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berti, matizando las declaracio-
nes del arzobispo Poletto, al decir
que “las preocupaciones expresa-
das por una parte del mundo
científico acerca de la datación,
que podría haber sido afectada
por las desgracias y tribulaciones
de la sábana a lo largo de los si-
glos, y en particular el calor de los
incendios, podrían afectar tam-
bién a cualquier nueva prueba”,
por lo que “las futuras pruebas
para datar la sábana sólo serán
autorizadas cuando el método
haya sido previamente aclarado”.
No deja de ser un síntoma
preocupante que el nuevo arzo-
bispo de Turín se decida ahora a
dar crédito a las falsas investiga-
ciones de Dmitri Kouznetsov, un
científico que, además de haber
sido descubierto en fraude en el
caso de la sábana, ha protagoni-
zado otras historias peculiares
fue desacreditado por sus antaño
colegas creacionistas debido al
empleo de citas falsas en sus
obras
y que, tras su estancia en
la cárcel de Connecticut por un
asunto turbio relacionado con
irregularidades bancarias, ha des-
aparecido sin dejar rastro.
Pero, a pesar de lo que cientí-
ficos y escépticos de todo pelaje
podamos opinar, la sábana de Tu-
rín no para de hacer milagros. El
último se produjo el pasado 25 de
mayo durante la emisión del pro-
grama
Crónicas Marcianas. En él,
ante un condescendiente Sardá y
sin ningún tipo de contrapunto
racional, los profesionales de lo
raro-y-a-ser-posible-falso Javier
Sierra y Julio Marvizón desgrana-
ron uno tras otro todo el arsenal
de tópicos acumulados durante
décadas, en una completa antolo-
gía de argumentos rebuscados que
suponen lo más granado y reac-
cionario de este rancio correlato
latino del
creacionismo científico
que es la sindonología. Entre
ellos, cómo no, el falso experi-
mento de Kouznetsov, presen-
tado como si fuera bueno. Hasta
ahí, todo normal. Pero, de re-
pente, Marvizón se zambulló de
lleno en una demostración de so-
brenatural paranormalidad: nos
informó de que Willard Libby,
“creador del método del carbono
14”, había hecho severas críticas
al proceso seguido en la datación
de 1988 y se había unido al coro
de beatíficas voces que denun-
cian la falsedad de la datación
medieval.
¡Milagro! ¡Milagro! Ya no se
trata de que Libby hubiese dicho
las tonterías que Marvizón le atri-
buyó, lo cual habría sido por sí
mismo un hecho extraordinario
exigente de pruebas extraordina-
rias. Lo milagroso, lo auténtica-
mente milagroso, es que Libby,
ante la invocación de Marvizón,
se levantó de su tumba para criti-
car unas dataciones de 1988, rea-
lizadas ocho años después de su
fallecimiento en 1980. Pero éstos
y no otros son nuestros prodigio-
sos profesionales de la paranor-
malidad.
Sí, señores escépticos, mentes
cerradas. Aunque no lo crean, in-
vocando a la sábana santa, Javier
Sierra y Julio Marvizón dijeron:
“¡Libby, levántante y anda!”. Y
Libby, obediente, “se levantó y
andó”. Y Sardá, sin enterarse. Ni
ellos tampoco, por supuesto. Así
está el patio. Jodidos andamos,
como en el chiste. Pero, en este
caso, sin maldita la gracia.
JOSÉ MARÍA BELLO
Los primitivos
habitantes de
Canarias y el
Oriente misterioso
C
C
ada cierto tiempo, sobre todo
en verano, cuando parece que
la afluencia de noticias es menor
que el resto del año, los medios
de comunicación intentan llenar
espacio y tiempo sacando a la luz
toda suerte de curiosidades, algu-
nas ya bastante conocidas. Du-
rante el periodo estival, los miste-
rios llaman a la puerta de la
prensa, como Georgie Dann a la
de la radio o
Verano Azul a la de
la parrilla de TVE. Así pues, no
sorprende que
Antena 3 Noticias
Tenerife diera cierta cobertura
no sin cierta sorna, eso sía uno
de estos cuentos de una noche de
verano que hacía referencia a una
hipótesis sobre el origen de los
aborígenes canarios.
Ciertamente, el tema es bas-
tante recurrente, pero no así la
teoría que lo retoma, que aboga
por un origen no bereber
el más
aceptado
ni, entrando en el te-
rreno de la especulación, fenicio
o cartaginés o, pasando por la
fantasía más extendida, atlante;
sino uno completamente dife-
rente y doblemente sorprendente
por lo inesperado y alejado, geo-
gráficamente hablando: China.
Efectivamente, los coloquial-
mente llamados guanches llega-
ron a las islas afortunadas desde
los remotos confines del Celeste
Imperio, merced a la pericia ma-
rinera de sus habitantes, a los que
el autor de la teoría, el físico y au-
gur de desastres naturales varios
Guillermo Rodríguez, considera
los mayores viajeros de la anti-
güedad. Las pruebas que susten-
tan esta hipótesis parecen ser bá-
sicamente lingüísticas: el vocablo
guanche vendría de la denomina-
ción de la región conocida como
Wan Chi, y Canarias no sería la
referencia latina a
tierra de canes,
sino la oriental a
tierra cenicienta
el circo paranormal
Willard Libby.
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por aquello del origen volcá-
nico
, por citar sólo dos ejem-
plos. Pero no crean ustedes que el
buen señor se para ahí. Los chi-
nos, que, amén de grandes viaje-
ros, debieron ser los primeros en
reconocer aquello de que España
es diferente y venir a hacer tu-
rismo, también se establecieron
en el País Vasco, según se des-
prende de la traducción china de
Euskadi, que vendría ser la puerta
de Europa.
De modo que canarios
y vascos compartirían un pasado
común en el poderoso dragón
chino.
Eso sí, al margen de estas simi-
litudes lingüísticas, el autor, de
tan sigular hipótesis no parece
aportar nada más: quedan fuera
cuestiones geográficas, étnicas,
históricas o puramente lógicas.
Pero el lector avispado ya sabe
que eso de las pruebas nunca ha
sido problema para quien arde en
deseos de demostrar algo, aunque
a los atribulados chinos les cos-
tará trabajo hacerse un hueco en
el banquillo de quienes reclaman
la paternidad de canarios y vas-
cos, que son muchos, variados y
mal avenidos. Culminaba el ex-
perto
recomendando es de supo-
ner que en broma
–, a los que an-
siaban tener en Canarias un
idioma propio, que acogieran
como tal el chino.
Guillermo Rodríguez es relati-
vamente popular en Canarias por
las diversas predicciones de de-
sastres naturales que ha realizado
a lo largo de muchos años, resal-
tando para quien estas líneas es-
cribe la de un temporal de lluvias
que azotaría en el invierno de
1983 el valle de Aridane, en La
Palma, y que provocó el saqueo de
los supermercados locales a la
caza y captura de alimentos de
primera necesidad. Lo único que
llegó al final fue una ola de calor
y polvo africano, y es que no se
puede acertar siempre. Por si
acaso, uno empieza a dar por
buena la canción del grupo local
Soul Sanet que dice aquello de
que “aquí (en Tenerife), donde
yo nací, se pelea como Bruce
Lee”, porque, parafraseando al Fu
Manchú, el mundo volverá a sa-
ber de esto.
LUIS JAVIER CAPOTE PÉREZ
El niño-batata y
el ‘hombre de los
caramelos’
U
U
no de mis vicios ocultos favo-
ritos es leer prensa paranor-
mal mientras viajo en tren. No
me pregunten por la causa de se-
mejante afición, por favor. El caso
es que estaba ojeando el número
de mayo de la
prestigiosa y seria re-
vista
Más Allá cuando, en la pá-
gina 15, me encuentro con este
notición: “Convertido en... ¡ba-
tata! Sucedió en una escuela de
Borno, Nigeria. Tres alumnos
acudieron desesperados al despa-
cho de la directora para decirle
que, tras aceptar una golosina de
un extraño, uno de sus compañe-
ros se había convertido en... ¡ba-
tata! Cuando ella fue al lugar de
los hechos, encontró, en efecto,
un tubérculo, que ahora está
siendo analizado. De momento, la
Policía investiga el caso”.
Después de mirar y remirar la
revista para cerciorarme de que
no estaba leyendo la sección de
humor o de que no se me había
traspapelado una página de El
Jueves
, tuve que aceptar que aque-
llo era presentado como una noti-
cia de verdad. Un niño transfor-
mado en batata. ¿Se dan cuenta?
Batata:
Ipomoea batatas, familia
convolvuláceas. O sea, un bo-
niato. Y todo causado por el mis-
terioso
hombre de los caramelos, te-
rror urbano de nuestra infancia
que, no contento con limitarse a
engancharnos a horribles drogas o
inocularnos enfermedades treme-
bundas, ahora se dedica a trans-
formar a los niños en boniatos. Y
lo serio que parece todo en la no-
ticia: la directora que se desplaza
al “lugar de los hechos”, el análi-
sis
¿autopsia?del niño-boniato
y la Policía que investiga el caso,
eso sí, sólo “de momento”.
Y habrá que ponerle un nom-
bre a este nuevo fenómeno para-
normal, uno de esos tecnicismos a
los que son tan aficionados nues-
tros amigos los
magufos. No sé...
yo sugeriría
boniatogénesis, que re-
cuerda a fantasmogénesis; pero
quizá sea más apropiado
boniato-
morfosis, que describe mejor el
asunto. O, mejor aún,
boniatomor-
fosis inducida, que es como más
clínico. Y habrá que estudiar se-
riamente el tema, que es de la ma-
yor gravedad: ¿quién es este
hom-
bre de los caramelos?, ¿por qué se
manifiesta en todo el mundo y
desde hace siglos?, ¿es un extrate-
rrestre?, ¿un hombre de negro?,
¿está la CIA en el ajo?, ¿hay una
conspiración de silencio para
ocultar la realidad de las boniato-
morfosis inducidas? ¡Exijo a Javier
el circo paranormal