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El
misterioso
mapa
de
Piri Reis
JAVIER GARRIDO B.
racional@cantv.net
ARCHIVO
Mapa de Piri Reis.
¿Es posible que un mapa dibujado por un marino turco del siglo XVI demuestre un minucioso conoci-
miento de accidentes geográficos descubiertos siglos más tarde?
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Nos referimos al famoso mapa de Piri Reis, elaborado en
1513 por el almirante Muhiddin Piri ibn Haji Mehmed.
Olvidado durante siglos, fue redescubierto en 1929 y,
desde los años sesenta, goza de una poco envidiable
popularidad. Y no por su irrecusable valor como docu-
mento histórico, el cual rara vez se menciona, sino por-
que se ha convertido en piedra de toque de una suce-
sión sin fin de aserciones paracientíficas.
Se le ha relacionado con la Atlántida, con despla-
zamientos de la corteza terrestre, con el descubrimien-
to fenicio de América, con una civilización tecnológica
perdida de hace 12.000 años, con las pirámides, y,
cuando no, con alienígenas civilizadores. Por lo visto,
con casi cualquier cosa, excepto con las exploraciones
geográficas y el desarrollo de la cartografía en los siglos
XV y XVI. Lo que no deja de ser paradójico, si se toma
en cuenta que fue ésa la época en la que vivió el almi-
rante, y no entre los antiguos egipcios ni los míticos
atlantes.
Sobre el mapa se hacen toda clase de afirmaciones
insólitas. Se le presupone una inexplicable precisión, in-
concebible para las posibilidades técnicas de un cartó-
grafo del siglo XVI; también se asevera que muestra ras-
gos geográficos desconocidos para la fecha en que se
dibujó, como la cordillera andina o la Antártida. Todo
esto ha creado una frondosa mitología, en la que se
hace difícil separar hechos de especulaciones.
A continuación intentaremos dilucidar qué hay de
cierto en todo esto.
UN ALMIRANTE LLAMADO MUHIDDIN PIRI
Muhiddin Piri, conocido por la posteridad como Piri Reis
(Re’is significa “almirante”) nació en Gallípoli entre
1465 y 1470. Su tío era Kemal Reis, marino y pirata in-
signe. Según el Dr. Afet Inam, Piri, a los doce años, “ini-
ció su carrera bajo la vigilancia de su tío, y tomó parte
en toda clase de actividades navales”. La vida azarosa
del mar no le impidió ser un estudioso, pues “al lado de
su lengua nativa, conoció también el griego, el italiano,
el español y aún el portugués”
1
.
Por ese tiempo, Kemal ejercía con éxito la piratería
por cuenta propia, llegando a comandar una notable
fuerza naval. En 1494, Bayaceto II decidió alistar bajo
su bandera las diversas escuadras piratas que actuaban
en el Mediterráneo, y Kemal aceptó unirse a la flota im-
perial. Piri recibió el mando de varias naves, destacán-
dose en la guerra contra Venecia entre 1500 y 1502, al
final de la cual ascendió a almirante. En el curso de esta
campaña, la escuadra de Kemal Reis capturó siete na-
ves cristianas en las costas de Valencia; se cree que en
esa ocasión cayó en poder de los turcos un antiguo ma-
rino de Colón, del que obtendría Piri un mapa dibujado
por éste.
Tras la muerte de Kemal, en 1510, Piri se retiró a Ga-
llípoli, en donde se dedicó a la elaboración de su primer
mapamundi. Volvería a la actividad naval en 1516, en
la campaña contra Egipto. De regreso en Gallipoli comenzó
a redactar el Kitab-i-Bahriye (Libro de Navegación), que
concluiría hacia 1521. En este libro recopila la infor-
mación pertinente para la navegación a lo largo del Me-
diterráneo, e incluye comentarios sobre los descubri-
mientos geográficos portugueses y españoles.
Ya en el reinado de Suleimán I, Piri fue nombrado al-
mirante de los mares Rojo y Arábigo. En 1528 dibujó un
segundo mapa del mundo, del que se conserva aún me-
nos que del primero.
Las circunstancias de la muerte del almirante fueron
trágicas. En el Kitab-i-Bahriye había exhortado al sultán
a liberar el Índico de la presencia portuguesa. Con más
de ochenta años de edad, Piri aún comandaba la flota
de los mares del sur, y un día recibió la orden de atacar
las bases de Portugal en el golfo Pérsico.
Según la versión de otro marino turco de la época,
Sidi Alí Reis, registrada en su Mirat ul Memalik (Espe-
jo de los Países
) Piri salió de Suez con “cerca de trein-
ta barcos”. El mal tiempo dispersó la flota tras cruzar el
estrecho de Bab-i-Mandeb, y varios buques se perdieron.
Logró tomar Muscat, pero fracasó ante Ormuz y Barkhat.
Al regresar a Muscat recibió la noticia de que una es-
cuadra portuguesa avanzaba, cerrándole el paso. Sa-
biendo que sería imposible salvar la flota completa, Piri
partió con tres barcos antes de la llegada de los portu-
gueses, perdiendo uno frente a Bahrein, y logrando lle-
gar a Egipto con los otros dos. Poco después, el resto de
la escuadra recibió la orden de volver a Egipto. Los por-
tugueses interceptaron las quince galeras turcas en el
estrecho de Ormuz, destruyéndolas por completo
2
.
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Retrato de
Suleimán el
Magnífico.
P
ALACIO DE
TOPKAPI
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Al llegar a Egipto, Piri Reis fue hecho prisionero; al
Sultán se le informó que había abandonado su flota para
salvarse a sí mismo. Se ordenó su ejecución, y el almi-
rante fue decapitado en El Cairo, en 1554. Su tesoro
fue confiscado y llevado a Estambul.
EL MAPA
A fines de la década de los veinte del siglo XX, la re-
pública de Turquía decidió convertir en museo el pala-
cio de los sultanes otomanos en Estambul, Topkapi. El
9 de noviembre de 1929, Halil Edhem, Director de los
Museos Nacionales, descubrió allí un extraño mapa, el
cual, por orden del presidente Kemal Ataturk, fue lle-
vado a Ankara para su estudio.
Se trataba del primer mapamundi de Piri Reis. Dos
años después, en 1931, el orientalista Paul Kahle pre-
sentó el hallazgo en el 18º Congreso de Orientalistas, ce-
lebrado en Holanda. El descubrimiento causó sensación
por tratarse de un mapa basado, al menos en parte, en
una carta náutica de Colón
3
. Sin embargo, pese a la
conmoción inicial, el interés por el mapa decayó pron-
to, y fueron escasos los cartógrafos e historiadores que
lo estudiaron seriamente. Durante más de dos décadas
el documento quedó semiolvidado.
En su estado actual, el mapa es un fragmento de la
obra original. La porción conservada cubre la penínsu-
la Ibérica, el oeste de África, el Caribe y Sudamérica.
Está dibujado en una piel de gacela y mide 90 por 65
centímetros. Se le considera uno de los más antiguos
mapas de América, y uno de los pocos que reflejan las
ideas geográficas de Colón. En una de las notas que
acompañan al mapa, Piri señala que lo terminó “en Ga-
llípoli, en el mes de muharrem del año 919” (de la Hé-
gira; entre el 9 de marzo y el 7 del abril de 1513).
El mapa está diseñado a la manera de un portulano,
un tipo de carta náutica que tuvo su auge entre los si-
glos XIII y XVI. Lo surcan numerosas “líneas de rumbo”,
pero carece de líneas de latitud y longitud. Piri utilizó en
su carta nueve colores y varios signos convencionales.
Muy a la usanza de la época, se
encuentra profusamente ilustra-
do. Adicionalmente, contiene no-
tas escritas en turco, las cuales
ocupan casi todo el margen iz-
quierdo del mapa. En éstas, el
almirante proporciona detalles
reales o imaginarios de los terri-
torios que representa y, más im-
portante aún, informa de las
fuentes que utilizó.
Las dos rosas de los vientos
principales se ubican aproxima-
damente sobre los Trópicos de
Cáncer y Capricornio. En el mapa
se observan también dos escalas.
No está claro qué unidad de me-
dida se empleó, pero podría tra-
tarse de millas náuticas turcas o
de leguas portuguesas. Esto último es factible debido a
que Piri reconoce entre sus fuentes varios mapas por-
tugueses y también por el antecedente del mapa Can-
tino, de 1502, que emplea una escala similar.
El mapa menciona los topónimos de 117 lugares.
Éstos son turcos en las costas mediterráneas, en tanto
que en el resto del mapa abundan las transliteraciones
de nombres portugueses y españoles. Un caso curioso es
el nombre que le da al archipiélago de las Once Mil Vír-
genes: les llama “Undizi Vergini”, en un reconocible ita-
liano. Puerto Rico figura como “San Juan Batichdo” y
Haití como “Isla de España”.
En una de las notas, Muhiddin Piri se muestra or-
gulloso de su obra: “en este siglo no hay un mapa como
éste en posesión de nadie”. Un orgullo que el profesor
Inam comparte, cuando afirma que “comparado con
otros mapas del período, el de Piri es el más perfecto y
original”.
EL DESARROLLO DEL MITO
Tras permanecer relegado por años, el mapa de Piri Reis
volvió a la arena en 1956, cuando un oficial de la ma-
rina turca entregó una copia a la Oficina Hidrográfica de
la Armada de los Estados Unidos. El mapa fue exami-
nado por M. I. Walters, quien a su vez se lo presentó al
capitán Arlington Mallery. En este punto se inicia la le-
yenda.
Mallery suele ser citado como arqueólogo y “exper-
to en mapas antiguos”. Lo cierto es que era un arqueó-
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.
Vista exterior del Palacio de Topkapi.
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logo aficionado que consagró sus energías a demostrar
que Norteamérica había sido colonizada por celtas y vi-
kingos, tema al que dedicó un libro que es un clásico de
la pseudoarqueología, Lost America, The Story of the
Precolumbian Iron Age in America
(1951). Tras estudiar
el mapa concluyó que éste mostraba la línea costera de
la Tierra de la Reina Maud en la Antártida como debe-
ría aparecer sin la capa de hielo que actualmente la cu-
bre. La implicación es obvia: esa costa debió haber sido
cartografiada antes de que el hielo apareciera, por lo
que el mapa de Piri Reis tuvo que ser compilado de
fuentes que se remontaran a esa época olvidada. Una
conclusión que resulta menos sorprendente si se re-
cuerda que ya antes había llegado a otra similar respecto
a Groenlandia tras “descifrar” un viejo mapa del siglo
XVI (el mapa Zeno).
La inferencia de Mallery fue aceptada por Walters, y
recibió el apoyo de Daniel Linehan, del Observatorio de
Weston. En agosto de 1956, Lineham y Mallery parti-
ciparon en un programa radiofónico en el cual se trató
el tema; una transcripción del mismo llegaría a manos
del profesor de historia de la ciencia Charles Hapgood,
quien quedó impresionado por las opiniones de Mallery
4
.
Hapgood llevaba años trabajando en una teoría para
explicar las eras glaciares, que implicaba el desplaza-
miento de los polos terrestres. Ésta había
sido expuesta primero por Hugh Auchin-
closs Brown y se basaba en supuestos de-
sequilibrios ocasionados en la rotación te-
rrestre por la acumulación de hielo en los
casquetes polares. Hapgood intentó per-
feccionarla, ideando un desplazamiento
de la corteza terrestre como un todo sobre
el manto a intervalos de milenios
3
. Sus
argumentos resultaron tan persuasivos
que incluso lograron para su libro
Earth’s Shifting Crust, de 1958, unas
laudatorias palabras preliminares de
Einstein, con quien sostuvo una larga
correspondencia.
La existencia de un mapa que mos-
trara una Antártida sin hielo le servía a
Hapgood para apoyar su hipótesis, por
lo que inició su estudio metódico, tarea
en la que también involucró a sus es-
tudiantes. En 1959 amplió su bús-
queda a otros mapas antiguos, como el
Oroncio Fine y el Buache. El fruto de
sus afanes apareció en 1966: Maps of
the Ancient Sea Kings
. La idea básica
de esta obra es que hace doce mil años
existió en la Tierra una civilización tecnológica con los
recursos para cartografiar todo el globo, que luego sería
destruida por el hipotético corrimiento de la corteza te-
rrestre. De tal civilización no quedó el menor artefacto
o edificio, pero sí mapas. Unos mapas excepcionalmente
precisos que se copiaron y recopiaron a lo largo de mi-
lenios.
Se debe hacer notar que Hapgood no era un vulgar
charlatán. Procuró hacer un trabajo sistemático y bus-
có ayuda en expertos de otras áreas. Para Maps of the
Ancient Sea Kings
se apoyó en los cartógrafos del 8º Es-
cuadrón de Reconocimiento de la Fuerza Aérea, uno de
los cuales, el teniente coronel Harold Ohlmeyer, consi-
deró la explicación de Hapgood como la “más lógica y
probablemente más verosímil”. En sus propias palabras:
“El detalle geográfico que figura en la parte inferior del
mapa coincide de modo asombroso con los resultados
del perfil sísmico que fue trazado en la parte superior de
la capa helada por la expedición sueco-británica a la An-
tártida en 1949”.
Pero los anacronismos del mapa no se limitaban a la
Antártida; Hapgood creyó constatar que en éste figura-
ba la cordillera andina, y que uno de los hipotéticos ma-
pas fuente habría sido trazado de acuerdo a una pro-
yección azimutal equidistante centrada en Egipto.
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En una de las notas,
Muhiddin Piri se muestra
orgulloso de su obra: “en este
siglo no hay un mapa como
éste en posesión de nadie”.
El llamado Mapa de Zeno
ARCHIVO
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Además, los accidentes geográficos estarían ubicados
con una precisión imposible para el siglo XVI.
Todo esto cimentaría una leyenda duradera. Sin em-
bargo, de haber dependido sólo de la obra de Hapgood
el mapa de Piri Reis jamás hubiera alcanzado la pree-
minencia que goza en los medios paracientíficos. Ya en
1960, Pauwels y Bergier lo habían incluido en una hi-
larante reseña contenida en El Retorno de los Brujos, en
la que, entre otras cosas, ponen al almirante Piri a “re-
galar” sus mapas a la Library of Congress (EE.UU.) a
mediados del siglo XIX.
Luego, en 1968, entraría en escena el tenaz trafi-
cante de misterios Erich von Däniken, quien en ese mo-
delo de la obscenidad paracientífica titulado Recuerdos
del futuro
hizo uso y abuso del mapa para sustentar sus
falacias sobre astronautas prehistóricos. Esto le asegu-
ró a la obra del almirante una popularidad inagotable,
pues de Recuerdos del futuro se vendieron millones de
ejemplares. Y ése fue sólo el principio de la fiesta, a la
que poco después se añadirían, entre otros, Charles Ber-
litz y J. J. Benítez. El último retoño de la cofradía es
Graham Hancock, quien, en Las huellas de los dioses
(1998), mezcla el mapa de Piri Reis con la mitología
maya, los números precesionales y el misterio de Orión.
Recientemente, y dentro de una línea de argumen-
tación algo más sobria (al menos no involucra a atlan-
tes y alienígenas) Ruggero Marino emplea el mapa de
Piri Reis como evidencia de que Colón descubrió Amé-
rica en 1485, y no en 1492, en un ignoto viaje finan-
ciado por Inocencio VIII.
¿REALMENTE UN MISTERIO?
El mapa de Piri Reis no es un fraude, ni una
falsificación. Se conoce su historia, y la vida
de su autor está documentada. Además, se
ha conservado de la mano de éste otro ma-
pamundi y también el Kitab-i-Bahriye. Es in-
dudable que si los supuestos rasgos anóma-
los del mapa fueran reales, tendríamos que
aceptar que nos encontramos en presencia de
un auténtico misterio. Pero antes de sacar
conclusiones, es conveniente estudiar en
detalle la evidencia.
Podemos condensar el “misterio” en dos
aspectos: una precisión incompatible con la
pericia y los conocimientos técnicos de los
cartógrafos del siglo XVI, y la presencia de ac-
cidentes geográficos desconocidos para la
época.
PRODIGIOS DE “EXACTITUD”
Con frecuencia se exalta la extremada “exactitud” del
mapa de Piri Reis, al parecer imposible para los cartó-
grafos del siglo XVI, que desconocían, entre otras cosas,
la longitud.
Extrañamente, cuando se examina el mapa, esa “ex-
traordinaria exactitud” no resulta evidente. En él coha-
bitan logros notables, como la posición relativa de Áfri-
ca y Sudamérica, con crudos errores. Tomemos por
ejemplo la sección que representa el Caribe: el trazado
de las islas que allí figuran es tan pobre que resultan casi
imposibles de identificar, ya que ni su forma ni su dis-
tribución coinciden con la realidad geográfica. Por otro
lado, si se compara el mapa de Piri Reis con un mapa
portugués contemporáneo, el Cantino, se observa que mu-
chos de los puntos geográficos reconocibles en las cos-
tas de Europa y África y en las islas del Atlántico con-
cuerdan en sus posiciones, con escasas diferencias.
En realidad, la aseveración sobre la precisión del
mapa no deriva de lo que se puede ver en éste, sino del
método que emplearon Mallery y Hapgood para estu-
diarlo. Dado que este punto se ha convertido en un ar-
tículo de fe, conviene tratarlo en detalle.
Mallery y Hapgood toman como base dos suposicio-
nes indemostradas, y a partir de ellas construyeron un
castillo de naipes. Éstas son:
a) El mapa actual deriva de mapas fuente extraordi-
nariamente seguros, procedentes de una remota anti-
güedad.
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Puerta de la Felicidad, del Palacio de Topkapi.
A.
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B
.
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b) Los errores que se ob-
servan en el mapa se deben al
trabajo de copistas y compila-
dores tardíos
5,6
.
Es cierto que el mapa de
Piri Reis fue construido a par-
tir de otros mapas, pero no
existe la menor evidencia de
que esos mapas fueran espe-
cialmente seguros, o de que
los errores los incluyeran “co-
pistas posteriores”. Y se ex-
cluye sin motivo la posibilidad
de que los mapas fuente fue-
ran modernos y que los errores
estuvieran ya en el original.
A continuación se elimina-
ron los errores dividiendo el mapa con una cuadrícula
arbitraria, reorientándolas y cambiándolas de escala. En
esto Hapgood fue sistemático, pues pasó años dibujan-
do grillas y haciendo cálculos para minimizar los errores
posicionales. Pero, como apunta Sean Mewhinney, con
esto “lo único que logró fue poner su propio autoenga-
ño sobre unas bases mas rigurosamente cuantitativas
que el de Mallery”. Es obvio que si se toma un mapa y
se eliminan los errores que contiene, se obtendrá un
mapa mucho más preciso que el original.
Hapgood dividió el mapa en cuatro partes: la prin-
cipal, denominada “A” corresponde a la parte oriental
del mapa, la “B” a Centroamérica y el Caribe, la “C” a
la costa de Brasil y la “D” a los “Andes”. A continuación
desplazó, rotó y cambió de escala estas partes para que
coincidieran con los accidentes geográficos reales. La
parte “A” fue desplazada 4,4º de latitud hacia el norte,
en tanto que la “B” se redibujó a la mitad de la escala
original y se rotó 40 grados en sentido antihorario. Tam-
bién se cambió la escala de las otras dos
6
.
A pesar de tal tratamiento, el mismo Hapgood ad-
mite que hay cosas que no cuadran. En su mapa “re-
construido” hace notar la pérdida de 4,5º de longitud en
el norte de Suramérica (toda la costa de Venezuela en-
tre la Guajira y Paria), de 16º de latitud y 20º de longi-
tud en la costa de Suramérica, desde Cabo Frío hasta
Bahía Blanca, y de los 9º de latitud del pasaje de Dra-
ke. En otras palabras, se pierden 25º de latitud en to-
tal. Aún más: la Tierra de la Reina Maud está despla-
zada 10º hacia el este. Los errores “residuales” del
mapa alcanzan tanto como los 12º de longitud y los
18,3º de latitud
6
. Hapgood atribuye estas discrepancias
entre el mapa y la realidad a “errores de compilación”.
Sin hablar de la desaparición del océano Pacífico, que
opta por no mencionar. ¿De qué “exactitud” estamos ha-
blando realmente?
En este noble afán se infiltran otras arbitrariedades.
Por ejemplo, se seleccionan como significativos unos ras-
gos geográficos y se omiten otros sin un criterio claro. So-
bre la costa de la hipotética “Antártida” se observa un
puñado de islas, a las que Hapgood transforma en mon-
tañas. Ni el Orinoco ni el Plata aparecen en su mapa, pero
para compensar, el Amazonas figura dos veces (por “un
error de los compiladores”, que solaparon dos mapas).
En el Caribe figura una gran isla rectangular, orientada
en sentido norte-sur. No existe ninguna isla de esas ca-
racterísticas en el Caribe, pero para los cartógrafos me-
dievales tardíos ésa era la forma convencional de repre-
sentar a Cipango. Para sacarnos de dudas, Piri ha
registrado el nombre de la isla: “Isla de España” (o sea,
Haití). Pues bien, Hapgood la transforma en “Cuba”, a
despecho de la opinión del almirante. Lo curioso es que
la Cuba real sí aparece en el mapa, pero no como isla sino
como un promontorio de la tierra firme al noroeste de la
“Isla de España”. Esto concuerda con la idea que tenía
Colón sobre Cuba, a la que suponía, influido por los re-
latos de Marco Polo, una península asiática
5, 7
.
La “prodigiosa exactitud” del mapa no pasa de ser
un artefacto de este extraño tipo de análisis, en el que
priva ante todo la visión deseada, y al que podemos
compendiar en una sola frase: adaptar los hechos a la
teoría.
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Mezquita Azul de Sultán
Ahmet, construida también por
Sinán en Estambul entre el año
1609 y 1616.
A.
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.
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LA “ANTÁRTIDA”
La Antártida fue descubierta en 1820. Sin embargo, la
noción de la existencia de una masa terrestre descono-
cida en el hemisferio sur (la Terra Australis Incognita)
data de la antigüedad clásica, y se basaba en la nece-
sidad de equilibrar los continentes conocidos del he-
misferio norte. Para Macrobio, en el siglo V, existían cua-
tro grandes continentes, dos en el hemisferio norte y dos
en el sur. Los planisferios medievales basados en sus
ideas muestran un gran continente en el hemisferio aus-
tral con la leyenda “nobis incognita” (“desconocido por
nosotros”). Ptolomeo, en el siglo II, describió el Índico
como un “mar cerrado”, el “Sinus Magnus”. No se con-
serva ningún mapa original de Ptolomeo, pero en las ver-
siones de su obra realizadas por Agatodaemon en el si-
glo XIII, y en las del siglo XV se muestra a África unida
a una gran tierra austral, de un modo sospechosamen-
te parecido al que luego utilizaría Piri Reis, pero susti-
tuyendo a África por Sudamérica.
En las últimas dos décadas del siglo XV las explora-
ciones portuguesas disiparon la idea del “Sinus Mag-
nus
”, y de momento la de la “Terra Australis Incognita”.
Pero ésta última reapareció pronto. El mapa Contarini,
de 1506, muestra la costa de Sudamérica dirigiéndose
al este por debajo del Trópico de Capricornio, como par-
te de un supercontinente austral. Los dos mapamundis
de Roselli (1508) presentan un territorio antártico in-
dependiente de África o Sudamérica y, algo más tarde,
en 1519, Lopo Homen unió a Sudamérica con el este
de Asia a través del Atlántico Sur y el Indico.
Por lo visto, si efectivamente el mapa de Piri Reis
mostrara tierras antárticas esto no sería novedoso. Sin
embargo, se afirma que las representa tal como debería
verse sin la costra de hielo que la cubre actualmente.
Concretamente, en el mapa estaría dibujada “la Costa
de la Princesa Marta de la Tierra de la Reina Maud en
la Antártida. ¿Hasta que punto es esto cierto?
Antes que nada observemos que la hipotética “An-
tártida” es muy extraña. Está unida a Sudamérica y for-
ma parte de ella; se encuentra demasiado al norte y los
900 kilómetros del paso de Drake están ausentes, al
igual que la península Antártica y el mar de Weddel (en
un alarde de imaginación Hapgood identificó estos no-
tables accidentes con un pequeño promontorio y un
seno marítimo imperceptible).
Quizás debido a que en este sector las reminiscen-
cias con la Antártida son inexistentes, Hapgood enfoca
sus esfuerzos en la supuesta Tierra de la Reina Maud y
la compara con el perfil sismológico levantado en
1949 por una expedición sueco-británica. Es de notar
que a pesar de la pretendida seguridad de esta compa-
ración, Hapgood se ve forzado continuamente a hacer
identificaciones basadas en conjeturas, entre las que él
mismo no logra decidirse.
El perfil sísmico realizado por la expedición sueco-
británica cubrió una estrecha franja de algo más de 600
kilómetros de longitud. Para lograr que los hallazgos de
éste “coincidieran” con lo dibujado en el mapa, Hap-
good presupuso un nivel del mar 200 metros superior al
actual (algo exagerado; se estima que si un cambio cli-
mático fundiera los glaciares continentales el nivel del
mar ascendería de 45 a 80 metros). De ese modo con-
virtió lo que en el mapa está claramente señalado como
“islas” en cadenas montañosas. Aun así, muchos de los
accidentes “identificados” por Hapgood caen fuera del
área investigada en la prospección, y una buena parte de
lo que según ésta debiera ser tierra firme (a pesar del in-
cremento del nivel oceánico en 200 metros) está re-
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Templo de Santa Sofía.
Construido en Estambul hacia
el año 537 d.C. bajo el mandato
de Justiniano. Tras la conquista
de Bizancio por los turcos, en
el año 1453, fue transformada
en mezquita.
A.
L.
B
.
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presentada en el mapa como mar. Las correspondencias
reales siguen siendo remotas. Peor aún, para este sec-
tor del mapa Hapgood habla de “errores residuales” de
3 a 7 grados de latitud, algo alarmante si se considera
que el perfil geosísmico abarcó poco más de 3 grados
8
.
Dejando de lado estas incongruencias, existen dos
fallos mayores, fatales para todo el razonamiento de
Hapgood. Éste se basó en un supuesto gratuito: que la
configuración geográfica de una Antártida sin hielo se-
ría similar a la configuración subglacial de la misma. Y
esto es falso. El continente antártico está cubierto por
30.000.000 de kilómetros cúbicos de hielo, y esta in-
mensa masa provoca que el continente se “hunda” en
la astenósfera. Si la Antártida se viera libre de hielo, el
rebote isostático la levantaría en un promedio estimado
en unos 600 metros sobre su nivel actual, desde un mí-
nimo de 50 en las costas hasta un máximo de 700 a
900 en el interior, lo que alteraría por completo su to-
pografía
9
. El segundo error está en la suposición de una
Antártida sin hielo hace sólo doce mil años. La eviden-
cia geológica, incluyendo los recientes estudios en
Prydz Bay, demuestra que la transición
del clima templado al glaciar en la An-
tártida se remonta al mioceno, hace 13 ó
14 millones de años
10,11
.
Un dato más: la línea costera dibuja-
da por Piri presenta un vago parecido con
la de la Antártida, pero se asemeja nota-
blemente a la costa sudamericana al sur
del Río de la Plata, desde Bahía Blanca al
cabo Tres Puntas. La correspondencia no
es perfecta, pero se encuentra dentro de
lo que cabría esperar de un mapa realizado en los al-
bores del siglo XVI. Y de paso, se recuperan los 20º de
latitud perdidos. Sobre la desviación al este de la cos-
ta sólo cabe hacer conjeturas: al trazar su mapa Piri qui-
zá se dejó llevar por ideas preconcebidas tomadas de
Ptolomeo y de sus fuentes portuguesas, o pudo existir
una razón de índole práctica. A la escala en que está di-
bujada esta parte del mapa, la costa sudamericana sim-
plemente no hubiera podido dibujarse en toda su ex-
tensión de haberse mantenido en la dirección correcta.
LOS “ANDES”
Otro rasgo “inexplicable” del mapa de Piri Reis es la es-
tilizada representación de una cadena montañosa en Su-
ramérica, cuya disposición recuerda la de la cordillera
andina. Para 1513 ningún cartógrafo europeo podía es-
tar al tanto de ese accidente geográfico, pues las ex-
ploraciones españolas no habían penetrado en el interior
del continente.
La identificación de las montañas que aparecen en
el mapa con la cordillera andina es problemática. No es-
tán dibujadas en la ubicación adecuada, sino varios mi-
les de kilómetros al este, cerca de la costa oriental de
Suramérica. Tampoco se extienden a lo largo del conti-
nente, como los Andes reales. Por otro lado, ¿qué rela-
ción guarda esa cadena montañosa con la costa oeste de
América de Sur, que es donde debería estar situada?
Pues ninguna, ya que Piri no dibujó en su mapa esa cos-
ta. En el mapa se emplearon ciertas convenciones para
representar los accidentes geográficos, y una de ellas es
que los litorales están perfilados con un trazo negro. No
hay ninguna línea de ese tipo al oeste de los supuestos
“Andes” y, de paso, tampoco está representado el
océano Pacífico. Una línea rojiza sobre la que se dis-
ponen las montañas ha sido identificada como la costa
occidental de Sudamérica, pero ni el tipo de trazo ni el
color corresponden, y además dicha línea carece de con-
tinuidad por encima y por debajo de las montañas; si se
observa bien se advierte que no es otra cosa que la base
de éstas. Aún más, Piri coloreó mar y tierra con colores
diferentes; el color empleado para representar la tierra
se extiende al oeste de las montañas hasta el borde del
mapa. Asimismo, en la ladera oeste de la cadena mon-
tañosa nace un gran río que luego se dirige al sudeste,
algo que nada tiene que ver con la realidad.
Tenemos mas evidencias dentro del mismo mapa:
una inscripción junto a la cadena montañosa nos dice lo
siguiente: “En las montañas de estos territorios había
criaturas como ésta [se refiere a un ser con la cara en
el pecho]
, y los hombres llegaron desde la costa”. El
único litoral cercano es el de Brasil y resulta duro de
creer que esos hombres caminaran desde allí hasta los
Andes
3
. También se le da relevancia a la supuesta re-
presentación de una “llama”. Resulta arriesgado inten-
tar definir la especie de las estilizadas figuras de ani-
males que aparecen en el mapa, y más en este caso,
pues la hipotética “llama” tiene una notoria cornamen-
ta. Al parecer, el autor inicial de este error fue Kahle y,
desde entonces, ha venido repitiéndose, sin que nadie
reparara en que las llamas carecen de cuernos.
La elemental idea de que grandes ríos requieren para
sus fuentes grandes montañas podría ser la única expli-
cación necesaria para que esa cadena montañosa figu-
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La evidencia geológica, incluyendo
los recientes estudios en Prydz
Bay, demuestra que la transición
del clima templado al glaciar en la
Antártida se remonta al mioceno,
hace 13 ó 14 millones de años
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re en el mapa. O quizás se exageraron las dimensiones
de las cadenas próximas a la costa brasileña. Por lo de-
más, la representación de montañas en el interior de Su-
ramérica no es privativa del mapa de Piri Reis. El mapa
de Cantino, de 1502, ya muestra en las proximidades de
la costa de Brasil una línea de estilizadas montañas, cu-
biertas de árboles. También están presentes en el mapa
de Nicolo Canerio, datado de entre 1502 y 1504, en el
mapamundi de Waldseemüller de 1507 y en el de Ber-
nard Sylvanus de 1511. Como detalle interesante, todos
estos mapas son anteriores al de Piri Reis.
LA CLAVE: LAS NOTAS DE PIRI REIS
Un aspecto insólito de la mitología sobre el mapa de Piri
Reis es que las explicaciones racionales del “misterio”
se encuentran dentro del mismo mapa, escritas por la
mano del almirante (o por la de uno de sus calígrafos).
Nos referimos a las anotaciones con las que Piri com-
plementó su obra y en las que deja testimonio, entre
otras cosas, de sus fuentes y de su método de trabajo.
Las notas son heterogéneas, pero en ellas resalta en
especial el interés con el que Piri siguió los informes de
las, para entonces, recientes exploraciones españolas y
portuguesas. El texto más extenso nos presenta una sor-
prendente versión del descubrimiento de América, que
Kemal Reis había oído de boca de un esclavo español
“que por tres veces había ido con Colón a esas tierras”.
En otro, probablemente relata el descubrimiento del
Brasil. Todo intercalado con descripciones, a veces ajus-
tadas y otras fantásticas, de los habitantes, fauna y ri-
quezas de las tierras recién descubiertas.
La anotación más polémica, y aparentemente la úni-
ca que leen los traficantes de misterios, es aquélla en
la que Piri expone sus fuentes: “Esta sección muestra
de qué manera se dibujó este mapa. [...] [Lo he com-
pilado]
de alrededor de veinte mapas y Mappae Mundi,
–estos son mapas dibujados en los días de Alejandro,
Señor de los Dos Cuernos, que muestran el cuarto ha-
bitado del mundo; los árabes denominan a estos mapas
Jaferiye– de ocho Jaferiyes de esa clase y de un mapa
árabe de Hind y de los mapas dibujados hace poco por
cuatro portugueses que muestran los países de Hind,
Sind y China geométricamente dibujados, y también de
un mapa dibujado por Colón en la región occidental. Re-
duciendo todos estos mapas a una misma escala se ha
llegado a su forma final”.
Esos ocho Jaferiyes provenientes de los tiempos de
Alejandro suenan prometedores para mentes acostum-
bradas a divagar sobre atlantes y antiguos astronautas.
Sin embargo, siempre se olvida lo que sigue: la mención
de los mapas portugueses y del mapa de Colón.
Al parecer, los árabes primero y luego los turcos ten-
dían a confundir a Ptolomeo Lagos (luego Ptolomeo I
Soter), el general de Alejandro, con el muy posterior
Claudio Ptolomeo, el geógrafo y astrónomo. De ser así,
y ésa es la opinión de Gregory McIntosh, esos supues-
tos “mapas procedentes de la más remota antigüedad”
no serían otra cosa que mapas de Ptolomeo
5
, incluidos
en las versiones de su Geografía que se imprimieron en
el siglo XV y principios del XVI. Otro detalle al que se le
presta escasa atención es a la extraña forma en la que
Piri se refiere a esos Jaferiyes: a pesar de identificarlos
como “mapamundis”, también nos dice que mostraban
“el cuarto habitado del mundo”, lo que resulta inade-
cuado para un mapamundi. A menos que deba enten-
derse que lo que mostraban esos mapamundis, era el
cuarto conocido del mundo antes de la era de los des-
cubrimientos, lo que es una característica que convie-
ne a los mapas ptolemaicos del siglo XV (pero nada al
producto de una civilización tecnológica de hace
12.000 años).
Piri sólo vuelve a mencionar esos Mappae Mundi en
otro lugar. En la parte superior del mapa se aprecia un
bello dibujo de un gran pez sobre el que se sientan dos
personajes. Y una leyenda nos informa de lo siguiente:
“[...] en tiempos antiguos un sa-
cerdote conocido por el nombre
de Sanvolrandan viajó por los
Siete Mares [...]. El arriba men-
cionado desembarcó en este pez.
[...] Este acontecimiento no es
mencionado por los infieles por-
tugueses. Se ha tomado de un
antiguo Mappa Mundi”.
Sanvolrandan no es otro que San Brandán, el mon-
je irlandés del siglo VI d.C. Que Piri citara su leyenda
demuestra que la antigüedad de, al menos, uno de los
mapamundis no puede remontarse más allá del Medio-
evo, y que su origen fue occidental y no griego.
A partir de aquí, Piri no vuelve a acordarse de los
Mappae Mundi. Y una excelente razón para esto es que
probablemente no tenían nada que decirle sobre el re-
cién descubierto continente americano. En cambio, cita
una y otra vez los mapas portugueses y el mapa de Co-
lón. El uso extensivo que hizo de estos se hace más evi-
dente si se recuerda que los topónimos ubicados sobre
la costa de América son transliteraciones al turco de
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Un aspecto insólito de la mitología
sobre el mapa de Piri Reis es que las
explicaciones racionales del “misterio”
se encuentran dentro del mismo mapa,
escritas, quizás, por la mano del almirante
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nombres portugueses, españoles e italianos,
algo que resulta incongruente con una fuente
procedente de la antigüedad remota.
Esto es lo que anota Piri respecto al Cari-
be: “Esta sección explica cómo estas costas y
estas islas fueron descubiertas. [...] Fueron
descubiertas en el año 896 del calendario ára-
be. Se dice que un genovés infiel, cuyo nom-
bre era Colón, fue quién descubrió estos luga-
res. [...] Ahora estas regiones han sido abiertas
a todos y han llegado a ser famosas. Los nom-
bres que señalan los lugares en estas islas y en
las costas fueron dados por Colón, y estos lu-
gares son conocidos por ellos. [...] Las costas
y la isla de este mapa se tomaron del mapa de
Colón”.
Difícilmente se puede ser más claro.
En el resto del mapa proliferan las alusio-
nes a expediciones y descubrimientos portu-
gueses. En la pretendida costa de la “Antárti-
da” encontramos estas tres anotaciones: “El
infiel portugués relata que en este lugar la no-
che y el día más cortos son de dos horas, y los
más largos de veintidós horas. Pero el día es
muy caliente y en la noche hay mucho rocío”;
“En la ruta de la provincia de Hind un barco portugués
encontró un viento contrario [soplando] desde la costa.
[...] Después de que fueron desviados por una tempes-
tad en dirección al sur ellos vieron una costa frente a
ellos y avanzaron hacia lo [ilegible]. [...] Ellos vieron
gente caminando, todos ellos desnudos. [...] Se dice que
la barca volvió a Portugal sin ir a Hind, donde, a su lle-
gada, dio información... Ellos describieron estas costas
detalladamente... Ellos la han descubierto” y “[...] Los
infieles portugueses lo describieron así en sus mapas...
[...] Todo está en ruinas y se dice que grandes serpien-
tes se han encontrado aquí. Por esta razón los portu-
gueses infieles no desembarcaron en esta costa; tam-
bién dicen que es muy caliente”.
Resulta obvio que si Hapgood le hubiera prestado aten-
ción a estos párrafos se habría ahorrado mucho tiempo
y esfuerzo. Las tres se refieren a los “infieles portugue-
ses”. La primera es contradictoria: no se entiende cómo
un lugar en el que “la noche y el día más cortos son de
dos horas” y que en consecuencia estaría cerca del cír-
culo polar puede ser calificado de “muy caliente”. La se-
gunda parece ser una versión del descubrimiento de Bra-
sil por Álvares Cabral en el año 1500. En la última se
vuelve una vez más sobre los “mapas portugueses”.
Más ejemplos: “Y estos cuatro navíos son barcos por-
tugueses. [...] Ellos viajaron desde la tierra occidental a
la punta de Abisinia con el fin de alcanzar la India. Ellos
dijeron ir hacia Chalice. La distancia a través de este
golfo es 4.200 millas”; “Esta barca fue desviada sobre
estas costas por una tempestad y permaneció donde en-
calló... Su nombre era Nicola di Giuvan. En su mapa
está escrito que estos ríos que se pueden ver tienen en
su mayor parte oro [en sus lechos]. [...] En su mapa...”
y “El almirante de esta carabela es llamado Misser An-
tonio el Genovés, pero fue criado en Portugal. Un día
que la carabela arriba mencionada se encontró con una
tormenta, se desvió sobre esta isla. Él encontró mucho
jengibre aquí y ha escrito acerca de estas islas.”
Existe otro comentario curioso, en el que Piri ma-
linterpreta el término “Océano”, convirtiéndolo en “Ovo
Sano”. Pero esto es secundario. Lo interesante es que
de un modo explícito el almirante afirma que antes de
las exploraciones españolas y portuguesas esas regiones
eran desconocidas: “Este mar es llamado el Mar Occi-
dental, pero los marineros francos lo llaman el Mare
d’Espagna. [...] Hasta ahora se ha conocido por estos
nombres, pero por Colón, que abrió este mar e hizo es-
tas islas conocidas, y también por los portugueses in-
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Mezquita de Süleymaniye (de Suleimán el
Magnífico), construida en Estambul también
por el arquitecto Sinán entre 1550 y 1557.
A.
L.
B
.
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MAGUFO, EL MAGO
fieles que han abierto la región de Hind, han acordado
juntos dar a este mar un nombre nuevo. Ellos le han
dado el nombre de Ovo Sano [...] Antes se pensaba que
el mar no tenía fin ni límite, que su otro término era la
oscuridad. Ahora ellos han visto que este mar está ro-
deado por una costa [...]
Piri difícilmente habría podido hacer esta observa-
ción si en alguno de sus Jaferiyes, “dibujados en los
días de Alejandro” hubiera encontrado trazadas las cos-
tas de América. Y aquí sólo cabe una conclusión: en el
mapa no hay lugar para atlantes, ni para alienígenas en
platos voladores.
CONCLUSIÓN
Con fines didácticos, podemos clasificar los rasgos su-
puestamente anómalos o “inexplicables” del mapa de
Piri Reis en dos categorías:
a) Aquéllos que no son otra cosa que el producto de
concepciones geográficas comunes de la época en que fue
dibujado, y que, por lo tanto, tienen poco de inusuales.
b) Aquéllos que son elaboraciones de la imaginación
desbocada, de las ideas preconcebidas y del pensa-
miento deseoso de sus intérpretes modernos.
A esto se reduce todo el misterio. En el mapa sim-
plemente no hay nada que sugiera la necesidad de una
laboriosa transmisión durante milenios de una sabiduría
perdida.
Muy a pesar de todo esto, el mapa de Piri Reis tie-
ne ya ganado un lugar preeminente entre los mitos pa-
racientíficos, al lado de la Pirámide de Khufú y las lí-
neas de Nazca. Lo que es en verdad lamentable, pues
hace que se olvide su inmenso valor como documento
histórico.
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NOTAS:
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Ankara, 1954 (http://www.prep.mcneese.edu/engr/engr
321/preis/afet/afet0.htm).
2. Medieval Sourcebook: Sidi Ali Reis (16th Century CE): Mi-
rat ul Memalik (The Mirror of Countries), 1557 CE (http:
//www.fordham.edu/halsall/source/16CSidi1.html).
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marauder.millersv.edu/~columbus/data/art/HOYE01.ART).
4. Glover, Dan. “Maps of the Ancient Sea King. Evidence of
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1999 (http://members.tripod.com/~Glove_r/Hapgood.html).
5. McIntosh, Gregory C. “Columbus and the Piri Reis Map
of 1513”. Mercator’s World. May/June 2000 (http://www.
mercatormag.com/503pirireis.html).
6. Mewhinney, Sean. “Charting Imaginary Worlds: Pole Shifts,
Ice Sheets, and Ancient Sea Kings”. Aeon V: 3.1999 (http:
//www.pibburns.com/smmia5.htm).
7. Lunde, Paul. “Piri Reis and the Columbian Theory”. Aramco
World Magazine. Jan-Feb 1980. (http://muweb.millerville.
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8. Mewhinney, Sean. “Living in Imaginary Worlds More De-
nials”. Aeon V: 5. 2000. (http://www.pibburns.com/smmia
5a.htm).
9. Heinrich, Paul V. “Fingerprints of the Gods: Piri Reis Map”.
1997 (http://www.intersurf.com/~heinrich/FOG9.html).
10. Heinrich, Paul V. “The Mysterious Origins of Man: Atlan-
tis, Mammoths, and Crustal Shift” (http://www.talkorigins.
org/faqs/mom/atlantis.html)
11. Ocean Drilling Program Leg 188 Preliminary Report. Prydz
Bay—Cooperation Sea, Antarctica: Glacial History and Pa-
leoceanography. April 2000 (http://www.odp.tamu.edu/
publications/prelim/188_prel/188toc.html
Pedro Mirabet