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EDITORIAL
Es evidente que una parte del mundo ya no es el mismo
desde el 11 de septiembre. Tras los brutales atentados
suicidas en Nueva York y Washington, llevados a cabo
presuntamente por los fanáticos islamistas seguidores
de Osama Ben Laden, quedó claro lo mucho que a los
escépticos nos queda por hacer.
Apenas habían pasado unas horas, cuando ya empe-
zaron a circular por Internet rumores absurdos sobre la
presencia de supuestos ovnis en torno a las torres del
World Trade Center (WTC). Algunos, incluso, aprecia-
ban la forma del mismísimo Maligno en la nube de
escombros y humo que provocaron las explosiones. Pero
lo peor estaba por llegar.
Tras ello, surgieron unas falsas cuartetas de
Nostradamus que, según los “expertos”, vaticinaban el
ataque al WTC. Lástima que dichas cuartetas, pertene-
cientes a la inexistente Centuria XI y firmadas en una
fecha cien años posterior a la muerte del visionario fran-
cés, eran una broma de pésimo gusto... que fue asumi-
da, creída y divulgada por medios de comunicación pre-
sumiblemente serios como la emisora de radio Onda
Cero
, el periódico El Mundo o las emisoras de televisión
Tele 5 y Antena 3.
Este último canal se llevó la palma a la carencia de
ética periodística y falta de profesionalidad. Al igual
que los otros medios, no sólo dio por buenas las falsas
profecías de Nostradamus, sino que amañó todo un pro-
grama especial sobre los atentados, en el que Jesús
Hermida, que ya se había lucido anteriormente con un
programa vergonzante sobre la Sábana Santa, sacó a
pasear las famosas cuartetas falsificadas.
Gracias a la labor “informativa” de estos medios,
pretendidamente serios, millones de personas “conocie-
ron” la existencia de estas supuestas predicciones.
Ningún medio se molestó en presentar una visión críti-
ca sobre Michel de Nostradamus, ninguno se molestó en
comprobar que las centurias que citaban alegremente
eran una falsificación, ¿para qué?
Por supuesto, los colegas actuales del difunto visio-
nario no se hicieron de rogar y así pudimos descubrir
que gente como Aramis Fuster había predicho los aten-
tados, pero que nadie había hecho caso de sus vaticinios
–de los que no se tiene constancia documental alguna,
faltaría más–.
Tampoco se hicieron de rogar las revistas del sector
paranormal, que afrontaron el tema en sus números
correspondientes a octubre. De perdidos al río, debieron
pensar en más de una redacción “misteriosa” habida
cuenta de lo que los desdichados lectores de esas revis-
tas han tenido que leer –y creer, nos tememos–.
La revista Año Cero publicaba el número más des-
quiciado de toda su existencia, si tal cosa es posible de
imaginar, en el que Enrique de Vicente, que saltaba
entusiasta de profecía en profecía, hacía una demostra-
ción inmejorable de lo nocivo que es el pensamiento
mágico para la razón humana. Por su parte, Javier Sierra
daba un nuevo sentido a la expresión “encaje de boli-
llos” escribiendo en Más Allá un editorial de triple
extensión de lo habitual, en la que explicaba que las
manoseadas cuartetas de la centuria XI eran falsas, pero
que daba igual porque había otras verdaderas que efec-
tivamente parecían predecir los atentados. Además,
según nos aclaraban en un recuadro, un Cristo propie-
dad de un estigmatizado catalán había llorado el 11 de
septiembre.
El hecho de que mucha gente busque inmediata-
mente una explicación mágica cuando ocurre un acon-
tecimiento de gravedad es una mala señal que los
escépticos deberíamos tener en cuenta. Que ante una
crisis mundial amplios sectores de la sociedad necesi-
ten las explicaciones de Nostradamus, y no las de
expertos en política internacional, es algo sintomático.
El hecho de que la explicación irracional, irrelevante y
falsa sea proporcionada por medios de comunicación
serios es un problema grave que los escépticos no pode-
mos dejar de denunciar.
Como se puede comprobar, este número lo dedica-
mos especialmente, tal como habíamos anunciado, a
diferentes textos sobre historia y pseudohistoria. Al
igual que el número anterior, también éste tiene más
páginas que nuestras revistas habituales, ello se debe a
que la calidad de las colaboraciones que nos han llega-
do ha hecho imposible el limitar el espacio más de lo
que hemos hecho. Estamos convencidos que los lectores
sabrán apreciarlo.
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el esc
é
ptico
primavera- verano 2001
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Profetas, falsarios y cuentistas