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CIENCIA O VUDÚ
DE LA
INGENUIDAD
AL
FRAUDE CIENTÍFICO
ROBERT L. PARK
Colección Arena Abierta
Editorial Grijalbo Mondadori, 2001
¿Qué requisitos debe cumplir un libro de divulgación para
que podamos considerarlo excelente? En mi opinón, cua-
tro: claridad, rigor, amenidad e incitación a profundizar
en los temas tratados. Quizás, lo más difícil sea encontrar
textos que aúnen los dos primeros puntos que, a veces, pue-
den parecer irreconciliables. En esta obra tenemos una
buena muestra de que no lo son.
Su autor, Robert L. Park, ya en el prefacio advierte que
ha querido escribir un libro que sea comprensible para
todo el mundo y reconoce su deuda con la de otros auto-
res: “especialmente las de los lúcidos defensores de una
visión del universo racional y científica: Richard Daw-
kins, Martin Gardner, Ursula Goodenough, Steven Gould,
James Randi, Michael Shermer, Steven Weinberg y E. O.
Wilson.” Después de esas referencias, las esperanzas del
lector quedan muy altas aguardando lo mejor. En ningún
momento nos defrauda. El libro es soberbio.
Comienza Park por señalar la necesidad de separar
“ciencia” de “ciencia vudú” (éste debiera haber sido el
título de la obra en castellano sin la “o” entre medias).
¿A qué se refiere con esos términos? Según la definición
de E. O. Wilson recogida y aceptada por el autor: “La
ciencia es la empresa sistemática de recopilar conoci-
mientos sobre el mundo, y de organizar y condensar di-
chos conocimientos en leyes y teorías comprobables.” A
partir de esa premisa, Park diseña un filtro en forma de
dos sencillas preguntas para comprobar si una afirmación
es científica o no: “¿es posible diseñar una prueba ex-
perimental? y ¿este postulado hace el mundo más pre-
decible? Si la respuesta a una cualquiera de estas dos
preguntas es <<no>>, no es ciencia.”
Con el término “ciencia vudú” el autor engloba cua-
tro términos distintos: “ciencia patológica” (aquélla en la
que el científico se autoengaña y termina viendo lo que
deseaba ver), “ciencia basura” (el científico emplea ar-
gumentos orientados a confundir a gente que, normal-
mente, no tiene conocimientos para poner en duda tales
afirmaciones), “pseudociencia” (aquélla que se disfraza
de ciencia sin serlo) y “ciencia fraudulenta” (aquélla que
busca un beneficio mediante el uso del engaño). Como
los límites entre ellas a veces no están claros, el térmi-
no conjunto evita discusiones.
Park afirma las ventajas de la ciencia: “La ciencia
funciona” pero no quiere crear falsas esperanzas. Gracias
a ella vivimos en un mundo mejor, pero la superstición
y la ciencia vudú continúan existiendo. En última ins-
tancia, la pregunta es: ¿por qué creemos? A lo largo del
libro, el autor va citando motivos para esa actitud: mala
información periodística, renuncia de sus colegas cien-
tíficos a entrar en el debate público, la presión social...
pero principalmente creemos porque la evolución tanto
biológica como social nos ha predispuesto a ello. Pensemos
en un niño de los periodos en los que los seres humanos
eran cazadores y recolectores. Su supervivencia depen-
día de su capacidad de encontrar relaciones entre suce-
sos aparentemente independientes: comer de una plan-
ta determinada y morir, recibir una mordedura de una
serpiente y fallecer... No importaba el conocer la razón
por la que algunos vegetales y animales eran letales mien-
tras otros muy semejantes a ello no lo eran, pero si tenía
la capacidad para aprenderlo, si creía en lo que le de-
cían sus mayores, tenía más posibilidades de llegar a la
edad de la reproducción. En estos ejemplos sí hay una
relación de causalidad, pero ¿qué sucede cuando no la
hay, cuando es pura casualidad? Que aparece la supers-
tición. El deportista que cree que una gorra determina-
da le trae buena suerte no está exhibiendo una capaci-
dad mental distinta a las que acabamos de citar. Sin
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EL SILLÓN ESCÉPTICO
ARCHIVO
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embargo, podemos y debemos emplear un método que
nos permita dilucidar si esas relaciones entre sucesos
son reales o ficticias, ese método es la ciencia.
Parece sencillo, pero existen problemas. Uno es el
mal conocimiento del cálculo de probabilidades. ¿Cuán-
tas personas saben que la posibilidad de obtener cara en
el lanzamiento de una moneda después de una serie de
cuatro caras consecutivas continúa siendo de un 50%?
Podemos creer que un suceso es imposible (y, por tanto,
ponernos a buscarle causas ocultas) cuando no lo es. La
otra gran dificultad es la falta de conocimientos previos,
algo cada vez más grave según avanza y se especializa la
ciencia. Muchos tenemos ideas generales sobre astrono-
mía, evolución, física... pero los practicantes de la cien-
cia vudú están empezando a justificarse con teorías de fí-
sica cuántica, supercuerdas... temas que escapan de los
conocimientos del común de la gente.
Por ello el autor pregona la necesidad de una mayor
presencia de los científicos en estos debates y predica
con el ejemplo. Desmonta con rigor admirable los falsos
fundamentos científicos de la homeopatía, la energía ne-
gativa y la meditación transcendental, la magnetotera-
pia... los denuncia como lo que son, ciencia vudú. Sin
embargo, Park no se detiene en ese punto. Dirige su crí-
tica también hacia otros campos que pueden parecer a
priori más respetables como la posibilidad de la fusión
fría, el calentamiento global, la construcción de la esta-
ción orbital permanente: “La estación espacial constitu-
ye el mayor obstáculo para proseguir la exploración del
espacio” o la llamada Guerra de las Galaxias. Su con-
clusión es demoledora. Son proyectos que resultan im-
posibles, o no están científicamente probados o no ob-
tendrán unos resultados científicos que compensen las
inversiones multimillonarias que se van a realizar en
ellos. Su justificación puede ser económica o política
pero tienen poco que ver con la ciencia.
Cada uno de estos temas es tratado con claridad y sin
que el autor suponga ningún conocimiento científico al
lector. Si alguno de ellos los precisa, Park los brinda con
sencillez. Las dos primeras leyes de la Termodinámica al
hablar de las máquinas de movimiento perpetuo, los pro-
cesos de fusión atómica al criticar las afirmaciones de
Pons y Fleichmann o el número de Avogadro al tratar la
homeopatía son auténticos ejemplos de divulgación cien-
tífica que cualquier persona puede comprender y que su-
ponen una invitación al lector para que profundice en
ellos ya con una base mínima aunque sólida.
Unamos a ello un lenguaje diáfano sin jerga innece-
saria y un gran sentido del humor que se refleja en la in-
clusión de chistes siempre oportunos. Por ejemplo, sobre
la fusión fría, la cual debiera haber producido grandes
cantidades de radiación: “Y, sin embargo, ahí estaban los
dos flamantes químicos, en una fotografía que aparecía
en las portadas de los periódicos de todo el mundo, ves-
tidos con chaqueta y corbata, sosteniendo orgullosamente
su pila ante las cámaras. Como comentó el físico nuclear
Frank Close, ésta habría sido la fuente de radiación más
caliente al oeste de Chernóbil.” Su comentario al expe-
rimento de irradiación de energía positiva mediante la
meditación transcendental que debiera haber reducido el
índice de criminalidad en Washington es un ejemplo de
humor negro: “Durante aquellos dos meses el índice de
asesinatos alcanzó unas cifras que nunca antes se habían
producido y que hasta hoy tampoco se han vuelto a re-
petir después.” Sin embargo, para el promotor de la ac-
tividad: “<<el crimen brutal>> había disminuido. Sólo
cabía imaginar que los asesinos habían actuado de una
manera más humana, matando quizás a sus víctimas de
un tiro limpio entre ceja y ceja, en lugar de hacerlo a ga-
rrotazos.”
Todo ello conforma un libro que se lee como una no-
vela apasionante, de un tirón. Su final nos dice que exis-
te lo sorprendente, lo misterioso pero que no reside en
conjuros abracadabrantes sino en: “El asombro ante el
hecho de que aquellos frágiles granos de materia que se
reproducían por sí solos, atrapados en un diminuto pla-
neta durante algunas docenas de órbitas alrededor de una
estrella insignificante entre un incontable número de
otras estrellas, y en una entre miles de millones de ga-
laxias, hubieran sido capaces de comprender todo aque-
llo. Quizá sea precisamente esto lo más extraño de todo
el universo; extraño e incomparablemente maravilloso.”
José Aurelio Bay
EL EXPEDIENTE MANISES
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ PERIS
Prólogo de VICENTE-JUAN BALLESTER OLMOS
Col. “Biblioteca Camille Flammarion”, nº 1
Fundación Anomalía
Santander, 2000
AQUEL OVNI DE 1979
Quien no vivió la fiebre
ovni
de finales de los años
setenta difícilmente pue-
de hacerse idea de cómo
los extraterrestres estaban
presentes en la España
de la transición. Fue la
edad dorada de la ufolo-
gía en nuestro país, en lo
que a impacto social se
refiere. Unos años en los
que imperó el sensacio-
nalismo de Antonio José
Alés en la radio, de Fernando Jimé-
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FUNDACIÓN ANOMALIA