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C
uando en 1975 me encontraba en
Malibú probando la flotación de John
Lilly en tanques con sales Epsom,
pasó por allí todo tipo de gente relacionada
con el mundo místico. Un individuo empezó
a hablarme de Uri Geller, a quien se supo-
nía capaz de doblar llaves mediante alguna
clase de fuerza sobrenatural, de torcer un
alambre dentro de un tubo, etcétera.
Este hombre me dijo que Geller había
convencido de sus poderes sobrenaturales
a algunas personas en Inglaterra
por
ejemplo, al catedrático de física David
Bohm
. Pensaba que me podría gustar in-
vestigar este asunto, y me preguntó si esta-
ría interesado en hacerlo. Por supuesto,
respondí que sí. Dije: “Se supone que las
leyes físicas describen todos los fenómenos,
y no veo cómo Geller puede hacer esas co-
sas aplicando las leyes que conozco. Por lo
tanto, si eso es demostrable, significa que
no sé todo lo que hay que saber acerca de
las materias
sobre las que
me dedico a
pensar; como sí
que lo sé, me
parece intere-
sante”.
Desde luego,
ya he vivido lo
mío, y mis pa-
labras fueron
un poco hipó-
critas, por así decirlo. Digamos que disimu-
lé ligeramente. Ya saben, he conocido un
montón de experiencias de ese tipo, y sé
que una y otra vez esas cosas no funcio-
nan. He leído mucho material sobre per-
cepción extrasensorial, y estudié todo lo
que se sabe al respecto, porque me resulta
muy interesante, pero siempre acabó todo
en un rimbombante oropel con nada en su
interior. Así pues, siempre me espero que
haya algún tipo de truco. Pero esas cosas
siguen interesándome mucho; quiero decir
que me gusta ver cómo lo hacen, por lo que
tiene de divertido. Por eso dije: “Sí, me gus-
taría muchísimo verme con Uri Geller”.
El tipo se extendió acerca de cómo los
profesores escépticos habían estudiado las
llaves dobladas por Geller mediante un mi-
croscopio electrónico, a fin de comprender
las fuerzas que podían haberlas retorcido, y
cómo podían haber sido fundidas o no fun-
didas, y necedades de ese estilo. Yo sabía
ya que los magos son muy listos, y que es
fácil que nos embauquen, por lo que le dije:
“Oiga, quiero entrevistarme con Uri Geller,
pero le diré algo que me diferencia de los
otros: soy lo suficientemente espabilado co-
mo para saber que puedo ser un pardillo”.
He leído un montón de historias acerca
de la percepción extrasensorial, y sé que la
posición de partida más débil es la de pen-
sar que eres más listo que el otro, y que no
puede engañarte. Por el hecho de que un
buen mago haga algo que no debería ser
posible, no debes llegar a la conclusión pre-
cipitada de que se trata de un fenómeno
real: es necesario ser bastante más inflexi-
ble. Y te encontrarás con que el 99,9% o el
100% de las veces no hay nada extraño, no
hay nada misterioso, sino tan sólo algo más
ordinario, ¡un truco! Pero es divertido des-
cubrir el truco, y la única forma de hacerlo
es estar completamente convencido de que
es un truco, y no estar dispuesto a pensar
que puede no serlo, porque de lo contrario
patinas con demasiada facilidad. Un buen
ejemplo de esto, de no ser lo bastante listo
como para saber lo pardillo que puedes ser,
es una historia acerca de dos muchachos
en Francia, que salió a la luz durante una
de las etapas
de la percep-
ción extrasen-
sorial. Eran dos
sencillos mu-
chachos gran-
jeros, que ha-
cían esto y lo de
más allá, y se lo
dijeron al Se-
ñor, el cual se
lo dijo al cura,
el cual se lo dijo al alcalde... y al final lle-
garon los catedráticos de París, y los gran-
des catedráticos de psicología quedaron
convencidos de que los chicos realmente
poseían ciertos poderes especiales.
Lo que pasó fue que al principio los
muchachos simplemente se situaban uno
frente al otro, y con un pequeño movimien-
to, o haciendo un gesto, o de varias mane-
ras, eran capaces de pasarse señales entre
sí. Alguien se dio cuenta, y les dio la vuelta
de forma que no pudiesen verse, y se puso
una pantalla entre ellos, con todo tipo de
telas, ¡y continuaron haciéndolo! Sucedió
que el último truco se hacía con la partici-
pación de un tío suyo que estaba arriba, en
un ático, y podía ver a ambos muchachos,
y transmitir las señas del uno al otro. Se les
prestaba tanto atención a los chicos que, al
oir que los catedráticos iban a venir a ver-
los la semana siguiente, tuvieron tiempo
para pensar cómo perfeccionar su truco.
Como los chicos modificaban continua-
mente la forma de pasarse las señales, y
como los catedráticos dieron por sentado
que siempre se transmitían el pensamiento
de la misma forma, no pudieron ni imagi-
nárselo. Y lo más significativo es que los
32
(Primavera 1999)
el escéptico
Una visita a Uri Geller
RICHARD P
.
FEYNMAN
Por el hecho de que un buen mago
haga algo que no debería ser
posible, no debes llegar a la
conclusión precipitada de que se
trata de un fenómeno real: es
necesario ser bastante más inflexible
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catedráticos siguieron diciendo: "Son sim-
ples campesinos, sólo unos muchachos
granjeros. No podemos suponer que hayan
sido tan listos como para embaucarnos; no
somos tan tontos como para que nos bur-
len fácilmente". Y, sin embargo, eso era
exactamente lo que estaba pasando: los
chicos de la granja estaban tomando el pe-
lo a los catedráticos de la Universidad de
París. Por lo tanto, yo sabía que podía tam-
bién ser engañado de ese modo, y supongo
que los individuos como Bohm no se perca-
taron de que podían ser burlados con tanta
facilidad como se me podía embaucar a mí.
Unas semanas más tarde suena el telé-
fono, y es Uri Geller: está en Hollywood, y
puedo ir a verlo a su hotel. Le pregunté si
podía ir acompañado por mi amigo Al
Hibbs, que estaba interesado en hacer
unos programas de televisión (y que es
mucho más rápido que yo en descubrir tru-
cos) y mi hijo Carl. Geller asintió. Le gustó
en particular que fuese con mi hijo, porque
por lo visto es especialmente bueno delan-
te de los niños. Carl dijo: "¡Estupendo! Voy
a inventar algunas pruebas para que las
haga". Y preparó unas cuantas. Escogió
unos finos trozos de plomo procedentes de
una máquina sumadora que estaba des-
montando, mucho más fáciles de doblar
que una llave. También metió en un sobre
un trozo de papel en blanco junto a una
hoja de papel carbón; todo lo que Geller
tenía que hacer era obtener una marca en
el papel. Y añadió un tubo de vidrio con
tapones en sus extremos, en el que previa-
mente había introducido un trozo de alam-
bre delgado que se suponía debía ser
doblado por Geller. Carl inventó estas
pruebas, que deberían ser más fáciles que
doblar una llave si el resultado fuese debi-
do a efectos mentales, como decía Geller.
Fuimos a la habitación de Geller, y nos
encontramos con un hombre muy nervioso,
que caminaba sin cesar arriba y abajo
mientras contestaba al teléfono que sonaba
continuamente. Carl le dio una caja con
sus sencillas pruebas, pero Geller la puso a
un lado sin mirarla siquiera. Entre telefo-
nazo y telefonazo, nos explicó que sus
poderes unas veces funcionaban y otras
no, y que él no sabía de dónde venían. Nos
relató varias teorías que la gente había
sugerido: debido a tal y cual, debe ser esto
y lo de más allá; por tumba y dale, debe ser
algo extraterrestre. Yo estaba allí, sentado,
dejando pasar ese batiburrillo.
Geller nos entregó entonces un pequeño
bloc de papel y un lápiz, y nos pidió que
trazáramos un dibujo: se suponía que iba a
adivinar lo que dibujásemos. Fue fácil ver
cómo pretendió hacerlo, pues el extremo
del lápiz se mueve al dibujar, y además
actuó como suelen hacer los adivinos, sugi-
riendo que podía tratarse de esto y aquello
mientras escudriñaba nuestras caras en
busca de una señal de excitación que le
indicase que iba por el buen camino. Desde
luego, ponía sus manos sobre la cabeza,
pero ¿qué podemos saber? Dijo cosas tales
como "Hay círculos..." (había visto el movi-
miento del lápiz). Pero con nosotros no fun-
cionó, porque todo el tiempo pusimos cara
de póquer.
La lectura mental de Geller se saldó con
un completo fracaso. Entonces cogió una
llave, pero dijo que no le venían los pode-
res. Lo mirábamos como aves de presa. No
debimos hacer eso: debimos haberle dejado
que fuese adelante con su truco de lectura
el escéptico (Primavera 1999) 33
Complete su colección de
el
esc
é
ptico
Nº 1. La ‘Mars Global Surveyor’ le borra la cara a Marte;
La verdad oculta tras el código de la Biblia;
La cruzada de la sábana santa; Orce: ¿falta de
rigor o fraude? (Agotado. Pendiente de reimpresión.)
Nº 2. El arca de Noé de los seres extraordinarios;
De Condon a Sturrock: los ovnis se estrellan con
la ciencia; Ascenso de lo irracional; La Academia
de Lagado; El misterio de Rennes-le Château.
Nº 3. El relativismo cultural y otros relativismos;
La paranoia conspiracionista; ¡Busque a ET en su
ordenador!; Potenciar la razón; La necesidad de creer;
Medicinas alternativas y bioética; ¿Qué garantía nos
da la ciencia?
Escriba a:
EL ESCÉPTICO
Apartado de Correos 310
08860 Castelldefels (Barcelona)
Correo electrónico: arp_sapc@yahoo.com
5,4 euros/900 Pts.
por ejemplar + Gastos de en
vío
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mental, que se relajase, y dejarle hacer sus
tonterías. Atendió el teléfono unas cuantas
veces, diciendo entre ellas que no tenía
poderes en ese momento. De repente dijo:
"¡Hey! A veces funciona mejor bajo el agua.
Intentémoslo bajo el agua". No entendí lo
que quería decir, pero se metió en el cuar-
to de baño llevando la llave, y abrió el grifo.
Lo seguimos de inmediato, Al a su izquier-
da, Carl a su derecha, y yo detrás de Geller,
los cuatro apechugados en el diminuto
cuarto de baño, y nosotros tres vigilándolo
estrechamente para ver si tenía una herra-
mienta en la manga o algo así. No ocurrió
nada. Me quedé un tanto desilusionado: no
había sido capaz de hacer ni un solo truco,
no era el mago superstar que me esperaba.
Más tarde me llamó Al para comentarme
su hipótesis acerca de la llave doblada bajo
el agua. Habíamos estado buscando una
herramienta, y no vimos ninguna; pero si
Geller hubiera podido distraernos durante
un momento, habría podido hacer deslizar
la llave hasta la cañería y doblarla con faci-
lidad, y el chorro del agua habría impedido
verlo. No sé si es esto lo que intentaba ha-
cer: no le dimos una segunda oportunidad.
Versión española de José María Bello.
Feynman, R.P.; Leighton, R.B; y Sands, M [1966]: The
Feynman lectures on Physics. Tres volúmenes.
Addison-Wesley. Traducción española: Física. Fon-
do de Cultura Interamericano/Addison Wesley.
1971/72.
El célebre curso de física de Feynman, el de las
tapas rojas. Más que un libro de texto, es la expo-
sición más clara, original y profunda de los fun-
damentos de esta ciencia. De obligado conoci-
miento para todo estudioso de la física. Una obra
de arte.
Feynman, R.P.; y Weinberg, S. [1987]: Elementary par-
ticles and the laws of physics (Dirac memorial lectu-
res). Cambridge University Press. Existe una pésima
traducción al castellano, que es mejor no mencio-
nar.
Dos premios Nobel, virtuosos de la comu-
nicación científica, en toda su gloria y esplendor,
recordando a otro genio de la ciencia: P.A.M. Di-
rac. La conferencia de Feynman, una verdadera
joya. Se requieren conocimientos avanzados de
física.
Feynman, R.P. [1985]: QED: the strange theory of light
and matter. Princeton University Press. Traducción
en castellano: Electrodinámica cuántica: la extraña
teoría de la luz y la materia. Alianza Editorial. 1988.
Basada en unas conferencias en memoria de
Alix G. Maunter, constituyen un logro asombroso,
al explicar con claridad y precisión, sin concesio-
nes a la fácil simplificación, y sin recurrir a for-
mulaciones matemáticas, una de las teorías cien-
tíficas más complejas, bellas, y perfectas con que
contamos. No son necesarios conocimientos de
física, pero los que los tengan disfrutarán con
una explicación originalísima de las técnicas de
cálculo basadas en los diagramas de Feynman.
Feynman, R.P. [1992]: The character of physical law.
Penguin Books. Traducción en castellano: El carác-
ter de la ley física. Orbis. 1987. Disponible en vídeo.
Un repaso fascinante a las principales leyes de
la Naturaleza y a su relación con la matemática y
con los grandes principios de conservación y
simetría. Transcripción de las Messeger Lectures
de los años 60. Grabadas en vídeo por la BBC.
Para todos los públicos.
Feynman, R.P. [1995]: Six easy pieces: essentials of
Physics explained by its most brilliant teacher.
Addison Wesley. Traducción en castellano: Seis pie-
zas fáciles. Crítica. 1998.
Feynman, R.P. [1998]: Six not so easy pieces: Einstein's
relativity, symetry and space-time. Addison Wesley.
Extraídas del proverbial curso The Feynman
lectures on Physics. Accesibles, sobre todo el pri-
mer título, a lectores con una cultura científica
elemental.
Feynman, R.P. [1985]: Surely you're joking Mr.
Feynman! Adventures of a curious character. Con la
colaboración de R. Leighton. W.W. Norton. Traduc-
ción en castellano: ¿Está usted de broma, Sr. Feyn-
man? Alianza Editorial. 1987.
Una colección clásica de las legendarias anéc-
dotas de Feynman. Un éxito popular de ventas
estuvo muchas semanas en la lista de más vendi-
dos de The New York Times
, fue el origen de la
difusión a gran escala de la leyenda de Feynman.
Feynman, R.P. [1988]: What do you care what other
people think? Further adventures of a curious cha-
racter. Con la colaboración de R. Leighton. W.W.
Norton. Traducción en castellano: ¿Qué te importa lo
que piensen los demás? Alianza Editorial. 1990.
Publicado póstumamente, recoge el bello rela-
to autobiográfico
cuyo título da nombre al libro
sobre el trágico primer matrimonio de Feynman.
También incluye la aportación del físico a la comi-
sión que investigó el desastre del Challenger, na-
rrada en primera persona. Como epílogo, una in-
teresantísima conferencia sobre el valor de la
ciencia.
Feynman, R.P. [1998]: The meaning of it all: Thoughts of
a citizen scientist. Addison wesley. Traducción en
castellano: Qué significa todo eso. Reflexiones de un
científico-ciudadano. Editorial Crítica. 1999.
Recoge las conferencias que dio Feynman en la
Universidad de Washington en 1963. Ver la re-
censión de Manuel Toharia en este número.
El legado de un genio
F
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P
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(Primavera 1999)
el escéptico