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“El asombro es el efecto de la novedad sobre la
ignorancia”.
Samuel Johnson
1
Q
Q
uienes acudieron la pasada noche de San
Juan a la localidad soriana de San Pedro
Manrique a presenciar un “ancestral rito car-
gado de emoción y religiosidad” debieron de quedar
algo decepcionados. Nada sobrenatural sucedió
aquella noche, aunque hubo quienes quisieron
apuntar en la lista de lo extraterrenal el ver a Al-
fonso Guerra
ex vicepresidente en varios gobier-
nos socialistas
aplaudido en una localidad caste-
llano-leonesa; otros más cautos lo proponían para
el apartado de fenómenos poco frecuentes, aunque
explicables. Como en los toros, división de opinio-
nes. Más lógica fue la ovación y el interés de los pe-
riodistas allí presentes sobre el ex presidente de la
Junta de Castilla y León, ex ministro de agricultura
y actual titular de Administraciones Públicas, Jesús
Posada. La
coincidencia en el tiempo de una fiesta
católica
, como San Juan, y otra pagana, como la
del solsticio de verano, no deja de ser sino un ejem-
plo más de la
cristianización de las fiestas paganas.
Caminar sobre brasas quizá no sea el ejercicio
más recomendable para mantenerse en forma, pero
es menos peligroso de lo que a primera vista pa-
rece. Existen explicaciones desde el punto de vista
físico que justifican cómo se puede afrontar con
éxito tan peculiar paseo. Eso no quita para que
haya quienes vean en esta actividad una muestra
más del triunfo de la mente sobre el cuerpo. Este
artículo trata las fiestas del solsticio de verano; la
explicación desde el punto de vista físico del ca-
minar sobre brasas y la situación actual: el enfoque
científico y las propuestas
new age.
E
L ORIGEN DE LA FIESTA
Cuando el hombre paleolítico, cazador y recolec-
tor, comenzó la práctica de la agricultura se hizo
necesario el disponer de un calendario que deter-
minara los momentos más propicios para sembrar,
para prepararse para la recolección…
2
No parece
coincidencia que muchos de los monumentos me-
galíticos del Neolítico presenten orientaciones
solsticiales
3
. La más antigua obra humana con una
orientación astronómica conocida es el sepulcro
de corredor de Newgrange, en Irlanda, que señala
Caminar sobre las brasas quizá no sea el ejercicio más recomendable para
mantenerse en forma, pero es menos peligroso de lo que a primera vista parece
La termodinámica y San Juan,
caminar sobre las brasas
s
Caminar sobre brasas quizá no
sea el ejercicio más recomendable
para mantenerse en forma, pero
es menos peligroso de lo que a
primera vista parece
JOSÉ LUIS CALVO BUEY / JOSÉ LUIS CEBOLLADA GARCÍA
1
Cita recogida por Houdini [1920].
2
Para una aproximación a las culturas que erigieron megalitos, véase Rin-
cón, María Ángeles del: “El Calcolítico y la Edad de Bronce”, en www.ge-
ocities.com/Colosseum/Sideline/7759/Historia/Arqypreh/hparie15.htm.
3
Sobre la orientación astronómica de los megalitos, véase Rug-
gles [1988]:
Records in stone: papers in memory of Alexander
Thom. Ed CLN. Cambrigde.
(Verano 2000)
el esc
é
ptico
25
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al solsticio de invierno. Al margen de su carácter
utilitario
como calendario–, podemos especular
con una simbología ligada a la creencia en un
mundo de ultratumba. El sol, aparentemente, nace
y muere cada día, pero, además, tiene un ciclo en
el que aumenta y disminuye su fuerza. El solsticio
de invierno marca el momento en el que los días
comienzan a tener mayor duración, en el que nues-
tra estrella parece recuperar las fuerzas perdidas. Al
señalar este momento, nuestros antepasados ¿no
estarían expresando su esperanza de que a los seres
humanos les sucediera lo mismo, que, tras su
muerte, también ellos participarían del ciclo de re-
novación? Por supuesto, la ausencia de pruebas en
éste u otro sentido no nos permite realizar afirma-
ciones rotundas.
Si en un principio el solsticio señalado es el in-
vernal, en monumentos posteriores como Stone-
henge, en el Reino Unido, la orientación astronó-
mica se relaciona con el solsticio de verano. Tam-
bién podemos apreciar un cambio en la tipología
del monumento. Stonehenge ya no es sólo un lu-
gar de enterramiento. La presencia de agujeros en
los que irían colocadas unas vigas de madera hace
pensar que fue también un lugar de reunión. ¿Qué
carácter tendrían esas asambleas? Tampoco lo sa-
bemos, pero esta relación entre solsticio de verano
y lugar de reunión y posiblemente de cultono es
privativa del cromlech británico. Muchos años
después, la encontraremos en lugares tan alejados
como el territorio de los indios anassazi, en Estados
Unidos, o en la cultura Chalchiuites, en México.
Tradiciones recogidas en el entorno de Stone-
henge nos hablan de la creencia popular en que las
parejas que mantengan relaciones sexuales en el
monumento se aseguran la descendencia. Por des-
contado, haremos muy bien en tener presente que
esta aseveración no es más que una leyenda sin va-
lor probatorio alguno.
Ya en época histórica podemos realizar afirma-
ciones más tajantes sobre el origen de la festividad
de San Juan y de sus hogueras. Los romanos cele-
braban las fiestas llamadas Palilias, que, aparte de
una diferencia de fechas puesto que se celebraban
doce días antes de las Calendas de mayo el 21 de
abril
–, presentan muchos puntos de contacto con
las sanjuanadas. En sus
Fastos, el poeta Ovidio nos
dice: “Certe ego transilui ter in ordine flammas”
(Ciertamente, yo atravesé por tres veces las lla-
mas), lo que nos habla tanto de la existencia de las
hogueras como de la costumbre de saltar sobre
ellas. No es la única fiesta relacionada con el fuego
que se celebraba en la antigüedad clásica. Conoce-
mos el rito propiciatorio que los Hirpi Sorani
los
Lobos de Soranus
celebraban en el santuario de la
diosa Feronia al pie del monte Soracte, en Italia.
Los miembros de una familia conocida con ese
nombre atravesaban con los pies desnudos las bra-
sas de una hoguera realizada con madera de pino,
ante la mirada atónita de un gran número de fieles
para los que esa celebración propiciaba una buena
cosecha. Un rito semejante se llevaba a cabo en las
Anastenarias de Tracia, en la actual Yugoslavia.
Sin embargo, la fiesta continuó existiendo
como una mezcla de elementos cristianos y paga-
nos para desesperación de los autores más ortodo-
xos. San Eloy, en el siglo VII, se dirigía a sus feli-
greses de la siguiente manera: “No creáis en las ho-
gueras y no os sentéis cantando, porque todas estas
prácticas son obra del demonio. No os reunáis en
los solsticios y que ninguno de vosotros dance, ni
salte ni cante canciones diabólicas el día de la
fiesta de San Juan ni de otro santo”.
¿Y el solsticio de verano? Pues en esa fecha se
celebraba la fiesta denominada Fors Fortuna, en la
que se hacían y se portaban ramos de flores. Sin
embargo esta celebración, al parecer, se presentaba
de distintas formas dentro del Imperio. ¿Por qué las
diferencias? No lo sabemos. Pudo tratarse de una
asimilación entre fiestas distintas o bien de la pre-
sencia de un sustrato cultural prerromano. Por un
sermón de San Agustín, sabemos que en el Norte
de África estaba relacionada con el agua, ya que
afea a los fieles cristianos haber copiado de los pa-
ganos el acudir en esta fecha a la orilla del mar
4
.
De hecho, debemos señalar que en algunos lugares
el agua sigue teniendo un papel fundamental en la
s
No parece coincidencia que muchos
de los monumentos megalíticos del
Neolítico presenten orientaciones
solsticiales
4
“...de solemnitate superstitiosa pagana Christiani ad mare vi-
niebat et ibi se baptizabant...”.
26
el esc
é
ptico
(Verano 2000)
Sepulcro de corredor de Newgrange.
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noche de San Juan. Por ejemplo, en la celebración
de la playa de la Lanzada, en Pontevedra, las mu-
jeres estériles debían de introducirse en el mar y
recibir el golpe de nueve olas. En otro sermón atri-
buido al obispo de Hiponna, también se habla de
hogueras y fuegos
5
. Con el triunfo del cristianismo,
se produce un cambio en el carácter de la fiesta. Si
el solsticio de invierno
las Saturnales romanas
se convirtió en la Navidad, el solsticio de verano
se convirtió en San Juan Bautista, elección lógica
puesto que, como ya dijimos, la fiesta romana se
relacionaba con el agua y el fuego
6
. Así, en Fran-
cia, en época de San Martín de Tours, el día de
San Juan se celebraba con solemnes bautizos.
A pesar de las admoniciones eclesiásticas, la ce-
lebración nunca se cristianizó por completo. El es-
critor griego Theodoro Balsamón, del siglo XII,
nos ha dejado una descripción de la fiesta de San
Juan. En la tarde del 23 de junio, las hijas primo-
génitas se vestían de fiesta y acudían a recoger
agua a la orilla del mar. Con este líquido, purifica-
ban las casas durante el día 24. Por la noche, se en-
cendían hogueras y los hombres saltaban sobre
ellas. Con estos antecedentes, no es difícil explicar
no sólo la parte más conocida, el paso de la ho-
guera, de la fiesta de San Pedro Manrique, sino
también aspectos que pasan casi desapercibidos al
ser menos espectaculares, como es la fiesta de las
Móndidas.
Tal y como se celebraba la fiesta en el pasado y
hacemos la advertencia de que no hemos podido
encontrar ninguna descripción anterior a este si-
glo
–, había una clara separación de sexos. Las tres
Móndidas
jóvenes del pueblopresidían el paso
sobre las brasas de los hombres
nunca niños. Ya
hemos visto que la afirmación de que sólo los hom-
bres de San Pedro Manrique pueden atravesar la
hoguera sin quemarse no es cierta. El mismo rito se
realizaba de igual manera hace dos mil años, y, hoy
en día, los habitantes de Ayia Eleni y de Langada,
en Grecia, no sólo atraviesan las brasas, sino que
también bailan sobre ellas mientras llevan sobre
sus cabezas iconos de san Constantino y de santa
Elena. Históricamente, no existe el menor miste-
rio en la fiesta, más allá de lo que supone de pervi-
vencia
cristianizada, clarode una milenaria ce-
lebración pagana.
Quizás, el aspecto en el que más claramente se
muestra la cristianización de la fiesta sea en las
Móndidas. Al día siguiente, las tres jóvenes
acompañadas de una procesiónse dirigen a la
ermita del pueblo. Vestidas de blanco, llevan sobre
su cabeza una cesta adornada con flores
ya diji-
mos que en la fiesta de Fors Fortuna se realizaban
adornos florales
en la que portan unos panes es-
pecialmente cocinados. Los propios habitantes del
pueblo han acabado por olvidar el significado de
esa tradición. Si se les pregunta por ello, respon-
den que es una conmemoración del Tributo de las
Doncellas. Nada más lejos de la realidad. En
Roma, existía la
mundus Céreris (la monda de Ce-
res), una ofrenda de una bandeja llena de pan que
se daba a la diosa Ceres para agradecer la cosecha
pasada y solicitar la fecundidad de la siguiente
7
.
Tal sentido oculto es el que, bajo distintas parafer-
nalias, subyace en la celebración de la noche de
San Juan, rito de fertilidad humana y terrestre aso-
ciada al Sol y a su máximo esplendor, rito iniciá-
tico para los jóvenes de las distintas localidades, ya
que según una coplilla castellana que cantaban las
mujeres, “Amor es fuego, / quien no se atreva / a
saltar las llamas / que no me quiera”.
U
N POCO DE TERMODINÁMICA
Alguien se preguntará si hay que ser natural de
San Pedro Manrique para poder andar sin peligro
sobre las brasas
8
o si basta, como mantienen los an-
dadores de Sri Lanka
9
, con dos semanas de medita-
ción, baños frecuentes, cantos religiosos y rigurosa
abstinencia sexual. Si es demasiado tarde para po-
der cumplir el primer requisito y no se está dis-
puesto a dos semanas de espiritual recogimiento,
aún quedan otras opciones, por ejemplo recibir un
seminario intensivo e individual impartido por
Michael McDermott
10
por la módica cantidad de
5.000 dólares o bien un cursillo colectivo de una
5
“Hesterno die post vesperam putrescentibus flammis antiqui-
tus more demoniorum tota civitas flagrabat atque putrescebat
et universam aerem fumus obduxerat.”
6
Jesús le contestó: “Pues sí, te lo aseguro: A menos que uno
nazca del agua y el Espíritu, no puede entrar en el Reino de
Dios” (Evangelio de Juan, 3, 5-6). Recuérdese que una de las
representaciones tradicionales del Espíritu Santo es bajo la
forma de una lengua de fuego.
7
Esta fiesta de las Móndidas se celebra también en otras locali-
dades sorianas.
8
www.lahoguera.es
9
Citado por Leikind y McCarthy [1985].
10
www.firewalking99.com
(Verano 2000)
el esc
é
ptico
27
Monumento megalítico de Stonehenge.
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semana por 995 dólares. Eso sí, el viaje y aloja-
miento se pagan aparte. Ahora bien, si aún hay in-
decisos, no vendrá mal escuchar los argumentos de
quienes han participado en las marchas sobre bra-
sas de Tolly Burkan
11
: hubo quien perdió el miedo
a volar, a quien le ayudó a dejar la adicción a la co-
caína; otro confiesa que mejoró su vida sexual y
hay quien afirma que tras caminar sobre las brasas
le desapareció un tumor maligno
12
.
¿Qué hay de cierto y qué de falso en todo esto?
¿Cómo es posible que algo tan aparentemente peli-
groso pueda desarrollarse sin acabar con las plantas
de los pies quemadas? Las explicaciones que se dan
tratan de explicar tanto el aspecto físico como el psi-
cológico: cómo es posible que la piel no se queme y
por qué se puede resistir el dolor.
Casi todos los autores coinciden en las explica-
ciones desde el punto de vista físico
13
: la baja capaci-
dad calorífica de las brasas, la alta capacidad calorí-
fica del cuerpo humano, la baja conductividad tér-
mica de la brasa y el
efecto Leidenfrost. Pero coinciden
en algo más: todos han caminado sobre brasas. Vaya-
mos por partes.
Para que nos quememos, hace falta que la tempe-
ratura del pie sea lo suficientemente elevada como
para producir daños irreversibles en la piel. En el
caso que nos ocupa, el calor viaja de las brasas a
nuestros pies y lo puede hacer de tres maneras: ra-
diación, convección o conducción, si bien todos los
autores coinciden en analizar únicamente este úl-
timo método. En este último supuesto, la energía
fluye a través de la superficie de contacto entre las
brasas y el pie. Lo rápido que se transmita el calor
por conducción, depende de varios factores, entre
ellos:
a) La diferencia de temperatura entre las bra-
sas y el pie. A mayor diferencia de temperatura,
obviamente, más rápido fluye el calor. Existen
registros sobre récords mundiales de marchas so-
bre las brasas más calientes. En la actualidad, el
récord lo ostentan Michael McDermont y quie-
nes en octubre de 1997 anduvieron con él por
unas brasas que alcanzaban temperaturas entre
872 y 989ºC, superando en más de 130ºC el an-
terior récord de septiembre de 1987
14
.
b) La conductividad térmica de los materia-
les. Las brasas, al igual que la madera tienen una
baja conductividad; en otras palabras, son ais-
lantes. Esto explica que podamos sostener por un
extremo un pedazo de madera que esté ardiendo
por el otro, cosa que no podríamos hacer con un
pedazo de hierro. De la misma manera
y es el
ejemplo más utilizado a la hora de ilustrar este
fenómeno
–, podemos tocar con el dedo un pas-
tel en el horno, pero no podemos tocar durante
el mismo tiempo
pongamos un segundola
bandeja metálica del horno, aún cuando ambos
están a la misma temperatura. En este último
caso, pasaría el calor a nuestro dedo a una velo-
cidad mucho mayor debido a la alta conductivi-
dad del metal.
Pero no es lo mismo calor que temperatura:
no todos los cuerpos varían de la misma manera
su temperatura cuando reciben calor; esto es una
propiedad característica de cada sustancia, lla-
mada capacidad calorífica específica o calor es-
pecífico y nos da idea del contenido energético
de una sustancia a una determinada temperatura.
En este caso, la capacidad calorífica de las brasas
es muy baja, parecida a la del aire, por lo que su
contenido energético, aún a altas temperaturas,
no es muy elevado. Además, la capacidad calorí-
s
Si ponemos en contacto el pie
con las brasas, éstas disminuirán
rápidamente su temperatura,
mientras que el pie la aumentará
muy lentamente
11
heartfire.com/firewalk/pages/tolly.html
12
Citado en Dennett [1985].
13
Las explicaciones físicas que se recogen a continuación se han
redactado basándose en Broch [1994], Leikind y McCarthy
[1985] y la
web de David Willey (www.pitt.edu/~dwilley-
/fire.html) y la página de Kjetil Kjernsmo. También se puede
consultar el diccionario escéptico de Todd Carroll (www.skep-
dic.com).
14
www.pitt.edu/~dwilley/record.html.
28
el esc
é
ptico
(Verano 2000)
Tributo de las Dondellas (fiesta de las Móndidas).
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fica del pie es muy elevada. Esto significa que, si
ponemos en contacto el pie con las brasas, éstas
disminuirán rápidamente su temperatura mien-
tras que el pie la aumentará muy lentamente.
El
efecto Leidenfrost, por otra parte, se produce
cuando una capa de vapor de agua
que es mal
conductor del calor
se interpone entre el pie y
la brasa. Este efecto se puede visualizar dejando
caer unas gotas de agua sobre una chapa muy ca-
liente: comienzan a saltar y tardan en evaporarse
más porque el vapor de agua que se genera en el
punto de contacto entre la chapa y el agua actúa
como aislante. No obstante, la influencia del
efecto Leidenfrost es discutida por algunos auto-
res
15
.
La transferencia de calor se produce cuando
están en contacto la brasa y el pie. El tiempo de
contacto en cada pisada suele estar en torno al
medio segundo, y entre paso y paso, el pie pierde
calor. Uno de los posibles peligros de quemadura
procede de un aumento involuntario del tiempo
de contacto cuando, por ejemplo, una brasa se
queda pegada a la planta del pie.
También hay que tener en cuenta el grosor de
la piel de la planta del pie
16
, que hará que unas
personas pasen las brasas con más facilidad que
otras. Algunos de los defensores de la marcha del
fuego como algo más allá de lo explicable por le-
yes físicas critican que los escépticos son incapa-
ces de explicar por qué hay gente que se quema
17
.
Aquí hay una respuesta.
Una de las investigaciones más recientes y
completas desde el punto de vista científico la ha
realizado el físico noruego Kjetil Kjernsmo. Sus
resultados se pueden consultar a través de la pá-
gina
web de la sociedad escéptica noruega
18
. Tras
estudiar con cámaras infrarrojas el lecho de bra-
sas y la planta de los pies instantes antes y des-
pués de andar sobre brasas, concluye que:
• la temperatura de las brasas no es homogé-
nea;
• la temperatura de las brasas antes y después
de ser pisadas no varía significativamente. Si se
hubiera producido una intensa cesión de calor,
15
Ver la
web Kjetil Kjernsmo (www.skepsis.no/english/subject/-
firewalk/kpreemp1/node2.html) donde discute este asunto y pro-
pone que para verificar la influencia de este efecto se deberían
encontrar en el espectro infrarrojo líneas de intensidad significa-
tiva correspondientes a la frecuencia de vibración del H2O.
16
Kjetil Kjernsmo, que aún no ha publicado los resultados de su
trabajo, manifestó en comunicación personal a los autores en
julio de 2000 que “un modelo simplista basado en ecuaciones
termodinámicas revela que la temperatura en el pie depende
fundamentalmente del grosor de la piel”.
17
Ver heartfire.com/firewalk/pages/experience.html
18
www.skepsis.no (hay traducción al inglés).
(Verano 2000)
el esc
é
ptico
29
Fiesta del paso por el fuego (San Pedro Manrique).
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deberían quedar a menor temperatura tras ser pi-
sadas; y
• fotografías de la planta del pie instantes des-
pués de concluida la marcha sobre el fuego y me-
didas de temperatura evidencian sólo una pe-
queña variación de temperatura.
D
IVISIÓN DE OPINIONES
“El asombro es el resultado de la novedad so-
bre la ignorancia”. Con esta cita de Samuel
Johnson comienza Harry Houdini su
Miracle
mongers and their methods
19
, libro en el que re-
copila y explica toda suerte de proezas que for-
maban parte de lo que hoy llamaríamos
atrac-
ciones de feria, entre las que incluye a los an-
dadores sobre brasas de Japón o los
comedores
de fuego. Así pues, la mayoría de los acerca-
mientos al tema desde posturas científicas des-
tierra la ignorancia, por lo que desaparece el
asombro
en opinión de los románticos, esta-
rían destejiendo el arco iris
. Además, suelen
completar sus planteamientos teóricos con
marchas sobre las brasas, quitando así un argu-
mento a los defensores de lo sobrenatural. Casi
todos los autores citados en este trabajo han
caminado sobre las brasas sin demasiados pro-
blemas: Henri Broch lo cuenta y documenta
en su libro; Michael Dennett y W. McCarthy,
caminaron antes de escribir sus artículos para
The Skeptical Inquirer; las webs de David Wi-
lley y Kjetil Kjernsmo fueron construidas tras
repetidas experiencias sobre el tema.
“Si puedes vencer a las brasas, podrás vencer
muchos otros problemas de tu vida diaria”. Este
eslogan resume la idea de los seminarios que
Michael McDermontt organiza cerca de Was-
hington: no vende milagros, sino desafíos a re-
tos aparentemente imposibles. Según su propa-
ganda, promete vivir en un plano superior de
inspiración, tener más emociones y éxitos en la
vida... y hasta ofrece la posibilidad de conver-
tirse en un profesor diplomado en marchas so-
bre brasas. El aspecto crematístico de los en-
cuentros ha quedado claro antes.
Dentro del apartado inequívocamente pseu-
docientífico cae la postura de Tolly Burkan,
fundador del Firewalking Institute of Research
and Education (FIRE), situado en el norte de
California
20
. En 1977, comenzó a impartir semi-
narios y asegura que más de 500.000 estadouni-
denses
aproximadamente, dos de cada mil
han pasado por esta experiencia. Sobre las rela-
ciones mente-materia, Burkan se considera en
deuda con Ken Keyes, hijo, quien fuera propa-
gandista de una de las propuestas pseudocientí-
ficas más delirantes:
el efecto del mono número
cien
21
. No le falta el ingrediente oriental que
tanto adorna las propuestas alternativas en oc-
cidente, aunque en este caso es un ingrediente
de segunda mano: mantiene que el andar sobre
brasas le llegó por un amigo que había estado
con un monje tibetano. No precisa nada más.
Sostiene Burkan que la concentración mental
es suficiente para alterar la química del cuerpo
y hacer que no se produzcan heridas. Quienes
no consigan la suficiente concentración acaba-
rán con ampollas en los pies.
A
SIGNATURA PENDIENTE
Si en Estados Unidos se cuentan por cientos de
miles las personas que han participado en mar-
chas sobre el fuego, la representación del viejo
continente es ciertamente más menguada. Sí
que persisten, como se ha visto, en nuestro país
ritos que las conservan, pero no se ha encon-
trado constancia documental de que se hayan
realizado marchas sobre brasas con objetivos
científicos. Queda pues pendiente la tarea de
lectores de EL ESCÉPTICO y miembros de
ARP - Sociedad para el Avance del Pensa-
miento Crítico de descalzarse y remangarse los
pantalones.
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The Skeptical Inquirer (Buffalo).Vol. 10, Nº1. 23-35.
19
Versión electrónica íntegra disponible en la página principal
del proyecto Gutenberg: promo.net
20
heartfire.com/firewalk/pages/tolly.html
21
Véase, por ejemplo, la voz
The hundredth monkey
phenomenon, en el diccionario escéptico de Todd Carroll
(www.skepdic.com).
30
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(Verano 2000)
REFERENCIAS