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“Lo que puede empezar siendo un modesto error suele
hallar el modo de evolucionar, a través de etapas casi
imperceptibles, desde el autoengaño hasta el fraude. La
línea que separa la necedad del fraude es muy delgada”,
dice Robert L. Park, director de la oficina en Washington
de la Sociedad Americana de Física, en su libro Ciencia
o vudú (2000). La ufología nació de un error. Kenneth
Arnold vio sobre el monte Rainier, en junio de 1947, obje-
tos con forma de bumerán que “se desplazaban como pla-
tillos saltando sobre el agua”. No platillos volantes, como
los describió el periodista de la Associated Press cuyo
despacho dio la vuelta al mundo y a partir del cual se
empezaron a ver cosas en los cielos con forma de plati-
llo. Más de medio siglo después, hay ufólogos que aún
viven instalados en el autoengaño; otros se han acomo-
dado en el fraude o más allá de la cordura.
Uno de los que hace tiempo franqueó la frontera del
autoengaño para adentrarse en regiones más tenebrosas
es Steven Greer. Médico de urgencias, lidera el Proyecto
Revelación, una iniciativa que pretende sacar a la luz lo
que los gobiernos ocultan: que, desde mediados del siglo
pasado, “ha habido vehículos espaciales de origen extra-
terrestre que fueron derribados, ocupados y estudiados”.
Acompañado de una veintena de ex funcionarios esta-
dounidenses, Greer presentó su verdad en el Club de la
Prensa de Washington el pasado 9 de mayo. “Es el fin de
la infancia de la especie humana. Ha llegado la hora de
que nos convirtamos en adultos maduros entre las civili-
zaciones cósmicas que están ahí fuera”, afirmó. La com-
parecencia continuó con una apabullante serie de afir-
maciones extraordinarias, según las cuales, desde hace
décadas y gracias al examen de los restos de ovnis acci-
dentados, se conocerían fuentes de energía inagotables
y tecnologías limpias cuya generalización habría sido boi-
coteada por intereses políticos y económicos. Una ver-
sión ampliada de lo propugnado por Javier Sierra, direc-
tor de la revista Más Allá, quien mantiene que el transistor
se desarrolló a partir de tecnología de un platillo volan-
te estrellado en Roswell. Como Sierra, Greer no ofreció
en Washington ninguna prueba que merezca la conside-
ración de tal. Simplemente, testimonios de observacio-
nes de ovnis por parte de miembros del Proyecto
Revelación, individuos como Clifford Stone, un militar
retirado que tiene una curiosa idea de lo que son prue-
bas: “La ausencia de evidencia no es evidencia de ausen-
cia. Es evidencia que se ha negado al pueblo”.
El acto fue tan disparatado que hasta algunos fabri-
cantes de paradojas –así denominaba Carl Sagan a los tra-
ficantes de misterios– se han desmarcado de los postu-
lados de Steven Greer. Eso sí, a posteriori. Así, el
divulgador pseudocientífico Bruno Cardeñosa, que en un
principio había depositado su fe en el médico estadou-
nidense y sus importantes revelaciones, ha sugerido des-
pués en Más Allá que podíamos estar ante una maniobra
de desinformación. Vamos, que quienes ocultan la reali-
dad de las visitas alienígenas estarían utilizando a Greer
para ridiculizar a la ufología. Como si los ufólogos no se
bastaran y sobraran en la tarea. La maniobra de Car-
deñosa, de achacar a conspiraciones gubernamentales
las payasadas del gremio, no es nueva. De hecho, él mis-
mo se ha servido de ella para justificar su propia incom-
petencia.
Durante años, el ufólogo gallego creyó que el libro
Bases de ovnis en la Tierra (1979) había sido escrito por
un agente de la CIA y que relataba hechos reales, cuan-
do en realidad su autor había sido un adolescente que
quería escribir una novela al estilo de Chacal. Cardeñosa
el esc
é
ptico
primavera- verano 2001
56
CRÓNICAS DESDE MAGONIA
CNN
Steven Greer en un momento
de la rueda de prensa de Washington.
CONSPIRACIONES
Y
ESPÍAS DE
PANTALÓN CORTO
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fue incapaz de diferenciar ficción de realidad, de dar-
se cuenta de que era imposible que el autor de la obra
hubiera participado como espía en maniobras de ocul-
tamiento de información ovni a mediados de los años
60 del siglo pasado porque en aquella época vestía
pantalón corto y estaba aprendiendo a leer y a hacer
las cuentas, como se decía entonces. Porque Javier
Esteban, que firmó la novela con el pseudónimo de
Douglas O’Brien, nació 1958. Cardeñosa mantuvo
citas con Esteban al estilo de las de Fox Mulder,
el protagonista de Expediente X, con Garganta
Profunda
. Y, con la agudeza que le caracteriza, se
tragó el anzuelo hasta el fondo, llegando a pedir
información a embajadas extranjeras sobre suce-
sos inventados por el que él consideraba un espía.
Cuando Esteban destapó el engaño –que había
urdido sobre la marcha, según los traficantes de
misterios iban pidiéndole que les confiase su ver-
dad
–, Cardeñosa y su colega Manuel Carballal
contraatacaron, vinculando al autor de Bases de
ovnis en la Tierra
con una imaginaria maniobra
de descrédito de los servicios de inteligencia diri-
gida contra los ufólogos. Sólo Juan José Benítez
superó a Cardeñosa en ineptitud. El escritor
navarro reprodujo en una colección por fascí-
culos, El mundo de los ovnis (1980), fragmen-
tos del libro de Esteban como si correspondie-
ran a hechos reales y sin citar la fuente.
Curiosamente, pocos días después de la conferencia
de prensa de Washington, Benítez se soltó la melena de
una manera que debería haberle hecho automáticamente
merecedor de la categoría de desinformador que tan ale-
gremente otorga Cardeñosa. Al lado µde Benítez, los de
Proyecto Revelación son simples aprendices de brujo.
Entre otras cosas, el novelista sostiene que nos visitan
“más de 3.000 tipos distintos de seres extraterrestres”,
lo que convierte a las 57 especies alienígenas de Greer
y compañía en mera anécdota. De todas las afirmacio-
nes extraordinarias que contiene su libro Mis ovnis favo-
ritos
(2001), hay una particularmente reveladora. Cuenta
Benítez –su fuente sería a un director de la NASA ya
fallecido– que el hombre no ha vuelto a la Luna porque
está contaminada por radioactividad, después de que
se “destruyeron con bombas atómicas” unos edificios
que encontraron allí en 1969. ¡Lo mismo que Douglas
O’Brien dice en la página 56 de su libro! ¿Se dará
cuenta Benítez algún día de que Bases de ovnis en la
Tierra
es una novela? ¿Se cree en serio que Javier
Esteban fue por contratado la CIA cuando iba a la
guardería? Hagan sus apuestas...
é
Luis Antonio Gámez
Portada del libro Bases de ovnis en la Tierra
de Douglas O’Brien, pseudónimo de Javier Esteban.
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ARCHIVO
COR
TESÍA DE J
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ESTEBAN
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