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S
iete años después de la muerte de Ri-
chard Feynman, uno de nosotros,
(JG) visitó Caltech por primera vez.
Una de las razones de la visita fue dar una
charla sobre la interpretación transaccio-
nal de la mecánica cuántica, esbozada en el
capítulo 14 [de nuestro libro]
1
, que está tan
influida por las propias ideas peculiares de
Feynman acerca de la naturaleza de la ra-
diación electromagnética, que ya ha cum-
plido más de cincuenta años. Era, cuando
menos, una sensación peculiar estar ha-
blando no ya desde el mismo lugar en el
que Feynman solía hablar, sino sobre su
propio trabajo. Y cuando, durante el colo-
quio al final de la charla, la conversación
derivó hacia la QED
2
, la cualidad mágica de
la ocasión se intensificó: ¡un público en
Caltech, nada menos, me estaba pidiendo a
mí que les explicara la QED!
Pero el propósito principal de la visita
era el de completar los antecedentes de la
leyenda de Feynman como preparación pa-
ra escribir este libro, visitando los lugares
donde solía trabajar y encontrándome con
la gente con la que solía trabajar. En la pri-
mavera de 1995, tras un invierno especial-
mente lluvioso y largo, el campus de Cal-
tech parecía ser el lugar ideal de trabajo
para un científico (o para cualquiera). Con
una temperatura cálida y un cielo despeja-
do, los espacios abiertos y verdes del cam-
pus, sombreados por árboles y cubiertos de
coloridas flores, ofrecían un ambiente tran-
quilo, ideal para la contemplación delicada
de los misterios del Universo. Me recordaba
una visita a Laugharne, en Gales del Sur,
al modesto edificio donde solía trabajar Dy-
lan Thomas, cuando, mirando las especta-
culares vistas, pensé: “Si hubiera vivido
aquí, hasta yo podría haber sido poeta”. Tal
vez no sea yo un gran físico, pero el am-
biente de Caltech te lleva a pensar: “Si yo
trabajara aquí, hasta yo tendría alguna
buena idea”. Y luego piensas en la gente
que ha trabajado aquí, en el mismo Feyn-
man, en Murray Gell-Mann, cuya habita-
ción estaba separada de la de Feynman só-
lo por el despacho de Helen Tuck, y en Kip
Thorne, uno de los dos o tres mayores ex-
pertos en la Teoría General de la Relativi-
dad, que todavía trabaja en Caltech, pero
encuentra tiempo para conversar sobre los
agujeros negros, el viaje en el tiempo y
Feynman. Y luego piensas: “A lo mejor mis
ideas no serían tan buenas”.
Lo que pasa en Caltech, en términos
académicos, es que no sólo lleva a sus cien-
tíficos a realizar su mejor trabajo, sino que
también
en parte por esa razón
atrae a
los mejores científicos. Conque acabas con
lo mejor de lo mejor. Siempre hay gente
ilustre deseando formar parte de Caltech,
En busca de la
furgoneta de Feynman
Es bueno saber que existe aún algo que demuestra tan claramente
el sentido del humor y destimitificador de Richard Feynman,
y que a la vez hace referencia a su trabajo galardonado con el Nobel
JOHN GRIBBIN
/
MARY GRIBBIN
el escéptico (Primavera 1999)
35
Cortesía John Gribbin.
John Gribbin posa junto a la mítica furgoneta de Feynman.
1
Gribbin, John; y Gribbin, Mary [1997]: Ri-
chard. Feynman. A life in science. Dutton Books.
Nueva York. 332 páginas. (N. de los T.)
2
Quantum electrodynamics (Electrodinámica
cuántica). Teoría cuántica y relativista de la ra-
diación electromagnética y de su interacción
con la materia. Propuesta inicialmente por
P.A.M. Dirac (1927), alcanzó su formulación ac-
tual gracias a los trabajos de Feynman, Schwin-
ger y Tomonaga, por los que recibieron el Nobel
de Física en 1965 (fue también importante la
aportación de F. Dyson). Se considera paradig-
ma de las teorías científicas, dado el extraordi-
nario e impresionante grado de concordancia
entre los valores calculados y los resultados
experimentales. (N. de los T.)
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pero Feynman no ha sido nunca directa-
mente reemplazado, aunque tras su muer-
te se creó un comité para buscar un susti-
tuto. No pudieron encontrar ninguno por-
que no hay nadie como Feynman en el
mundo de hoy, como tampoco había nadie
como Feynman antes... salvo Feynman
mismo.
No hay ningún monumento a Feynman.
Ningún edificio ilustre ni estatua. Hasta su
tumba, que comparte con Gweneth
3
en el
Cementerio de Mountain View, en Altade-
na, es muy sencilla. Su verdadero monu-
mento es su trabajo, sus libros y las cintas
de vídeo en las que todavía se le puede ver
dando conferencias en su estilo inimitable,
haciendo parecer sencillos los conceptos
difíciles. Pero hay un artefacto que despier-
ta una curiosa resonancia en cualquiera
que haya oído hablar de Feynman, y que
un amigo que no sabe casi nada de Feyn-
man, pero que le considera un héroe de
nuestro tiempo, me había animado a en-
contrar durante mi estancia en Pasadena.
La oportunidad se presentó al final de
una larga charla con Ralph Leighton
4
en el
salón de mi hotel de Los Robles Boulevard.
Mi anfitrión en Pasadena, Michael Shermer
de la Sociedad Escéptica, se unió a noso-
tros durante una conversación que trataba
no sólo de la vida y trabajos de Feynman,
sino también de la reacción del mundo ante
su muerte, y de la reacción de la familia y
amigos de Feynman a la forma en la que se
le había presentado desde entonces en va-
rios libros y artículos. Esa conversación me
llevó más cerca de lo que nunca podría es-
perar del hombre mismo, confirmando y
reafirmando las impresiones que ya tenía
sobre la clase de persona que era y dando
forma al libro Richard Feynman: a life in
science. Feynman era, sin duda, además de
un genio científico, una persona que derro-
chaba amor y afecto hacia su familia, ami-
gos y conocidos. A pesar de la época oscu-
ra de su vida después de la muerte de
Arline
5
, era una persona estupenda que
hacía que la gente se sintiera bien; un hom-
bre verdaderamente alegre, amable y gene-
roso, así como el mejor científico de su
generación. Y es ese espíritu, más que la
física, lo que despierta tanto la curiosidad
de la gente hacia el artefacto: la famosa fur-
goneta de Feynman, repleta de diagramas
6
.
3
Su tercera esposa. (N. de los T.)
4
Compañero en el tañer de tambores
gran afi-
ción de R.P. Feynman
, gran amigo y fiel ama-
nuense. (N. de los T.)
5
Primera esposa de Feynman, falleció de tuber-
culosis en 1945. (N. de los T.)
6
Diagramas de Feynman. Técnica de cálculo por
él inventada durante sus trabajos sobre la QED
y que hoy tiene amplio uso en diversas áreas de
la física teórica. Son como un icono de Feynman
y representan para su leyenda lo que la ecua-
ción E=mc² es para la de Einstein. (N. de los T.)
36 (Primavera 1999)
el escéptico
Pasión por el saber
FERNANDO PEREGRÍN
“Es responsabilidad nuestra como
científicos, sabedores del gran progreso que
emana de una satisfactoria filosofía de la
ignorancia, del progreso que es fruto de la
libertad de pensamiento,
proclamar el valor de esta libertad;
enseñar que la duda no ha de ser temida,
sino bienvenida y discutida, y exigir esta
libertad como deber nuestro hacia todas las
generaciones venideras.”
Richard P. Feynman. El valor de la ciencia.
(Conferencia incluida en el libro ¿Qué te
importa lo que piensen los demás?)
S
iempre me ha sorprendido que los museos y otras
instituciones dedicadas a mostrar los logros de la
ciencia presten generalmente escasa atención a
las personas que realizaron dichos logros; incluso he
visto exhibiciones científicas y tecnológicas en las que
parece que el conocimiento científico se produce por ge-
neración espontánea, sin tener en cuenta que los gran-
des avances de la ciencia, pese a lo que digan ciertos fi-
lósofos, sociólogos e historiadores, suelen tener nombre
y apellidos. Y si el fin de estas instituciones es promo-
ver el conocimiento público de la ciencia de manera que
la sociedad se beneficie de las ventajas que proporciona
el saber científico, no estaría de más que se ensalzase a
los hombres y mujeres que más han contribuido al
avance de dicho conocimiento, máxime si tenemos en
cuenta que, para hacer ciencia, hay que disponer de
científicos y que, para ello, conviene estimular las voca-
ciones científicas, mostrándo a los más jóvenes que, pa-
ra llenar toda una vida, hay cosas más importantes e
interesantes que ser futbolista, modelo de alta costura
o magnate de las finanzas.
Richard P. Feynman (1918-1988), además de cientí-
fico genial, es un acabado ejemplo de lo maravillosa que
puede ser una vida impulsada por la pasión por el saber
racional y científico; una persona que fue leyenda en vi-
da y que hoy recibe culto tanto en las universidades co-
mo en muchos ambientes de todo el mundo donde se
valora en su justa medida el brillo y esplendor de un
gran intelecto humano. A su insaciable sed de saber, se
unieron una imaginación portentosa y una inteligencia
fuera de lo común; y en la base, sustentando todo em-
peño por conocer, la disciplinada duda que forja el
escepticismo indagador de la mejor ley. Comunicador
de raza, sus libros son señalada muestra de la tenue
frontera que separa una clara, elegante y profunda
explicación de una bella teoría física, de una obra de
arte. Siempre recordaré el enorme efecto que me produ-
jo la lectura de su conferencia en memoria de P.A.M.
Dirac
uno de los héroes de Feynman
1
, en la que expli-
ca, con transparencia y sencillez proverbiales, la sutil y
fundamental relación que existe entre el espín de una
partícula y el tipo de estadística a la que obedece.
1
Feynman, R.P.; y Weinberg S.: Elementary particles and the
laws of physics (Dirac memorial lectures). Cambridge Universi-
ty Press. Existe una pésima traducción al castellano de la que
prefiero no dar noticia. También se conserva un vídeo de la
ocasión.
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Nuestra conversación con Leighton ha-
bía sido tan intensa que me costaba hacer
la pregunta relativamente trivial que había
prometido hacer. Pero, cuando le acompa-
ñábamos a su coche bajo el sol primaveral,
me recordé a mí mismo que lo prometido es
deuda. “Por cierto
le dije
, ¿qué fue de la
furgoneta de Feynman?” “Sigue estando en
la familia, como quien dice”, me contestó.
Las orejas de Michael Shermer se pusieron
de punta al oírlo: “¿Dónde?” “Necesita repa-
ración. Está aparcado en un taller mecáni-
co en...” y nos dio el nombre de otra zona
de Los Angeles, al Este de Pasadena.
Eso liquidaba el tema, pensé. No tenía
medio de transporte propio en Pasadena y,
aunque había cumplido mi promesa de pre-
guntar por la furgoneta, no podría, como
esperaba, sacarle una foto para mi amigo.
Tenía un programa de radio por delante y
un vuelo a primera hora del día siguiente.
Pero Shermer tenía otros planes. Se ofreció
a llevarme a encontrar la furgoneta en
cuanto terminara en la KPCC-FM y parecía
tener tantas ganas como yo de hacer la pe-
regrinación. Unas horas después, dábamos
vueltas por el lugar que Leighton nos había
indicado, parando para llamarle desde el
teléfono del coche de Shermer cada vez que
nos perdíamos. Cuando ya se ponía el sol,
encontramos el taller, aparcamos y fuimos
a buscar la furgoneta. Allí estaba. La furgo-
neta de Feynman, mirando a la pared, un
poco abollada, pero luciendo aún sus deco-
rativos dibujos de los diagramas de Feyn-
man. Era evidente que había estado allí
bastante tiempo, y las flores de primavera
crecían alrededor de las ruedas.
Sacamos nuestras fotos y nos fuimos,
felicitándonos por haber terminado con
éxito el tour de Feynman. Doce horas des-
pués, estaba en San Francisco y no fue
hasta mi vuelta a casa que me enteré por
Shermer del final de la historia. Al día si-
guiente, le había contado la historia de
nuestra búsqueda de la furgoneta de Feyn-
man a un amigo suyo que trabaja en el La-
boratorio de Propulsión a Chorro, un cen-
tro de investigación espacial de Pasadena.
El amigo, un científico serio y nada pareci-
do a un groupie
7
científico, le pidió, con mu-
cho interés, que le indicara el camino al ta-
ller y se fue ese mismo día armado con su
propia cámara de fotos. La broma de Sher-
mer acerca del tour de Feynman se había
hecho casi realidad, con una sucesión de
visitantes a la reliquia, y de todas las fotos
que traje de mi viaje a California, las que
siguen despertando más interés son las de
la vieja furgoneta abollada de un taller me-
cánico en algún lugar del este de Pasadena.
No sé bien por qué, aunque comparto un
poco ese entusiasmo. Pero es bueno saber
que existe aún algo que demuestra tan cla-
ramente el sentido del humor y desmitifica-
dor de Feynman, a la vez que hace referen-
cia a su trabajo ganador del premio Nobel.
Leighton sugiere que el símbolo es especial-
mente apropiado, porque la furgoneta mis-
ma era un símbolo del espíritu libre de
Feynman, un vehículo para la exploración y
descubrimiento del mundo cotidiano,
mientras que los diagramas simbolizan su
manera de explorar y disfrutar del mundo
de la física. Juntos representan la esencia
de Feynman: el gozo de descubrir y el pla-
cer de averiguar las cosas. Leighton dice
que se va a asegurar de que la furgoneta
siga en la familia de los amigos de Feyn-
man, y sugiere que un día podría constituir
la pieza central de una exposición ambu-
lante sobre Feynman. Eso si que sería la
clase de memorial que hasta Feynman ha-
bría aprobado.
John Gribbin
y Mary Gribbin son autores del
libro Richard Feynman. A life in science.
Versión española de Pilar Gutiérrez, con la co-
laboración de Fernando Peregrín, autor de los
recuadros bibliográficos de este dossier.
© John Gribbin y Mary Gribbin, 1997.
el escéptico (Primavera 1999)
37
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THE SKEPTICAL INTELLIGENCER
La revista trimestral de 70 páginas editada por la británica
Asociación para la Investigación Escéptica (Aske).
Suscripción anual: £15
Escriba a:
Aske
15 Ramsden Wood Road
Walsden, Todmorden,
Lancs, OL14 7UD,
Reino Unido
7
Usado originalmente para designar a los segui-
dores de los grupos de música pop, se puede
emplear para referirse a admiradores de ídolos
en cualquier otra actividad. (N. de los T.)