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E
l mundo maya ha ejercido desde
siempre una notable atracción sobre
las mentes imaginativas. Frente a las
duras culturas azteca o inca, este pueblo
que habitó la zona del Yucatán y su perife-
ria se nos muestra como una civilización
delicada, artística, con grandes conoci-
mientos astronómicos
por otra parte, per-
fectamente alcanzables con los medios a su
disposición
, que se ha visto rodeada de
una romántica y oscura penumbra ante la
dificultad de conocer las razones concretas
de su colapso final.
Pese a que el misterio continúa en mu-
chas cuestiones, tras las excavaciones que
diferentes grupos de especialistas han rea-
lizado en los últimos treinta años y el des-
cubrimiento por investigadores rusos
co-
mo Knorosov o Proskouriakoff
de que los
símbolos jeroglíficos de esta cultura no sólo
representan ideas, conceptos, palabras, si-
no que también muchos hacen referencia a
sílabas
,
se tiene un mejor conocimiento de
su mundo, cultura e historia, en la cual no
aparece ningún tipo de testimonio sobre vi-
sitantes alienígenas o naves tripuladas ni
nada similar; únicamente, historias de dio-
ses y hombres, como mucho
lo que, por
otro lado, tampoco es poco
. Es más, el
desciframiento de los textos jeroglíficos nos
permite actualmente entender mejor cues-
tiones fundamentales referentes a su reli-
gión, así como a la manera en que la clase
gobernante ejercía el poder.
Una cierta neblina sigue tapando ciertos
aspectos de la cultura maya, pero no pare-
ce que las teorías fantasiosas, no basadas
en evidencias, puedan ayudar a avanzar.
Quizás es por ello por lo que, cuando un
grupo de empresarios se decidió a crear el
parque temático de Port Aventura y a dedi-
car al mundo maya una de sus partes, no
46
(Verano 1999)
el escéptico
¿Un astronauta en Palenque?
Las interpretaciones fantasiosas de la losa sepulcral del templo de las
Inscripciones son una demostración de cómo algunas casualidades y
falsas analogías provocan el extravío de mentes no muy preparadas
ALFONSO LÓPEZ BORGOÑOZ
Fotografía y dibujo de la losa que cubría el sarcófago de Pacal, en Palenque (según Fiedel).
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pudo menos que incluir en dicha zona una
reconstrucción de un templo con un pesa-
do sarcófago en su interior, medio tapado
por una losa gigantesca. La tumba elegida
fue la del rey Pacal. El bajorrelieve de su
losa, que representa una figura de un hom-
bre
y que, según algunos, es un astronau-
ta
, será el protagonista de estas líneas.
¿Quién fue Pacal?
Pacal el Grande
el calificativo sirve para
diferenciarle de uno de sus tíos, que no
reinó
nació el 6 de marzo del año 603 de
nuestra era y murió el 30 de agosto del año
684
la exactitud de las fechas es normal
en un mundo tan concienzudo astronó-
micamente como el maya
, siendo el rey o
señor de la ciudad de Palenque
ubicada
en la región mexicana de Chiapas
y de un
amplio territorio a su alrededor desde el
año 615 hasta su muerte. Era hijo de la rei-
na Zac Kuk, que ocupó el trono entre 612 y
640, y nieto del fundador de la dinastía.
Según revela la propia losa sepulcral del
templo de las Inscripciones, de la que se ex-
traen muchos datos de su historia, Pacal
fue muy querido por su pueblo
lo cual
puede querer decir, simplemente, que fue
respetado por su sucesor, cuya divinización
requería para legitimar mejor su propio ac-
ceso al trono
e hizo muchas obras públi-
cas. Los reinados de Pacal y de su hijo
K'inich Kan Balam
Serpiente jaguar orien-
tada al Sol
, que gobernó entre 683 y 702 y
construyó muchos de los grandes edificios
públicos de Palenque, representan el mejor
momento del reino, sellando ambos man-
datarios alianzas con señores de ciudades
vecinas por vía matrimonial.
Palenque es conocida desde finales del
siglo XVIII, cuando el gobernador español
José de Estachería promovió varias expedi-
ciones a la ciudad entre los años 1784 y
1787 para explorar sus ruinas, descubier-
tas poco antes. Estas primeras investiga-
ciones, apoyadas por el cronista de Indias
Juan Bautista Muñoz, se dieron en una
época en la que se podía encontrar un cier-
to despostismo ilustrado en las colonias
hispanas y en la que el interés del mismo
Carlos III había llevado a iniciar años antes
algunas de las primeras excavaciones en
Pompeya y Herculano, cerca del Vesubio,
entonces parte de sus dominios.
La losa en la que está esculpida la figura
de Pacal el Grande no fue descubierta, sin
embargo, hasta mediados del siglo XX. En
1948, el arqueólogo mexicano Alberto Ruz
Lhuillier encontró, en el interior de una pi-
rámide escalonada de unos veinte metros
de altura conocida como el templo de las
Inscripciones, unas escaleras abovedadas
descendentes. Y tardó casi cuatro años en
llegar desde la entrada de las mismas hasta
la tumba, situada dos metros por debajo
del nivel del suelo, ya que tuvo que limpiar
antes veinticinco metros de escalera relle-
nada, intencionadamente, con mamposte-
ría. Finalmente, alcanzó en 1952 una ante-
cámara funeraria, donde halló los esque-
letos de cinco o seis jóvenes, aparentemen-
te sacrificados en honor del difunto allí
inhumado. Una enorme laja de piedra
triangular bloqueaba la puerta de acceso a
la cámara sepulcral, una cavidad de diez
por siete metros cuyas paredes estaban
decoradas con relieves de estuco. En la
parte central, un sarcófago monolítico con-
tenía un esqueleto
caso no muy habitual
en el mundo maya
de un ser humano
normal
no un extraterrestre
−,
aunque algo
alto para la estatura media de los mayas.
El esqueleto fue encontrado estirado y
boca arriba, con el rostro cubierto por una
máscara de mosaicos de jade y con unas
orejeras. Sobre el cuerpo, medio tapándolo,
multitud de joyas de jade y madreperlas.
También se hallaron, en el interior del sar-
cófago, semillas, así como dos figuras de ja-
de que ocupaban un lugar cerca del esque-
leto, representando una de ellas al dios Sol.
El cuerpo y las ofrendas habían sido cu-
biertos con cinabrio rojo. Bajo el sarcófago,
había dos cabezas de terracota, también
con motivos en rojo. Y, encima, una losa
rectangular de 3,8 metros, con motivos
esculpidos en bajorrelieve y con una larga
inscripción alrededor, que hace referencia a
las gestas del muerto, así como a la fechas
de nacimiento y muerte, y a las de sus pre-
decesores. Nada especialmente raro desde
una perspectiva histórica. En la cámara, se
halló también una gran serpiente de terra-
cota, símbolo del enlace entre los vivos y el
más allá, que iba desde el sarcófago hasta
la puerta.
El Palenque de la época
Probablemente, el periodo de mayor auge
de la ciudad maya de Palenque se situó du-
rante los mandatos de Pacal y de su here-
dero, destacando entre las características
propias de la época la decoración con estu-
cos, uno de los motivos que más reconoci-
miento han proporcionado a esta antigua
ciudad centroamericana. La fama de Palen-
que, sin embargo, está más ligada a los im-
presionantes templos escalonados del Sol,
de la Cruz y de la Cruz Enramada, así como
al de las Inscripciones
en el que se encon-
tró la tumba de Pacal
, que es, seguramen-
te, el más antiguo y, tal vez, el que muestra
unas líneas y una arquitectura más im-
presionantes.
La mayoría de los templos fue levantada
hacia el 692 por K'inich Kan Balam. El hijo
y heredero de Pacal hizo aparecer a su pa-
dre en bajorrelieves en los templos de la
Cruz, del Sol y de la Cruz Enramada, en los
el escéptico (Verano 1999) 47
El templo de las Inscripciones es,
seguramente, el más antiguo de
Palenque y, tal vez, el que muestra
una arquitectura y unas líneas
más impresionantes
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que se observa el proceso de divinización
postmortem. Precisamente, muchos de esos
bajorrelieves son llamados de la cruz por-
que se asocia a Pacal con el árbol de la vida
en forma de cruz en amplias zonas de Me-
soamérica
. En el templo de la Cruz En-
ramada, además, el árbol sagrado tiene dos
brazos que terminan también, como vere-
mos, con mazorcas de maíz antropomorfas.
Este árbol de la vida, según señala Henri
Broch, “es el árbol del origen, que los ma-
nuscritos nos muestran atravesando la
Tierra desde los mundos inferiores hasta
los mundos superiores”.
El templo de las Inscripciones, donde se
halla la losa, fue mandado construir por el
mismo Pacal o por su hijo, para que fuera
su tumba, la más importante nunca halla-
da en el mundo maya por la calidad de los
restos y de las ofrendas allí depositadas,
siendo, para los investigadores de esta cul-
tura, similar en importancia a la tumba del
faraón egipcio Tutankhamon.
Hipótesis para un bajorrelieve
Ha habido a lo largo del tiempo diversas hi-
pótesis que han tratado de explicar lo que
representa la figura del bajorrelieve de Pa-
lenque desde una perspectiva racional. To-
das han coincidido en atribuir la figura
humana central y el esqueleto a Pacal y, en
general, han sido coincidentes, exceptuan-
do cuestiones de detalle.
Según Alberto Ruz
1
, su descubridor,
tanto el esqueleto como la figura humana
corresponden, sin duda, al rey Pacal de
Palenque. Para este autor mexicano, la fi-
gura epigráfica le representa con todos los
rasgos mayas posibles en el rostro, apoya-
do de espaldas sobre el esqueleto del demo-
nio de los cuatro puntos cardinales y bajo
el árbol sagrado que corona el pájaro Quet-
zal, uno de los símbolos del dios Sol.
Otra hipótesis sugiere que la losa nos
habla de tres mundos, el inferior
de los
infiernos
, el central
de la Tierra
y el
superior
del cielo
. En los infiernos, se
puede observar la cara de un monstruo que
mira de frente, enseñando los dientes. En
la parte central, estaría, básicamente, el
árbol de la vida
con forma de cruz
con
una serpiente bicéfala en sus ramas clara-
mente visible, de cuyas fauces surge un
diosecillo, y con un pájaro en su rama su-
perior.
Para Fiedel, la figura de la losa represen-
ta a Pacal engullido por un monstruo del
mundo subterráneo, del mismo modo que
el Sol se pone al atardecer devorado por
otro monstruo de dicho mundo. Según esta
interpretación, tras la noche
muerte
−,
el
rey volvería, como el Sol, a brillar en el
cielo. Esto se ve más claro por la asociación
que su hijo hizo de Pacal con nuestro astro
rey en numerosos templos.
El significado actual
Houston y Stuart creen que los gobernan-
tes mayas no eran considerados en vida
como dioses. Como mucho, según los tex-
tos, eran sagrados. La fusión de estos
gobernantes
y de sus cónyuges
con los
dioses tenía lugar tras la muerte, cuando
muchos de ellos empezaban a ser venera-
dos juntamente con los héroes ancestrales
o fundadores de cada ciudad. Un ejemplo
de este tipo de política sería la romana, en
la que los primeros emperadores, pese a no
ser entendidos como dioses en vida, sufrían
un proceso de divinización tras la celebra-
ción de las ceremonias funerarias, especial-
mente la de la apotheosis
que viene a sig-
nificar en griego algo así como paso a la
divinidad
.
Es por ello que, en el mundo maya, em-
pezaron a desarrollarse una serie de imáge-
nes que representaban el paso del gober-
nante muerto a la divinidad, asumiendo, en
dicho tránsito, los atributos de alguna dei-
dad. En general, los reyes se asociaban al
dios Sol y las reinas a la diosa Luna. Sin
embargo, algunos miembros de esta clase
gobernante también aparecían asociados al
dios del Maíz, un símbolo de la juventud y
de la renovación vegetal que vinculaba a los
gobernantes con los primeros seres huma-
48
(Verano 1999)
el escéptico
El templo de las Inscripciones
1
Mi conocimiento de esta primera hipótesis, en
parte, se basa en un comentario
sumamente
escéptico y de muy recomendable lectura
de J.
A. Goytisolo (El Periódico de Catalunya, 27 de
diciembre de 1993) sobre un texto de un tal M.
Duverger
espero que no se trate de Maurice
Duverger, el muy conocido filósofo del derecho
, en el cual este autor francés afirma que era un
astronauta. Otro conocido autor que reciente-
mente ha reflexionado sobre el tema es Terenci
Moix (“La Atenas del arte maya”, La Vanguardia,
20 de septiembre de 1998), en un artículo en el
que, hablando de Palenque, se ríe de las hipóte-
sis ufológicas respecto a la tumba: incluso
comenta que hay gente que considera la figura,
por la posición de la mano al mundo del Zen, un
Buda en trance.
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nos, quienes eran representados como una
especie de pasta de maíz. De nuevo encon-
tramos un buen ejemplo para estudiar este
fenómeno cultural maya, de unión de mitos
celestes con terrestres, en el mundo roma-
no tardío, en el que una serie de antiguos
cultos en honor de la renovación de la na-
turaleza y de la Tierra quedaron incluidos
en un proceso de sincretismo, asumiendo
en el ritual símbolos basados en una reli-
giosidad astral.
En la losa de Palenque, se representaría
a Pacal, además de con todos los símbolos
antes mencionados
el pájaro Quetzal, la
serpiente...
−,
sufriendo un proceso de
transformación
metamorfosis
y emer-
giendo con los atributos del dios del Maíz o
de las plantas. Es decir, hallamos en la lo-
sa, de forma normal, toda la simbología clá-
sica de la muerte y resurrección, según las
creencias mayas. Parece claro, pues, por
los datos que hemos ido examinando y por
los restos hallados, que de lo que se trata
en esta losa es de mostrar el cumplimiento
de un rito de paso, de un rito de transición
de la vida a la muerte, por parte de un
señor maya, Pacal, rey de Palenque, al
tiempo que se inicia un proceso de divini-
zación del mismo.
Creemos que lo esculpido en la losa nos
muestra, en todos sus símbolos, el proceso
de divinización de Pacal tras su triunfo so-
bre la muerte. Y de ello nos habla la ma-
yoría de sus elementos identificables, como
la presencia del dios Sol
a través de su
símbolo en el pájaro Quetzal
en su doble
vertiente, por un lado, de dios más podero-
so del panteón maya y, por otro, de dios
que se hunde en las tinieblas cada noche
para renacer al día siguiente; o la de hallar-
se la figura bajo una serpiente, símbolo del
tránsito al otro mundo
no sólo aquí, en
muchas otras culturas, como la moche,
que se desarrolló en ese mismo tiempo y
que también la usa normalmente en sus
representaciones funerarias
. También
apunta en ese sentido que Pacal esté reves-
tido de los atributos del dios del Maíz, que
tiene un marcado simbolismo funerario en
la cultura maya, y que esté todo enmarca-
do por el árbol de la vida, lo que hace que
no podamos dudar mucho de que, muy
probablemente, ésta es la hipótesis inter-
pretativa más correcta: Pacal, en su ascen-
sión, escapa de un demonio infernal, que
habita en el mundo subterráneo
parte
inferior
, que le ha devorado ritualmente
en el momento de la muerte.
¿Y cómo sabemos que es un demonio del
mundo subterráneo? Porque en él hunde
sus raíces el árbol de la vida y porque este
árbol está coronado por el Quetzal, el sím-
bolo del dios principal del panteón maya. El
árbol marca un camino desde la muerte
hacia el cielo maya, todo lo cual se asocia
al resto de símbolos hallados alrededor y
dentro del sarcófago de Pacal, un rey que,
por otra parte, por lo que ve en los restos
humanos encontrados y en la figura central
de la lápida, tiene los rasgos típicos de los
indígenas precolombinos de la región.
El problema, además, para los parar-
queólogos
nunca hablan de ello
es que es
posible ver una escena muy semejante en
otros bajorrelieves mayas de la misma épo-
ca y de la misma ciudad de Palenque, ha-
llados, por ejemplo, en el templo de la Cruz
Enramada o en el de la Cruz, tal como
muestra William Stiebing. En éstos, apare-
cen los mismos símbolos, pero sin la figura
de Pacal en el medio
sí, a un lado
, advir-
tiéndose claramente el árbol de la vida en
forma de cruz, el pájaro Quetzal arriba, la
serpiente bicéfala, cabezas en forma de
mazorcas de maíz en las ramas del árbol,
así como un demonio en su base. Así,
Broch compara en un dibujo las similitu-
des entre el relieve de la losa de Palenque y
el de la Cruz Enramada.
Tras la explicación en hipótesis y estas
pruebas de qué significan los diseños, creo
que el factor duda debería desvanecerse,
aunque es poco probable, lo sé, que ello
suceda.
Los astronautas de la antigüedad
A finales de los años 60, se hizo muy popu-
lar la losa del templo de las Inscripciones
entre el público en general
que no entre el
especializado, ya que era archiconocida
antes dada su importancia
, debido a que
Erich von Däniken y otros autores, como
Charles Berlitz, publicaron su fotografía en
libros de pararqueología de gran éxito de
ventas, indicando que la misma era una
el escéptico (Verano 1999) 49
Bajorrelieve del templo de la Cruz Enramada, según Stiebing. Ob-
sérvese el árbol en forma de cruz, coronado por un pájaro Quetzal,
unas panochas de maíz en las ramas, el demonio en las raíces...
Pacal es la figura que está de pie a la izquierda: sus rasgos y ves-
tiduras son similares a los de la figura de la losa.
Un problema para los ‘pararqueólogos’
es que es posible ver una escena muy
similar a la de la lápida de Pacal en
otros bajorrelieves mayas de la misma
época y de la misma ciudad
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muestra evidente de que nos encontramos
ante la tumba de un astronauta extrate-
rrestre al que se ve pilotando su nave espa-
cial. La principal revista pseudocientífica
española de la época, Mundo Desconocido,
llegó a regalar un póster de dicha imagen
para incentivar las suscripciones.
Esta teoría se atribuye originalmente al
ruso Alexander Kazantsev, quien sugirió
que el personaje representado en la losa de
Palenque accionaba los mandos de una na-
ve espacial que despegaba lanzando fuego
por sus motores, mientras accionaba sus
mandos. Según Broch, en realidad, Kazan-
tsev copió la idea de dos artículos de los
franceses Guy Tarade y A. Millou publica-
dos en agosto de 1966.
Para Von Däniken y Berlitz, el diseño
era similar al de los cohetes de los años 70
hoy en día, desfasados
y a la posición
que en ellos adoptaban los astronautas
lo
cual no es muy correcto, dado que si el co-
hete no está aún en el espacio, el astro-
nauta está medio comprimido contra la si-
lla y si está en el espacio, en las toberas no
hay fuego
. Quien quiera profundizar en la
crítica del vestuario de pseudoastronauta
de Pacal, puede hacerlo en el magnífico li-
bro de Stiebing Astronautas en la antigüe-
dad.
Conclusiones
La lápida de Palenque nos habla de la divi-
nización de un máximo mandatario de una
ciudad maya, un proceso bien conocido en
ésta y otras culturas que sirve como ele-
mento legitimador de los gobernantes que
le suceden. Ha habido muchas hipótesis
sobre su significado, pero las investigacio-
nes llevadas a cabo en los últimos diez años
han aclarado algo el tema. No obstante,
antes de que esta visión de la losa se fuera
extendiendo, surgieron otras hipótesis,
más o menos razonables. Las erradas no
han representado un grave problema, ya
que el equivocarse es normal en ciencia.
Lo que no es correcto es tratar los obje-
tos del pasado de forma aislada, sin tener
en cuenta el contexto cultural en el que
surgen y sin buscar paralelismos ni otras
evidencias que apoyen las hipótesis. Ése ha
sido el grave error de los planteamientos de
los estudiosos de lo paranormal: su escaso
ánimo crítico para dar con la mejor res-
puesta posible de una manera racional.
El estudio sistemático de este bajorrelie-
ve posibilita rechazar lo imposible para
quedarse con lo probable, dentro de las
abundantes dudas que la interpretación de
una lápida siempre ofrece acerca de lo que
significan sus símbolos. No creemos razo-
nable que se trate de un astronauta, pero,
en cualquier caso, si algún autor pretende
defender esa posibilidad, deberá hacerlo
con muchas más evidencias que las aporta-
das hasta ahora y con estudios mucho más
serios.
Estamos, en lo que a las teorías parar-
queológicas se refiere, ante un típico caso
en el que algunas casualidades y falsas
analogías han provocado el extravío de
mentes no muy preparadas. Como indica
Stephen Jay Gould, “la mente humana se
deleita al encontrar esquemas subyacen-
tes, hasta tal punto que a menudo confun-
dimos las coincidencias o las analogías for-
zadas con significados profundos”.
Y todo esto nos lleva a tratar de ver qué
hay detrás de su aceptación por la gente en
general.
La dificultad de establecer nexos con el
pasado, por culpa de una historia cada vez
más alejada de los grandes mitos, que no se
centra en cosas usuales ni comprensibles
en vez de amores y odios entre humanos,
generalmente movidos por los mismos inte-
reses que nos mueven a nosotros, se habla
de macrociclos económicos
, lleva a mucha
gente a dejar de creer en los historiadores y
caer en las garras de autores que divulgan
supuestos misterios transcendentes en
épocas pretéritas, y que, además, dicen que
ocultan los investigadores.
Por otra parte, caídas muchas divinida-
des, se puede advertir cómo la esperanza
en mitos cósmicos vuelve a renacer de la
mano de los mitos astronáuticos. Un nuevo
paradigma celeste, una vez que han entra-
do en quiebra en muchas sociedades desa-
rrolladas
y especialmente entre ciertas ca-
pas de la sociedad
las antiguas creencias
religiosas, trata de abrirse camino apelan-
do a los sentimientos más irracionales y a
los miedos de una parte de la población. El
hombre sale al espacio y no encuentra un
dios físico. La explicación es que éste es ex-
traterrestre y que, tras un largo viaje y
miles de años de ausencia, está a punto de
volver con un nuevo mensaje redentor para
sus elegidos, investido con todas las carac-
terísticas racionales, éticas, científicas y es-
pirituales que se suponen a una civilización
mucho más avanzada, que, además, ya nos
ayudó a dar nuestros primeros pasos. Es
un mito típico que se genera en todas las
sociedades: el del retorno de los dioses.
Frente a una vida humana de trabajo, el
mito cósmico nos lleva a una creencia y es-
50
(Verano 1999)
el escéptico
Comparación de Broch entre los bajorrelieves de la losa del sarcó-
fago de Pacal y del templo de la Cruz.
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peranza en algún tipo de salvación de
nuestro cuerpo y alma. De ahí su vigencia
y el querer ver en esta losa misterios sólo
aptos para ser, supuestamente, entendidos
por iniciados, cuando lo cierto es que el en-
tendimiento que de los mismos hacen los
pararqueólogos es el más sencillo de los po-
sibles y está al alcance de todo el mundo:
sólo requiere fantasía.
¿Dónde mejor encuadrar dichos mitos
cósmicos que entre pueblos, como el maya,
que aún hoy ven envuelta en la bruma una
gran parte de su historia? Su capacidad
astronómica, fruto de un agudo sentido de
la observación, pero plenamente circuns-
crita a los medios de los que disponían, ha
hecho, sin duda, que la hipótesis astronáu-
tica acerca de la losa de Palenque haya ga-
nado fuerza. La ignorancia de las enormes
posibilidades y precisión alcanzables por la
astronomía sin telescopio, basada sólo en
la contemplación rigurosa del movimientos
de los cuerpos celestes durante muchos
años, hace que la gente se sorprenda de re-
sultados científicos maravillosos, pero no
imposibles, alcanzados en el pasado por
culturas megalíticas, precolombinas o de
cualquier parte del mundo, tal como la ar-
queoastronomía nos enseña hoy en día.
Probablemente, habrá que hablar en fu-
turos artículos acerca de los procesos sin-
créticos que se observan en la mayor parte
de las sectas ufológicas de nuevo cuño. Sin
embargo, he creído conveniente remarcar
la importancia que tiene en todo este pro-
ceso de espiritualización de los extraterres-
tres, que mucha gente desarrolla en la ac-
tualidad, la lectura errónea de restos ar-
queológicos, así como la búsqueda de pasa-
das visitas de astronautas de otros mundos
a nuestro planeta, para justificar mejor
ciertas doctrinas religiosas que, ante el fin
de milenio que se avecina, hacen del men-
saje agorero, milenarista y apocalíptico su
carta de presentación habitual.
Por cierto, J. A. Goytisolo acaba con una
bella frase un breve texto que escribió so-
bre el tema: “No me gusta la ciencia-ficción.
Es más apasionante la vida”. Alterando
algo la sentencia, yo diría que frente a la
ciencia-basura, prefiero o bien la ciencia-
ficción
quedando claro que es ficción
o la
vida misma.
Agradecimientos
Agradezco a Juan Soler Enfedaque por la
documentación que me ha proporcionado
sobre este tema.
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el escéptico (Verano 1999) 51
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