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E
l 11 de agosto de 1999, el Consejo de
Educación de Kansas aprobó, por seis vo-
tos a cuatro, la eliminación de las refe-
rencias a la cosmología y a la evolución de los
exámenes y los programas educativos estatales.
La decisión del Consejo supone un grave per-
juicio a los estudiantes y profesores del estado
de Kansas, así como a la ciencia y a la religión
en cualquier otro lugar.
Los jóvenes necesitan estudiar la evidencia
empírica y los conceptos centrales del conoci-
miento científico para llegar a ser ciudadanos
informados y responsables, y para adquirir
unas destrezas de trabajo y una preparación
profesional adecuadas. La decisión del Con-
sejo pone en situación de desventaja competi-
tiva a los estudiantes de Kansas y perjudica la
contratación de profesores capaces e inspira-
dos, que rechazarán la prohibición de enseñar
sus mejores conocimientos.
E
VOLUCIÓN Y CIENCIA
Quienes se oponen a la enseñanza de la teoría
de la evolución declaran que es tan sólo una
teoría y no un hecho; y que la ciencia se basa
en la observación, la réplica y la experimenta-
ción, pero que nadie ha visto el origen del uni-
verso ni la evolución de las especies, ni nadie
ha reproducido esos sucesos en el laboratorio o
mediante experimentos.
Cuando los científicos hablan de la teoría
de la evolución, emplean el término de forma
diferente a como lo hace la gente en la charla
habitual. En el discurso cotidiano, se consi-
dera que una teoría es un hecho imperfecto,
como en “tengo una teoría de lo que produjo
la explosión del vuelo 800 de la TWA”. En
ciencia, sin embargo, una teoría se basa en un
cuerpo de conocimiento.
Según la teoría de la evolución, los organis-
mos se relacionan por una ascendencia co-
mún. Existe una multiplicidad de especies por-
que los organismos cambian de generación en
generación, y los diferentes linajes cambian de
diferentes formas. Las especies que comparten
un ancestro reciente son, por lo tanto, más si-
milares entre sí que aquéllas que tienen ante-
pasados remotos. Así pues, los humanos y los
chimpancés son, en su configuración y en su
estructura genética, más parecidos entre sí que
lo que lo son a los babuinos o los elefantes.
Los científicos están de acuerdo en que el
origen evolutivo de animales y plantas es
una realidad científica más allá de toda duda
razonable. La sitúan al lado de otros concep-
tos bien establecidos, como la esfericidad de
la tierra, su rotación alrededor del Sol o la
composición molecular de la materia. En
otras palabras, que la evolución tuvo lugar es
un hecho.
Argumentando a favor
de la evolución
FRANCISCO J. AYALA
(Primavera 2000)
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El Consejo de
Educación de
Kansas aprobó
la eliminación
de las
referencias a la
cosmología y a
la evolución de
sus programas
educativos
estatales.
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(Primavera 2000)
¿Es compatible esta afirmación con la
concepción aceptada de que la ciencia se
basa en la observación, la réplica y la experi-
mentación, incluso aunque nadie haya ob-
servado la evolución de las especies y mucho
menos la haya reproducido experimental-
mente? Lo que observan los científicos no
son los conceptos o conclusiones generales
de las teorías, sino sus consecuencias. La te-
oría heliocéntrica de Copérnico afirma que
la Tierra gira alrededor del Sol. Nadie ha ob-
servado este fenómeno, pero lo aceptamos a
causa de numerosas confirmaciones de sus
predecibles consecuencias. Aceptamos que
la materia está formada por átomos, incluso
aunque nadie los haya visto, por la corrobo-
ración de observaciones y experimentos de
física y química. Lo mismo ocurre con la te-
oría de la evolución. Por ejemplo, de la afir-
mación de que los
humanos y los
chimpancés están
más próxima-
mente relaciona-
dos entre sí que lo
que lo están que
con los babuinos,
se deriva la pre-
dicción de que el
ADN es más pa-
recido entre hu-
manos y chim-
pancés que entre
chimpancés y ba-
buinos. Para so-
meter a prueba esta predicción, los científi-
cos seleccionan un gen particular, examinan
la estructura del ADN en cada especie y co-
rroboran así la inferencia. Se reproducen ex-
perimentos de este tipo con estilos diferentes
a fin de aumentar la confianza en la conclu-
sión. Y se hace así para miríadas de predic-
ciones e inferencias entre toda clase de orga-
nismos.
No todas las partes de la teoría de la evo-
lución tienen la misma certeza. Muchos as-
pectos siguen sujetos a investigación, discu-
sión y descubrimientos. Pero la no certeza de
estos aspectos no arroja dudas acerca del he-
cho de la evolución. De la misma forma, no
conocemos todos los detalles de la configura-
ción de las montañas Rocosas y de cómo lle-
garon a ser como son, pero ésa no es una ra-
zón para dudar de la existencia de las monta-
ñas Rocosas.
La teoría de la evolución ha de ser ense-
ñada en las escuelas porque nada tiene sen-
tido en biología sin ella. La biología mo-
derna ha roto el código genético, ha desarro-
llado cereales altamente productivos y nos
ha proporcionado conocimientos para un
mejor cuidado de la salud. Los estudiantes
necesitan ser adecuadamente adiestrados en
biología a fin de mejorar su educación, au-
mentar sus posibilidades de empleo y disfru-
tar de una vida con sentido en un mundo
tecnológico.
R
ELIGIÓN Y CIENCIA
¿Supone la teoría de la evolución una ame-
naza para el Cristianismo o para otras reli-
giones? Esta pregunta puede ser respondida
en dos partes. Me dirijo primero a aquéllos
que profesan una filosofía materialista y pre-
tenden cimentarla en la teoría de la evolu-
ción y en otras afirmaciones científicas. Se-
ñalan el gran
éxito de la ciencia
al explicar el fun-
cionamiento del
universo y afirman
que no hay lugar
para otro tipo de
explicaciones: no
hay lugar para los
valores, la morali-
dad o la religión.
Podemos aceptar
el derecho que di-
chas personas tie-
nen a pensar cómo
deseen, pero no
tienen en absoluto justificación alguna para
basar su filosofía materialista en los éxitos de
la ciencia. La ciencia busca explicaciones
materiales para los procesos materiales, pero
no tiene nada definitivo que decir acerca de
las realidades ajenas a su campo de acción.
La ciencia es una forma de adquisición de
conocimiento acerca de nosotros mismos y
del mundo que nos rodea, pero no la única
forma. Adquirimos conocimiento por otras
muchas vías, como la literatura, las artes, la
reflexión filosófica y la experiencia religiosa.
El conocimiento científico puede enriquecer
las percepciones estéticas y morales, pero es-
tos asuntos trascienden el campo de la cien-
cia.
El conocimiento científico no puede con-
tradecir las creencias religiosas, porque la
ciencia no tiene nada que decir a favor ni en
contra de las realidades religiosas o de los va-
lores religiosos. Muchas autoridades religio-
sas han hecho hincapié en este punto. Obis-
Charles Darwin.
s
La teoría de
la evolución
ha de ser
enseñada en
las escuelas
porque nada
tiene sentido
en biología
sin ella
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(Primavera 2000)
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pos católicos, luteranos y de otras confesio-
nes protestantes se han unido a judíos y otros
líderes religiosos para negar que la teoría de
la evolución contradiga o amenace sus cre-
encias religiosas.
Hay, sin embargo, creyentes que ven la
teoría de la evolución y la cosmología cien-
tífica como contrarias a la narración de la
creación del libro del Génesis. Podemos es-
tar de acuerdo en que estos creyentes tie-
nen derecho a pensar así, al igual que en el
otro extremo del espectro estábamos de
acuerdo con el derecho de los materialistas
a negar los valores espirituales o religiosos.
Pero, como contrapartida de lo que dije an-
tes, afirmaré que el libro del Génesis es un
libro de revelaciones religiosas, no un libro
de texto de astronomía o biología. El Papa
Juan Pablo II ha hecho hincapié en este
punto: “La Biblia nos habla de los orígenes
del universo y su estructura no a fin de pro-
veernos de un tratado científico, sino de es-
tablecer la correcta relación del hombre
con Dios y el universo. Las Sagradas Escri-
turas sólo pretenden declarar que el mundo
fue creado por Dios y, para enseñar esta
verdad, se expresan en los términos de la
cosmología en uso en los tiempos del escri-
tor. El libro sagrado pretende asimismo de-
cir a los hombres que el mundo fue... cre-
ado para servicio del hombre y para la glo-
ria de Dios. Cualquier otra enseñanza
acerca del origen y la composición del uni-
verso es ajena a las intenciones de la Bi-
blia, que no pretende enseñar cómo se hizo
el cielo, sino cómo se va al Cielo”. San
Agustín lo había dicho ya muchos siglos
antes: “En cuanto a la configuración del
cielo, los escritores sagrados no quieren en-
señar a los hombres nada que resulte irrele-
vante para su salvación”.
Lo que apuntan san Agustín y el Papa es
que es una metedura de pata confundir la Bi-
blia con un libro de texto elemental de as-
tronomía, geología o biología. Por el contra-
rio, es posible creer que Dios creó el mundo
y aceptar también que los planetas, monta-
ñas, plantas y animales llegaron a ser lo que
son, después de la creación, por procesos na-
turales. Puedo creer que soy una criatura de
Dios sin negar que me desarrollé a partir de
una simple célula en el vientre de mi madre
por procesos naturales. Ésta es la segunda
parte de mi respuesta a la pretendida oposi-
ción entre conclusiones científicas y creen-
cias religiosas. No están en contradicción;
conciernen a diferentes tipos de problemas,
pertenecen a diferentes campos de conoci-
miento.
D
ISEÑO INTELIGENTE
Hay un asunto más que quiero apuntar en
respuesta a aquéllos que defienden la crea-
ción especial de las especies basándose en su
diseño, que ven necesariamente como pro-
ducto de una Inteligencia Divina. El asunto
es que no sólo la selección natural puede dar
cuenta del diseño de organismos, sino tam-
bién que atribuir a Dios esa acción especial
equivale a una blasfemia.
Considérese la mandíbula humana. Tene-
mos demasiados dientes para el tamaño de la
mandíbula, de modo que se hace necesario
extraer las muelas del juicio y los ortodoncis-
tas deben proceder a una decente reordena-
ción del resto de los dientes. ¿Querríamos
culpar a Dios por tan defectuoso diseño? Un
ingeniero humano lo podría haber hecho
mejor. La evolución da una buena explica-
ción de esa imperfección. El tamaño del ce-
rebro se incrementó a lo largo del tiempo en
nuestros ancestros y la remodelación del crá-
neo para adaptarse a un cerebro más grande
supuso la reducción de la mandíbula. La evo-
lución responde a las necesidades del orga-
nismo a través de la selección natural, no
mediante un diseño óptimo, sino como si
fuese con remiendos, modificando lenta-
mente las estructuras existentes. Considérese
ahora el canal del parto en las mujeres, de-
masiado estrecho para un paso fácil de la ca-
beza del feto, de modo que miles y miles de
bebés fallecen durante el parto. Segura-
mente, no queremos culpar a Dios por ese di-
seño defectuoso o por la muerte de los niños.
La ciencia lo hace comprensible: una conse-
cuencia del aumento evolutivo de nuestro
cerebro. Las hembras de otros animales no
experimentan esta dificultad.
Un ejemplo más: ¿Por qué nuestros brazos
y piernas, que se usan para funciones tan di-
ferentes, están hechos de los mismos mate-
riales, los mismos huesos, músculos y ner-
vios, colocados según un mismo modelo? La
s
Es posible creer que Dios creó
el mundo y aceptar también que
los planetas, montañas, plantas
y animales llegaron a ser lo que
son, después de la creación, por
procesos naturales
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(Primavera 2000)
evolución da sentido a esta anomalía. Los
miembros anteriores de nuestros ancestros
eran patas. Después de que nuestros antepa-
sados se hicieron bípedos y comenzaron a
utilizar sus miembros delanteros para funcio-
nes diferentes a la de caminar, éstos se modi-
ficaron gradualmente, pero retuvieron su
composición y estructura originales. Los in-
genieros empiezan a trabajar con las materias
primas y el diseño apropiado para cada pro-
pósito particular; la evolución sólo puede
modificar lo que ya estaba ahí con anteriori-
dad. Un ingeniero que diseñase coches y ae-
roplanos, o alas y ruedas, utilizando los mis-
mos materiales organizados según un es-
quema similar sería, con toda probabilidad,
despedido. El diseño defectuoso de los orga-
nismos podría ser atribuido a los dioses de los
antiguos griegos, romanos o egipcios, los cua-
les luchaban unos con otros, metían la pata y
eran torpes en su conducta. Pero, en mi opi-
nión, no es compatible con una acción espe-
cial del omnisciente y omnipotente Dios del
Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.
No hay necesidad de hacer la guerra entre
ciencia y religión. Es lamentable que algunos
quieran privar a los estudiantes de una ade-
cuada educación científica basándose en la
religión, como es lamentable que algunos
pretendan basarse en los argumentos de la
ciencia para negar la legitimidad de las cre-
encias religiosas.
N
OTA BIBLIOGRÁFICA
La cita de Juan Pablo II está tomada de su
discurso ante la Academia Pontificia de
Ciencias del 3 de octubre de 1981. En su dis-
curso ante la Academia Pontificia de Cien-
cias del 22 de octubre de 1996, deploró de
nuevo la interpretación de las enseñanzas de
la Biblia como científicas más que como re-
ligiosas y dijo: “Los nuevos conocimientos
nos han llevado a darnos cuenta de que la
teoría de la evolución ya no es una mera hi-
pótesis. Se debe destacar sin duda que esta
teoría ha sido progresivamente aceptada por
los investigadores, tras una serie de descu-
brimientos en varios campos del conoci-
miento. La convergencia, ni buscada ni in-
ventada, de los resultados de los trabajos que
fueron realizados de forma independiente es
en sí misma un significativo argumento a fa-
vor de esta teoría” (L’Osservatore Romano,
23 de octubre de 1996). La cita de San
Agustín es de The literal meaning of Genesis,
Libro 2, capítulo 9. En el Libro 3, capítulo.
14, hace la notable afirmación de que mu-
chas especies no estuvieron presentes desde
el principio, sino que aparecieron más tarde,
“cada una de acuerdo con su clase y con sus
propiedades especiales”, como resultado de
un poder natural “presente desde el co-
mienzo en todos los seres vivos”. Es de supo-
ner que Agustín no habría encontrado nin-
gún conflicto entre la teoría de la evolución
y las enseñanzas del Génesis, que es el objeto
de este comentario.
FRANCISCO J. AYALA es titular de la cátedra Donald
Bren de Ciencias Biológicas de la Universidad de Cali-
fornia y miembro del Comité de Asesores de Ciencia y
tecnología del presidente de Estados Unidos.
Este artículo fue publicado en la revista Science Teacher
en respuesta a las medidas contra la enseñanza de la teo-
ría de la evolución decididas por el Consejo de Educación
de Kansas, y se reproduce con autorización del autor.
Versión española de JOSÉ MARÍA BELLO.
Las series filogénicas y el análisis del ADN son
dos herramientas de la ciencia moderna que
demuestran la evolución más allá de toda duda
razonable.