background image
SOBRE
RADIACIONES
Y
SEMÁNTICA
En estos días, el tema de que la electricidad y las antenas
de los teléfonos móviles producen cáncer parece ser que
está de moda...
Nuestro cerebro funciona de un modo tal que una pala-
bra no es algo aislado. Una entrada en un diccionario,
una palabra, tiene/posee/es una red de relaciones con
otras palabras y con recuerdos y sonidos y colores y sa-
bores y texturas... Un ejemplo nos ayudará a verlo. Yo es-
cribo helado. Usted, lector, no sólo lee helado, lee frío,
sabor a limón ¿o es a fresa?, ¿o vainilla?, ¿o chocolate?,
¿o pistacho?... ¿o todos a la vez? Es dulce, y por contraste
pensamos en amargo y en agrio y en... su textura es cre-
mosa y si es de pistachos con tropiezos y de color verde
y rojo y amarillo y blanco y... Si se cae mancha la cami-
sa o el pantalón... y... y... y... o... o...
Todos los ejemplos anteriores en los que he abusado
del “y” tenían la intención de demostrar que una palabra
está conectada con todas las demás y con toda nuestra
experiencia sensorial. No puedo pensar en helado sin ac-
tivar toda una cadena casi infinita de interrelaciones que
dependen de nuestra experiencia vital. Helado no es lo
mismo para mí que para usted, y es muy diferente para
un hablante de otra lengua.
Pues bien, al decir radiación electromagnética, en
muchas personas se activa con gran fuerza las conexio-
nes con radiación: radiación nuclear, Hiroshima, Naga-
saki, explosiones, Chernobil, enfermedades, cáncer, con-
taminación, ecologistas, multinacionales...
No es fácil pedir a los no especialistas que distingan
entre radiación electromagnética y radiación ionizante.
No entienden ni radiación, ni electromagnético ni ioni-
zante.
De eso se dieron cuenta los médicos y a la resonancia
magnética nuclear muy pronto le quitaron lo de nuclear,
pues la gente no relacionaba esa palabra con algo que te-
nía que ver con el núcleo atómico; lo relacionaban con
las bombas atómicas. Y el nombre se quedó en resonan-
cia magnética
, a secas. Gracias a un oportuno cambio de
nombre no ha fracasado la tecnología, pero en otros ca-
sos sí lo ha hecho o está a punto de tener enormes difi-
cultades.
Las centrales atómicas –en mi opinión– han fracasa-
do porque llevaban lo de atómicas, que todo el mundo re-
lacionaba con las bombas de Hiroshima y
Nagasaki. Es muy posible que si se hubieran
llamado “centrales einstenianas” su destino
hubiera sido otro.
Pienso que el actual problema de las an-
tenas “que producen cáncer” estriba funda-
mentalmente en que las antenas producen
radiación y –”como todo el mundo sabe” – la
radiación produce cáncer, ¿o no?
Luego vienen unas estadísticas, mayori-
tariamente mal hechas, y las ganas de alar-
mar de un periodista cuyo modus vivendi se
basa en producir dicha alarma, como muy
bien expone Robert L. Park en su obra Cien-
cia o Vudú
1
.
Claro que las radiaciones producen cán-
cer. Si usted está mucho tiempo tomando el
Sol en la playa, la radiación ultravioleta le
puede producir cáncer. Los rayos X producen
el esc
é
ptico
primavera- verano 2001
36
DE OCA A OCA...
COREL
background image
cáncer. La radiación
gamma produce cán-
cer. Entonces, ¿por
qué no va a producir
cáncer la radiación
de una antena de un
móvil o la de una red
de distribución eléc-
trica?
Para contestar a
esta pregunta lo primero que debemos analizar es la ra-
zón por la que esas radiaciones producen cáncer. El pri-
mer paso, de una larga cadena de ellos, que conducen
hasta el cáncer es la ruptura de la molécula de ADN.
Para romperla, hay varios mecanismos. Una partícu-
la con suficiente energía que choque contra ella –como
es el caso de las radiaciones alfa, beta y gamma– puede
romper el enlace. También se puede romper si a la mo-
lécula de ADN llega un fotón suficientemente energético,
como ocurre con la radiación gamma (la más energética),
los rayos X o incluso la luz ultravioleta que procede del
Sol.
He subrayado suficientemente energético pues ahí
está la “madre del cordero”. Suficientemente energética
como para romper una molécula es una radiación ioni-
zante. La energía de un fotón es la constante de Planck
por la frecuencia (e = hı).
La frecuencia de la luz ultravioleta está en el orden de
10
12
, la de la emisión de un teléfono móvil está en el or-
den de los 10
9
. O dicho de otro modo, un fotón ultravio-
leta es mil veces más energético que el de los teléfonos
móviles y cerca de un billón de veces superior al del fo-
tón de las líneas que conducen la electricidad.
Podríamos pensar que “sólo” mil veces inferior no es
mucho; pero debemos tener en cuenta varias cosas: 1) la
luz ultravioleta procedente del Sol nos está dando en la
piel permanentemente y la radiación del móvil sólo a ra-
tos. 2) Para romper el enlace del ADN se necesita que
cada fotón tenga la energía mínima para romper el enla-
ce. Si recibimos millones de ellos, pero cada uno con una
energía inferior, no logran romperlo. La cosa es pareci-
da a tener una máquina de futbolín que funciona con una
moneda de 100 pesetas. Si tengo 10 000 monedas de una
peseta, no me sirven para nada, no son capaces de acti-
var la máquina. ¡Qué digo 10 000 monedas, tengo mil
millones de billones de trillones de monedas de 5 pese-
tas! Pues bien, la máquina sigue sin funcionar, pues ne-
cesita la moneda de 100 pesetas y no otra.
Millones de fotones no ionizantes puede producir ca-
lor (así funciona el horno de microondas) y otros efectos
fisiológicos, algunos malos; pero eso no significa cáncer.
Este es un concepto crucial. Si cada fotón es mil ve-
ces inferior a la energía necesaria para romper los enla-
ces del ADN, aunque lleguen trillones no serán capaces
de romperlo. Y la energía de cada fotón depende exclu-
sivamente de su frecuencia y de nada más.
Por lo tanto, podríamos concluir que con los meca-
nismos hoy conocidos de producción de cáncer por las
radiaciones electromagnéticas, no es posible producirlo
con los teléfonos móviles y mucho menos –muchísimo
menos– con la electricidad, por muy alta que sea la ten-
sión (la energía de cada fotón depende de la frecuencia
–50 Hz–, no del voltaje ni de la intensidad).
El límite entre ionizante y no ionizante lo marca la luz
visible. Por encima (ultravioleta, rayos X, gamma) son io-
nizantes; por debajo, rayos infrarrojos, telefonía móvil, te-
levisión, radio, electricidad, no lo son.
¿Significa eso que podemos alegremente someternos
a la radiación de los móviles? La respuesta es: tal vez sí,
tal vez no. Tal vez exista otro mecanismo no identificado
que pueda producir cáncer. Así, se ha dicho que el efec-
to corona
que se produce en las líneas de alta tensión io-
niza. Y aquí surge un problema semántico, que ionice no
significa que sea una radiación ionizante. Me explico,
que ionice el aire no significa que rompa las moléculas
de ADN.
Hoy por hoy dicho mecanismo no se ha identificado,
pero la prudencia nos dice que hay que seguir investi-
gando. De hecho, la Organización Mundial de la Salud
está en pleno estudio epidemiológico, de cuatro años de
duración, con el que pretenden resolver el dilema más
allá de toda duda.
Mientras tanto, y lo subrayo, por prudencia, “por si
las moscas” que diría un castizo, sugieren una normas de
distancia a las líneas de alta tensión y a las antenas...
pero no debemos olvidar que lo hacen de modo precau-
torio. Los estudios todavía no han acabado.
primavera- verano 2001
el esc
é
ptico
37
Robert L. Park
COREL
ARCHIVO
background image
Los exhaustivos informes pueden consultarse en:
http://www.who.int/peh-emf/faq/qanda_main.htm
http://www.mcw.edu/gcrc/cop/lineas-electricas-can-
cer-FAQ/QandA.html
http://www.mcw.edu/gcrc/cop/cell-phone-health-
FAQ/toc.html
Las conclusiones no son definitivas del todo, por eso
hay que seguir haciendo estudios epidemiológicos, aun-
que con ellos es muy difícil establecer una relación cau-
sa/efecto; por ejemplo: las líneas de alta tensión suelen
ir a lo largo de las autopistas. Si se encontrase (que no se
ha hecho) un mayor índice de cáncer en los que viven
cerca de las líneas ¿sería por ellas o por la autopista?
Problemas de éstos se dan permanentemente.
Para mi hay dos cosas claras. La primera es que si
tantos y tantos estudios no son concluyentes, es que si
hay alguna incidencia, ésta es muy pequeña. La segun-
da es una creencia personal, nada científica, estoy con-
vencido de que si la radiación ionizante no se le hubie-
ra dado el nombre de radiación, otro gallo nos cantaría.
Para mí, es sorprendente la fuerza de las conexiones
entre las palabras, la red de interconexiones que proba-
blemente definen nuestra capacidad simbólica. Una ca-
pacidad maravillosa que nos ha diferenciado del resto de
los primates y nos ha hecho dueños del mundo y... que
nos origina terrores y confusiones.
Quiero terminar con otra observación personal, no en-
tiendo demasiado bien cómo es posible hacer correr ríos
de tinta, lanzar miles de estudios que cuestan billones de
pesetas, por una posibilidad remota de que los móviles
produzcan cáncer y, sin embargo, se contemple con tan-
ta tolerancia el hecho de los fumadores pasivos, someti-
dos a un cancerígeno totalmente probado, o a la gasoli-
na de las autopistas, o a la de unos buenos filetes en bar-
bacoa, que sin duda tiene cantidades superiores de ben-
zopirados
a los que la ministra Villalobos exige para el
aceite de no orujo de aceituna.
Perdón, no son benzopirados sino benzopirenos, ¿en
qué estaría yo pensando?
é
Nota:
1. Robert L. Park “Ciencia o Vudú”. Editorial Grijalbo,
colección Arena Abierta. Año de edición 2001.
Félix Ares
el esc
é
ptico
primavera- verano 2001
38
DE OCA A OCA...
CHISTE
MAGUFO, EL MAGO
Pedro Mirabet
COREL