrer y el aficionado tiene que recurrir con más fre-
cuencia de lo que sería deseable a bibliografía extran-
jera ante la falta de publicaciones en nuestro propio
idioma, poco a poco se va subsanando este problema.
Esta deficiencia era especialmente sangrante en el tema
de las pirámides. No teníamos nada comparable a The
Pyramids of Egypt
de I. E. S. Edwards, a The Complete
Pyramids
de M. Lehner o a Die ägyptischen Pyramiden
vom ziegelbaum zum weltwunder
de R. Stadelman. De
ahí que estos tres libros hayan supuesto una auténtica
bendición para el público hispano.
Pese a que correspondan a una única autoría, los
tres presentan ciertas diferencias entre sí. Están con-
cebidos como obras de lectura independiente por lo que
si alguien opta por su lectura conjunta se encontrará
con las lógicas repeticiones. Sin embargo, ésa es nues-
tra recomendación basándonos en los matices propios
de cada una de los tres libros que nos ocupan.
La Historia de las Pirámides de Egipto es, en nues-
tra opinión, el más completo y más académico. Corres-
otoño- invierno 2001
el esc
é
ptico
79
ARCHIVO