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(Junio 1998) el escéptico
s posible adivinar el futuro? ¿Visitan la Tierra se-
res de otros planetas? ¿Convivió el ser humano con
los dinosaurios? ¿Está próximo el fin del mundo?
¿Ha demostrado la NASA que Jesucristo resucitó?
¿Es peligroso viajar por el triángulo de las Bermudas? ¿Tie-
ne Satanás debilidad por la España profunda? ¿Hay gente
capaz de operar sin causar dolor ni cicatriz alguna? ¿Está
el futuro escrito en las estrellas? ¿Existen las casas en-
cantadas? ¿Se pueden doblar cucharas con el poder de la
mente? ¿Es posible comunicarse con el mundo de los es-
píritus? ¿Dejó Dios escrito en la Biblia el pasado y el futu-
ro de la humanidad? ¿Son las pirámides egipcias obra de
seres venidos de otros mundos? ¿Se manifiestan los espí-
ritus a través de la ouija?
Los quioscos están llenos de publicaciones que respon-
den sí a todas estas preguntas y mantienen que vivimos
en un mundo plagado de misterios, de enigmas fuera de
toda lógica. En las librerías, los desvaríos de ufólogos,
parapsicólogos, curanderos y todo tipo de mercachifles
ocupan mayor superficie de exposición que las obras de
divulgación científica. En la radio, los brujos han susti-
tuido a Elena Francis y abunda un tipo particular de pro-
fesor, aquél que no ha dado una clase en su vida, pero es
experto en ciencias ocultas. Y la televisión es, obviamente,
el medio que mayor propaganda ha hecho a las sandeces
propaladas desde hace años por un largo etcétera de pro-
fesionales de lo oculto. Ésta es la triste realidad, pero no
hay por qué plegarse a ella.
Obviamente, es imposible demostrar la no existencia de
la telepatía, el más allá, el monstruo del lago Ness, los
platillos volantes, la cirugía psíquica o los viajes astrales;
como es imposible demostrar la no existencia de los Reyes
Magos, el ratoncito Pérez,
Papá Noel, las hadas o el
ángel de la guarda. El pro-
blema estriba en que, has-
ta el momento, nadie ha
presentado evidencias que
confirmen la existencia de
alguno de los llamados fe-
nómenos paranormales. Y,
en ciencia, el peso de la
prueba recae sobre aquél que propugna la realidad de algo.
Aún así, una gran parte de la opinión pública está con-
vencida de la autenticidad de unos hechos que tienen
mucho menos fundamento que la esperada visita anual
de Melchor, Gaspar y Baltasar.
En EL ESCÉPTICO, el lector encontrará radiografías
de algunas de las creencias más comunes, disparatadas y
peligrosas, así como pruebas de cargo contra los más re-
nombrados charlatanes. El gigantesco negocio de lo
paranormal se basa, y quien lo niegue es que no conoce
los entresijos de ese mundillo, en el abuso sistemático de
la buena fe del público. Es cierto que algunos estudiosos
de lo oculto creen en lo que predican, pero no es menos
verdad que la mayoría es consciente de que lo que dice y
escribe es, simple y llanamente, mentira.
La caza de charlatanes es, por consiguien-
te, una actividad ecológica, que pone en
guardia a la sociedad frente a los vendedo-
res de misterios prefabricados. Es preciso
denunciar la falta de fundamento de los su-
puestos hechos paranormales para inten-
tar sacar a los investigadores de su error, si
creen en lo que dicen, o ponerles en evi-
dencia ante la opinión pública, si son me-
ros mercaderes de lo oculto; y para propi-
ciar que si alguien investiga lo paranormal,
lo haga siguiendo el método científico, el
único mecanismo válido para aprehender
la realidad de manera objetiva.
Afirmaciones extraordinarias requieren
pruebas también extraordinarias. Precisa-
mente, lo que falta en la literatura esotéri-
ca, plagada de tesis sensacionales, pero en
la que la evidencia brilla por su ausencia.
Los cultivadores de lo oculto no han pre-
sentado todavía ninguna prueba que de-
muestre que sus afirmaciones son algo más
que productos de mentes imaginativas o su-
jetos sin escrúpulos. El mundo de lo
paranormal es un gigante con pies de ba-
rro que se escuda en el pretendido inmovi-
lismo de la ciencia oficial para justificar su
marginalidad. Los practicantes de la
ufología, la parapsicología, la astrología y
todas las logías disparatadas que a uno se
le puedan ocurrir están convencidos de que
los cientí-
ficos ja-
más acep-
tarán sus
p r u e b a s
porque e-
so supon-
dría soca-
var los ci-
m i e n t o s
del saber contemporáneo. Se equivocan.
Como se equivocan cuando acusan a los
representantes de la llamada por ellos cien-
cia oficial
ciencia no hay más que una, y
los adjetivos sobran
de practicar una per-
versa endogamia que les impide arremeter
contra la falsa ciencia, y contra las argu-
mentaciones de todo tipo basadas en au-
ténticas falacias, con la misma fuerza con
que lo hacen contra la pseudociencia. Los
escépticos no negamos la posibilidad
im-
probable, cierto es
de que haya extrate-
rrestres que nos visiten, vida después de la
vida u otras cosas sorprendentes, pero no
editorial
Apuesta por la razón
EL ESCÉPTICO nace con la vocación
de convertirse en el medio de expresión
de todos aquéllos que abogan en
el mundo de habla hispana por la razón,
por el librepensamiento
E
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aceptamos las afirmaciones gratuitas. Los
credos son credos, y nada más, mientras
no se demuestre lo contrario. Y si alguien
nos intenta vender gato por liebre, como
hacen todos los meses las revistas esotéri-
cas, estamos en nuestro derecho de denun-
ciar tal fraude.
Pero no hay que engañarse, no hay que
limitar el pensamiento crítico sólo a lo más
evidentemente aberrante. De ahí que esta
revista recoja el testigo de La Alternativa
Racional con el objetivo de someter a análi-
sis escéptico no sólo lo paranormal, sino
todo conocimiento situado en el límite del
saber científico y toda afirmación que se
sustente en él, en la pseudociencia o en la
falsa ciencia. Un campo muy amplio que
abarca desde la ecología o la medicina has-
ta la ideología, hasta las doctrinas políticas
que hacen un uso partidista y tergiversador
de la historia, la arqueología o la antropo-
logía. Porque quienes predican la irracio-
nal superioridad de un grupo humano so-
bre otros son tan peligrosos como quienes
siembran la desconfianza hacia la ciencia.
Unos y otros abogan por la suspensión del
espíritu crítico, por adocenar a la opinión
pública. Exactamente, lo contrario que es-
tas páginas.
Fomentar la reflexión y la duda
El movimiento escéptico español reclama-
ba desde hace tiempo una mayor amplitud
de miras. Surgió, hace ya trece años, con el
objetivo de plantar cara a quienes fomen-
tan la superstición y la irracionalidad a tra-
vés de las pseudociencias, y en la actualidad
se ha afianzado como una fuente de infor-
mación fiable y rigurosa, a la que los me-
dios de comunicación recurren cada vez con
mayor frecuencia cuando quieren contras-
tar la verosimilitud científica de algo extraor-
dinario. Hoy en día, es habitual que miem-
bros de ARP acudan a debates televisivos
para poner los puntos sobre las íes, separar
el grano de la paja y que no se engañe im-
punemente al público. Un logro que no se
hubiera alcanzado sin el esfuerzo y la dedi-
cación de conocidos escépticos que, en oca-
siones, han sido objeto de campañas de des-
crédito orquestadas por los fabricantes de
paradojas, campañas que han contado con
la interesada complicidad de la prensa pa-
ranormal, donde se ha llegado a tildar a ARP
de organización poco menos que afín a mo-
vimientos violentos o vinculada al Cesid.
Todas estas memeces
hay que decir las
cosas como son
, todos estos ataques lan-
zados desde las trincheras de lo irracional,
demuestran la fuerza que en los últimos
años han cobrado en España los escépti-
cos organizados. Y, es más, nos indican que
vamos por el buen camino: la denuncia del
fraude sistemático en que incurren los mercaderes de lo
oculto
preséntense como periodistas especializados, in-
vestigadores de laboratorios que nadie conoce o adivinos
del más variado pelaje
es, y ha de seguir siendo, uno de
los principales objetivos de ARP.
Todavía, sin embargo, hay mucho que hacer. Hay que
acabar con las falacias a las que se agarran los charlata-
nes pseudocientíficos para defender su presencia en los
medios de comunicación y para no ser objeto de chanzas,
la principal de las cuales es argüir que todas las ideas son
respetables y tienen el mismo derecho a ser defendidas.
No, no es verdad. No todas las ideas son respetables. Las
idioteces no son respetables; son idioteces. Y, a veces, pe-
ligrosas. Cuando un pseudoarqueólogo aventura que al-
gunas razas humanas descienden de extraterrestres y otras
no, está haciendo un nada sutil ejercicio de racismo, y el
racismo no es respetable, y hay que denunciarlo. Al igual
que, cuando el director de una revista de gran tirada indi-
ca a un enfermo de cáncer que ese tipo de patología “tiene
un origen psicoemocional” y le aconseja ponerse en ma-
nos de un sujeto que practica las denominadas terapias
regresivas, “estar rodeado de esferas
cuantas más, me-
jor
sin importar el material”, o probar “con la gemoterapia,
ya que los cristales de cuarzo son muy efectivos”, hay que
informar de tal barbaridad a las autoridades sanitarias. Y
que
podíamos seguir, pero el espacio es limitado
, cuan-
do un líder político manipula la historia o la biología para
justificar la singularidad del grupo humano al que perte-
nece y entusiasmar así a su electorado, hay que alertar a
la sociedad del peligro que tal actitud entraña: en la Ale-
mania nazi, desembocó en el holocausto judío; en la anti-
gua Yugoslavia, en la limpieza étnica, término cuya utili-
zación es ya de por sí perversa.
La tarea que ARP - Sociedad para el Avance del Pensa-
miento Crítico encara en esta nueva etapa de su historia
es, como puede verse, ingente. El pensamiento crítico tie-
ne muchos flancos que cubrir, desde los puramente
folclóricos hasta los más sutiles y potencialmente más pe-
ligrosos, y no ha de descuidar ninguno. Este amplio hori-
zonte de actuación precisa de escépticos comprometidos
que no duden en denunciar todo tipo de disparates y es-
tén dispuestos a trabajar juntos para poner freno a la sin-
razón y empujar a sus conciudadanos hacia la reflexión.
Porque sólo una opinión pública con auténtica capacidad
de discernimiento es capaz de elegir con libertad su deve-
nir sin la necesidad de salvapatrias o guías espirituales.
Para evitar que gran parte de la población caiga en las
redes de los adalides de la sinrazón, es fundamental que
la presencia de ARP en la Universidad española y en los
medios de comunicación sea cada vez mayor. El principal
activo de toda sociedad es la juventud y es vital apartarla
de la droga de lo paranormal, de los traficantes de miste-
rios: hay que presentar el conocimiento científico como
algo más atractivo que las ficciones de los fabricantes de
paradojas.
EL ESCÉPTICO nace con la vocación de convertirse en
el medio de expresión de todos aquéllos que abogan en el
mundo de habla hispana por el imperio de la razón, por el
librepensamiento. Quiere ser una publicación rigurosa y
divertida, con espacio para el análisis científico, el razo-
namiento filosófico y el humor. Y persigue un objetivo,
compendio de todos los apuntados: fomentar la reflexión
y la duda, porque sólo el pensamiento crítico hace ciuda-
danos realmente libres.
el escéptico (Junio 1998)
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