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La panspermia no es inverosímil intrínsecamente pero, sin
embargo, en la ciencia ha desempeñado un papel de menor
importancia, poco glorioso, no demasiado alejado del tema
de la fusión fría. El "establishment" científico no es espe-
cialmente ciego, carpetovetónico o malévolo, pero incluso
el sentido común llano precisa unos requerimientos míni-
mos para admitir algo: una hipótesis debe satisfacer al
menos ciertos estándares para ser tomada en serio, espe-
cialmente para ser aceptada como líder entre una serie de
alternativas viables.
Para comenzar, la panspermia se halla muy mal definida
como concepto y los argumentos en su favor tienden a ser,
cuanto menos, muy poco rigurosos. Figuran desde divaga-
ciones académicas sobre posibilidades “académicas”, has-
ta llegar a aserciones apasionadas y partidistas sobre la
inevitabilidad universal de la vida, que no siempre se detie-
nen justo antes de pasar a la defensa de hipótesis sobre la
existencia de ovnis.
En un extremo se encuentran las tenues especulacio-
nes sobre que, alguna vez, algo de materia viva viable hubie-
ra podido
salpicar un planeta (o haberse agregado en el
espacio) y sobrevivir de alguna manera, a períodos indefi-
nidos de exposición a la radiación y a radicales libres y, en
principio
, haber llegado intacto a un planeta receptor y
haber establecido una población viable. Para un biólogo,
esto no es completamente imposible, pero no es lo sufi-
cientemente plausible como para ser emocionante.
Después de todo, en términos de estricta lógica, tam-
bién es muy difícil refutar la hipótesis del ratoncito Pérez,
el cual no ha sido muy tenido en cuenta hasta ahora en los
libros de texto de biología y eso que, por lo menos, el raton-
cito Pérez tiene la ventaja de que podemos comprobar deba-
jo de nuestras almohadas la transmutación del diente malo-
grado en agradable papel moneda de curso legal.
¿Cómo puedo distinguir si nuestro mundo vivo es como
es (a) porque una sola espora cayó desde el espacio exte-
rior a la Tierra hace cuatro mil millones de años o (b) por-
que surgió la vida en él hace cuatro mil millones de años
a partir de sus propias arcillas?
Y si esa distinción soluciona un problema en este pla-
neta, ¿cómo soluciona el problema de cómo emergió la vida
por vez primera, dondequiera que esto sucediera? ¿O debe-
mos aceptar no sólo un Universo en estado estacionario,
sino una vida en estado estacionario también?
Nada de esto es conceptualmente absurdo, pero sería
necesario ser un fanático de marca mayor para mantener
que cualquiera de estas ideas es actualmente competitiva.
En el otro extremo de la escala de la misma teoría pans-
pérmica tenemos, más o menos como ciencia infusa, la
diseminación universal, continua y eficaz de esporas o de
virus viables de planeta en planeta a través del Universo.
POLISPERMIA Y OLIGOSPERMIA
Hasta ahora todo muy bonito, pero en el fragor del deba-
te, los defensores de ambos extremos de las hipótesis pans-
pérmicas (los de una diseminación muy concreta y los de
la diseminación más amplia) saltan ágilmente de premisa
en premisa.
Científicos profesionales –que despellejarían a cualquier
estudiante que discurriera de esa manera– plantean pro-
puestas específicas al respecto. Cuando estas propuestas
son demasiado específicas, encuentran una feroz resis-
tencia de antipáticos especialistas que destacan un sinfín
de incómodos hechos e impertinentes objeciones lógicas.
Bajo tal presión, los proponentes se escudan en un ondear
de manos, sólo para emprender la batalla de nuevo, con
el esc
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ptico
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16
Plausibilidad,
trascendencia
y
la
epidemia
panspérmica
JON RICHFIELD
La panspermia se halla
muy mal definida como concepto
y los argumentos en su favor
tienden a ser, cuanto menos,
muy poco rigurosos.
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más fuerza si cabe, cuando la presión no consigue apar-
tarlos de la firmeza de su vaguedad.
Todo esto es positivo. La ciencia haría parcos progresos
si no especuláramos, y un poco de acidez en las discusio-
nes agrega bríos renovados. Después de todo, nadie obli-
ga a participar en estos debates a los que tienen espíritus
más apacibles. Además, la propuesta y la crítica de nue-
vas ideas nos mantiene más llenos de vida y afila nuestras
hipótesis, y si molesta a personas anticuadas vernos en el
juego, bien; un poco de aflicción es beneficiosa para su
carácter y pueden consolarse con sus gruñidos despecti-
vos de costumbre.
Pero una buena discusión no sustituye a la sensatez y,
en la ciencia, una línea de razonamiento sin sensatez abu-
rre pronto. Hay demasiado trabajo de verdad por hacer,
mucho más provechoso.
En el extremo modesto de la escala, casi la única infe-
rencia interesante de la panspermia, si la hipótesis de una
única inoculación es cierta, es la implicación que en algún
lugar lejos de la Tierra, la vida se ha desarrollado y debe
tener ciertos aspectos en común con la de nuestro plane-
ta. Este hecho tendría una enorme implicación per se y,
si tuviéramos la menor pista sobre dónde buscar la fuente
o cómo reconocerla, justificaría investigaciones y serias
tentativas para una visita o, por lo menos, enviar algunas
sondas.
Parémonos, sin embargo, a pensar en esto, y suponga-
mos que descubrimos una remota fuente de inoculación.
El trabajo sobre la génesis de la vida en la Tierra está ya
en curso y tal descubrimiento no le afectaría en gran mane-
ra. Habría dos planteamientos sobre el origen: o un germen
aterriza en una sopa inerte pero con nutrientes, y prospe-
ra, o un germen similar se forma en esa sopa de la misma
manera que el germen invasor pudo haber hecho en otro
planeta... y prospera. Filosóficamente, sólo se incrementa
en una unidad el origen de la cadena de la vida.
“Biológicamente”, desde la perspectiva de este plane-
ta, no veo ninguna diferencia en absoluto. ¿Quién entre
nosotros apreciaría tal especulación como una base sólida
y suficiente como para poner su trabajo habitual en la des-
pensa y destinar recursos para buscar el planeta padre?
El problema no es sólo una implausibilidad intrínseca,
sino la carencia de viabilidad práctica. ¿Qué buscaría usted,
cómo y por qué? ¿Qué le hace pensar que el planeta padre
se halla dentro del rango de detección, o incluso que toda-
vía existe, o que la vida en ese planeta llegó a evolucionar
más allá que algunos retazos de barro en un desierto ago-
nizante?
Para estar seguro, hay un montón de líneas diferentes
de investigación en las cuales las preguntas relacionadas
podrían sobrellevarse: el estudio de nuestro Sistema Solar
y de las estrellas “próximas”; la búsqueda de inteligencia
extraterrestre; la investigación de los perfiles de radiación
de nuestras regiones vecinas en el espacio; la naturaleza
de nuestra propia biología molecular; etcétera. Todas ellas
tienen sus propias justificaciones como objetos de estudio
en sus propias escalas y algunas de ellas podrían indicar-
nos alguna dirección donde hallar una justificación para el
estudio de la panspermia o, al menos, de la polispermia de
algún modo.
Pero, hasta ahora, nada más. Para la idea de que la Tie-
rra, casi milagrosamente, recogió una sola o, como máxi-
mo, algunas “esporas” que pusieron en marcha nuestra
biosfera, acuñemos el término oligospermia. Como ya indi-
qué, no contemplo la oligospermia como un ente de mucha
importancia práctica, ni la encuentro plausible (¡pero cada
uno que elija su propia opción!).
Entonces tenemos la polispermia. Esta idea apunta
hacia que la infección interplanetaria es rara, pero no extre-
madamente rara. Cualquier planeta con un buen océano
fértil lleno de materia orgánica generada abiogenética-
mente
1
, podía esperar suficientes visitantes como para con-
seguir una biosfera viable en algunos cientos de millones
de años.
Esto implicaría un suministro mucho más rico de fuen-
tes de esperma de lo que requiere la oligospermia, pero
para mí tendría un poco más de trascendencia biológica
cotidiana. Durante los últimos dos mil millones de años,
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el esc
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17
Una buena discusión
no sustituye a la sensatez y,
en la ciencia, una línea
de razonamiento sin sensatez
aburre pronto.
Portada de la revista estadounidense
Science, del 23 de octubre de 1998 (Vol.
282, núm. 5389), en la que se incluía el
dossier "Genome Issue: A Genome Sampler"
sobre las investigaciones que se llevaban a
cabo sobre el genoma humano.
KA
THERINE SUTLIFF
,
AAAS
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no hay prácticamente ningún compuesto bioquímico que
pudiera penetrar en nuestra biosfera en cantidades infini-
tesimales sin que fuera ávidamente engullida por organis-
mos emergentes.
Los autores tendrían que producir algo sustancial y fal-
sable
2
para prestar mucha atención a la polispermia. En
ciencia, un tema no tiene que ser falso para ser aburrido.
Consideremos después la panspermia en un escenario
mucho más ambicioso, en un Universo que está más o
menos inundado con esperma cósmico, en el que todos los
planetas se hallan continuamente (o al menos frecuente-
mente –digamos más de una vez por siglo–) sazonados con
organismos viables. En las versiones más fuertes de esta
teoría, algo de este esperma sobrevive –rutinariamente– en
dichos planetas. Los más optimistas lo ven como la fuerza
impulsora detrás de la evolución, ¡que enriquece conti-
nuamente nuestra herencia genética!
Otros adoptan una visión más melancólica y, entre copio-
sos tragos medicinales de whisky escocés caliente y limón,
realizan un luctuoso retrato de los visitantes del espacio
como semillas de epidemias de gripe y similares. En un
Universo en estado estacionario (eterno –o, al menos, muy,
pero que muy duradero–), tales esporas podrían servir como
un estado estacionario de la vida, una clase de ecología
difusa, eterna y cósmica.
En un campo de tal importancia
¿debería valer la pena buscar tales
esporas y probar su viabilidad en el
espacio y en la Tierra? ¿Por qué no
solucionar el conflicto de una vez y
después proceder a las implicaciones
de los resultados, que resultará más
interesante?
HIPÓTESIS
INFALSABLES
Desdichadamente, es
extremadamente difícil
diseñar experimentos
que satisfagan a todos.
Frente a los resultados
negativos que se van
produciendo para sus
intereses, las hipótesis
panspérmicas van deca-
yendo sucesivamente,
primero en polispermia,
después en oligospermia
y, finalmente, en infal-
sabilidad
, es decir, en
hipótesis que no se pue-
de demostrar de ningún
modo si son falsas o
ciertas.
Así, hay muchos
tipos de comentarios.
¿No se encontró
nada? Obviamente,
no se buscó duran-
te suficiente tiem-
po, ni con la habili-
dad suficiente, ni
con las suficientes
ganas, ni en los
lugares adecuados.
¿Cómo se puede
esperar que su filtro
recoja una frecuen-
cia tan baja de par-
tículas? No se buscaron los gérmenes correctos (¿quién
dice que los gérmenes de la gripe en el espacio estarán en
la misma forma que los gérmenes de la gripe en células
huésped eucariotas?). Su dispositivo no era suficientemente
respetuoso, destruyó los especímenes. Sus pruebas no eran
lo suficientemente correctas como para reconocer los orga-
nismos alienígenas. Por regla general, los autores de esta
clase de discusión parecen pensar que un virus es todo lo
que se necesita para comenzar una epidemia, sin impor-
tar lo que digan los aguafiestas de los virólogos. Y etcéte-
ra, etcétera, etcétera.
Para empeorar las cosas, en la vida ver-
dadera no es tampoco una materia fácil el
detectar o identificar formas de vida real-
mente microscópicas o formas de cuasi-
vida
(tales como virus o viroides). Incluso
cuando uno tiene bastante cantidad de
material a su disposición, se puede discu-
tir la naturaleza de, no solamente organis-
mos fósiles, sino incluso de los microbios existentes. Miran-
do a través del microscopio, uno no ve todos esos cuadros
maravillosamente etiquetados de paredes celulares y de
hélices dobles. En la práctica, probar una afirmación pue-
de constituir un serio desafío y la prueba de una negación
se convierte en una labor muy, muy difícil.
El fracaso en probar que algo no existe o no sucedió,
es consistente, basándose en la lógica, con ambas hipóte-
sis: la de que sucedió y la de que no sucedió. Si alguien
se toma en serio el resultado de un experimento como apo-
yo de alguna de ambas hipótesis, el fracaso en el estable-
cimiento de la prueba deseada debe tener sentido en el
contexto de la teoría y del propio experimento.
Por ejemplo, consideremos un informe imaginario tal
como: “intentamos detectar el planeta y no pudimos encon-
trarlo; nuestra teoría sugiere que su brillo se encuentra
entre la magnitud 12 y 22, pero nuestro telescopio es útil
hasta la magnitud 18, por lo que no haber podido detec-
tarlo no prueba su falta de existencia. Este resultado es
consistente con la ausencia del planeta, pero por supues-
to, también es consistente con el hecho que el planeta será
perceptible con un telescopio mejor. Además, la presencia
del planeta explicaría la anomalía gravitacional observada,
tal como sugerimos”.
el esc
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18
En ciencia,
un tema no tiene
que ser falso
para ser aburrido.
ARCHIVO
Chandra Wickramasinghe,
junto con Hoyle, es uno
de los máximos defensores
en la actualidad de
las hipótesis panspérmicas.
ARCHIVO
Fred Hoyle.
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¿CUÁNTO TARDÓ EN SURGIR LA VIDA TAL COMO
LA CONOCEMOS? ¿QUÉ POSIBILIDADES TUVO?
Un ejemplo de razonamiento distorsionado es el que indi-
ca que la panspermia nos libera de la carga intelectual de
la improbabilidad de conseguir una proteína (o cadenas de
ácidos nucleicos o similares) cuya probabilidad de exis-
tencia tiende a cero en el ridículamente corto espacio-tiem-
po estimado que debería estar disponible durante el pe-
ríodo de abiogénesis de la Tierra.
Ésta es una píldora enmohecida difícil de tragar, no
demasiado apetitosa incluso cuando estaba fresca (si lo
estuvo alguna vez; sospecho que fue originada en alguna
parte en un Universo panspérmico de estado estacionario).
El problema es que no es en absoluto relevante excepto en
el caso de un Cosmos estacionario eterno, infinito y cons-
tante, lo que no se acepta actualmente en nuestro caso.
Supongamos que o bien la vida se originó aquí o bien
lo hizo en alguna otra parte. Supongamos que se formó por
generación estocástica de las estructuras vivas necesarias.
Pero aceptemos que la generación estocástica de un sis-
tema único de polímeros es demasiado improbable para
que suceda en nuestra historia planetaria. Esto es indis-
cutible. Ningún biólogo o bioquímico competente lo sos-
tendría por un instante.
Desgraciadamente, parece ser que el mismo argumen-
to es válido para cualquier Universo tan pequeño como el
nuestro, incluso sin limitar el alcance a un solo planeta.
Incluso un googol (que en matemáticas es una cifra
igual a 10
100
) de partículas en, pongamos, 10
10
años (unos
diez mil millones, que es un poco menos del tiempo de
vida probable del Universo) es un medio y un tiempo muy,
pero que muy escaso como para generar cualquier cosa via-
ble con cualquier probabilidad realista. Por eso, para tales
asunciones, proponer la panspermia para superar la nava-
ja de Ockham es muy poco razonable.
No existe evidencia de que una selección probabilísti-
camente independiente de monómeros para cadenas “dia-
na” específicas hubiera significado en alguna parte una
base viable para la génesis de la vida. Por lo tanto, no tie-
ne objeto la discusión sobre las probabilidades de 10
-137
(equivalente a 1, dividido por 10 con 137 ceros detrás) (o
cualquier otro ridículo guarismo que uno prefiera).
Sin embargo, hay dos huecos en esta idea: no sabemos
si la formación de polímeros es realmente eficaz al azar,
así como no tenemos ningún indicio para creer que sólo un
polímero (o incluso una clase de ellos) pueda ser viable.
El espacio de todos los polímeros disponibles en nues-
tro pasado abiogenético puede ser muy rico en tipos de
desarrollo válidos.
Por lo que sabemos, la frecuencia de macromoléculas
viables en nuestra sopa ancestral, pudiera ser del orden de
una entre millones o miles de millones, más bien que de
una entre googols.
En otras palabras, de todas las moléculas que proba-
blemente se generaron en nuestra sopa primitiva, la fre-
cuencia de especímenes biológicos relevantes pudo ser
muy alta de hecho, quizás de centenares o aún incluso de
otoño - invierno 2000
el esc
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19
Entre todas las moléculas que
probablemente se generaron en
nuestra sopa primitiva, la frecuencia
de especímenes biológicos relevantes
pudo ser muy alta
Fotografía del cometa Hale Bopp, captada el 5 de abril
de 1997 desde el Joshua Tree NationalPark,
California –EEUU –).
W.
P
ACHOLKA
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millones de órdenes de magnitud mayor que lo que pudie-
ra sugerir un simplísimo modelo estocástico.
La generación estocástica de moléculas “diana” únicas
o casi únicas es apenas una esperanza más viable para los
panspermistas que para los localistas, es decir, los que
creemos más posible que la vida surgiera en nuestro pla-
neta como fruto de una evolución propia.
Esto no invalidaría la panspermia, pero restaría validez
a los argumentos de que la misma es una asunción sufi-
ciente, dejemos aparte que también necesaria, para el cui-
dado y nutrición de los buenos ockhamistas.
¿Pero estoy siendo demasiado esperanzado? A la luz de
la, de ninguna manera absoluta pero desde luego muy con-
siderable, especificidad de las biomoléculas existentes,
¿cómo critico el optimismo de los panspermistas?
Lo concedo, para cualquier proteína funcional o ácido
nucleico hay, seguramente, alguna perturbación que evita
que funcione según lo establecido. Como analogía, imagi-
nemos una llave: se puede cambiar la forma externa, tama-
ño, peso, color, rigidez, hacerla de latón, acero, quizá inclu-
so de plástico, toda clase de cosas, y todavía cabrá en la
cerradura, pero agreguemos o restemos o cambiemos inclu-
so un pequeño detalle en la pieza que entra en la cerra-
dura, y se acabó. Ya no tendremos una llave, o, por lo
menos, la llave adecuada.
Pero tampoco hay muchos cambios, o mutaciones, que
no ofrezcan ninguna oportunidad y que hagan que una sola
modificación sea mortal o que, por lo menos, cause una
reducción seria en la aptitud. ¿Quién apuesta a que nues-
tra sopa primitiva pudo generar un número de combina-
ciones cercano al número suficiente para conseguir una
mezcla viable?
El problema lógico reside en que no podemos asumir
que los requisitos para la viabilidad para producir vida en
una sopa estéril sean iguales a los que se encuentran en
el furor nutritivo que impregna el suelo y el océano de hoy
en día.
Cualquier estructura ridículamente complicada podría
haber renqueado durante siglos en entornos muertos, pero
fértiles, sin temor a verse interrumpida. Cuando la com-
petencia fue creciendo en dureza, se hizo necesaria para
la supervivencia una mayor eficacia en el rendimiento y en
algunos cientos de millones de años se debió producir algo
similar a la mayor especificidad de nuestras estructuras
moleculares modernas.
Algunos miles de millones de años de adaptación más
adelante, la imperfecta abiogénesis original se habría per-
dido en el pasado, probablemente junto con montones de
sistemas rivales y de diseños que resultaron ser menos via-
bles o menos afortunados.
Cualquier persona que dude esto podría también pre-
guntar por qué las herramientas del Paleolítico son com-
pletamente inútiles en una tienda de maquinaria moder-
na, en la que la imprecisión en un milímetro o dos sería
desastrosa en muchas circunstancias. Irónicamente, un
torno eléctrico moderno no hubiera impresionado dema-
siado en una tienda de maquinaria paleolítica. Cualquiera
de nosotros hubiera desempeñado un mal papel en el pre-
cámbrico remoto. La adaptación fue así una necesidad
absoluta.
AZAR Y DESCUBRIMIENTO
Un concepto de crucial importancia es que el proceso de
adaptación es heurístico
3
, en oposición a estocástico
4
. Cual-
quier persona que no conozca las implicaciones de este
hecho tiene muchos deberes que hacer todavía... ¡Darwin
pasó de largo sin detenerse en él!
Para explicarlo, hablemos ahora de monos. Imaginemos
a montones y montones de simios con un vigor infinito y
montones y montones de máquinas de escribir (muy, pero
que muy buenas máquinas de escribir con montones y mon-
tones de piezas de recambio y papel para escribir).
Algo después de una cifra de pulsaciones parecida a un
uno con cien millones de ceros detrás, conseguiríamos un
Shakespeare completo. ¿De acuerdo? Quizá (aunque con
mi suerte, ¡no confío demasiado!). Bueno, de acuerdo, pero
¿Qué más se consigue en el camino? ¿Cualquier medio Sha-
kespeare? ¿Otro Shakespeare, pero con las secuencias cam-
biadas? ¿Qué? ¿Ni siquiera algún pareado en algún oscu-
ro idioma ancestral? ¿Qué me decís de algunas obras de
Spencer, Schiller, Semmelweiss o Skytbalie?
La verdad es que Skytbalie nunca ha existido “real-
mente”, pero se trata de un autor que “podría haber” escri-
to el tratado definitivo, convincente y revelador, sobre la
naturaleza de la mente y su generación y sobre física pre-
dictiva si “hubiera” existido alguna vez. Su trabajo habría
hecho que Einstein pareciera Enid Blyton por su profundi-
dad y como un político teórico decimonónico por su clari-
dad y coherencia.
Por desgracia, si él “hubiera” sido real y le hubiera ape-
tecido escribirlo, el Skytbalie inexistente habría escrito su
tratado inexistente en su lengua materna inexistente de
Strondskrif, así que nadie habría podido leerla, puesto que
no tenemos ninguna lengua tal. Sin embargo, ¿quién está
en posición de negar que este tratado pudo haber apare-
cido en los subproductos de la obra de nuestros monos, y
también habría quizá un fortuito diccionario... de otra len-
gua inexistente de Gageluid?)
el esc
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ptico
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20
Un concepto de crucial
importancia es que el proceso
de adaptación es heurístico
y no estocástico.
Cualquier persona que
no conozca las implicaciones de
este hecho tiene muchos deberes
que hacer todavía...
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¿Lo ve? una enorme cantidad de genialidad podría
surgir de la obra de nuestros monos y nosotros ni siquiera
estarímos captando ninguna cosa heurística sobre sus pro-
ductos. Mirando a través de esa masa escrita, encontra-
ríamos las obras de Shakespeare y Schiller y todas las
demás, mientras que en algún otro Universo éstas serían
pasadas por alto sin ser reconocidas, al tiempo que un
encantado Strondskrifense saltaría de contento con las
obras de Skytbalie. Pueden haber existido muchos siste-
mas diferentes, mutuamente excluyentes, pero intrínseca-
mente viables, dada una ocasión adecuada.
No tenemos ninguna manera de saber cuál puede ser
la frecuencia de cadenas significativas de ARN, ADN o de
péptidos en el ámbito de las secuencias, combinaciones y
configuraciones accesibles, que muy probablemente tie-
nen asociaciones fuertemente heurísticas.
¿Debo necesariamente estar equivocado al conjeturar
que en frecuencias de una entre millones o entre miles de
millones?
Dígame porqué (¡atención! si nuestro idioma hubiera
sido el Strondskrif –y quién es usted para decir que esta
es una probabilidad intrínsecamente inferior a la de que
sea el español– hubiéramos reconocido antes la obra de
Skytbalie que la de Shakespeare).
El intentar generar un texto en una lengua particular
puede no ser factible, la generación de un texto en cual-
quier lengua actual puede ser solamente algunos órdenes
de magnitud más fácil, pero la generación de un texto en
algo que pudo en principio ser viable como lengua, dado
un ambiente semiótico conveniente, no debe ser ridícula-
mente difícil en absoluto.
Pero... ¿sería realmente de algún valor el trabajo de Sha-
kespeare en una masa de papel tan gravitacionalmente caó-
tica? Definitivamente no. Nunca podríamos encontrarlo.
Ésa es la clave de la generación heurística de políme-
ros funcionales en nuestro suelo y en nuestra agua primi-
tivos. No podemos entresacar nada de este número astro-
nómicamente enorme de moléculas; quizá consigamos unos
cuantos trillones de toneladas de moléculas precursoras
barajadas durante algunos cientos de millones de años.
Cualquier tipo de moléculas vecinas que hubieran podi-
do construir algo en común hubieran dispuesto de una opor-
tunidad en cada nueva generación. Quizá esto sucedió
muchas veces, o quizá solamente una. Tal vez únicamen-
te ocurrió en una ocasión en toda la historia del Universo
y sucedió aquí. Es posible que sucediera en diferentes luga-
res, pero que solamente sobreviviera ésta.
La mayoría de las moléculas que no se ajustan a los
modelos emergentes simplemente nunca triunfan. Tal con-
texto es un requisito imprescindible en esta conexión y con-
seguirlo acertadamente por primera vez toma bastante fae-
na, de hecho, una gran retroalimentación.
Uno de los mayores problemas con cualquier abiogé-
nesis basada en el espacio exterior es que es excesivamente
difícil crear un panorama convincente para tal retroali-
mentación heurística. En la Tierra había un buen montón
de agua para la humidificación, soporte y transporte, can-
tidades ingentes de arcilla para enraizar, y un buen volu-
men de materias primas para la transformación en la
siguiente generación. En el espacio, en cambio, se nece-
sita mucha suerte para conseguir un péptido, no digamos
un virus. Y si se consiguiera milagrosamente un virus, ¿qué
procedimiento meta-milagroso generaría otro virus de la
misma clase en la misma región?
Si alguien me diera un rollo de papel conteniendo todo
lo escrito por Shakespeare (o incluso un solo soneto, real-
mente) e intentara convencerme que lo había encontrado
en una roca virginal del espacio exterior, precisaría una cier-
ta evidencia de apoyo bastante convincente. ¿Todo esto y
además también en inglés? ¿inglés isabelino? ¿y en papel?
Una sola molécula de glucosa en el espacio quizás me
lo tragara, pero ¿polimerizada en celulosa, condensada y
clasificada más allá de nuestra atmósfera? ¿o salpicada de
otro planeta en el cual la celulosa acababa de convertirse
en el sustrato disponible? Bien, ésa es la clase de cosas
que los panspermistas están intentando vendernos en for-
ma de enfermedades espaciales.
otoño - invierno 2000
el esc
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ptico
21
ARCHIVO
Portada del libro Astronomical Origins of Life,
en el que se difunden las ideas panspérmicas,
escrito por Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe
y publicado en diciembre del pasado año.
Uno de los mayores problemas
con cualquier abiogénesis basada en
el espacio exterior es que es excesivamente
difícil crear un panorama convincente
para tal retroalimentación heurística.
background image
VIRUS ESPACIALES
Un virus no es sólo una bola de proteínas y ARN. Es una
estructura que está formada por las proteínas adecuadas
en la configuración adecuada en una conformación ade-
cuada de llave y cerradura, y además con las bicapas nece-
sarias de lípidos, las enzimas adecuadas incluidas dentro,
y las cadenas adecuadas de ARN en su interior que nece-
sitan ser montadas en un medio acuoso, ¡y utilizando para
ello la maquinaria necesaria de ensamblaje! A cualquier
persona que piense que puede generar un virus de la gri-
pe simplemente agitando los ingredientes en agua (¡ima-
gínese en un cometa!), le deseamos buena suerte para el
primer millón de años de sacudidas en la coctelera. Y por
ingredientes, no me refiero a carbono y agua.
Traduzca todo en términos de ingeniería: intentar ensam-
blar virus al azar en el espacio significa pedir al torbellino
proverbial montar un Boeing a partir de los desechos de un
corral, no en una tienda de maquinaria con todos los com-
ponentes preparados a mano.
Y lo que es más, es como pedir un Boeing y rechazar
un Handley-Page o un Douglas. De la totalidad de virus que
existen, nosotros no somos sensibles a cualquiera de ellos,
sino sólo una secuencia ordenada de cepas de los mismos,
con una complejidad media y con una cierta especificidad
en su acción hacia nuestro modesto subconjunto de verte-
brados anfitriones.
Pero ya es pedir demasiado que nuestro virus milagro-
so del espacio también disponga de las neuraminidasas y
las hemaglutininas adecuadas. Las epidemias persistentes
de polio o de rabia no proceden del espacio, parece ser, a
pesar de que ambos virus son muy infecciosos cuando pene-
tran en el tracto respiratorio o en el ojo. Lo que tenemos
es sólo la gripe.
¿Y las secuencias de nuevas cepas de la gripe cada
pocos años justos son sólo consistentes con la evolución
molecular terrestre?
Pero ¡alto!, los ingredientes son los mismos para cual-
quier cometa. Si por mi fórmula mágica para ensamblar mo-
léculas vivas o estructuras en el océano o arcillas de la Tie-
rra, puedo construir vida a partir de muestras verdaderamente
pequeñas de materia, por retroalimentación adaptativa, en-
tonces... ¿por qué no puede suceder lo mismo en las mu-
cho más extensas muestras de materia espacial? ¿Quién ne-
cesita entonces un Universo en estado estacionario?
La idea, una vez más, dista mucho de ser excitante.
Podemos investigar para saber si hay vida ahí fuera, pero
no podemos buscar virus que lluevan sobre nosotros aquí
abajo. En segundo lugar, ¿dónde se consigue la retroali-
mentación heurística en el espacio?
No, repito, la panspermia tiene que desarrollarse mucho
antes de convertirse en un asunto interesante. Puedo haber-
lo dicho antes, pero lo diré otra vez: ciertos temas, tales
como la teoría de la probabilidad, son fáciles en principio,
pero están llenos de trampas para el incauto. Un tema así
es la evolución, y el olvidarlo empozoña el desarrollo de
cualquier hipótesis en biología.
Aquellos que descuidan dominar la ciencia que subya-
ce en la biología pueden impresionar a sus admiradores pero,
en realidad, no pueden impresionar a biólogos competentes.
Y la mala ciencia no hace ni siquiera buena ficción cien-
tífica..., a menos que el escritor sea un genio.
é
Copyright 2000, Jon Richfield, jonr@iafrica.com
(Traducido por Sergio López Borgoñoz)
NOTAS
1.- Abiogenéticamente quiere decir no generada a partir
de seres vivos (Nota del Traductor)
2.- La falsabilidad (y su contrario, la infalsabilidad), fue un
término acuñado por Karl R. Popper, según el cual nunca
se puede llegar a verificar o confirmar definitivamente una
hipótesis por la ciencia; por el contrario, para que una hipó-
tesis se pueda tener como científica, debe ser falsable, es
decir, debe contener en su enunciación sistemas que per-
mitan ponerla a prueba y refutarla. El hecho de ir supe-
rando de forma satisfactoria las diferentes pruebas que se
le vayan aplicando, sólo incrementa la confianza de los
científicos en ella. Si una hipótesis no puede ser probada,
es decir, si es infalsable, no sería una hipótesis científica,
dado que a la misma no se le puede aplicar el procedi-
miento científico. (Nota del Traductor)
3.- Fruto de una cierta capacidad adaptativa frente a una
presión evolutiva en un contexto dado. Lo heurístico es la
búsqueda de una respuesta a un problema dado, añadiendo
cierta información en cada paso que no es irrelevante en
el siguiente. El proceso de la evolución es heurístico dado
que las especies responden constantemente a las presio-
nes adaptativas construyendo estructuras sobre la base de
lo ya adquirido por sus antepasados. Tal adaptación, sin
empezar desde cero cada vez, agiliza el proceso evolutivo
cuando lo que se necesita es un mero paso. Sin embargo,
esto puede llevar a un callejón sin salida si el producto de
millones de años de evolución no ofrece una base sufi-
ciente para seguir construyendo. Por ejemplo, las tortugas
en las islas en las que hay poca hierba pueden desarrollar
largos cuellos para mirar desde los arbustos pero, sin embar-
go el que a una tortuga, para lo mismo, le surjan alas que-
da más allá de sus posibilidades o de la suerte. (Nota del
Traductor)
4.- Fruto simplemente del azar, sin que se construya nada
nuevo en base a posibles pasadas mejoras. (Nota del Tra-
ductor)
el esc
é
ptico
otoño - invierno 2000
22
Aquellos que descuidan
dominar la ciencia que subyace
en la biología pueden impresionar
a sus admiradores pero,
en realidad, no pueden impresionar
a biólogos competentes.