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el esc
é
ptico
(Verano 2000)
Dawkins critica la
posición de
Carlos de
Inglaterra sobre
la ciencia
“No dé usted la espalda a la
ciencia”. Éste es el título, con-
ciso y demoledor, de la carta
que Richard Dawkins dirigió al
heredero de la Corona britá-
nica el 21 de mayo, cuando
respondíó en el periódico bri-
tánico
The Observer a las opi-
niones vertidas por Carlos de
Inglaterra sobre el papel que la
ciencia desempeña en el actual
modo de vida. El príncipe ha-
bía mostrado sin ambages, du-
rante una conferencia, su pre-
ferencia por ciertas filosofías
alternativas que priman la in-
tuición –entendida ésta como
la
instintiva sabiduría del cora-
zón sobre los sistemas científi-
cos–, al tiempo que había criti-
cado la manipulación genética
de los alimentos como un
ejemplo más de los perniciosos
efectos de la mano del hombre
al intentar cambiar su en-
torno, manifestando su deseo
de un retorno a la agricultura
tradicional y a la primacía de
los sistemas naturales de evo-
lución.
El biólogo de la Universi-
dad de Oxford expresaba en la
misiva su respeto y simpatía
por la sinceridad y las preocu-
paciones del príncipe, pero
indicaba también que sus opi-
niones dejan entrever ciertos
errores de concepto sobre la
labor de la ciencia. Dawkins
cuestionaba profundamente
esa preferencia de Carlos de
Inglaterra por la intuición,
haciendo referencia a los
ejemplos de Sadam Hussein y
Adolf Hitler, cuyos instintos
les llevaron a desencadenar
sangrientos conflictos que
acabaron perdiendo. Pero,
además, planteaba la falsedad
de la dicotomía entre agricul-
tura tradicional –más cercana
a la naturaleza– y agricultura
moderna –la propia de la ma-
nipulación genética–, en
tanto que esta actividad,
como creación del hombre, es
ajena por completo a la natu-
raleza.
El biólogo señalaba al
príncipe que, desde su apari-
ción hace ya 10.000 años, la
agricultura ha sido una forma
de modificar el entorno, de
cambiar las características de
las especies existentes para
acomodarlas a las necesidades
de los seres humanos. La ma-
nipulación genética, recor-
daba el científico, siempre ha
existido y el deseo real de
acercarse más al modelo evo-
lutivo de la naturaleza es un
planteamiento darwinista a fa-
vor de una alternativa que no
resulta tan perfecta como pu-
diera creerse.
Dawkins concluía su carta
abierta expresando su tristeza
por el hecho de que Carlos de
Inglaterra haya dado efectiva-
mente la espalda al pensa-
miento científico y recordán-
dole, citando al llorado Carl
Sagan –la lectura de cuyo libro
El mundo y sus demonios reco-
mendaba al príncipe–, que la
ciencia es una llama en la os-
curidad.
LUIS JAVIER CAPOTE PÉREZ
Lo paranormal,
en la sociedad
australiana
“Mal de muchos, consuelo de
tontos”, reza el siempre sabio
refranero español. Y aunque se-
pamos que esta frase es una
verdad como un templo, a ve-
ces nos es útil para sobrevivir.
Eso es precisamente lo que me
ha ocurrido recientemente al
otro lado del mundo, mientras
disfrutaba de una estancia de
dos meses por cuestiones de in-
vestigación en Australia, con-
cretamente en Cairns
(Queensland). Durante ese
tiempo, intenté captar cuál es
la incidencia de las pseudo-
ciencias en dicho país. Y lo que
descubrí es que la presencia de
lo paranormal, lo esotérico y lo
pseudocientífico no es, ni mu-
cho menos, menor que en el
nuestro. ¿Un motivo para ale-
grarnos? Al menos, para saber
que no somos los únicos…
Lo primero que llama la
atención es la presencia de
grandes establecimientos New
Age
, similares a clínicas de
verdad, ofreciendo sus mara-
villas en aromaterapia y simi-
lares mediante grandes letre-
ros. Por la calle, en tiendas e
incluso en la universidad,
proliferan carteles anunciado-
res de todo tipo de diagnósti-
cos y terapias
nuevaeristas. La
influencia asiática, incremen-
tada en los últimos tiempos
por la llegada masiva de inmi-
grantes chinos, tailandeses,
malasios... se deja sentir en la
cantidad ingente de anuncios
en la prensa local: cursos de
primer contacto
Carlos de Inglaterra.