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desde el sillón
No es la primera vez que Mundo
Científico, versión en español de
La Recherche, se ocupa de la
homeopatía
1
y lo hace de forma
que, si bien no puede calificarse
de apologética, cabe considerar
como poco crítica e incluso favo-
rable. Por ello, no resulta extra-
ño que dicha revista vuelva so-
bre este asunto dedicándole un
amplio dossier en el número de
septiembre de 1998. No obstan-
te, sorprende un tanto esta de-
cisión editorial, ya que, por un
lado, y aunque se promete
“apor-
tar algunos elementos
nuevos”, la novedad
en cuanto a re-
sultados cien-
tíficos brilla por
su ausencia, y,
por otro, se ha ele-
gido un enfoque, el
histórico y sociológi-
co, muy poco apro-
piado para arrojar al-
guna luz sobre el ver-
dadero fondo de la cues-
tión, que sigue siendo la
existencia o no de una
base racional y científica
en que pueda fundarse
esta práctica médica. Es de
justicia mencionar, antes de
seguir analizando el dossier
de Mundo Científico, que en la
entradilla de carácter editorial
titulada “A nuestros lectores”, la
publicación deja claro que son
amplia mayoría en los medios
científicos los que consideran a
la homeopatía como “una misti-
ficación científica y médica”.
Peter Fisher, director médico
y de investigación del Royal Lon-
don Homeopatic Hospital, firma
el primer artículo del dossier, que
lleva por título “Un concepto más
que una técnica”. No hace falta
ser muy perspicaz para deducir
que el autor es franca y fervo-
rosamente partidario de la prác-
tica homeopática, si bien su en-
tusiasmo resulta frío compara-
do con el que pone la revista al
redactar el pie de la ilustración
que encabeza su escrito: “La ho-
el escéptico
(Otoño 1998)
59
meopatía va viento en popa. To-
dos los farmacéuticos venden in-
diferentemente productos alo-
páticos y homeopáticos. El vo-
lumen crece con regularidad en
los países occidentales...”. Algo
que, para nosotros, más que una
justificación de la validez de esta
práctica médica es serio motivo
de preocupación, ya que se in-
tenta dar carta de
n a t u r a l e z a
cientí-
fica a
una verda-
dera pseudocien-
cia por el solo hecho del volumen
de su consumo.
La lectura crítica del ensayo
de este especialista inglés permi-
te dejar al desnudo la pobreza
conceptual y científica típica de
la gran mayoría de los defenso-
res de la homeopatía. Decir que
la homeopatía se comprende mal
porque se trata de un concepto
el famoso latinismo similia simi-
libus curantur
más que de una
técnica, amén de no aclarar na-
da, es afirmar todo lo contrario
de la realidad, ya que los con-
ceptos son precisamente la par-
te más oscura, controvertida y,
con toda seguridad, equivocada
de esta técnica que muchos ca-
lifican de curanderil.
Sirva como ejemplo el concep-
to en que se basa la técnica de
diagnóstico propiamente homeo-
pática, la patogénesis (ver recua-
dro), verdadera reliquia de tiem-
pos de medicinas precientíficas,
filosóficas y místicas. O algunos
nuevos, como la llamada hipóte-
sis del medicamento ‘informacio-
nal’, genuina perla de la más
cursi pseudociencia, planteada
por los partidarios de la ho-
meopatía ante la barrera in-
franqueable que supone el
número de Avogadro (ver
recuadro) y el estrepitoso
fracaso de la ridícula hipó-
tesis de la memoria del
agua (ver recuadro). Di-
cha hipótesis ‘informa-
cional’ “enuncia que,
«bajo ciertas circuns-
tancias, el agua y
ciertos disolventes
pueden registrar in-
formación a propó-
sito de sustancias
con las que han
estado en con-
tacto y pueden
luego transmitir
esta información a siste-
mas biológicos sensibilizados».
Según este modelo, que perma-
nece como una teoría en espera
de confirmación experimental, la
acción de un medicamento ho-
meopático se interpreta, en tér-
minos cibernéticos, como una re-
troacción que informa al organis-
mo sobre la naturaleza de la en-
fermedad”
2
.
Para aclararnos este concep-
to, Fisher recurre a una metáfo-
ra de cierto regusto esotérico y
de Nueva Era, el disquete infor-
mático. Así, nos explica que “el
El debate sobre la homeopatía
background image
análisis químico de un disquete
informático no revelará otra cosa
que vinilo y óxido férrico: la in-
formación registrada en el dis-
quete está en forma física y el
análisis químico no es pertinen-
te”. Por supuesto que no, pero
hay muchas formas de compro-
bar y demostrar que el disquete
contiene información, lo que no
es el caso de las soluciones
ultramoleculares, más que nada
porque el ruido de las impure-
zas enmascararía cualquier se-
ñal hipotéticamente transmitida
de la cepa homeopática a los
disolventes
3
, y almacenada en
éstos por métodos más propios
de los ángeles que de los estúpi-
dos elementos químicos.
Por último, una cuestión que
el autor cita sin dar respuesta
alguna: “La excepción a la idea
de tratar a los individuos más
que a las enfermedades: se pue-
den encontrar en farmacia pro-
ductos homeopáticos que se ven-
den directamente al público en
vez de ser recetados por profe-
sionales de la sanidad”. Este he-
cho es una de las mayores in-
coherencias de la homeopatía y
una razón de mucho peso para
que estos medicamentos se eva-
lúen mediante los mismos ensa-
yos clínicos que los alopáticos.
Groucho Marx como
doctor Hahnemann
El segundo trabajo sobre homeo-
patía se debe a Emilie Gomart,
socióloga, y lleva el curioso títu-
lo de “El punto de vista del etnó-
logo. Presentación y análisis de
consultas homeopáticas”. Inten-
tar analizarlo sería concederle un
mínimo de racionalidad y cohe-
rencia intelectual de las que ca-
rece por completo. Nos limitamos
a transcribir literalmente un diá-
logo que gustosamente hubiese
firmado e interpretado Groucho
Marx en caso de haber tenido
que encarnar al doctor. Hahne-
mann:
Doctor: ¿Qué le ocurre?
Paciente: Estoy angustiada. Y
no logro mover el hombro de-
recho.
Doctor: Se trata pues de os-
teopatía. ¡Es mi especiali-
dad!
[Le indica que se tienda en
la camilla y la explora. Oigo
crujidos. La paciente gime.
El médico vuelve a su mesa
de despacho. La paciente se
sienta.]
Doctor: Calibromatum. Algu-
nas personas, cuando han
perdido actividad manual, se
sienten totalmente perdidas
y se deprimen. Le daré Cali-
bromatum porque usted es
una mujer que se aburre los
domingos.
[La paciente no dice nada.]
Doctor: ¿Le molesta el olor a
tabaco?
Paciente: [Vacilación.] Mmm...
No, no especialmente.
Doctor: Ignatia. Para los que
no soportan el olor a taba-
co. Son personas sometidas
a la autoridad.
Paciente: Es exactamente eso.
En el trabajo mando yo. Ten-
go personal a mis órdenes.
Pero en casa siempre está mi
madre encima de mí. Soy
una mujer sola.
Doctor: ¿Come usted bien?
Paciente: No.
Doctor: Entonces no conviene
el Calibromatum. Usted no es
como yo. ¿Sabe qué placer
le ha dado su madre?
Paciente: ¿Cuál?
Doctor: El deber.
Paciente: ¡Sí!
Doctor: Usted seguirá siendo
una mujer de deber.
[El médico receta Ignatia.]
La autora comenta este diá-
logo: “En este pasaje, el médico
vacila entre dos remedios, Cali-
bromatum e Ignatia. Describe a
la paciente la tipología de Cali-
bromatum, «alguien que se abu-
rre los domingos», y la de Ignatia,
«gente sometida a la autoridad»”.
Es de suponer, tras acabar la
lectura de este diálogo, que tie-
ne uno todo el derecho a pregun-
tarse cómo es que el médico re-
ceta Ignatia
indicado según él
mismo para las personas que no
soportan el olor a tabaco
sien-
do así que la paciente no se que-
ja especialmente de dicho olor y
sí de no poder mover un hombro
sin dolor. ¿Será por la similitud
entre olor y dolor?
Por lo demás, el artículo es in-
digno de una publicación como
Mundo Científico. Todo lo contra-
rio del trabajo debido al historia-
dor George Weisz, de la Universi-
dad de McGill, en Montreal,
ameno y bien informado.
Mediación política
La inclusión en este dossier de
homeopatía de un trabajo de la
periodista científica Annette Mi-
llet dedicado a la fabricación de
medicamentos homeopáticos pa-
rece más propia de un publirre-
portaje que de un informe de
Mundo Científico. El reportaje de
Millet, titulado “Recetas artesa-
nales para una industria ligera.
Unos medicamentos sin princi-
pio activo conocido, pero muy
bien controlados”, así lo hace, y
en particular nos da a conocer
un dato muy significativo: la
empresa numero uno del sector
de medicamentos homeopáticos
dedicó a investigación, en 1997,
la astronómica cifra de 120 millo-
nes de pesetas (el énfasis es
nuestro).
No se nos dice, por otra par-
te, el volumen de negocio de di-
cha empresa, pero, gracias a da-
tos obtenidos de otras fuentes,
se puede comprobar que los fa-
bricantes de preparados homeo-
páticos son fieles a la doctrina
de la infinitesimalidad hasta
cuando deciden qué porcentaje
de sus ingresos destinar a inves-
tigación. Por otro lado, esta pos-
tura más que roñica es lógica, ya
que investigar sobre entelequias
místicas no suele resultar caro.
Por último, llama la atención que
la periodista se fije en el sexo
el
género, que dirían los manuales
de conductas políticamente correc-
tas
de los botánicos responsa-
bles del aprovisionamiento de las
dos mayores firmas del sector; tal
vez sea un dato de importancia
para los expertos en medicinas
esotéricas, pero que a los racio-
nalistas se nos escapa.
Jacques Dangoumau
4
es una
personalidad en el mundo farma-
60
(Otoño 1998) el escéptico
desde el sillón
Las firmas homeopáticas
son fieles a la doctrina
de la ‘infinitesimalidad’
hasta cuando deciden
qué porcentaje de sus
ingresos destinar a
investigación
background image
céutico francés y un peso pesa-
do en los cenáculos de la Unión
Europea donde se negocian las
directivas y normas relativas al
medicamento. Su paso por la Ad-
ministración sanitaria francesa,
en la que ha ocupado altos car-
gos relacionados con los fárma-
cos, le ha marcado como político
y negociador, atributos que que-
dan claros en su artículo “¿Se
puede evaluar clínicamente la
homeopatía?”, en el que preten-
de describir unos posibles ensa-
yos clínicos a realizar para que
sus resultados, sean los que
sean, se acepten tanto por los
partidarios como por los detrac-
tores de la homeopatía.
Dangoumau considera que
“sólo es posible evaluar la efica-
cia de la terapéutica homeopáti-
ca o de los medicamentos ho-
meopáticos mediante ensayos ri-
gurosamente concebidos y rea-
lizados. Esta evaluación es cien-
tífica y sus conclusiones se im-
ponen. Es preciso constatar que
todavía no se ha llegado a este
punto y que la mayor parte del
trabajo, por no decir la totalidad,
está por hacer”. Pero, como buen
negociador en busca de puntos
de convergencia entre partes en
disputa irreconciliable, no le que-
da más remedio que navegar en-
tre dos aguas.
Primero afirma que “en nin-
gún caso puede bastar una refe-
rencia detallada a la literatura
publicada y reconocida en la tra-
dición de la medicina homeopá-
tica que demuestre que el uso
homeopático de un medicamento
o de las cepas homeopáticas que
lo componen está bien estable-
cido y presenta todas las garan-
tías de inocuidad. Este recurso
al argumento de autoridad, eli-
minado desde hace treinta años
en alopatía, sería un regreso al
oscurantismo”. Y, tras este gui-
ño al partido científico, termina
tendiendo una mano al partido
homeopático: “Algunos conside-
ran que la homeopatía es irra-
cional. Tal vez, pero en todo caso
es posible incluir elementos irra-
cionales dentro de un enfoque
racional. Dado que hay pacien-
tes que encuentran, o dicen en-
contrar, alivio en la homeopatía,
importa determinar racional-
mente qué servicios pueden
prestar estas prácticas, ya que
ello es posible, e incluirlas (si se
aporta una prueba científica de
su eficacia en ciertos casos) en
nuestra medicina basada en las
evidencias. Lo que importa, en
último término, es aliviar o cu-
rar a los enfermos”.
Ecología de los saberes
y relativismo terapéutico
Philippe Pignarre, historiador y
presidente del Instituto Sinthé-
labo para el Progreso del Conoci-
miento, e Isabelle Stengers, pro-
fesora de Filosofía de la Univer-
sidad Libre de Bruselas, abordan
los ensayos clínicos en su artí-
culo “Ciego y doble ciego” desde
el punto de vista sociológico para
“permitirnos escapar al debate
ideológico que en cambio es in-
evitable si nos limitamos a com-
parar las virtudes objetivamente
atribuibles de los remedios
homeopáticos y alopáticos”. Co-
mo buenos relativistas cultura-
les
al menos ése es el caso de
Isabelle Stengers
5
, partidaria de
lo que ella llama la ecología de
los saberes, que equivale a la
afirmación de que todos los sa-
beres son igualmente válidos
,
el escéptico (Otoño 1998)
61
Errores de concepto
camento homeopático”. Algo así como ajustar el pie
al zapato en vez del zapato al pie.
Número de Avogadro: número de átomos o molé-
culas que hay en un mol de una sustancia pura,
aproximadamente, 6,023 x 10²³. Dado que los me-
dicamentos homeopáticos son preparaciones de
muy alta dilución, es muy improbable, extremada-
mente improbable, que contengan una sola molé-
cula de la sustancia activa o cepa homeopática que
aparece en la etiqueta. En definitiva, el paciente
ingiere, en general, solo agua, lactosa y alcohol: sim-
ple y llanamente, un placebo.
‘Memoria del agua’: En 1987, una revista secun-
daria pero honorable, como la define el propio
Danchin, The European Journal of Pharmacology,
publicó un artículo experimental firmado por E.
Davenas, B. Poitevin y J. Benveniste, con el que se
pretendía situar la práctica de la homeopatía en el
campo de la ciencia. Las diluciones superiores a lo
que permite la teoría atómica se justificaban tra-
tando de demostrar la llamada memoria del agua,
un fenómeno inexplicable a la luz de los conoci-
mientos clásicos de la física y la química que per-
mitía al agua recordar la sustancia que se había
diluido, aunque ésta ya no estuviese presente.
Patogénesis: técnica de diagnóstico homeopática
por excelencia, inventada por el fundador de la doc-
trina, Samuel Hahnemann (1755-1843), y que ha
llegado hasta nuestros días con los mismos erro-
res conceptuales con los que nació, aunque ma-
quillada con aceites nuevos: el sorteo, el ciego, el
placebo, etcétera. Básicamente, los ensayos de
patogénesis homeopática (EPH) consisten en ha-
cer ingerir a voluntarios sanos la sustancia de in-
terés y anotar sus síntomas. Un EPH permite acu-
mular un repertorio de síntomas que determinan
«el tipo sensible», o tipo de personas que «respon-
de» a dicha sustancia. Se podría pensar que, por
su nombre, nos encontramos ante ensayos desti-
nados a encontrar el origen, la génesis de la pato-
logía; nada más lejano: se trata de inducir sínto-
mas en pacientes sanos y cuando el homeópata se
encuentra con los mismos síntomas en un pacien-
te enfermo, le receta un preparado basado en el
mismo principio activo de la sustancia ensayada.
Nada importa que distintas patologías den sínto-
mas iguales o muy parecidos, ya que “la homeopa-
tía no trata las enfermedades, trata enfermos”, y,
por tanto, “la tarea esencial [del homeópata] con-
siste en ajustar este cuadro sintomático [de un pa-
ciente] a la patogénesis de un determinado medi-
desde el sillón
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62
(Otoño 1998) el escéptico
los autores, tras aceptar que es
posible atribuir una virtud obje-
tiva a un remedio médico, seña-
lan que “hay que resistirse a con-
vertirla [la virtud objetiva] en la
expectativa necesaria y suficien-
te de un juicio que descalifica las
demás terapéuticas: no es más
que un elemento que participa
en la definición de las prácticas
de quienes las prescriben”.
Lanzada ya la primera piedra
contra la objetividad, los auto-
res se embarcan en un análisis
de los ensayos clínicos a los que
reconocen, como principal vir-
tud, la de ser “una formidable
lección de modestia frente a to-
das las tentativas recurrentes de
constituir una farmacología por
fin racional que realice el sueño
de ir directamente de la molécu-
la definida científicamente al me-
dicamento. Mientras que las mo-
léculas objeto de los ensayos clí-
nicos están cada vez más carga-
das de ciencia, garantizando así
que deben ser eficaces, estos en-
sayos no pierden ni un ápice de
su selectividad. Indican que los
desarrollos proliferantes de las
ciencias contemporáneas distan
de converger hacia una defini-
ción no empírica de lo que es un
medicamento”.
En su afán por relativizar y
minimizar el método científico en
la medicina, los autores confun-
den la definición de un medica-
mento con su ensayo o prueba
clínica. Un medicamento es una
molécula o conjunto de ellas, lla-
mada sustancia activa, a la que
se puede atribuir una eficacia
biológica frente a una patología
o grupo de ellas. Su eficacia re-
quiere de una prueba empírica,
que es el ensayo clínico; pero, pa-
ra llegar a este último paso, las
autoridades sanitarias requieren
cada vez más documentación
acreditativa de las razones obje-
tivas y científicas que justifican
la esperanza de que una molé-
cula pueda tener efectos terapéu-
ticos. Y sucede precisamente to-
do lo contrario de lo que se nos
dice en el texto, ya que si excep-
tuamos a los homeópatas y otros
practicantes de las llamadas me-
dicinas alternativas, todos los
profesionales de la medicina es-
tán convencidos de que los desa-
rrollos de la física, la química, la
biología molecular, la genética,
la fisiología, etcétera, convergen
claramente en su definición de
medicamento.
La tesis que sostienen Phi-
lippe Pignarre e Isabelle Stengers
es que los ensayos clínicos no
son la única manera de evaluar
la eficacia de un determinado
medicamento o terapia, ni tal vez
siempre la mejor. Para ello ha-
blan de negociaciones entre acto-
res
para alcanzar consensos so-
bre patologías, relativizando de
nuevo el posible carácter objeti-
vo y científico de los ensayos, y
nos ponen como ejemplo “la crí-
tica radical de los psicoanalistas”
a los ensayos clínicos de la me-
dicina moderna. Pero lo cierto es
que fuera de la psiquiatría
la
crítica de muchos psicoanalistas
a cualquier cosa que huela a
ciencia es normal e irrelevante
,
donde ciertamente, hoy por hoy,
es difícil la uniformidad de los
ensayos clínicos, los autores o no
encuentran o no conocen ejem-
plos, ya que no los citan, de con-
troversias sobre diagnósticos que
no se puedan resolver mediante
criterios puramente objetivos,
sin recurrir a la negociación ba-
sada en la democracia de los
saberes
6
(científicos y no cientí-
ficos).
Adicionalmente, se nos infor-
ma de la contradicción inheren-
te a todo ensayo clínico: “Mien-
tras que la enfermedad afecta a
un paciente en su vida, es decir,
en su relación con el espacio, el
tiempo, las vivencias y el mun-
do, la medicina moderna consi-
dera que lo afecta ante todo en
su cuerpo biológico. Y las dos
concepciones no se pueden su-
perponer fácilmente, pues el
cuerpo biológico, definido por a-
fecciones caso por caso, ha sido
constituido en grupos homogé-
neos mediante los ensayos clíni-
cos, para neutralizar así la ma-
nera como el paciente vive su
enfermedad”.
Lamentablemente, los auto-
res no nos informan del lugar en
que el paciente vive su enferme-
dad, que, a juzgar por lo escrito,
no es en su cuerpo biológico. (¿Se-
rá en el astral?) Y, puesto que se
nos da noticia de que, para los
autores, la homeopatía compli-
ca toda tentativa de transformar
los pacientes en casos, rasgo que
es “la característica principal de
la homeopatía y no las teorías so-
bre la semejanza y las altas di-
luciones”, pues no es de extra-
ñar que “es bastante posible que
ningún ensayo clínico pueda po-
ner término a esta controversia
[si los medicamentos homeopá-
ticos deben o no someterse a las
pruebas que permiten definir los
medicamentos modernos] mal
planteada”, con lo que se justifi-
ca, al parecer, que pueda eximir-
se a los medicamentos homeo-
páticos de cualquier prueba ex-
perimental sobre su eficacia del
tipo de los ensayos clínicos.
Para los autores, “la homeo-
patía nos permite pensar los lími-
tes (sic) y la falta de neutralidad
de todos los estudios llamados
de doble ciego, que pretenden ex-
trapolar la eficacia del método
experimental a unas cuestiones
que, como la curación, interesan
a los seres humanos”. A nuestro
entender este pasaje es pura
metafísica, ya que siempre ha-
bíamos creído que la curación
era un hecho experimental y que,
por tanto, se podía demostrar
mediante pruebas experimenta-
les que se debía a medicamen-
tos recetados
7
, extrapolando la
eficacia ensayada mediante mé-
todos experimentales.
Y terminan con una auténti-
ca perla del relativismo cognitivo:
“¿No cabría considerar que algu-
nas terapéuticas no tienen otro
sentido que el de ser cultivadas
[en el sentido de emerger como
hecho cultural, sin base en el sa-
ber adquirido mediante la razón
y el método científico], por lo que
es absurdo exigir que resistan a
unas pruebas que imponen, y
que deben imponer, definir esta
cultura como un parásito a eli-
minar? ¿No será que todos los
proyectos de estudios sofistica-
dos son falsas buenas ideas que
no resolverán ninguna contro-
versia?”
8
.
El regreso de Benveniste
y su memoria acuífera
Cierra este dossier un interesan-
te y ecuánime artículo debido a
Antoine Danchin, director de in-
vestigación del CNRS y profesor
del Instituto Pasteur, sobre el cé-
lebre fiasco de la memoria del
agua. Pese a reconocer que di-
cho episodio constituye una ver-
dadera aberración, el autor diri-
ge sus críticas, más que a Jac-
desde el sillón
background image
el escéptico (Otoño 1998)
63
ques Benveniste y a sus colegas,
a los árbitros y comités de lectu-
ra de las revistas científicas. De
forma detallada, nos explica có-
mo el comité de lectura que apro-
bó la publicación del primer tra-
bajo sobre este asunto falló por
completo, ya que dejó pasar nu-
merosos errores conceptuales y
de procedimiento. Y lo resume
así: “Si se considera que el tra-
bajo de Davenas y sus colabora-
dores [Poitevin y Benveniste] fue
un trabajo honesto y que el mo-
delo utilizado lo fue con el cuida-
do suficiente, entonces lo que es-
te artículo de 1987 demuestra es
muy claro: no que el agua tenga
memoria de lo que se disuelve en
ella, sino que el protocolo elegido
produce un error sistemático. Este
tipo de error experimental es
muy corriente y los buenos ex-
perimentadores lo temen como a
la peste, pues si no se detecta a
tiempo (por parte de los autores
o de los comités de lectura, an-
tes de la publicación) lleva al ridí-
culo”.
En la última parte del artícu-
lo, se da breve noticia de la pu-
blicación por parte de Nature al
año siguiente, en 1988, de un
trabajo similar, firmado por Jac-
ques Benveniste y los mismos co-
autores (y algunos más), que dio
lugar a uno de los escándalos
más sonados de la literatura
científica de los últimos años. Y,
sin decirlo claramente, deja en-
tender que la prestigiosa revista
inglesa y su entonces director,
John Maddox, obraron de forma
muy irregular, cuando no con es-
casa ética, a fin de dejar en ridí-
culo ante la comunidad científi-
ca internacional a los citados in-
vestigadores franceses, y de
paso, tal vez, a la pretendida ho-
meopatía científica.
Decíamos al principio que nos
sorprendía un tanto que una re-
vista como Mundo Científico re-
tomase in extenso el controverti-
do tema de la homeopatía, máxi-
me cuando no se habían produ-
cido novedades que resaltar.
Después de analizar el dossier y
comprobar lamentablemente su
pobreza científica, cabe pregun-
tarse si no será que el curso po-
lítico en Bruselas estaba a pun-
to de reanudarse tras las vaca-
ciones veraniegas y que el pode-
roso lobby homeopático empie-
za a tomar posiciones con vistas
al candente debate en los orga-
nismos de poder europeos sobre
la directiva de medicinas alter-
nativas.
FERNANDO
PEREGRÍN
1
La Recherche ha publicado “L’ho-
meopatie: un enterrement scien-
tifique” (mayo de 1988); “Quand
l’eau fait frémir les scientifiques”
(septiembre de 1988); y “Jacques
Benveniste à l’assaut de l’Institut
Pasteur” (noviembre de 1992).
2
Aquí, el autor incluye la cita a va-
rios trabajos científicos, funda-
mentalmente a los controvertidos
estudios de K. Dordrecht.
3
Esta hipótesis no difiere en lo bá-
sico de la aberrante memoria del
agua (ver recuadro); en efecto, la
tal memoria no era más que su-
puesta información transmitida
por la sustancia activa y almace-
nada en el disolvente. Ver, a es-
te respecto, “Cool memories III”,
de Jean Baudrillard, donde se
afirma que la memoria del agua
es “el estado último de la trans-
figuración del mundo en infor-
mación pura” y que “esta virtua-
lización de los efectos está en la
punta de lanza de la ciencia más
reciente” (Citado por A. Sokal y
J. Bricmont en Impostures inte-
llectuelles).
4
Este autor parece compartir nues-
tra opinión sobre el oscurantis-
mo de los conceptos homeopáti-
cos: “Suele haber confusión en-
tre el arte de curar, cosa que la
homeopatía pretende ser, y unas
teorías más o menos fundadas o
brumosas, pero a menudo espec-
taculares”.
5
Stengers es un personaje secunda-
rio en la demoledora crítica que
Sokal y Bricmont hacen a los
postmodernos y relativistas cul-
turales en su libro Impostures in-
telectuelles. De su libro Entre le
temps et l’eternité, escrito con I.
Prigogine, los lúcidos Sokal y
Bricmont extraen algunos ejem-
plos de errores flagrantes debi-
dos al uso (y abuso, añadiríamos
nosotros) que de conceptos y tér-
minos científicos mal conocidos
y peor entendidos hacen los au-
tores.
6
Stengers, I.: Cosmopolitiques. Tomo
1. “La guerre des sciences”.
7
Siempre que se trate de una tera-
pia mediante medicamentos.
Adicionalmente, somos cons-
cientes del efecto placebo y de o-
tros mecanismos de curación
mal conocidos y peor comprendi-
dos y que se agrupan bajo la de-
nominación común de remisión
espontánea de la patología.
8
Aunque estamos seguros de que
nuestros lectores se habrán per-
catado de ello, no queremos de-
jar de señalar las importantes
contradicciones entre J. Dangou-
nau, por un lado, y P. Pignarre e
I. Stengers, por otro.
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